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viernes, 6 de mayo de 2016

Entre hombres bisexuales



Los láseres de colores incidían sobre el espectacular cuerpo de aquella chica. Sus sensuales movimientos, unidos a sus bien dibujadas curvas, no pasaban desapercibidos en la pista de baile. Su largo pelo rubio se balanceaba al ritmo de la música, expandiendo su fresco olor a los que estaban alrededor. Su buena altura quedaba acentuada por unos bonitos tacones rojos bien llevados, que además levantaban un culo ya impresionante de por sí, marcado en sus largos pantalones ajustados. El conjunto lo remataba una blusa blanca que pese a quedar holgada, no disimulaba los grandes pechos que cubría.

Ya eran varios los hombres que se le habían acercado. Sin embargo, ella solo buscaba disfrutar de la música y bailar con todas sus fuerzas, no estaba interesada en ninguna otra historia. Con algunos habló un rato, con otros llegó a bailar, pero al final siempre los despachaba con elegancia y buen humor. Pero eso cambió ya bien entrada la noche. De frente, vio cómo se le acercaba un hombre rubia con una amplia sonrisa. Llegó hasta ella y se le puso a hablar mientras seguía con su cuerpo el ritmo que ella llevaba. Seguía sin estar interesada, pero le siguió la conversación con simpatía. Sin embargo, su interés aumentó con la llegada de un segundo hombre. Éste era moreno, y lo que hizo nada más llegar, tras intercambiar unas palabras con el rubio, fue darle un apasionado beso ante la atenta mirada de la chica. Los ojos de ella brillaron, y su perspectiva de aquella situación cambió drásticamente. Los tres hablaron y bailaron en perfecta armonía durante un rato. Los bailes eran cada vez más pegados. Los cuerpos cada vez se rozaban más. A ella le ponía tanto verles frotándose entre ellos que cuando se frotaban con ella. Finalmente, recibió el primer beso. El rubio acercó sus labios hasta que sus bocas se encontraron, sin ninguna oposición por parte de ella. Le siguió el moreno, que hizo lo mismo, besándola igual que bien. Los tres se intercambiaron besos durante unos minutos hasta que los hombres elegantemente le preguntaron si quería ir a su casa.

Durante el viaje en taxi se enteró de que los hombres eran pareja desde hacía tiempo, pero les gustaba añadir algo de picante a su relación de vez en cuando. Ella pasó todo el trayecto sentada en medio de la parte trasera del taxi, entre los dos hombres, con una mano de cada uno acariciando sus muslos, bien cerca de la entrepierna. Para cuando llegaron a su destino ella estaba a punto de explotar de lo caliente que iba.

Entraron por el portal y se subieron al ascensor. Cuando llegaron al octavo piso, las manos de los dos hombres ya habían acariciado cada parte de su cuerpo. Habían masajeado sus tetas y agarrado sus nalgas, desesperados por verla sin ropa. Ella se dejaba hacer, envuelta en excitación. Atravesó la puerta de la casa agarrada a ambos hombres, los cuales no la soltaron hasta que hubieron llegado al dormitorio.

Una vez en él, la dejaron sentada en una silla y ellos se lanzaron a la cama. Se desvistieron el uno al otro captando la lujuriosa mirada de la rubia. Fueron lanzando la ropa al suelo hasta que solo vestían sus propias pieles. Un piercing brillaba en el pezón izquierdo del rubio, mientras que lo único artificial en el cuerpo del moreno era un tatuaje en el hombro derecho. Se acariciaban los cuerpos, prestando especial atención en los penes. Se masturbaban el uno al otro y no dejaban de besarse. Mandaban miradas lascivas y furtivas a la mujer rubia que, con los pantalones y el tanga bajados hasta las rodillas, se masturbaba observando la escena. Ellos seguían a lo suyo, estimulándose entre ellos al tiempo que alimentaban la visión de la chica, la cual se acariciaba el coño cada vez con más frenesí.

Tras unos minutos que a ella se le hicieron eternos, los dos hombres ya estaban erectos y dispuestos a probar carne nueva. Lanzaron a la chica sobre la cama y cada uno le quito el calzado de un pie. Luego tiraron cada uno de una pierna del pantalón hasta quitárselo. Después le quitaron el tanga y la volvieron a levantar. El chico rubio la besaba mientras desabrochaba su blusa. El moreno, detrás de ella, se estaba encargando de desabrocharle el sujetador. Notaba las puntas de sus miembros rozándole las piernas con cada movimiento. Se estaba poniendo tremendamente cachonda. Se deshicieron de su blusa y de su sujetador, quedando ella tan desnuda como ellos dos. Dos grandes tetas aparecieron en escena, de alrededor de una talla 100. Redondas, bien puestas y adornadas cada una con un piercing en el pezón. El rubio no pudo evitarlo y hundía su cara entre esos deliciosos pechos. Ella echó la cabeza hacia atrás por el placer que le producía sentir eso junto a los besos en el cuello que le daba el moreno desde atrás, mientras sentía sus nalgas golpeadas por su dura polla.

Aquel momento de caricias cesó cuando las manos de los dos hombres se posaron en sus hombros y la empujaron hacia abajo. Casi sin darse cuenta se encontró a si misma arrodillada entre ellos y con dos pollas frente a su cara. Dos pollas de buen tamaño, además. Lo primero que hizo fue agarrarlas con ambas manos y masturbar a los dos hombres al mismo tiempo. Luego se mostró dubitativa ante cómo manejar oralmente los dos miembros. No era ni mucho menos reservada en cuanto al sexo oral, pero era la primera vez que tenía dos pollas a la vez para ella sola. El chico moreno le dio una pequeña ayuda al acercar la polla a su boca. Golpeó con el glande en la mejilla de la rubia, a lo que ella respondió con una sonrisa, para justo después corresponderle con un lametón en la polla. A ese lametón le siguió otro, pero en lugar de dar un tercero prefirió ya metérsela en la boca. Lo excitada que estaba provocaba que chupara con muchas ganas y énfasis. Al principio fue un poco caótico. Cada poco tiempo notaba la otra polla golpeándole en la mejilla, y eso le hacía dejar la que estaba chupando y lanzarse a por ella. Iba cambiando de una a otra como loca. Poco a poco fue cogiéndole el truco y mamaba una mientras pajeaba la otra, sin dejar ninguna desatendida. La saliva le iba brotando de la boca y resbalaba por su cuello hasta mojar sus tremendas tetas. Cada vez que miraba hacia arriba se excitaba más. En ocasiones, los dos hombres se estaban besando. Otras veces, le encantaba sentir la mirada de ambos clavada en ella.

Mientras chupaba una de las pollas, le parecía muy morboso ver la mano del otro hombre contribuyendo a la estimulación, ya fuera masturbando o masajeando los huevos. Se lo hacían el uno al otro mientras ella usaba sus técnicas orales. Antes de acabar la doble felación, la chica decidió probar algo nuevo. Juntó las dos pollas, tocándose tronco contra tronco, para luego lamer las dos a la vez. Se sentía realmente traviesa mientras notaba la piel de los dos miembros deslizándose a la vez por su lengua. También abrió la boca todo lo que pudo y consiguió meterse los dos glandes en la boca al mismo tiempo. Estaba en su salsa. Los hombres reían desde lo alto. Les encantaba ver lo cachonda que estaba. Además, disfrutaban plenamente notando sus pollas tocarse junto con la lengua de aquella despampanante rubia.

Pese a que ella habría continuado arrodillada hasta hacer correrse a los dos de buen gusto, su cuerpo también le pedía acción, y no podía desaprovechar la oportunidad de dos hombres para ella dejándolo solo en sexo oral. Se levantó y empujó al rubio sobre la cama. Se inclinó hasta volver a meterse la polla en la boca, pero ahora dejando el culo frente al moreno. Era una clara invitación y éste no lo dudó ni un segundo. Apoyó su polla cubierta de saliva en el húmedo coño de la chica rubia y la penetró. Un ligero gemido intentó brotar de la boca de la mujer, pero quedó ahogado por el miembro que tenía entre los labios. Agarrándola de la cintura, se la follaba con fuerza. La pelvis del chico moreno chocaba con fuerza contra las nalgas de la rubia, quien tragaba como podía la polla del otro hombre.
 - Le gusta dar fuerte... - Comentó el rubio sobre su pareja.
 - Y a mí que me den fuerte... - Contestó la mujer, sacándose la polla de la boca unos segundos pero sin dejar de pajearla.

Las nalgas de la rubia ya se habían enrojecido cuando el rubio reclamó su turno. Ella se acostó boca arriba en la cama y él se acomodó entre sus piernas. En un abrir y cerrar de ojos la segunda polla se internaba en su coño excesivamente lubricado. Ésta era más grande, ella lo notaba. La otro polla apareció por su lado y se plantó frente a su cara. Le faltó tiempo para metérsela en la boca y deleitarse con la lengua. La encontró sabrosa al estar cubierta de sus propios fluidos. El rubio follaba con más tranquilidad, lo opuesto que su pareja, cerciorándose de que si miembro entraba hasta el fondo con cada penetración. Dado que ahora estaba boca arriba, sus tetas quedaban al descubierto, y por ello los dos hombres las tocaban de vez en cuando. Principalmente el rubio, quien se agarraba de ellas mientras movía la pelvis entre las piernas de la rubia. Pero también el moreno, que en ocasiones jugaba con los pezones agujereados. Eran unos pechos realmente grandes que, al ser naturales, se movían con gracia al ritmo del polvo.

El rubio añadió algo más de picante a la sesión sacando algo de debajo de la cama. Era un consolador. Era grande, pero no demasiado, y simulaba el aspecto de un pene real. A la chica rubia se le iluminaron los ojos y se sonrojó de la emoción. Si ya estaba disfrutando con dos pollas, ahora encima se unía una más, aunque fuera artificial. El rubio dejo caer algo de saliva sobre la entrada al culo de la mujer. Jugueteó con los dedos. Primero metía una y luego metió otro, dilatando el culo. Preparó la zona para la penetración anal. Se notaba que tenía relaciones con otros hombres, ya que lo preparaba perfectamente. Finalmente introdujo el consolador poco a poco, y a ella no le dolió nada. Todo lo contrario, le invadió un gran sentimiento de gozo. Enseguida estaban los dos hombres otra vez en movimiento. El moreno le follaba la boca con su habitual dureza y el rubio la penetraba al mismo tiempo que le metía el consolador por el culo. Cada vez que la rubia pensaba en lo que estaba viviendo se excitaba más y más.

El moreno quería volver a penetrarla. Debieron pensar que para qué turnarse, cuando lo podían hacer los dos a la vez. El moreno se tumbó en la cama y colocó a la rubia encima suyo. La metió por su ardiente coño y empezó a follársela. Por detrás se colocó el rubio, que apuntó al otro agujero. Los ojos de la rubia se abrieron de par en par al notar la segunda polla abriéndose paso por su culo sin previo aviso. Notó las dos grandes pollas metidas hasta el fondo en su interior, y luego los dos hombres comenzaron las penetraciones. El moreno cogió el consolador, lo limpió rápidamente con la sábana y luego se lo metió en la boca a la mujer, ahogando sus excitantes gemidos. Los hombres iban variando el ritmo. Algunas veces las pollas entraban y salían a la vez, y otras se alternaban. En cualquier caso, la rubia se sentí llena, y le encantaba. A todo esto se añadía el consolador que ella chupaba con tantas ganas como si fuera una polla real e intentara hacerla eyacular. El rubio se recostó sobre la espalda de la mujer, convirtiéndola en un sandwich. Las lenguas de los dos hombres se unieron sin que ellos dejaran de follarse por un segundo a aquella rubia que habían conocido esa noche. La chica dejó el consolador un momento para unirse a ellos en los apasionados besos. Las bocas de los tres se turnaban igual que antes se habían turnado las pollas en la boca de la chica. Era un auténtico espectáculo bisexual digno de ver.

El piercing del pezón del rubio rascaba la espalda de la mujer, la cual hacía lo mismo con sus dos piercings en el pecho del chico moreno que tenía debajo. Tanta actividad derivó en un intenso orgasmo del participante femenino de aquel trío. Ellos lo vieron venir. En el momento justo metieron sus dos pollas hasta el fondo, dejándolas ahí, y el moreno introdujo el consolador en la boca de la mujer hasta topar con su garganta. En ese momento de completa plenitud, un tremendo orgasmo sacudió el espléndido cuerpo de la chica rubia, que solo se pudo desahogar cerrando los ojos y agarrándose fuertemente a las sábanas. Cuando el clímax pasó, todo su cuerpo se relajó de repente.

Dejaron a la rubia tumbada en la cama y la pareja de hombres se colocaron frente a ella, arrodillados en la cama. El brillante y largo pelo rubio de la mujer se extendía por las sábanas dejando una bonita imagen. Sobre ese pelo, la mujer se acariciaba la entrepierna con una mano y usaba la otra para meterse el consolador en la boca. Se estimulaba mientras veía a los hombres masturbarse entre ellos. El moreno masturbaba al rubio y viceversa, ambos agitando con frenesí el miembro de su pareja. Empezaron a brotar chorros de semen que caían sobre el cuerpo de la rubia. Los dos hombres se corrían sobre ella al mismo tiempo, pintándola como si de un lienzo se tratase. Su caliente esperma rociaba las maravillosas tetas de la rubia y regaba su vientre plano y suave, mientras ella no dejaba de acariciarse el cuerpo y lamer su juguetito. Los hombres terminaron de eyacularon y se besaron ante la excitada mirada de la mujer. Lo único que le disgustó en ese momento fue que el consolador no le pudiera proporcionar una tercera corrida.

Los hombres le ofrecieron darse una ducha, pero ella prefirió quedarse un rato disfrutando de la otra ducha que le habían dado. Y así, se quedó tirada en la cama viendo a aquellos dos atractivos hombres desnudos meterse juntos al baño cogidos de la mano.




Este relato ha sido escrito a petición de una lectora del blog. Espero que le haya gustado.




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