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lunes, 19 de septiembre de 2016

Mientras me miras



Me desperté con la boca seca. Me levanté de la cama y fui hacia la cocina para beber algo. Cruzando el pasillo pasé por delante de la habitación de Laura, una de las tres personas que compartíamos el piso. Aunque estaba medio dormido, me pareció oír un ligero gemido. Me fijé en la puerta y me di cuenta de que no estaba del todo cerrada. Acerqué la oreja a la puerta. En efecto, se oían gemidos de placer.

Me quedé inmóvil unos segundos, escuchando los gemidos de mi compañera de piso. Se me ocurrió mirar, pero era muy arriesgado. Miré a ambos lados del pasillo. Todo permanecía en silencio y oscuridad. Los gemidos de Laura me estaban incitando demasiado. Al final, tiré de valentía y me arriesgué. Empujé la puerta mínimamente y lo más despacio que pude. Unos centímetros fueron suficientes para que mi ojo se pudiera colar por la rendija.

A través de la rendija vi a mi compañera de piso completamente desnuda a cuatro patas en la cama. Un buen maromo la embestía desde atrás. Su largo cabello castaño se alborotaba alrededor de su cabeza. Sus tetas se movían hacia adelante y hacía atrás al compás de las duras penetraciones. El hombre era moreno, de pectorales y abdominales marcados. Sujetaba a Laura de los hombros y aprovechaba su poderío físico para follársela con fuerza.

Estaba espiando por la rendija cuando Laura, que hasta entonces miraba hacia abajo, levantó la cabeza y miró hacia la puerta. Me quedé totalmente quieto para evitar que el movimiento me delatara. Sin embargo, tras unos segundos de mirada perdida, sus ojos se clavaron en los míos. Ahí supe que me había visto, y me quedé petrificado con el rubor invadiéndome las mejillas. Estaba a punto de irme de allí pero entonces Laura me sonrió. Sin dejar de mirarme a los ojos y de recibir las embestidas de aquel hombre, ella me sonrió. Puso cara de guarra. De viciosa. Eso a mí me puso muy cachondo.

Casi involuntariamente, y a causa del calentón, mi mano acariciaba mi entrepierna por encima del pantalón de pijama. Vi que Laura desviaba su mirada a esa parte de mí y que se mordía los labios sonriendo. Le gustaba. Eso me animó y metí la mano por dentro del pantalón y de los calzoncillos. Agarré mi polla, que ya estaba dura, y me empecé a pajear viendo cómo aquel hombre se follaba a mi compañera de piso. Laura se entregaba al polvo, aunque de vez en cuando volvía a mirar hacia mí. Supongo que le gustaba saber que ahí, en la oscuridad, estaba masturbándome mientras la miraba.

Tras un par de embestidas lentas pero profundas, una tercera embestida bien fuerte hizo caer a Laura sobre la cama y provocó en ella un pequeño grito. Me sobresalté. Saqué la mano rápidamente del pantalón y miré al pasillo. Nada. Nuestro otro compañero de piso parecía seguir durmiendo. Cuando volví a mirar por la rendija el hombre estaba tumbado en la cama y Laura le chupaba la polla. Aunque más que chuparle la polla era él quien se follaba su boca, porque cada dos por tres agarraba su cabeza y movía la cintura, metiendo y sacando la polla de su boca a gran velocidad. No la dejaba chupar tranquila, aunque a ella no parecía disgustarle demasiado. Yo seguía masturbándome mientras observaba la escena. No podía evitar en ocasiones imaginar a Laura chupándomela a mí. Sin embargo, intentaba evitar las fantasías y deleitarme con la realidad que estaba presenciando. Ya habría tiempo para la imaginación cuando no tuviera estímulo visual real.

Laura dejó descansar a su garganta y se levantó sobre la cama. Fue la primera vez que tuve una visión clara de su cuerpo entero desnudo. Me dedicó una fugaz mirada mientras se lamía la mano para luego acariciarse el coño, que no ofrecía rastro alguno de vello púbico. Incrementé el ritmo de mi paja ante tal morbosa dedicatoria. Mi compañera de piso se sentó sobre el hombre musculado y la polla le entró por completo en su interior. Suspiró y miró al techo. La verdad es que era una polla de gran tamaño, y Laura la estaba aguantando como una campeona.

Empezó con suavidad pero al poco tiempo ya estaba cabalgando salvajemente. Movía el culo increíblemente. Ahora era ella quien se lo follaba a él. Y de qué manera. El hombre se quedaba tendido en la cama con los brazos estirados agarrando las nalgas de Laura, mientras ella saltaba sobre él. Laura me miraba de vez en cuando, y cada vez sonreía de excitación, o se mordía el labio. Yo me seguía masturbando deleitándome con las buenas tetas de Laura botando. Sus tetas, su cuerpo, sus gemidos, sus caras de placer... Todo me influía, y mi momento se estaba acercando. Laura me miró justo cuando estaba a punto de correrme. Lo debió notar en mi cara porque se quedó mirándome mientras yo me corría dentro de mis calzoncillos. Me sonreía y se relamía mientras yo me corría, y no dejó de mirarme hasta que notó que yo había terminado.

Cuando yo me estaba preguntando si ir a lavarme o quedarme mirando para no perderme el espectáculo, el musculoso hombre lanzó a Laura a la cama y se colocó de rodillas entre sus piernas. Mientras ella se acariciaba su cuerpo, él se masturbaba furiosamente apuntando hacia ella. Chorros de semen salieron disparados cayendo sobre el cuerpo desnudo de Laura. Una auténtica ducha de semen regó a Laura. Pubis, vientre, tetas... Por todo su cuerpo resbalaba el esperma caliente de aquel hombre.

Decidí no tentar más a la suerte y me fui al baño a lavarme. Luego fui a la cocina a beber algo y cuando volví por el pasillo la puerta de la habitación de Laura ya estaba cerrada.



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