Todos los relatos que aparecen en este blog han sido escritos por mí. Ninguno ha sido copiado de ninguna otra web de relatos y se ruega que, del mismo modo, tampoco sean copiados (excepto consentimiento expreso). Gracias.

domingo, 24 de marzo de 2019

Microrrelato: Gloryhole - Él



Por un lado, estaba nervioso e inseguro. Por otro, la situación era muy excitante. Estaba a un paso de vivir una experiencia muy morbosa. Con los pantalones y los calzoncillos por los tobillos, miraba el agujero en la pared sin estar del todo convencido. Tras unos minutos de duda, finalmente me lancé. Me pegué a la pared y metí mi miembro por el agujero. Mis nervios iban en aumento. Me quedé inmóvil. No pasaba nada. Pasaron unos segundos y seguía sin pasar nada. Estaba empezando a dudar de nuevo cuando, de repente, me dio un vuelco el corazón al notar una húmeda lengua recorrer mi polla desde los huevos hasta el glande. Me dio hasta un escalofrío. Después de ese lametón vinieron unos cuantos más. Unos finos labios de mujer envolvieron mi miembro. Primero solo cubrían mi glande, pero luego bajaron lentamente, y aliento húmedo y caliente de una boca fue engullendo mi polla. Esos labios suaves me producían un gran placer con su fricción. Subiendo y bajando. Mi miembro, al principio fláccido, creció rápidamente en su boca, hasta endurecerse al máximo. Notaba los labios bajando cada vez más. Cada vez era mayor la cantidad de mí que notaba en el interior de su boca. Así hasta que llegó a hacer tope. Hasta que llegué a notar el labio superior rozando mi zona púbica y el inferior tocando mis huevos. La misteriosa mujer debía tener muy controlada la habilidad de respirar por la nariz, porque fue capaz de aguantar la situación durante largos segundos. Cuando cogía aire aprovechaba para juguetear con la lengua, lamiendo todo lo que tenía a su alcance. Lamía la polla de arriba a abajo y también le dedicaba tiempo a los huevos. Después volvía a la carga. Me daba morbo no saber cómo era la mujer que estaba al otro lado de esa pared, en la cabina contigua. Podía ser joven, madura, soltera, casada, alta, baja, nórdica, latina, pija, punky, con más o menos curvas, rubia, morena, pelirroja... incluso rapada. Era excitante pensar que una mujer cualquiera había entrado allí para satisfacer su antojo oral con el miembro de un desconocido. Que ponía todo su ímpetu en regalar un orgasmo a un hombre que nunca conocería. No sabía cómo era ella, pero lo que sabía seguro es que no era la primera mamada que hacía. Me estaba encantando. Mi única aportación era quedarme quieto, dejando mi pene a merced de otra persona. Lo único que se oía era el sonido de chupeteo que acompañaba la mamada. Poco a poco esa boca desconocida me iba acercando al orgasmo. Debió de notarlo porque aumentó el ritmo de la felación. Aguanté todo lo que pude pero no sirvió para mucho. Apreté todos los músculos de mi cuerpo y exploté. Noté con mucho placer cómo eyaculaba cuantiosamente en el interior de su boca. Ella no se detuvo en ningún momento. Siguió chupando con las mismas ganas mientras mi corrida inundaba su boca. Y así estuvo hasta que se aseguró de que había dejado de correrme. Mi polla salió de su boca y quedó colgando, goteando babas. Me quedé quieto, por si decidía hacer algo más. Me salió bien porque enseguida noté su lengua relamiendo los restos de semen de mi miembro. Luego sus labios se posaron en mi glande y una succión se llevó consigo las últimas gotas que me quedaban. Tras cerciorarme de que la mamada había terminado definitivamente, me limpié con unos pañuelos, me vestí de nuevo y me fui a casa imaginando qué tipo de mujer habría sido la que tanto placer me había proporcionado con su boca.



Lee la versión desde el otro lado de la cabina: Gloryhole - Ella


domingo, 17 de marzo de 2019

Al desnudo



El profesor entró en el aula cuando ya estábamos sentados los pocos alumnos que asistíamos a la asignatura opcional de dibujo. Era una de las posibilidades para conseguir los créditos de libre elección en la universidad. Teniendo en cuenta las otras optativas, la clase de dibujo era una forma amena y entretenida de conseguirlos. Al menos para mí. Sentados frente a nuestros caballetes con las hojas en blanco, esperábamos las instrucciones del profesor para la clase de hoy. Empezamos el curo dibujando cosas sencillitas, al cabo de un tiempo ya dibujábamos paisajes bastante bien, y en la última clase habíamos dibujado cuencos de frutas y cosas por el estilo.

El profesor nos comentó que en esa clase dibujaríamos figuras humanas y, acto seguido, abrió la puerta para dar paso a alguien. Entró una joven en albornoz. Era muy guapa. Se quedó de pie, sonriendo con dulzura, mientras el profesor la presentaba como Juliana, una alumna de intercambio brasileña. Seguramente se había prestado como modelo a cambio de una remuneración económica que luego podría gastarse en las fiestas universitarias. Pese a la gruesa tela del albornoz, se podía intuir un bonito cuerpo. Solo por ver a esta mujer en ropa interior ya había merecido la pena apuntarse a la clase de dibujo.

El ejercicio estaba claro: dibujar a Juliana. Tras la breve presentación, el profesor nos indicó el tiempo el que disponíamos y le hizo un gesto a la modelo para que diera comienzo el ejercicio. Juliana se acercó a un diván que había en el centro del aula. Deshizo el nudo del albornoz ante la atenta mirada de todo, lo dejó caer al suelo y... ¡Sorpresa! Completamente desnuda. Estaba ilusionado esperando ver a esa belleza en ropa interior o bikini, pero no me esperaba esto. Su espléndido cuerpo totalmente al descubierto. Con total naturalidad, Juliana se soltó el pelo y luego se tumbó de lado en el diván, de cara a nosotros, los alumnos.

Nos costó unos segundos reaccionar, pero finalmente comenzamos a dar los primeros trazos. Lo primero era dibujar el contorno de su cuerpo, pero no sabía por dónde empezar. Comencé dibujando sus largas piernas que, perfectamente depiladas, brillaban bajo los focos del aula. Poco a poco, fui trazando las curvas de su cuerpo. Cuando acabé, me deleité con su bonita silueta. Ahora tocaba dar detalle al dibujo. La entrepierna fue fácil. Al tener las piernas cruzadas, lo único que se veía era el vello púbico recortado en forma de raya vertical. Una bonita raya negra en el paraíso. Le quedaba realmente bien. A esas alturas, ya me resultaba tremendamente difícil controlar mi erección. Yo luchaba por evitarla, pero con esa belleza desnuda frente a mí, era imposible controlarme. Mi postura estando sentado ayudaba a disimularlo. No se me notaba, pero, bajo el pantalón, mi polla estaba bien dura.