Todos los relatos que aparecen en este blog han sido escritos por mí. Ninguno ha sido copiado de ninguna otra web de relatos y se ruega que, del mismo modo, tampoco sean copiados (excepto consentimiento expreso). Gracias.

viernes, 23 de noviembre de 2018

Noche de juegos picantes



Se abrió la puerta y apareció Carla con una sonrisa de bienvenida. Yo era el último en llegar a su casa. En el salón ya estaban los otros cuatro tomando el aperitivo. Saludé a Silvia, Marco, Cristina y Luis, y luego cogí asiento. Carla trajo más aperitivos y sugirió que pidiéramos la cena cuanto antes, ahora que ya estábamos todos.

Cenamos tranquilamente, entre risas y copas de vino blanco. Al acabar de cenar ya estábamos todos un poco a tono por el alcohol. La anfitriona vio que era el momento adecuado para desvelar una sorpresa que tenía guardada.
 - Chicos, he preparado un juego para esta noche.
 - ¿Qué juego? - Preguntó Mario intrigado.
 - Uno de pruebas.
Ante las miradas de desconcierto del resto, Carla dio un poco más de información.
 - Simplemente son unas tarjetas. Cada vez uno coge una tarjeta y hace lo que le toque. Será divertido.
 - ¿Qué clase de pruebas? - Lo preguntaba Silvia, que conocía demasiado bien a su amiga.
 - Ya lo veréis. Que si no se pierde la gracia.
 - ¿Y cuál es el objetivo? - Siguió Silvia.
 - Simplemente ser capaz de cumplir las pruebas.
Los seis nos miramos unos a otros y finalmente nos animamos a probar el juego de Carla.
 - Vale, pero si jugamos que quede una cosa clara: es obligatorio hacer la prueba que te toque. No se puede cambiar por otra. Quien no supere la prueba o se niegue a hacerla se tiene que ir a casa.
Soltamos algunas risitas hasta que vimos en la cara de Carla que iba totalmente en serio. No sé si fue animados por el alcohol que llevábamos encima, pero volvimos a aceptar todos.

Carla barajó cuatro montones de cartas independientemente y los colocó en la mesa alrededor de la cual estábamos todos sentados. Explicó que tres de los montones eran de pruebas, y que estaban clasificadas de menor a mayor dificultad. Empezaríamos por el primero y si al acabar el montón seguíamos con ánimo, pasaríamos al segundo, y luego al tercero. El cuarto montón era para cuando una prueba era de interaccionar con otro jugador, esa carta decidía con quién debía ser.

Una vez estuvo todo preparado, se hizo el silencio. Carla tomó la iniciativa.
 - Venga, ya que el juego es mío empiezo yo.
Cogió una tarjeta del primer montón y la leyó en voz alta.
 - ¿Cuándo te masturbaste por última vez? - Hizo una breve pausa y luego contestó sin titubear. - Hoy.
Los demás sonreímos. El juego iba a ser más interesante de lo que habíamos pensado.


sábado, 10 de noviembre de 2018

Microrrelato: No tocar



Su mujer le había prohibido terminantemente tocar a la sirvienta, por eso él se limitaba a observarla. Nada de tocar, pero... ¿y mirar? La mujer que solía hacer sus tareas del hogar ahora disfrutaba exhibiéndose para él. Adicta a las travesuras y fuertemente atraída por él, acariciaba su propio cuerpo desnudo ante la lasciva mirada del hombre. Tirada en la cama, se masturbaba con una mano y se acariciaba los pechos con la otra. Él, sentado en el sofá, no perdía detalle. Con una mano sujetaba una copa de whisky y con la otra se masturbaba valiéndose de la erótica escena en vivo de su sirvienta. Ella, solo con saber que le estaba excitando, se ponía aún más cachonda. Él, viendo que ella cada vez se daba más placer, aumentaba el ritmo de su propia masturbación. Los dos, juntos pero separados, se acercaban al orgasmo. La sirvienta pasó a frotarse la entrepierna con las dos manos observando a su "cliente" masturbarse a gran velocidad. Ya estaba muy cerca del clímax, pero le llegó primero a él. Dejó la copa en la mesa, se levantó del sofá y se acercó a la cama sin dejar de pajearse. La sirvienta se arrastró hasta el borde de la cama y se quedó tumbada tocándose. De repente, empezó a notar un líquido calentito lloviendo sobre su cuerpo desnudo. Él gruñó de placer mientras se corría sobre su sirvienta. Chorros de semen volaron desde la punta de su polla hasta la morena piel de su sirvienta. Le manchó el vientre, las tetas... E incluso alguna gota llegó hasta su cara. Ella mantenía la boca abierta por si tuviera la suerte de que cayera algo dentro. Acabó de eyacular y se fue satisfecho de la habitación. La sirvienta se quedó tumbada, desnuda y cubierta de semen, masturbándose hasta llegar ella también al orgasmo, para luego seguir con sus tareas del hogar.