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lunes, 30 de septiembre de 2019

El reservado del DJ



Aquella noche, Sonia y Lola salían con muchas ganas de pasarlo bien. A las dos les encantaba hacer travesuras, así que cuando salían juntas eran un peligro. Lo primero que hicieron al entrar en la discoteca fue ir directas a la barra a pedirse unas copas. Estuvieron un rato bebiendo, riendo y observando el aforo masculino del local. Luego fueron al centro de la pista a bailar. Eran conscientes de que atraían las miradas de la mayoría de los hombres a su alrededor. Por su físico, su escasa ropa y su forma de bailar.

Lola era morena, con el pelo largo y liso. Le gustaba llevarlo suelto y menear su melena al bailar. Sus ojos azul claro creaban un bonito contraste con su cabello oscuro. Sonia, por su parte, era rubia. Aunque también llevaba el pelo largo, el suyo era más ondulado. Además, aquella noche se había hecho dos divertidas coletas. Sus ojos eran de un verde que se volvía más claro o más oscuro dependiendo de la luz. Ambas vestían pantalones muy cortos y tops con el ombligo al aire. También tenían un físico similar. Culito de gimnasio bien ejercitado y largas piernas. Pechos no muy grandes, que llevaban libres bajo el top. Bien maquilladas, para lo cual eran muy perfeccionistas, luciendo raya de ojo y pintalabios. Lola con los labios pintados de negro y Sonia, de rojo.

Estuvieron un rato en el centro de la pista, bailando como mejor sabían. Cruzando miradas y sonrisas con otros hombres. Hasta que uno en concreto se le metió en la cabeza a Lola.
 - Me gusta el DJ. - Le confesó a su amiga.
 - Vamos a pedirle una canción. - Contestó Sonia.
Se acercaron todo lo que pudieron a la cabina del discjockey y Lola le hizo un gesto. Él sonrió ante aquella belleza y le atendió. Le pidieron una canción y él asintió con la cabeza. Efectivamente, tras un par de canciones empezó a sonar la petición de las chicas. Ambas se pusieron a bailar sensualmente delante del DJ. Hacían movimientos provocativos, se acariciaban entre ellas y no dejaban de mirarle. Él trataba de mantener la profesionalidad, pero le era imposible no mirarlas de vez en cuando. Dos mujeres realmente atractivas bailando provocativamente delante de él. De vez en cuando le pedían alguna canción más y él, obediente, cumplía sus deseos. El colmo fue cuando empezaron a bailar cada vez más pegadas hasta que sus labios estuvieron a escasos centímetros y, entonces, se besaron ante su estupefacta mirada. Un beso corto pero lleno de lujuria. Con lengua incluida. Dentro del pantalón del discjockey, su polla se había endurecido ligeramente. Se secó el sudor y bebió agua. Las chicas seguían mirándole y sonriendo.

La fiesta siguió un par de horas más. Ellas iban y venían. Se paseaban por el local. Pero siempre acababan volviendo frente al DJ. Hasta que una vez que volvieron, él ya no estaba. Había otro chico a los mandos de la sesión. Seguramente habría acabado su turno. Pero a las chicas no les dio tiempo de lamentarse porque segundos después apareció él con tres vasos de chupito. Se presentó bajo el nombre de Mario, y pasó con ellas un rato bebiendo y bailando. Sonia y Lola bailaban rozándose con su entrepierna, indudablemente buscando excitarle. Y lo conseguían. Y ellas lo notaban.
 - Ya me estoy cansando de bailar, ¿por qué no vamos a otro sitio? - Le susurró Lola al oído, pegándole sus pechos al cuerpo.
 - Tengo un reservado ahí atrás, si queréis.
Lola sonrió. Luego le dijo algo a Sonia y ella también sonrió.