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viernes, 7 de octubre de 2016

Polvo de Mónica con público



Paseaba por el club de intercambio de parejas con una copa en la mano y con la idea de encontrar a alguna mujer interesante. Aunque el club tenía una gran cantidad de miembros, siempre te cruzabas con alguien con quien habías tenido alguna experiencia. Las sonrisas eran inevitables. Caminé de sala en sala hasta que me topé con Mónica en una de ellas. Estaba en una esquina, sentada sobre la pierna de un hombre, que a su vez estaba sentado en un sillón. Se estaban besando. Más que besando, se estaban comiendo. Se notaba en sus besos que estaban deseando follarse. Visto lo visto, lo de buscar diversión se le había dado mejor a mi novia que a mí aquella noche.

Me quedé observándoles, viendo la mano de Mónica acariciar la entrepierna de aquel hombre por encima del pantalón. Esperaba que en cualquier momento se levantaran y se fueran a una habitación. Sin embargo, el hombre no podía esperar. Se bajó la bragueta del pantalón y sacó el miembro por la obertura. Luego cogió la mano de Mónica y la llevó a su entrepierna. En el rostro de Mónica apareció una sonrisilla cuando notó el pene semierecto del hombre en su mano. Lo agarró con fuerza, aprisionándolo entre sus delicados dedos. Ambos se miraron fijamente a los ojos durante unos segundos, mientras ella acariciaba el pene. Seguidamente, Mónica se dejó caer de la pierna de aquel hombre hasta quedarse arrodillada frente a él. Su carta de presentación fue un beso en la punta de la polla, para luego dar un lento lametón desde los huevos hasta el glande. A mí me encanta que empiece así.

Me senté en un sofá que había frente a ellos en la sala, dispuesto a disfrutar del espectáculo. Me excitaba muchísimo que mi novia estuviera comiéndose una polla a la vista de todo el mundo. Y a ella seguro que también le excitaba. Algunos miraban discretamente, otros sin disimulo alguno. Mónica, conocedora de ello pero al mismo tiempo ajena, lamía y succionaba la polla ya dura del hombre. Disfrutando cada centímetro de ella. Y disfrutando cada segundo de la mamada.

Yo estaba sentado, observando la escena sin perder detalle. Me acariciaba la entrepierna por encima del pantalón. No lo podía evitar con el calentón que tenía. Vi que el hombre sacaba un condón de su bolsillo, lo abrió y sacó la goma. Colocó el preservativo en la boca de Mónica, quien lo sujetó con los labios. Después el hombre cogió la cabeza de mi novia y la colocó de modo que la punta de su polla se apoyaba en la entrada de su boca, y al mismo tiempo en el condón. Empujó lentamente su cabeza hacia abajo de modo que su miembro iba entrando en la boca de Mónica. Siguió hasta que la nariz de Mónica tocaba su pelvis. Luego la cabeza de Mónica retrocedió y quedó a la vista su polla erecta y con el condón perfectamente puesto. Yo sabía por experiencia personal que Mónica era capaz de hacer eso, tenía una garganta prodigiosa.

Una vez puesto el preservativo, Mónica no se lo pensó. Se levantó ligeramente la faldita, se bajó las bragas y se sentó sobre el hombre. En cuanto la polla hubo entrado por completo en ella, empezó su característico movimiento de cintura que a mí tan loco me vuelve. El hombre se recostó en el sillón, con los brazos en los reposabrazos, dejando que Mónica trabajara. Solo levantaba los brazos de vez en cuando para tocar a Mónica. Tocar su cara, sus pechos, su culo... Pronto, tanto los gemidos de ella como los suspiros de él ya hacían eco por la sala. Toda la gente que pasaba echaba una mirada a lo que estaba pasando en aquel sillón, y algunos incluso se quedaban unos minutos observando. En cuanto a mí, me había desabrochado la bragueta y tenía la mano por debajo de mis calzoncillos, acariciando mi polla. El espectáculo me estaba encantando y no podía evitar tocarme.

Mónica seguía saltando sobre el hombre. Yo apenas me fijaba en el resto de gente que, también en la sala, seguía atenta al show como yo. Por ello, me pilló totalmente por sorpresa cuando noté una mano acariciando mi pene. Miré a mi lado. Una mujer se había sentado junto a mí en el sofá, me miraba fijamente y su mano se deslizaba bajo mis calzoncillos. Yo recosté en el sofá y quité mi mano de mi entrepierna, dejando que ella se encargara. Ni corta ni perezosa, directamente sacó mi polla. A mí me dio algo de corte, pero realmente me apetecía aquello, y la gente estaba atenta al polvo que estaba echando mi novia, así que me relajé y me puse a disfrutar de las vistas mientras aquella mujer me masturbaba.

Pararon de moverse y me pareció que el hombre susurraba algo a Mónica. Enseguida ella se levantó y se dio la vuelta, dándole la espalda y quedándose de cara al resto de la sala. Al principio se preocupó más de coger una buena postura y de que la polla le entrara con cuidado. Una vez adaptados a la nueva posición, cambiaron los roles, por así decirlo. Antes era Mónica la que movía la cintura para deleite del hombre. Ahora era él quien, agarrándola de la cintura, movía su pelvis frenéticamente follándose a Mónica a buen ritmo. Mónica levantó la cabeza y fue entonces cuando me vio por primera vez. Sus ojos se clavaron a los míos. Compartimos una sonrisa de complicidad.
 - ¿La conoces? - Me preguntó la mujer al darse cuenta de nuestra comunicación no verbal.
 - Es mi novia.
 - Yo a mi marido hace tiempo que le he perdido la pista...
Ambos nos sonreímos. Ella acercó su mano a su boca y escupió un par de veces en la palma, luego volvió a agarrar mi miembro y siguió pajeándome.

La mano de aquella mujer era delicada y muy suave, bien cuidada. Realizaba movimientos circulares con la muñeca al mismo tiempo que subía y bajaba. En base a mis suspiros, había ido cogiéndose mejor a mi gusto, y ahora me masturbaba a una velocidad e intensidad perfectas. A veces la miraba a ella, pero en general me centraba en el polvo que mi novia estaba echando. El hombre seguía penetrándola con ganas delante de los curiosos que nos hallábamos en la sala. Seguía pasando gente de vez en cuando, pero eso no les cortaba el rollo. Desde el sofá podía ver perfectamente el coño de mi novia siendo avasallado por la polla. Veía con el choque de los huevos en él al entrar entera con cada movimiento. Yo notaba que se iba acercando mi orgasmo, así que me bajé los pantalones del todo para evitar un estropicio. Mónica, que me conoce mejor que nadie, vio en mi expresión que estaba a punto de correrme. La mujer que me pajeaba también parecía haberlo notado porque sus movimientos ahora eran más rápidos. Efectivamente, me corrí. No nos dejamos de mirar Mónica y yo mientras me corría por la paja que me hacía aquella desconocida. Seguía masturbándome sin importarle que por su mano resbalaba mi semen. Ya había dejado de brotar esperma de mi polla, pero ella seguía acariciándola. Y lo siguió haciendo mientras disfrutábamos del final del espectáculo.

Mónica seguía encima de aquel hombre, y él seguía penetrándola con rapidez. En cierto momento el hombre paró y Mónica descansó sobre él. Ella seguía moviendo el culo, aunque lentamente. El hombre volvió a decirle algo al oído. Mónica volvió a colocarse como al principio, arrodillada entre sus piernas. Se metió la polla del hombre en la boca y la chupó. Los gemidos del hombre evidenciaron que se estaba corriendo mientras mi novia seguía chupando. Yo, que conocía bien a Mónica, sabía que se lo estaba tragando todo.

Al acabar de correrse, el hombre se recostó de nuevo en el sillón, resoplando. Mónica se levantó y se dirigió hacia el sofá donde estaba yo. Al llegar, cogió la mano de la mujer que estaba a mi lado, la cual seguía agarrada a mi polla. Se la acercó a la cara y uno a uno se metió todos los dedos en la boca, lamiendo mi semen. Si le dicen esto a Mónica al principio de la noche, se habría negado. Al principio se corta un poco. Pero una vez está cachonda perdida, es capaz de hacer cerdadas como esa.

La mujer sacó unos pañuelos con la mano que tenía libre y los tres nos limpiamos. Sin despedirse más que con una agradable sonrisa, la mujer se levantó y se fue. Nosotros también salimos de la sala enseguida, esquivando las miradas de los que seguían allí.



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