Todos los relatos que aparecen en este blog han sido escritos por mí. Ninguno ha sido copiado de ninguna otra web de relatos y se ruega que, del mismo modo, tampoco sean copiados (excepto consentimiento expreso). Gracias.

lunes, 28 de noviembre de 2016

Eva en directo



Era una noche como cualquier otra. Después de un rato viendo la televisión, la apagué y me dirigí a mi habitación para dormir. Antes de acostarme, me sonó el móvil y vi que había recibido un mensaje de Eva. Solo ponía: "Mira tu email ya". Intrigado, encendí el ordenador y abrí el email que, en efecto, había recibido de mi vecina. En él solo había un enlace, no ponía nada más. En otro caso no lo habría abierto porque parecía un virus, pero el mensaje que me había enviado significaba que ella era consciente del email.

Hice click en el enlace y se abrió en mi pantalla un vídeo. Pese a la escasa iluminación de la escena, se distinguía a un hombre sentado al borde de la cama y a una mujer arrodillada entre sus piernas. Le estaba haciendo una mamada que, a juzgar por la expresión del rostro del hombre, estaba siendo muy buena. Solo cuando la mujer se apartó el pelo moreno de la cara, se pudo ver con claridad la polla entrando en su boca. No solo eso, sino que fue entonces cuando reconocí a mi vecina. La mujer del vídeo era Eva. ¿Me había enviado un vídeo porno suyo?

Aunque en un primer momento pensé que era un vídeo, iba a descubrir que era algo aún más morboso. Por primera vez me percaté de que la fecha y hora marcadas en la esquina superior izquierda eran las de aquel mismo instante. Eva estaba retransmitiendo su polvo en directo para mi disfrute. Por la mala iluminación no había reconocido el dormitorio de mi vecina, en el cual tantas veces había estado.

domingo, 13 de noviembre de 2016

Un gran día



Lara pasó las manos por sus pechos, acariciándolos. Le encanta acariciarse los pechos nada más despertarse. Estaba completamente desnuda en la cama. Su ropa interior estaba tirada por el suelo. Se giró en la cama y observó al hombre que yacía junto a ella. El hombre con el que había ligado la noche anterior. Metió la mano bajo las sábanas y acarició su cuerpo, también desnudo. Miró el reloj y comprobó que iba bien de tiempo. Se metió bajo las sábanas y bajó hasta colocarse entre las piernas del hombre. Lamió su polla flácida y sus huevos depilados. No tardó en meterse el miembro en la boca. Le encanta notar una polla endurecerse en su boca. Una vez dura, se ayudó con sus manos para hacer una buena mamada. Se dio cuenta de que el hombre ya había despertado porque sus manos acariciaron la cabeza de Lara.
 - Joder, es increíble lo bien que la chupas... - Fue lo primero que dijo el hombre al despertar.
A Lara le gustaba que le dijeran cosas así. Se sentía orgullosa y al mismo tiempo le ponía cachonda. Siguió chupando hasta que el hombre descargó en su boca.

Al salir de la ducha el hombre seguía tirado en la cama. Lara se vistió y cogió sus cosas.
 - Tengo que ir a trabajar. Puedes ducharte aquí si quieres.
Y dicho esto salió por la puerta.

Lara trabaja de secretaria en una oficina. Aquella estaba siendo una mañana muy tranquila. Abrió Twitter en su móvil y pasó un rato viendo los gifs porno que aparecían en su timeline. Cuando se dio cuenta, tenía una mano acariciándose el muslo, el cual estaba muy caliente. Dejó el móvil y revisó la agenda. Tras ello se dirigió al despacho de su jefe.
 - No tiene nada en la agenda hasta la hora de comer, señor.
El jefe dejó lo que estaba haciendo y miró a Lara. Sabía de sobra lo que ella insinuaba.
 - ¿Y qué se te ocurre?
Sin mediar más palabras, Lara se acercó a su jefe. Se arrodilló, le desabrochó el pantalón, sacó su miembro y se lo metió en la boca. Se la chupó hasta que la tuvo bien dura. Fue el jefe quien interrumpió la felación, apartó los papeles de su mesa e inclinó a Lara sobre ella. Le levantó la falda ajustada y le bajó el tanga hasta las rodillas. Ella abrió las piernas invitando al disfrute. En seguida notó la dura y gran polla de su jefe entrar en su interior. Agarrándola por la cintura, la penetraba con rabia. Cada embestida hacía temblar toda la mesa y hacía gozar a Lara. Él disfrutaba del poder de someter a su secretaria. Lara disfrutaba de la sumisión de ser usada para el placer. De vez en cuando recibía algún azote de su jefe, que alimentaba de esa manera su posición de superioridad. Ella, encantada, le ponen caliente unos buenos azotes. La gota que casi colma el vaso fue cuando le introdujo un dedo por el culo. Aún no disfrutaba plenamente del sexo anal, pero un dedo estimulándole esa zona le excitaba sobremanera. Estuvo muy cerca de correrse, pero las penetraciones se interrumpieron y notó el semen caliente caerle en la nalga. Se lo limpió y volvió al trabajo.

martes, 25 de octubre de 2016

Conociéndose a fondo



Mar leía relajadamente durante su trayecto en autobús hasta casa, enfrascada en la trama de la historia. Tan metida estaba en su lectura que ni se enteró del hombre que se le había sentado al lado. Por eso se sobresaltó ligeramente cuando oyó una voz que le preguntaba:
 - ¿Qué lees?
Era un hombre de aproximadamente su misma edad. Era guapo, moreno, con barba de pocos días recortada. Sus ojos de color marrón oscuro se clavaban interrogantes en los marrones claros de Mar. Ella le contestó acompañando su respuesta con una sonrisa. Los dos se pusieron a hablar sobre libros. Enseguida a Mar le pareció un hombre agradable y cerró el libro. El tema derivó en otro tema, y luego en otro. Unas pocas paradas después Mar llegaba a su destino, y por lo visto el otro hombre también, ya que los dos bajaron del autobús. Habían hablado pero ni siquiera se habían presentado.
 - Soy Juan, por cierto.
 - Yo Mar, encantada.
Se dieron dos besos. A Mar le gustó mucho cómo olía Juan. A Juan le embriagó el suave y dulce tacto de los labios de Mar en su mejilla. Se quedaron unos segundos quietos, a punto de despedirse pero sin que ninguno de los dos realmente quisiera irse. Al final Juan dio el paso.
 - ¿Tienes tiempo para tomar un café?
 - Sí, la verdad es que me gustaría tomarme uno.

Juan y Mar acompañaron sus cafés con una agradable conversación. Mar se reía de los chistes malos de Juan y a él le encantaba oír su risa. La sonrisa de Mar le encandilaba, además de su pelo morado oscuro que dejaba destellos rojizos con la luz del sol. Se habían conocido ese mismo día, pero parecían amigos desde siempre. El brillo en los ojos de los dos evidenciaba que se gustaban. Se les pasó el tiempo volando. Juan se dio cuenta de la hora y dijo:
 - Ya es tarde, tengo que cenar pero... Si te apetece puedes venirte a casa a cenar. Vivo aquí al lado.
Mar dudó un poco. No estaba del todo segura. Finalmente se atrevió.
 - Vale, vamos.

La cena fue igual de bien que el café de antes. Mar se alegraba de haber aceptado la invitación de Juan. Después de la cena llegó el momento de tomarse una copa en el sofá. Estaban sentados muy cerca, llegando a rozarse con algunos movimientos. Mar estaba cada vez más caliente, deseando tirarse encima de Juan. Así pues, al siguiente silencio largo que hubo Mar no se lo pensó y se lanzó a besarle. Sus labios encajaron perfectamente con los de Juan, que no dudó en devolver el beso. Tras unos segundos de apasionado beso, Mar se abalanzó sobre Juan, quedando ambos tumbados en el sofá. Las manos de uno recorrían con ganas el cuerpo del otro. Ambos estaban tremendamente excitados. Mar notó que aparecía un bulto en el pantalón de Juan. Pasó la mano acariciándolo por encima.

viernes, 7 de octubre de 2016

Polvo de Mónica con público



Paseaba por el club de intercambio de parejas con una copa en la mano y con la idea de encontrar a alguna mujer interesante. Aunque el club tenía una gran cantidad de miembros, siempre te cruzabas con alguien con quien habías tenido alguna experiencia. Las sonrisas eran inevitables. Caminé de sala en sala hasta que me topé con Mónica en una de ellas. Estaba en una esquina, sentada sobre la pierna de un hombre, que a su vez estaba sentado en un sillón. Se estaban besando. Más que besando, se estaban comiendo. Se notaba en sus besos que estaban deseando follarse. Visto lo visto, lo de buscar diversión se le había dado mejor a mi novia que a mí aquella noche.

Me quedé observándoles, viendo la mano de Mónica acariciar la entrepierna de aquel hombre por encima del pantalón. Esperaba que en cualquier momento se levantaran y se fueran a una habitación. Sin embargo, el hombre no podía esperar. Se bajó la bragueta del pantalón y sacó el miembro por la obertura. Luego cogió la mano de Mónica y la llevó a su entrepierna. En el rostro de Mónica apareció una sonrisilla cuando notó el pene semierecto del hombre en su mano. Lo agarró con fuerza, aprisionándolo entre sus delicados dedos. Ambos se miraron fijamente a los ojos durante unos segundos, mientras ella acariciaba el pene. Seguidamente, Mónica se dejó caer de la pierna de aquel hombre hasta quedarse arrodillada frente a él. Su carta de presentación fue un beso en la punta de la polla, para luego dar un lento lametón desde los huevos hasta el glande. A mí me encanta que empiece así.

Me senté en un sofá que había frente a ellos en la sala, dispuesto a disfrutar del espectáculo. Me excitaba muchísimo que mi novia estuviera comiéndose una polla a la vista de todo el mundo. Y a ella seguro que también le excitaba. Algunos miraban discretamente, otros sin disimulo alguno. Mónica, conocedora de ello pero al mismo tiempo ajena, lamía y succionaba la polla ya dura del hombre. Disfrutando cada centímetro de ella. Y disfrutando cada segundo de la mamada.

lunes, 19 de septiembre de 2016

Mientras me miras



Me desperté con la boca seca. Me levanté de la cama y fui hacia la cocina para beber algo. Cruzando el pasillo pasé por delante de la habitación de Laura, una de las tres personas que compartíamos el piso. Aunque estaba medio dormido, me pareció oír un ligero gemido. Me fijé en la puerta y me di cuenta de que no estaba del todo cerrada. Acerqué la oreja a la puerta. En efecto, se oían gemidos de placer.

Me quedé inmóvil unos segundos, escuchando los gemidos de mi compañera de piso. Se me ocurrió mirar, pero era muy arriesgado. Miré a ambos lados del pasillo. Todo permanecía en silencio y oscuridad. Los gemidos de Laura me estaban incitando demasiado. Al final, tiré de valentía y me arriesgué. Empujé la puerta mínimamente y lo más despacio que pude. Unos centímetros fueron suficientes para que mi ojo se pudiera colar por la rendija.

A través de la rendija vi a mi compañera de piso completamente desnuda a cuatro patas en la cama. Un buen maromo la embestía desde atrás. Su largo cabello castaño se alborotaba alrededor de su cabeza. Sus tetas se movían hacia adelante y hacía atrás al compás de las duras penetraciones. El hombre era moreno, de pectorales y abdominales marcados. Sujetaba a Laura de los hombros y aprovechaba su poderío físico para follársela con fuerza.

miércoles, 27 de julio de 2016

Calentón en la playa nudista



Mi amiga Lorena y yo dejamos las toallas y demás cosas en el maletero y nos subimos al coche rumbo a la playa. No era la primera vez que nos íbamos los dos a la playa, a ambos nos gustaba disfrutar de la arena y del mar. Cuando llegamos al punto de la carretera en el que habitualmente nos desviábamos hacia la costa, se nos ocurrió cambiar por una vez. Por ello condujimos un poco más esperando encontrar un trozo de playa que no conociéramos y que, con suerte, no estuviera muy lleno de gente. Tras unos kilómetros, vimos unos coches aparcados y decidimos probar suerte allí. Dejamos el coche junto a los demás, cogimos nuestras cosas y nos encaminamos por un camino de madera que se adentraba en la playa.

Cuando ya casi podíamos tocar el mar con la punta de nuestros dedos, un cartel se impuso en nuestro camino. Un cartel que a los dos nos pilló por sorpresa. Un cartel en el que estaba escrito "Playa nudista", acompañado por un par de símbolos tachados que advertían de la prohibición de acceder con ropa y de hacer fotografías. Lorena y yo nos miramos riendo. Sin embargo, la risa fue disolviéndose y empezamos a planteárnoslo en serio. Podría ser un poco incómodo al principio pero prometía ser divertido.
 - ¿Vamos? - Me atreví yo, acompañando la pregunta con un gesto con la cabeza.
 - ¿En serio?
En un abrir y cerrar de ojos estaba guardando mi bañador en la bolsa, y Lorena hacia lo mismo con su bikini. Completamente desnudos, ambos nos adentramos en la playa.

Caminamos un rato hasta decidir dónde colocarnos. Durante ese tiempo, actué con la mayor naturalidad que pude, pero no podía evitar mirar a nuestro alrededor de vez en cuando. Había de todo. Desde señoras mayores sin una pizca de vergüenza hasta mujeres jóvenes con cuerpos bonitos exhibiéndolos bajo el sol. Y por supuesto había tanto hombres como mujeres. Una vez colocadas las toallas, nos tumbamos en ellas para tomar un poco el sol antes de bañarnos en el mar, como habitualmente hacíamos. Las marcas del bañador y el bikini en nuestra piel desvelaba que éramos novatos en el nudismo. Hasta entonces había evitado mirar mucho a Lorena para no sentirnos incómodos, pero cuando nos pusimos crema comencé las miradas disimuladas. Era muy erótico observar cómo se tocaba todo el cuerpo, untándolo de crema. Sus tetas, su vientre, sus largas piernas... Todo embadurnado de crema. Sus pechos no eran muy grandes pero sí bonitos y bien puestos, algo que ya había imaginado después de verla tantas veces en bikini. Su entrepierna lucía un vello púbico muy corto, que de hecho le quedaba bien. Mi amiga Lorena era una mujer muy atractiva, y más de una vez había deseado ver su cuerpo desnudo. Me costó mucho aguantar sin tener una erección, y aún más cuando nos pusimos crema en la espalda el uno al otro.

lunes, 20 de junio de 2016

Compañeros de oficina



Era un día frío en la calle pero en la oficina se estaba estupendamente. No solo la calefacción hacía su efecto, sino que también mi compañera de trabajo, Claire, contribuía a caldear aún más el ambiente luciendo uno de sus habituales escotes. Los pechos de Claire habían sido más de una vez tema de conversación entre los compañeros. Tenía unas tetas realmente grandes. Obviamente estaba orgullosa de ellas porque casi siempre venía a trabajar con escotazo, y ello hacía que fuera realmente difícil concentrarse en el trabajo cuando estaba cerca.

Ese día Claire vestía una blusa gris de botones y con puntitos blancos. Todos los botones abrochados excepto el último, lo cual generaba el bonito escote que a todos nos gustaba. Sobre la blusa, una americana negra. También llevaba una falda negra y elegante a la par que corta. Y unas medias negras iban desde debajo de la falda hasta los tacones, también negros. Colores oscuros, que le daban elegancia al estar trabajando, pero prendas cortas, que le daban un toque picante.

Llegó la hora de comer, pero yo me quedé en mi mesa porque tenía que acabar algunos asuntos. Estaba con la mirada fija en la pantalla del ordenador, enfrascado en mis tareas. Noté la vibración del móvil en mi bolsillo. Lo saqué y vi que era un mensaje de Claire. La verdad es que me extrañó, no teníamos mucha relación como para enviarnos mensajes. Supuse que estaría relacionado con el trabajo. Mi sorpresa fue cuando, al abrir el mensaje, vi que incluía una foto. En la foto aparecía Claire con la blusa desabrochada, el sujetador bajado y los pechos al descubierto. En aquella bonita instantánea, sus dos grandes tetas me saludaban. Cuántas veces la había desnudado con la mente... Y por fin veía sus pechos. La foto estaba hecha en lo que parecía el baño de mujeres de la oficina, y mi compañera de trabajo me sonreía con una expresión que invitaba a algo más que un poco de exhibicionismo. El texto del mensaje decía: "Si quieres ver más, ahora te toca a ti..."

martes, 14 de junio de 2016

Lucía en la bañera



El dedo del pie de Lucía entró en contacto con el agua tibia de la bañera. Estaba perfecta. Tras la comprobación, metió el pie entero, y al primero le siguió el segundo. Se fue recostando hasta que todo su cuerpo desnudo estuvo bañado por el agua. Desde sus bonitos pies hasta su cuello, pasando por sus suaves piernas, su coño completamente depilado, su culo firme, su vientre plano y sus grandes pechos decorados con piercings en los pezones. El borde del agua acariciaba el cuello de Lucía que aún mostraba marcas causadas por el último hombre que había pasado por su cama. La cabeza era lo único que se salvaba del agua, con su pelo dorado recogido en una estilosa coleta.

Lucía miró su cuerpo, que se transparentaba a través del agua de la bañera. Sonrió. Luego echó la cabeza hacia atrás, apoyándola en el borde de la bañera. Por unos segundos, disfrutó del completo silencio y de la mayor tranquilidad. Poco a poco, pensamientos picantes fueron cruzándose por su cabeza. El recuerdo de un polvo, alguna fantasía, la última película porno que había visto... Un poco de todo. Cuando se quiso dar cuenta, su mano acariciaba suavemente su entrepierna. Era prácticamente un acto reflejo e involuntario, impulsado más por la lascivia que por su cerebro. Le encantaba tocarse. Lo único que le gustaba más que tocarse era que le tocaran otros. Y depende de quien, a veces ni eso.

Rozaba con sus dedos su zona púbica. Le encantaba notarla suave y sin pelo. Se había depilado el día anterior. Tras un período de vello recortado, ahora quería probar a depilarse completamente. Y ahora disfrutaba con el resultado. Se imaginaba una gran polla rozando sus labios. Su lengua envolviéndola de arriba a bajo. Lamiendo sus huevos como si la vida le fuera en ello. Cómo le apetecía aquello en ese momento. Con este pensamiento introdujo el primer dedo en su coñito, que ardía bajo el agua.

sábado, 4 de junio de 2016

Los pies de Alicia



Una amiga nos invitó a cenar a su recién alquilado piso a modo de inauguración. Pese a que solo llegué unos minutos tarde, ya estaban todos los demás. Saludé a todos uno a uno. Todos eran amigos mios o conocidos, excepto una chica. La anfitriona me la presentó como Alicia, su compañera de piso. Era una chica tremendamente guapa, de ojos marrones y pelo castaño, largo y ondulado. Llevaba unas sandalias, un short vaquero y una camiseta de tirantes con algo de escote. Lo suficiente como para presumir de un buen par de tetas.

Nos sentamos todos a la mesa y disfrutamos juntos de la comida y bebida por cortesía de la nueva inquilina del piso. Con cada nueva jarra de cerveza en la mesa aumentaban las risas. Yo no paraba de mirar a Alicia, totalmente atraído por ella. No solo por su físico, ya que su simpatía y su gracia la hacían más atractiva, además del toque morboso que aportaba su acento gallego. Alicia me devolvía las miradas y me deleitaba con dulces sonrisas, jugueteando de vez en cuando con el piercing de su nariz. Conforme mi nivel de alcohol en sangre crecía, mis inevitables miradas furtivas a su escote se hacían más frecuentes y con menos disimulo. Me moría por follarme a Alicia y ella lo notaba.

Inesperadamente, noté que algo me tocaba la rodilla y acariciaba mi pierna acercándose a mi entrepierna. Mis ojos se cruzaron con una picante mirada de Alicia. Una sonrisa de traviesa apareció en su cara. Miré hacia abajo y su un pie descalzo apoyándose sobre mi paquete. Tenía un pie realmente bonito, con las uñas pintadas de granate. Me palpó la zona con él y se recreó acariciando mi miembro semierecto. Yo me pegué a la mesa para que no se viera nada de lo que pasaba debajo de ella. Alicia me tocó tanto con el pie que no pude contener mi excitación y tuve una erección. Mi polla bien dura parecía a punto de destrozar el pantalon. Miré de nuevo a Alicia y ella se mordía el labio inferior, excitada al notar la dureza de mi miembro con la planta de su pie.

lunes, 30 de mayo de 2016

Pillado



Volvía de clase en dirección a la fraternidad, cuando decidí tomar un camino distinto, por variar. Era uno de esos días en los que no tienes mucho que hacer y no tienes prisa por llegar a casa. Fui por un jardín que nunca antes había cruzado y bordeé la parte de atrás de la sororidad PAM. En el porche trasero, lejos de miradas indiscretas, dos chicas pertenecientes a PAM estaban sentadas en cómodas sillas con los pechos al descubierto, dejando que la luz del sol los bronceara. Las miré disimuladamente, pero no me detuve para no parecer un pervertido.

Tuve que pasar por la parte trasera de otra sororidad. Instintivamente eché un ojo a las ventanas sin prestar demasiada atención. Me pareció divisar una bonita silueta por una ventana de la planta baja. Me detuve, ya que nadie me veía. Me fijé un poco y me pareció que era la figura de una mujer. Aprovechando que estaba en un lugar poco transitado, decidí acercarme a la ventana. Sin hacer ruido y a escondidas, alcancé el alféizar de la ventana y asomé ligeramente la cabeza. Dentro de la habitación, una rubia de grandes pechos se miraba en el espejo, llevando solo un culotte puesto. En el borde de su cama se apilaban un grupo de vestidos de distintos diseños y colores. La chica cogió uno y se lo puso. Se miró de frente, luego de perfil. Después se lo quitó, lo volvió a dejar en la cama y cogió otro. Indudablemente estaba probándoselos para decidir cuál ponerse. Cada vez que se cambiaba de uno a otro me regalaba una preciosa visión de su cuerpo desnudo casi al completo.

Me quedé absorto espiando por su ventana. Y más aún cuando, entre vestido y vestido, a la chica rubia le dio por acariciarse el cuerpo. Se miraba en el espejo mientras se acariciaba las tetas desnudas, las piernas, el culo... Se recogía el pelo ondulado y dorado, y luego se lo volvía a soltar. Se cogía los pechos, los masajeaba, los acariciaba, todo sin dejarse de mirar al espejo. Una gota de sudor resbaló por mi frente. Me estaba excitando mucho.

domingo, 15 de mayo de 2016

El striptease de Cristina



Me encontraba en mi habitación de la fraternidad estudiando para el examen que tenía la semana siguiente. Llevaba únicamente unos pantalones cortos, ya que por esa época hacía calor. Mi total concentración en la materia que estudiaba quedó interrumpida por unos suaves golpes en mi puerta. Me levanté molesto a ver de que se trataba. Abrí la puerta y me quedé boquiabierto al ver frente a mí a Cristina, una chica de la sororidad PAM, vestida de policía. Me miró con sus ojos verdes por encima de las gafas de sol durante unos segundos, para luego empujarme hacia dentro de la habitación. Sin mediar palabra, colocó en el centro del dormitorio la silla que estaba ocupando durante mi estudio y me sentó en ella. Me rodeó lentamente hasta ponerse detrás de mí, me agarró las manos y oí un chasquido al mismo tiempo que notaba el frío metal en mis muñecas. Me había puesto unas esposas. Volvió delante de mí enseñándome las pequeñas llaves de las esposas y luego las dejó sobre mi mesa. Yo no sabía qué estaba pasando pero me estaba resultando muy morboso.

Lo primero que se quitó Cristina fue la gran chaqueta de policía que le cubría casi todo el cuerpo. De uno de los bolsillos de dicha chaqueta sacó un pequeño altavoz que dejó en la mesa y luego le dio a un botón. Se quedó de pie con las piernas abiertas, frente a mí, esperando a que la música sonara, mientras yo me deleitaba observando lo bien que le sentaba el uniforme policial. Consistía principalmente en dos piezas: la parte superior era una especie de camisa azul marino, ajustada y escotada; y la inferior se trataba de un pantaloncito del mismo color, corto y ajustado. La camisa incluía una brillante placa sobre su pecho izquierdo. El pantalón, por otra parte, estaba rodeado por un cinturón en el que se sujetaban una porra y una pistola. Su calzado eran un par de tacones altos negros. Sus bonitos ojos verdes, en los que yo ya me había fijado hace tiempo, los tapaban unas gafas de sol. Sobre su pelo rubio, recogido en una coleta, llevaba una gorra con visera y el escudo de la policía.

La música empezó a sonar. Una música sensual y sugerente. Precisamente fue el pelo el primer paso. Se quitó la goma que lo sostenía, dejándolo suelto y revoltoso, cayendo por encima de sus hombros. Una melena dorada que brilló al chocar con los pocos rayos de sol que dejaba pasar mi persiana. Se puso a contonearse al ritmo de la música. Movía el culo de una forma muy sensual, casi hipnótica. Se colocó encima de mí, pero de pie, de modo que yo quedaba entra sus piernas, sentado. Apoyó sus manos en mis hombres siguió moviendo la cintura, ahora a escasos centímetros de mi cara.

viernes, 6 de mayo de 2016

Entre hombres bisexuales



Los láseres de colores incidían sobre el espectacular cuerpo de aquella chica. Sus sensuales movimientos, unidos a sus bien dibujadas curvas, no pasaban desapercibidos en la pista de baile. Su largo pelo rubio se balanceaba al ritmo de la música, expandiendo su fresco olor a los que estaban alrededor. Su buena altura quedaba acentuada por unos bonitos tacones rojos bien llevados, que además levantaban un culo ya impresionante de por sí, marcado en sus largos pantalones ajustados. El conjunto lo remataba una blusa blanca que pese a quedar holgada, no disimulaba los grandes pechos que cubría.

Ya eran varios los hombres que se le habían acercado. Sin embargo, ella solo buscaba disfrutar de la música y bailar con todas sus fuerzas, no estaba interesada en ninguna otra historia. Con algunos habló un rato, con otros llegó a bailar, pero al final siempre los despachaba con elegancia y buen humor. Pero eso cambió ya bien entrada la noche. De frente, vio cómo se le acercaba un hombre rubia con una amplia sonrisa. Llegó hasta ella y se le puso a hablar mientras seguía con su cuerpo el ritmo que ella llevaba. Seguía sin estar interesada, pero le siguió la conversación con simpatía. Sin embargo, su interés aumentó con la llegada de un segundo hombre. Éste era moreno, y lo que hizo nada más llegar, tras intercambiar unas palabras con el rubio, fue darle un apasionado beso ante la atenta mirada de la chica. Los ojos de ella brillaron, y su perspectiva de aquella situación cambió drásticamente. Los tres hablaron y bailaron en perfecta armonía durante un rato. Los bailes eran cada vez más pegados. Los cuerpos cada vez se rozaban más. A ella le ponía tanto verles frotándose entre ellos que cuando se frotaban con ella. Finalmente, recibió el primer beso. El rubio acercó sus labios hasta que sus bocas se encontraron, sin ninguna oposición por parte de ella. Le siguió el moreno, que hizo lo mismo, besándola igual que bien. Los tres se intercambiaron besos durante unos minutos hasta que los hombres elegantemente le preguntaron si quería ir a su casa.

Durante el viaje en taxi se enteró de que los hombres eran pareja desde hacía tiempo, pero les gustaba añadir algo de picante a su relación de vez en cuando. Ella pasó todo el trayecto sentada en medio de la parte trasera del taxi, entre los dos hombres, con una mano de cada uno acariciando sus muslos, bien cerca de la entrepierna. Para cuando llegaron a su destino ella estaba a punto de explotar de lo caliente que iba.

Entraron por el portal y se subieron al ascensor. Cuando llegaron al octavo piso, las manos de los dos hombres ya habían acariciado cada parte de su cuerpo. Habían masajeado sus tetas y agarrado sus nalgas, desesperados por verla sin ropa. Ella se dejaba hacer, envuelta en excitación. Atravesó la puerta de la casa agarrada a ambos hombres, los cuales no la soltaron hasta que hubieron llegado al dormitorio.

sábado, 9 de abril de 2016

Chequeo manual



El tiempo parecía pasar más despacio de lo normal en aquella habitación. Me acababan de operar, y descansaba en el hospital. El aburrimiento hacía las horas más largas de lo normal. Por fin, alguien rompió la monotonía entrando en mi habitación. Era una enfermera. Era joven y guapa, con el pelo negro y liso, y los ojos azul claro.
 - Hola, soy tu enfermera. Enseguida te daremos el alta, ¿cómo te encuentras?
 - Bien.
 - ¿Algún dolor o molestia?
 - No.
La joven asintió con la cabeza y apuntó algo en la libreta que llevaba. Luego se acercó, rodeando mi cama hasta quedarse de pie a mi lado. Pasó los dedos por mi brazo, rozándolo ligeramente.
 - ¿Hay algo que podamos hacer por ti?
 - Estoy bien...
No me dí cuenta de que su mano resbalaba hacia la parte inferior de mi cuerpo hasta que noté sus cinco dedos cerrarse alrededor de mi miembro.
 - ¿Seguro?
Me quedé sorprendido. Antes de que pudiera siquiera asimilarlo, la enfermera me había levantado la bata de hospital y acariciaba mi polla. Atónito, la miré. Ella me miró y me sonrió.

Aunque no comprendía la situación, no iba a ser tan tonto como para quejarme. Tras unos segundos, dejó la libreta a un lado y puso también la otra mano en la entrepierna. Sus manos tenían un tacto suave y realmente placentero. Con una me masajeaba el aun flácido pene y con la otra los huevos. Enseguida consiguió que mi polla se endureciera. Entonces se llevó las manos a la altura de la barbilla y dejó caer algo de saliva de su boca. Me agarró la polla con las dos manos, ahora ensalivadas, y empezó a masturbarme. Sus dos manos subían y bajaban resbalando por mi polla. Sus uñas pintadas de rojo daban un toque de color frente a todo lo demás. Por sus movimientos parecía como si me estuviera exprimiendo, pero la verdad es que era muy placentero.

La paja empezó a aumentar de velocidad. Cada vez más rápida. Cada vez más intensa. Tanto fue así que no pude evitar agarrarme a las sábanas y correrme explosivamente. La enfermera redujo la intensidad de la masturbación y para cuando acabé de correrme ya era casi un ligero masaje. Sacó entonces unos pañuelos de su bolsillo y me limpió. No se por qué, pero me resultó muy morboso ver a esa joven enfermera limpiando el semen de mi polla. Cuando estuve limpio sacó otros pañuelos y se limpió las manos, para luego volver a colocarme la bata. Tras esto, sin decir palabra, cogió su libreta y salió por la puerta.

Habían pasado unos minutos y yo seguía alucinando. Mi estado catatónico lo rompió de nuevo el sonido de la puerta abriéndose y dando paso a una mujer mayor.
 - Hola, soy tu enfermera. Enseguida te daremos el alta, ¿cómo te encuentras?


martes, 5 de abril de 2016

Una pelirroja como un tren


Subí al tren pensando en el largo y aburrido trayecto que me esperaba. Entré en mi compartimento y dejé la maleta en el espacio habilitado para ello sobre mi cabeza. Me senté resoplando en el asiento. El flujo de gente que paseaba por el pasillo buscando sus respectivos asientos se fue reduciendo poco a poco hasta que el tren empezó a moverse. Cuando ya parecía que nadie iba a acompañarme en mi compartimento, se abrió la puerta y entró una mujer. Saludé fingiendo indiferencia pero no pude evitar echar un vistazo al semejante monumento que iba a acompañarme en mi viaje. Se trataba de una tremenda pelirroja de ojos marrones y brillantes. Algunos tatuajes cubrían sus brazos, y unos piercing decoraban su nariz y su ombligo. Aunque no vestía muy escotada, sus pechos redondos y bien puestos se marcaban en su camiseta y asomaban ligeramente. Debí haberme levantado para ayudarle a subir su maleta, pero me quedé embobado cuando me dio la espalda y mi mirada se dirigió directamente a su culo. Un culo espectacular, vestido con una faldita vaquera. Redondito, firme, respingón... Una maravilla.

Una vez se hubo acomodado en su asiento, frente a mí, se presentó. Se llamaba Mary, tenía alrededor de 30 años y su acento andaluz contribuía a aumentar aún más su morbo. Estuvimos conociéndonos un rato. Además de su impresionante físico, Mary resultó ser una mujer increíble. Divertida y simpática a partes iguales. Insistió en enseñarme algunas de las fotos que se había hecho durante el viaje del fin de semana. Para ello se sentó a mi lado. Tengo que admitir que pocas fueron las fotos que conseguí ver con detenimiento, ya que su escote llamaba más mi atención. Aunque no las veía por completo, sus tetas bailaban en el interior de su camiseta con cada movimiento que hacía. En algunas ocasiones me pareció que Mary se daba cuenta de mis miradas furtivas a sus pechos, pero se diera cuenta o no, no me dijo nada ni cambió su forma de actuar conmigo.

martes, 22 de marzo de 2016

La reina y el conserje



Se acercaba el fin del curso académico. El sol bañaba todo el campus y los estudiantes, tanto hombres como mujeres, aprovechaban para vestir de corto. Minifaldas, shorts vaqueros, tops escotados, camisetas que dejan el ombligo al aire... Y en pleno festival de hormonas en efervescencia, la tan ansiada celebración anual: el baile de graduación.

Aunque básicamente se celebraba como antaño, ya no era necesario buscar pareja ni bailar pegados. Era un baile más moderno que los tradicionales. Año tras año, en el baile de graduación siempre ocurrían historias sexuales. De hecho, raro era que alguna de las chicas de Pi Alfa Mi no acabara la noche con la boca llena. Pero había una tradición que sí que seguía en pie: la proclamación de los reyes del baile. Y, aunque parezca una tontería, las ansías de destacar de la gente hacían de esto un tema importante. Hasta el día del baile, los universitarios tienen que votar de forma secreta. Durante el baile se conoce al rey y la reina de ese año.

Llegó el gran día. Los estudiantes de último año se pusieron sus mejores galas y acudieron entusiasmados a la fiesta. Alicia se había puesto un largo vestido azul celeste con mucho escote y que le llegaba hasta las rodillas. En sus pies, unos tacones negros que realzaban su culo y estilizaban su figura. El pelo castaño y liso cayéndole hasta algo más abajo de los pechos. Alrededor del cuello y decorando su escote, un precioso collar de perlas. Alicia quería ganar a toda costa. Tenía que conseguir ser la reina del baile.

martes, 1 de marzo de 2016

Lía, mi compañera de clase



 - Pasad los dos a mi despacho. - Nos dijo el profesor mientras nos hacía un gesto con la mano hacia la puerta abierta. - Tengo que ir a hablar con el rector y enseguida estoy con vosotros. No tardaré.
Lía y yo entramos en su despacho, dejamos nuestras cosas en una esquina y nos sentamos en las dos sillas que había frente al gran escritorio del catedrático.

Lía era una compañera de clase en la universidad. Habíamos coincidido en la puerta del despacho de uno de nuestros profesores cuando los dos íbamos con la intención de aclarar algunas dudas respecto al examen de la semana siguiente. Ella estaba increíblemente buena. Con el pelo castaño oscuro, largo y liso cayéndole hasta más abajo de los pechos. Unos pechos bonitos y bien puestos. La guinda del pastel era su increíble culo. Redondo y firme. Era una delicia verla en clase jugueteando con el bolígrafo entre sus labios. Y esa sonrisa pícara que tenía. Solía vestir con ropa corta, presumiendo de cuerpo. Aunque nos conocíamos de clase, nuestra interacción se limitaba a cuando yo le miraba el culo al pasar. Era algo inevitable.

martes, 26 de enero de 2016

Demasiado grande



Una noche más en la que Mónica y yo decidimos pasarnos por el club de intercambio en busca de alguna aventura. Estuvimos un rato tomando una copa en el salón, observando al resto de parejas que habían ido a añadir un poco de picante a aquella noche, y comentando sobre ellas. Aun no habíamos decidido con quién hablar cuando entró otra pareja. Mis ojos brillaron al ver aparecer a una mujer que deseaba profundamente. Tenía un cuerpo tremendo y era guapísima. Ya la había visto desnuda en alguna fiesta del local, e incluso follando, pero nunca había tenido el placer de disfrutarla por mí mismo. Es algo que deseaba desde hacía mucho tiempo. Era una pareja poco asidua, aparecían en el club muy pocas veces. Cuando lo hacían, eran una pareja muy cotizada, ya que todos querían disfrutar de aquella belleza, incluso otras mujeres. Llevaban mucho tiempo sin volver al club y hoy por fin volvían a dejarse ver.

Insistí a Mónica en que hablaramos con ellos. El hombre no tenía ningún atractivo especial, pero destacaba por ser alto y grande, con el pelo largo, cayendo a la altura de los hombros. A Mónica no le desagradó y aceptó, también por hacerme el favor al verme tan entusiasmado. Dejamos algo de tiempo para que se aclimataran al lugar y se pidieran algo de beber, pero enseguida nos acercamos a hablarles para que no se nos adelantara otra pareja. Empezamos hablando los cuatro pero poco a poco se fueron formando dos conversaciones paralelas, Mónica con el otro hombre y yo con la mujer. Nos entendíamos. Había feeling entre las parejas.

Mónica es una chica bastante atractiva, por lo que el hombre no tardó en dejar caer sus intenciones con delicadeza. Los dos se levantaron y pusieron rumbo al pasillo por el que se entraban a las distintas habitaciones para uso de miembros del club. Cinco minutos después la preciosa mujer y yo hacíamos lo mismo.