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domingo, 4 de septiembre de 2022

Una novia bien entrenada



La noche empezó con mi amigo Luis y yo tomando una copa en la terraza de un pub, mientras esperábamos a que llegara Mario. Habíamos llegado un poco antes de la hora acordada y habíamos aprovechado para pedir la primera bebida de la noche. A las once y media de la noche llegó puntualmente el que faltaba, pero no esperábamos que llegase acompañado. Nos saludó alegremente con un abrazo a cada uno. Luego se giró hacia su acompañante.
 - ¿Os acordáis de Silvia?
 - Claro. Hola, Silvia. - Respondí yo, dándole dos besos educadamente.
Y tanto que nos acordábamos de Silvia. Era la tremendamente sexy e increíblemente guapa novia de nuestro amigo Mario. Nos alucinó desde que la conocimos. Aquella noche llevaba un top rosa y negro cortito, que le dejaba el ombligo a la vista, y con mucho escote. También vestía una minifalda negra y tacones. El pelo castaño y liso le caía por la espalda. Sus labios pintados de rojo nos derritieron tanto a Luis como a mí en cuanto nos sonrió.

Tras pedir unas copas para ellos, se sentaron con nosotros. Yo intentaba prestar atención a las novedades que nos contaba Mario, pero mi atención se desviaba continuamente al escote de su novia Silvia. Tenía unos pechos muy grandes y bien puestos, y los lucía descaradamente. Yo daba tragos ocasionales a mi ron-cola y asentía disimuladamente, haciendo esfuerzos por distraer mi mirada de aquella diosa. Creo que a Luis le pasaba exactamente lo mismo. Sin casi darnos cuenta, ambos nos acabamos la bebida.
 - Vaya ritmo lleváis, eh. - Bromeó Mario. - Tendremos que ponernos al dia, ¿no, cariño?
 - Qué remedio... - Respondió ella, sonriente.
Se acabaron lo poco que quedaba de sus copas de un trago y, en seguida, Mario se giró hacia el camarero y le pidió otra ronda. La situación mejoraba cuando éramos Luis o yo los que hablábamos, centrándonos en nuestra charla o en escuchar al otro. Sin embargo, volvió a complicarse cuando Silvia nos contó sobre su trabajo de monitora de gimnasio. Pese a que sus ojos verdes eran preciosos, mi mirada caía hacia su escote una y otra vez. Me dio la sensación de que se dio cuenta en un par de ocasiones, pero debía de estar acostumbrada a ello pues ni se inmutó.

Ya llevábamos unas cuantas copas encima cada uno cuando a Silvia le apeteció entrar al pub a bailar.
 - ¡Ya vale con estar aquí sentados! Vamos a movernos un poquito, ¿no?
Me dedicó una mirada mientras decía eso que me provocaron toda clase de pensamientos sucios. A los tres nos pareció bien, así que pagamos las consumiciones y nos metimos dentro del local. En cuanto se escuchó la música, Silvia empezó a moverse sensualmente. La pista de baile estaba abarrotada. Nos abrimos paso como pudimos y nos quedamos en el primer hueco habitable que encontramos. Mario agarró a su novia y se pusieron a bailar. Luis y yo también bailábamos. El nivel de alcohol en sangre era el adecuado para no sentir vergüenza ninguna. De vez en cuando, Silvia se arrimaba para bailar conmigo. La música que sonaba incitaba a bailar muy pegados, pero Silvia no parecía tener problema con ello. Pegaba su culo a mí y lo restregaba por mi paquete al ritmo de la música. A Mario tampoco parecía importarle, pues nos veía claramente y se limitaba a sonreír. Eso me relajó, así que yo también comencé a pegarme a ella. Silvia también bailaba con Luis, que puso la misma expresión incómoda que yo al principio, hasta que se soltó. Así, Silvia iba de uno a otro bailando con todos.