Todos los relatos que aparecen en este blog han sido escritos por mí. Ninguno ha sido copiado de ninguna otra web de relatos y se ruega que, del mismo modo, tampoco sean copiados (excepto consentimiento expreso). Gracias.

domingo, 22 de diciembre de 2019

Nochebuena en familia (Especial Navidad 2019)



Era la noche del 24 de diciembre y tuve cena de Nochebuena en casa de la familia de mi novia, Lorena. Sus padres nos recibieron con la simpatía de siempre. Les saludé con afecto y entramos en la casa. En el salón nos encontramos con Irene, la hermana pequeña de Lorena, que también nos saludó con una sonrisa. Iba mucho más arreglada que las otras veces que había coincidido con ella. Aunque siempre me había parecido una chica muy guapa, esa noche la encontré especialmente atractiva con su elegante vestido y su bonito peinado. 

La cena fue muy agradable y, acabado el postre, estuvimos un buen rato conversando animadamente en familia mientras tomábamos unas copas. Se nos hizo tan tarde que los padres de Lorena nos ofrecieron quedarnos a dormir. Además, habíamos bebido demasiado para conducir. Nos pareció buena idea, así que aceptamos. Mi novia Lorena dormiría con su hermana en la habitación que ambas compartían de pequeñas, y que ahora era exclusivamente de Irene. A mí me tocó el sofá, pero no me importó demasiado porque era grande y cómodo. En cuestión de minutos se hizo el completo silencio en la casa.

Pasaron unos minutos hasta que cogí finalmente sueño y empecé a dormirme. Sin embargo, antes de que pudiera caer del todo, unos ruidos me volvieron a desvelar. Eran pasos, y venían del pasillo. La sombra de una persona apareció en el salón. Se quedó quieta unos segundos y luego caminó hacia mí. Pensé que sería Lorena que venía a decirme algo, hasta que su voz me sacó de dudas.
 - Juan... ¿Estás despierto? - Me sorprendió descubrir que en realidad era su hermana Irene.
 - Sí... - Susurré.
Encendí la luz de la mesita y me encontré a Irene con un abrigo de Mamá Noel que le cubría todo el cuerpo. Me quedé unos segundos sorprendido por aquello, que no me lo esperaba.
 - ¿Ese es tu pijama? - Pregunté en broma.
 - ¿No te gusta?
 - Sí, sí...
Irene dio un par de pasos hacia atrás y dio una vuelta sobre sí misma presumiendo de abrigo navideño. Me quedé mirando. Entonces ella, con una sonrisa en la cara, abrió el abrigo enseñándome que debajo de él solo llevaba la ropa interior. Antes de que pudiera decir nada, Irene dejó caer el abrigo y se quedó semidesnuda ante mí. Llevaba una lencería roja muy sexy, con sujetador, braguitas y medias a juego. Me quedé perplejo. Ella se contoneaba sensualmente y me sonreía. Siempre me había parecido sexy, pero viéndola así me quedó claro que tenía un cuerpazo.

lunes, 14 de octubre de 2019

Microrrelato: La paja desconocida



Entré con la misma cautela de siempre. La sala estaba a oscuras. Lo suficiente como para no ver a nadie con claridad. Se distinguían unas pocas sombras en algunas butacas. Avancé con fingida naturalidad por el pasillo y me metí por una de las últimas filas. Me senté en un lugar centrado. Buscaba un sitio bastante aislado, y con el poco aforo de gente que había fue una tarea muy fácil. Me quité el sombrero, las gafas de sol y la bufanda. Apenas llevaba unos segundos sentado cuando la pantalla se iluminó levemente y comenzó la película. Como siempre, los nervios que sentía cada vez que iba al cine erótico, se me esfumaron de golpe en cuanto empezó la sesión y me abstraje del entorno. Mi excitación va aumentando mientras que los primeros minutos del filme tratan de dotar de algo de argumento a la historia. La actriz es impresionante, estoy deseando verla sin ropa. Aún no ha ocurrido nada y el bulto en mi pantalón ya empieza a crecer. La impaciencia crece en mí hasta que, por fin, la actriz rubia de grandes pechos se pone de rodillas y le baja la bragueta al actor. Sonrío, porque la felación es el acto sexual que más disfruto contemplando en una película porno. Tras una magnífica mamada en la que disfruto de cada segundo de filmación, los actores se desprenden de sus ropas y se lanzan a la cama. Tan absorto estaba yo observando a la actriz gozar a cuatro patas que me sobresalté al notar de repente una presencia a mi lado. Alguien se sentó justo en la butaca de al lado. Me giré, molesto e incrédulo por esa pequeña invasión de mi espacio cuando la sala estaba muy vacía, sin saber muy bien si pedirle que se alejara o alejarme yo. Pero, entonces, aquella persona se entreabrió la gabardina lo suficiente como para que, para mi sorpresa, yo pudiera ver un par de pechos femeninos con un bonito escote. El hecho de que fuese una mujer me puso nervioso y no supe cómo reaccionar. Miré su cara, pero entre la gabardina de cuello alto, las gafas de sol y el sombrero, solo pude discernir unos labios de mujer y un mechón de pelo castaño. Se recosté en el asiento y volví a mirar a la pantalla del cine. La actriz rubia ahora cabalgaba sobre el hombre. El movimiento circular de sus pechos me hipnotizó momentáneamente. Salí del trance de golpe al notar una caricia en mi pierna. Instintivamente, miré hacia abajó, y allí estaba la mano de la mujer, posada sobre mi pierna. La miré. Ella se llevó el dedo a la boca y me hizo un gesto de que guardara silencio, para luego señalar a la pantalla. Obediente, volví a mirar la película e intenté relajarme, pero fue mucho más difícil cuando noté que su mano pasaba a acariciar mi entrepierna. Tras unas breves caricias por encima del pantalón, me bajó la bragueta lentamente. Mis nervios aumentaron de golpe. Empecé incluso a sudar ligeramente. Metió la mano por la bragueta y sacó mi miembro, que para entonces ya estaba bien duro. Empezó a masturbarme suavemente. Yo no podía creérmelo. Mi mente ni siquiera se concentraba en la película porno a tamaño gigante que tenía delante. Me giré para mirar a la desconocida que me estaba masturbando. Vi que ella miraba la película y se mordía los labios con gesto de excitación, pero se dio cuenta de que intentaba verla mejor y usó su mano libre para girarme la cabeza hacia la pantalla. Me dio algo de rabia, ya que deseaba ver cómo era esta mujer, pero me resigné por no forzar la situación. La escena había cambiado. Ahora el actor y la actriz de antes se lo montaban con una segunda mujer en un tórrido trío sexual. Noté la excitación en la mujer de mi lado porque me pajeaba con más fuerza. Lo que al principio eran unas suaves caricias en mi miembro se habían convertido en una paja en toda regla. Me atreví a apoyar mi mano en su muslo y acercarla a su entrepierna, pero enseguida me la apartó de ahí. Decidí simplemente disfrutar de la película y la paja. Soltó mi polla por un momento, oí el sonido inconfundible de escupirse en la palma y, segundos después, su mano resbalaba de nuevo por mi miembro. Eché la cabeza hacía atrás presa del placer. Luego miré a mi alrededor. Veía sombras de cabezas en algunas butacas, pero la sala estaba lo suficientemente oscura como para pasar desapercibidos. Pasé unos minutos observando una preciosa escena en la que las dos actrices chupaban al mismo tiempo la polla del actor, mientras la mujer de mi lado seguía masturbándome. Qué cara de vicio tenían esas mujeres. Imaginé que una cara parecida debía estar poniendo la desconocida que se había entregado a darme placer. En cuanto conseguí relajarme y perder los nervios ante aquella situación, el orgasmo no tardó en llegar. Mi cuerpo tenso y mis movimientos inquietos pusieron sobre alerta a la mujer. Me agarré con fuerza a mi asiento, apreté los dientes y me corrí. La mujer me siguió masturbando mientras cubría mi glande con parte de su mano, y de esa forma los chorros de semen no salieron disparados. En lugar de eso, me corrí pringando su mano. Ella no se alteró lo más mínimo, sino que siguió pajeándome hasta que terminé de correrme. Finalmente, soltó mi polla, sacó un pañuelo con la otra mano y se limpió mi corrida. Antes de irse tuvo el detalle de dejar unos pañuelos en mi reposabrazos. Luego se levantó y salió de la sala con total naturalidad.


lunes, 30 de septiembre de 2019

El reservado del DJ



Aquella noche, Sonia y Lola salían con muchas ganas de pasarlo bien. A las dos les encantaba hacer travesuras, así que cuando salían juntas eran un peligro. Lo primero que hicieron al entrar en la discoteca fue ir directas a la barra a pedirse unas copas. Estuvieron un rato bebiendo, riendo y observando el aforo masculino del local. Luego fueron al centro de la pista a bailar. Eran conscientes de que atraían las miradas de la mayoría de los hombres a su alrededor. Por su físico, su escasa ropa y su forma de bailar.

Lola era morena, con el pelo largo y liso. Le gustaba llevarlo suelto y menear su melena al bailar. Sus ojos azul claro creaban un bonito contraste con su cabello oscuro. Sonia, por su parte, era rubia. Aunque también llevaba el pelo largo, el suyo era más ondulado. Además, aquella noche se había hecho dos divertidas coletas. Sus ojos eran de un verde que se volvía más claro o más oscuro dependiendo de la luz. Ambas vestían pantalones muy cortos y tops con el ombligo al aire. También tenían un físico similar. Culito de gimnasio bien ejercitado y largas piernas. Pechos no muy grandes, que llevaban libres bajo el top. Bien maquilladas, para lo cual eran muy perfeccionistas, luciendo raya de ojo y pintalabios. Lola con los labios pintados de negro y Sonia, de rojo.

Estuvieron un rato en el centro de la pista, bailando como mejor sabían. Cruzando miradas y sonrisas con otros hombres. Hasta que uno en concreto se le metió en la cabeza a Lola.
 - Me gusta el DJ. - Le confesó a su amiga.
 - Vamos a pedirle una canción. - Contestó Sonia.
Se acercaron todo lo que pudieron a la cabina del discjockey y Lola le hizo un gesto. Él sonrió ante aquella belleza y le atendió. Le pidieron una canción y él asintió con la cabeza. Efectivamente, tras un par de canciones empezó a sonar la petición de las chicas. Ambas se pusieron a bailar sensualmente delante del DJ. Hacían movimientos provocativos, se acariciaban entre ellas y no dejaban de mirarle. Él trataba de mantener la profesionalidad, pero le era imposible no mirarlas de vez en cuando. Dos mujeres realmente atractivas bailando provocativamente delante de él. De vez en cuando le pedían alguna canción más y él, obediente, cumplía sus deseos. El colmo fue cuando empezaron a bailar cada vez más pegadas hasta que sus labios estuvieron a escasos centímetros y, entonces, se besaron ante su estupefacta mirada. Un beso corto pero lleno de lujuria. Con lengua incluida. Dentro del pantalón del discjockey, su polla se había endurecido ligeramente. Se secó el sudor y bebió agua. Las chicas seguían mirándole y sonriendo.

La fiesta siguió un par de horas más. Ellas iban y venían. Se paseaban por el local. Pero siempre acababan volviendo frente al DJ. Hasta que una vez que volvieron, él ya no estaba. Había otro chico a los mandos de la sesión. Seguramente habría acabado su turno. Pero a las chicas no les dio tiempo de lamentarse porque segundos después apareció él con tres vasos de chupito. Se presentó bajo el nombre de Mario, y pasó con ellas un rato bebiendo y bailando. Sonia y Lola bailaban rozándose con su entrepierna, indudablemente buscando excitarle. Y lo conseguían. Y ellas lo notaban.
 - Ya me estoy cansando de bailar, ¿por qué no vamos a otro sitio? - Le susurró Lola al oído, pegándole sus pechos al cuerpo.
 - Tengo un reservado ahí atrás, si queréis.
Lola sonrió. Luego le dijo algo a Sonia y ella también sonrió.

jueves, 6 de junio de 2019

Microrrelato: Ducha mañanera


Se despertó con el miembro duro como una roca. Se desperezó y se acarició la erección matutina. Tirado en la cama, oyó el lejano sonido de la ducha. Se levantó y caminó somnoliento por el pasillo hasta llegar al cuarto de baño. Al entrar, se encontró con ella en la ducha. La visión de ella desnuda bajo la ducha, enjabonándose su perfecto cuerpo mojado, no hizo sino endurecerle aún más. Sin decir nada, se quitó el pijama y se metió en la ducha con ella. Le dio los buenos días con un azote en el culo que salpicó las paredes. Ella dio un pequeño brinco por el susto, al no haberse dado cuenta de que él se había metido en la ducha. Luego sonrió.
 - Buenos días. - Le saludó ella.
No le contestó, sino que directamente agarró sus tetas enjabonadas y le plantó un furioso beso con lengua. Ella notó su dura polla rozando su pierna. Tras un breve pero intenso beso, él le dio la vuelta furiosamente, para ponerla contra la mampara de la ducha. Aprisionada contra el cristal, notó cómo él le separaba las piernas, la agarraba de la cintura y, finalmente, se la metía bien dentro. Apoyada contra la mampara, se dejó follar por él a su antojo. Caía el agua sobre ellos mientras notaba su dura polla entrando y saliendo de su interior. Los pezones clavados en el cristal, donde, algo más arriba, su aliento lo empañaba. Él se había despertado bruto. Solo gemía, sujetaba su cintura y la embestía sin parar. El choque de cuerpos salpicaba por todo el cuarto de baño. Durante una breve parada de pocos segundos para coger aire, ella se intentó girar para besarle. Sin permitírselo, él volvió a ponerla contra la mampara y siguió follándosela. Tenía una gran energía para acabar de despertarse. Se la folló hasta estar a punto de correrse. Tras un par de profundas penetraciones, sacó finalmente la polla de su coño y se empezó a masturbar. Ella se deslizó suavemente, resbalando hasta quedar tumbada en la bañera, debajo de él. Desde ahí abajo, vio cómo él se masturbaba con fuerza apuntando hacia ella. Chorros de semen llovieron sobre ella. La corrida salpicó casi todo su cuerpo, especialmente las tetas. Cuando dejó de eyacular, se inclinó en la bañera y metió su polla en la boca de ella, forzándola hasta el fondo de su garganta. Ella succionó como pudo, encargándose de las últimas gotas de semen. Ya satisfecho, él se levantó, se puso una toalla y se fue a desayunar, dejándola en la bañera, manchada de corrida, con necesidad de una nueva ducha.


domingo, 2 de junio de 2019

Noche de hotel


Iván llegó al hotel hecho un manojo de nervios. Se moría de ganas por ver a Daniela. Llevaban muchísimo tiempo hablando y por fin había surgido la oportunidad de conocerse. En realidad, aunque aún no se habían visto en persona, ya era como si se conocieran. Sus largas conversaciones sobre cualquier tema les hacía sentir una conexión, desde los temas más cotidianos hasta los más íntimos. Se conocían muy bien el uno al otro. Un encuentro en persona era un gran paso, pero ambos estaban seguros de que saldría bien.

La vio en cuanto entró al bar del hotel. Estaba sentada sola, con una copa medio vacía en la mesa, y una silla libre dispuesta para Iván. Iba vestida con un vestido negro con buen escote, donde lucía un bonito colgante. Elegante y sensual. Llevaba el pelo suelto, cayéndole hasta por debajo del pecho. Iván, por su parte, vestía pantalones largos oscuros y la camisa por fuera, arremangada y con un par de botones desabrochados. Un poco más informal que ella, pero también elegante. La miró desde la entrada y percibió que también estaba nerviosa. Se acercó a ella caminando con seguridad. Se le aceleró el corazón en el momento en el que la mirada de Daniela se clavó en la suya. Ambos sonrieron tímidamente. Tras un par de besos y los típicos saludos, Iván pidió una copa al camarero que pasaba por su lado y se sentó a la mesa.
 - Por fin nos vemos. - Dijo Daniela, aunque el sentimiento era mutuo.
 - Sí. Estás guapísima...
 - Vaya, gracias. Tú también.
Ninguno mentía. Iván alucinaba con la belleza que tenía delante. Ya la conocía de alguna foto que habían intercambiado, y también de alguna videollamada, pero en persona era aun más alucinante. Por su parte, Daniela se había llevado una grata sorpresa. Iván siempre le había parecido guapo e interesante, pero le sorprendió mucho lo atractivo que le pareció en persona. Más de lo que había imaginado.

Estuvieron hablando, bebiendo y riendo durante un buen rato. Con el paso del tiempo y las copas habían perdido la timidez inicial y ya conversaban como siempre. Se notaba entre los dos una tensión sexual muy fuerte. Una atracción física imperiosa que superaba con creces a los calentones que habían tenido en ocasiones pasadas en las que la conversación había subido de tono. El carisma de Iván y sus constantes piropos bien traídos hacían sonrojar a Daniela, que cada vez estaba más a gusto con él. Se notaba porque se dejaba llevar y repetidamente tocaba en el brazo de Iván. Cada vez que el cuerpo de Daniela rozaba el suyo, o que le dedicaba una de sus bonitas sonrisas, su sangre se calentaba.

Se les pasó el tiempo volando y tuvo que acercarse el camarero a avisarles de que el bar iba a cerrar, interrumpiendo una divertida anécdota de Daniela.
 - Anda, sí que es tarde... En mi habitación hay minibar, si quieres subimos y tomamos la última mientras te lo acabo de contar.
 - Claro, vamos.
Iván siguió a Daniela al ascensor con la cabeza atiborrada de dudas. Le encantaba Daniela, pero no sabía qué pensaría ella. Durante el breve viaje en ascensor hasta la octava planta, Iván no le quitó el ojo de encima a Daniela. Tenía un cuerpazo increíble. Se quedaba embobado mirando sus largas piernas brillantes y, gracias a ser un poco más alto que ella, también sus grandes pechos asomando por su pronunciado escote. Por suerte, ella se giró justo cuando él la miraba a la cara, y se sonrieron el uno al otro.

martes, 21 de mayo de 2019

Microrrelato: Regalo Anal



Era el día de mi cumpleaños. Cuando llegué a casa del trabajo, me encontré una tarjeta de felicitación en la mesita del recibidor. Ponía "Feliz cumpleaños. Tu regalo te espera." y la firma consistía en la marca de un beso con pintalabios. Junto a la tarjeta, unas bragas rojas. Las cogí y las olí. Estaban usadas. Me las guardé en el bolsillo. Al entrar en el salón, me la encontré preparada para darme mi regalo. Estaba de pie, con la parte superior del cuerpo tumbada sobre la mesa, el culo en alto y las piernas abiertas. La postura era toda una invitación. Me miró fijamente mientras me acercaba a ella. Parecía nerviosa. No entendí la razón de sus nervios. Pasé por su lado y le acaricié el pelo. Me puse detrás de ella. Le levanté la falda y comprobé que no llevaba bragas, las tenía yo en el bolsillo. Pero me encontré con una sorpresa inesperada. Llevaba un butt plug metido en el culo. Era metálico, y en la superficie que sobresalía ponía "Use me". Entonces entendí sus nervios. Mi regalo de cumpleaños era su culo. Su culo virgen. Su culo en el que nunca había entrada nada más que un par de dedos. Me puse a la altura de su cara y me agaché para mirarle a los ojos. Brillaban de nervios y excitación. Saqué las bragas del bolsillo y se las metí cuidadosamente en la boca. Luego volví a mi posición en su retaguardia. Acaricié sus nalgas con mis manos. Le di un sonoro azote. Se oyó un gemido ahogado por las bragas en la boca. Le di otro, en la otra nalga. Su piel pálida comenzó a enrojecerse como hacía siempre. Bajé la bragueta de mi pantalón y saqué mi miembro. Ya estaba semierecto. Lo froté contra sus nalgas. También contra su coño mojado. No me costó que enseguida alcanzara su tamaño y dureza máximos. Ya estaba preparado para recibir mi regalo de cumpleaños. Le quité el butt plug lentamente, con suavidad. Su culo cedió poco a poco y acabó saliendo. Lo dejé en la mesa. Escupí varias veces en la entrada de su culo, lubricándolo. Luego hice lo mismo con mi polla. La dejé bien resbaladiza. Finalmente, fui a por mi regalo. Apoyé la punta de mi glande en la entrada de su culo y empujé hasta que estuvo toda mi polla dentro. Vi cómo ella cerraba los ojos con fuerza y apretaba los dientes y las manos. Gimió de gusto y resopló cuando la notó toda dentro. La dejé dentro unos segundos, permitiendo que su cuerpo se acostumbrara. Pero si pensaba que iba a ser suave con mi regalo, estaba muy equivocada. Le solté un par de palmadas en el culo como aviso y luego empecé el vaivén de mi pelvis, metiendo y sacando mi polla de su culo. Su culo virgen era extremadamente estrecho. Podía notar mi miembro abriéndose paso en su interior. Mis embestidas eran fuertes, empotrándola contra la mesa. Ella se dejaba hacer, se agarraba a la mesa y gemía. Mis penetraciones eran duras y profundas, metiéndosela cada vez hasta el fondo con cada empujón. Sus nalgas ya estaban rojas del choque de mi pelvis contra ellas. Disfruté plenamente de arrebatarle la virginidad de su puerta trasera, después de tanto tiempo deseándolo. Empujé y empujé hasta llegar al orgasmos. Metí mi polla hasta el fondo de su culo y agarré sus nalgas con firmeza mientras me corría en su interior. Gruñí de placer al sentir todo mi semen inundando su culo. Cuando terminé de eyacular, finiquité con un último azote en su nalga. Saqué mi miembro de su interior, le volví a introducir el butt plug y me fui directo a la ducha, sin decir nada, dejándola tirada en la mesa, respirando intensamente y con el culo rojo.


jueves, 16 de mayo de 2019

A sus órdenes



Era media tarde cuando el sargento irrumpió en las duchas del campamento militar. Lo único que se oía era el agua caer de una de las duchas. El sargento se quedó parado en mitad de la estancia.
 - ¡Cabo Cabrera! - Gritó.
El sonido de la ducha cesó al momento. Entre el vaho que inundaba el lugar, apareció la esbelta figura de una mujer caminando con paso firme. Se plantó frente al sargento sin siquiera preocuparse de cubrirse con la toalla que colgaba de la percha. Su cuerpo desnudo y mojado se erguía rígido frente a él. Su mirada seria demostraba seguridad y disciplina. Pese la falta de ropa, los ojos del sargento no se despegaron de los de la cabo.
 - Vístase y preséntese en mi tienda de inmediato.
 - ¡Sí, señor! - Cabrera acompañó sus palabras con el saludo militar. - Para lo que usted necesite, señor.
En cuanto se giró el sargento para abandonar las duchas, apareció una sonrisa cómplice en la cara de Cabrera. Sabía para qué le reclamaba en su tienda. Se excitó solo de pensarlo.

En un santiamén se presentó la cabo en la tienda de su superior. Era una tienda algo más "sofisticada" que las de los rangos inferiores, con algo más de mobiliario, pero sin excesos. Además, no tenía que compartirla con otros soldados. Al verla llegar, el sargento se levantó para recibirla. Una vez dentro, Cabrera cerró la puerta tras de sí. Luego se paró frente al sargento, cara a cara, e hizo el saludo militar.
 - ¡A sus órdenes, señor!
Él le devolvió el saludo. 

Marta Cabrera era una atractiva y joven militar con un gran sentido de la disciplina. Su pelo era corto, rizado y completamente negro. Sus ojos marrones, a juego con su piel tostada por la continua exposición al sol. Gracias a los ejercicios físicos diarios en el campamento militar, su cuerpo estaba bien trabajado, entrenado, en forma. Un culo firme y duro. Unos pechos de buen tamaño, habitualmente bien disimulados por el uniforme militar. Pero, en aquel momento, Cabrera solo llevaba una camiseta verde militar de tirantes que le marcaba los pezones. Además de eso, un pantalón largo de camuflaje y las botas. Marta era deseada por la gran mayoría de los militares del campamento (si no todos), pero a ella solo le excitaban los superiores. Acatar órdenes le ponía cachonda. Y eso era beneficioso, principalmente, para su sargento, que siempre estaba dispuesto a exponer sus órdenes a la cabo Cabrera.

miércoles, 1 de mayo de 2019

Emitiendo con Leyre



Eran las nueve de la noche cuando sonó el telefonillo. Descolgué y oí la voz de Leyre saludándome con su habitual energía y dulzura. Había quedado con ella para cenar en mi casa. Apareció en mi puerta vistiendo un pantalón largo y ceñido de color blanco con rayas negras, y un top negro de tirantes con un buen escote. El escote hacía relucir sus grandes pechos y su pantalón dibujaba perfectamente las curvas de su cuerpo, dándole una silueta muy sensual. Estaba realmente atractiva, como siempre.
-        ¿Te gusta? – Me dijo tocándose el pelo.
Se había hecho reflejos rubios en su largo pelo castaño ondulado. Le quedaban muy bien. Le contesté que estaba guapísima, porque era la verdad, y le invité a entrar.

Leyre y yo ya llevábamos unos meses viéndonos. Lo nuestro no era nada serio, pero nos lo pasábamos muy bien juntos. Casi siempre que quedábamos acabábamos en la cama. Los dos somos muy cerdos, y eso ayudaba a que nos entendiéramos muy bien bajo las sábanas. Disfrutábamos cumpliendo las fantasías del otro. Personalmente, yo estaba encantado de poder disfrutar de la compañía de una mujer tan sexy como Leyre. Es una chica un poco más bajita que yo, con un cuerpo bien cuidado por el deporte. No solo tiene buen cuerpo, sino que además es preciosa. Un rostro joven que incluso da la impresión de inocencia, aunque yo sé de primera mano que no es así. Pero el atractivo de Leyre no se queda solo en lo físico. Es una chica muy agradable y divertida. Un poco loca. ¿Y por qué no decirlo? Folla de miedo. Sus movimientos, su lengua, su vicio... Sabía perfectamente cómo hacerme explotar de placer.

Tuvimos una cena entretenida durante la cual empezamos contándonos las novedades de cada uno, poniéndonos al día, y acabamos hablando de chorradas y riéndonos de bobadas, como nos solía pasar. Al acabar la cena nos servimos una copa y nos fuimos al sofá. La conversación fue volviéndose cada vez más picante, ya que a los dos nos encantaba hablar de sexo. Le enseñé a Leyre unos vídeos guarros que me habían llegado por un grupo de amigos y que sabía que le gustarían. Ella también veía porno de vez en cuando y yo conocía sus gustos. La cosa fue subiendo de tono y salió el tema de las webcams en directo. Leyre sabía de qué iba el tema, pero yo nunca había entrado a esas webs, así que me cogió el portátil de las manos decidida a enseñármelo. Pasando de una sala a otra nos topamos con una pareja que emitía mientras tenían sexo. Nos pareció morboso ver a gente follando en directo e interactuar con ellos. Y, entonces, a Leyre se le ocurrió una de sus ideas.
-        Juanillo… ¿Emitimos nosotros?
-        ¿Qué dices? – Me lo tomé a broma.
-        Que sí, joder. A ver qué pasa. Por probar.
Me di cuenta de que me lo decía en serio. Al principio me negué. Yo soy tímido y además me daba mal rollo que me vieran desconocidos. A Leyre le hacía tanta ilusión probarlo que acabé accediendo.
-        ¡Va Juan! Empezamos solo hablando con la gente y vemos cómo va avanzando la cosa. Si en algún momento estamos incómodos desconectamos y listo.
Cogimos un par de antifaces que formaban parte de unos disfraces de Halloween que tenía en casa y que nos servirían para ocultar aceptablemente nuestra identidad. Nos acabamos la copa de trago, nos servimos otra y nos acomodamos en el sofá frente al ordenador. Tras un rápido registro en la web, la luz de la webcam se encendió y nos vimos a nosotros mismos en la pantalla.

viernes, 12 de abril de 2019

Microrrelato: Gloryhole - Ella



Con gran incertidumbre, Natalia se metió en aquella cabina y cerró la puerta tras ella. Se encontró en un espacio reducido y oscuro. Empezó a dudar de si aquello era buena idea. En realidad, desde que se le ocurrió por primera vez, siempre había tenido algo de duda, pero el morbo por probar aquella experiencia había sido su impulso para animarse a ello. Poco a poco, su vista se fue acostumbrando a la oscuridad, hasta que consiguió discernir unos pequeños agujeros en las paredes. Eso era todo. Un pequeño habitáculo con una puerta hermética con pestillo y paredes negras. Dos de ellas, las que estaban enfrentadas, con un agujero a la altura de la cintura. Natalia sabía perfectamente para qué eran. Al fin y al cabo, para eso estaba ella allí. Se quedó de pie, sin saber qué hacer, fruto de su inexperiencia. Entonces le pareció oír un ruido en la cabina contigua. Se quedó inmóvil, esperando. Nada. Unos segundos más... Nada. Al fin, de repente, por uno de los agujeros apareció un miembro masculino flácido. A Natalia se le aceleró el corazón. Le pareció un miembro bonito, bien afeitado, apetecible, delicioso. Tardó un poco en reaccionar. Luego se arrodilló con cuidado en el suelo, frente al agujero ahora ocupado. Aquella polla desconocida quedó a escasos centímetros de su cara. Notó que se ponía cachonda. Incluso el olor le ponía cachonda. No era de gran tamaño, pero era un pene bonito. No sabía por qué, pero deseaba tener esa polla en la boca. Se relamió. Tuvo un último instante de duda, pero su obsesión con el sexo oral era superior a todo. Tragó salvia y tiró para delante. Sacó la lengua, la apoyó en los huevos y relamió hacia arriba recorriendo toda la polla hasta la punta del glande. Escuchó un suspiro proveniente de la cabina contigua. Siguió lamiendo aquel miembro desconocido. Unas cuantas lamidas más fueron suficientes para que Natalia se relajara y comenzara a disfrutar plenamente del momento. Y así, ni corta ni perezosa, rodeó la polla con sus labios y la engulló. Subió y bajó friccionando el tronco con sus labios y jugueteando con la lengua por dentro de su boca. Notó cómo poco a poco la polla se fue endureciendo en su boca y acabó llenándola por completo. A Natalia le encantaba eso, notar una polla engrandecerse mientras la chupaba. Dejándose llevar por su instinto, Natalia miró hacia arriba buscando los ojos del hombre, pero se encontró con la pared. Sabía de la importancia del contacto visual, además de excitarle ver la cara de placer del recibidor de la mamada. Sin embargo, el morbo del anonimato era la experiencia que había ido a buscar. Mientras chupaba, se le venían a la cabeza las infinitas posibilidades de cómo podría ser el hombre al que estaba deleitando con su boca. Por el aspecto de su polla, pensó que debía ser alguien joven, pero era la única pista que tenía. Le ponía cachonda pensar que se la estaba chupando a un desconocido cualquiera, simplemente por vicio, y que seguramente nunca sabría quién era. Una vez duro del todo, el miembro resultó ser más grande de lo que parecía cuando estaba flácido, pero aun así no era ningún obstáculo para Natalia. Su amor por las felaciones le había hecho tener mucha experiencia de rodillas, así que muy grande tenía que ser un pene para no caberle en la boca. Con algo de esfuerzo, pero sin excesiva dificultad, Natalia conseguía alojar todo el miembro en su garganta, hasta notar su labio inferior rozar los huevos. Llegaba a tragársela entera, y una vez ahí podía aguantar unos segundos. Cada vez que lo hacía, oía suaves gemidos de placer a través del agujero. Por su parte, ella estaba muy mojada. Toda aquella situación la excitaba demasiado. Pese a que le gustaba usar todos sus recursos para hacer una buena mamada, inevitablemente una de sus manos se le iba de vez en cuando a la entrepierna, acariciándose por debajo de la falda. Percibió que el hombre iba a correrse en cualquier momento. Aumentó el ritmo de la felación buscando su orgasmo hasta que, sin previo aviso, chorretones de semen la invadieron. Lejos de amedrentarse, siguió chupando con fuerza mientras la corrida inundaba su boca. Tragó todo lo que pudo, pero la eyaculación era cuantiosa. Le caía de la boca, resbalando por su barbilla y goteando en el escote de su blusa. Sintió el líquido caliente colándose entre sus tetas. No paró de chupar hasta que cesó la eyaculación. Natalia cogió aire y se quedó mirando la polla goteando sus babas. Lamió y succionó las últimas gotas de esperma antes de dar por concluida la mamada. El miembro despareció por el agujero. Natalia se quedó arrodillada, con semen colgando de su barbilla, tocándose con la mano por dentro de las bragas mientras pensando en lo zorra que se sentía al haberse tragado la corrida de un completo desconocido. Entonces oyó algo a sus espaldas. Se giró y descubrió que otra polla había aparecido en el agujero de la otra pared. Una sonrisa apareció en la cara de Natalia.



Lee la versión desde el otro lado de la cabina: Gloryhole - Él

domingo, 24 de marzo de 2019

Microrrelato: Gloryhole - Él



Por un lado, estaba nervioso e inseguro. Por otro, la situación era muy excitante. Estaba a un paso de vivir una experiencia muy morbosa. Con los pantalones y los calzoncillos por los tobillos, miraba el agujero en la pared sin estar del todo convencido. Tras unos minutos de duda, finalmente me lancé. Me pegué a la pared y metí mi miembro por el agujero. Mis nervios iban en aumento. Me quedé inmóvil. No pasaba nada. Pasaron unos segundos y seguía sin pasar nada. Estaba empezando a dudar de nuevo cuando, de repente, me dio un vuelco el corazón al notar una húmeda lengua recorrer mi polla desde los huevos hasta el glande. Me dio hasta un escalofrío. Después de ese lametón vinieron unos cuantos más. Unos finos labios de mujer envolvieron mi miembro. Primero solo cubrían mi glande, pero luego bajaron lentamente, y aliento húmedo y caliente de una boca fue engullendo mi polla. Esos labios suaves me producían un gran placer con su fricción. Subiendo y bajando. Mi miembro, al principio fláccido, creció rápidamente en su boca, hasta endurecerse al máximo. Notaba los labios bajando cada vez más. Cada vez era mayor la cantidad de mí que notaba en el interior de su boca. Así hasta que llegó a hacer tope. Hasta que llegué a notar el labio superior rozando mi zona púbica y el inferior tocando mis huevos. La misteriosa mujer debía tener muy controlada la habilidad de respirar por la nariz, porque fue capaz de aguantar la situación durante largos segundos. Cuando cogía aire aprovechaba para juguetear con la lengua, lamiendo todo lo que tenía a su alcance. Lamía la polla de arriba a abajo y también le dedicaba tiempo a los huevos. Después volvía a la carga. Me daba morbo no saber cómo era la mujer que estaba al otro lado de esa pared, en la cabina contigua. Podía ser joven, madura, soltera, casada, alta, baja, nórdica, latina, pija, punky, con más o menos curvas, rubia, morena, pelirroja... incluso rapada. Era excitante pensar que una mujer cualquiera había entrado allí para satisfacer su antojo oral con el miembro de un desconocido. Que ponía todo su ímpetu en regalar un orgasmo a un hombre que nunca conocería. No sabía cómo era ella, pero lo que sabía seguro es que no era la primera mamada que hacía. Me estaba encantando. Mi única aportación era quedarme quieto, dejando mi pene a merced de otra persona. Lo único que se oía era el sonido de chupeteo que acompañaba la mamada. Poco a poco esa boca desconocida me iba acercando al orgasmo. Debió de notarlo porque aumentó el ritmo de la felación. Aguanté todo lo que pude pero no sirvió para mucho. Apreté todos los músculos de mi cuerpo y exploté. Noté con mucho placer cómo eyaculaba cuantiosamente en el interior de su boca. Ella no se detuvo en ningún momento. Siguió chupando con las mismas ganas mientras mi corrida inundaba su boca. Y así estuvo hasta que se aseguró de que había dejado de correrme. Mi polla salió de su boca y quedó colgando, goteando babas. Me quedé quieto, por si decidía hacer algo más. Me salió bien porque enseguida noté su lengua relamiendo los restos de semen de mi miembro. Luego sus labios se posaron en mi glande y una succión se llevó consigo las últimas gotas que me quedaban. Tras cerciorarme de que la mamada había terminado definitivamente, me limpié con unos pañuelos, me vestí de nuevo y me fui a casa imaginando qué tipo de mujer habría sido la que tanto placer me había proporcionado con su boca.



Lee la versión desde el otro lado de la cabina: Gloryhole - Ella


domingo, 17 de marzo de 2019

Al desnudo



El profesor entró en el aula cuando ya estábamos sentados los pocos alumnos que asistíamos a la asignatura opcional de dibujo. Era una de las posibilidades para conseguir los créditos de libre elección en la universidad. Teniendo en cuenta las otras optativas, la clase de dibujo era una forma amena y entretenida de conseguirlos. Al menos para mí. Sentados frente a nuestros caballetes con las hojas en blanco, esperábamos las instrucciones del profesor para la clase de hoy. Empezamos el curo dibujando cosas sencillitas, al cabo de un tiempo ya dibujábamos paisajes bastante bien, y en la última clase habíamos dibujado cuencos de frutas y cosas por el estilo.

El profesor nos comentó que en esa clase dibujaríamos figuras humanas y, acto seguido, abrió la puerta para dar paso a alguien. Entró una joven en albornoz. Era muy guapa. Se quedó de pie, sonriendo con dulzura, mientras el profesor la presentaba como Juliana, una alumna de intercambio brasileña. Seguramente se había prestado como modelo a cambio de una remuneración económica que luego podría gastarse en las fiestas universitarias. Pese a la gruesa tela del albornoz, se podía intuir un bonito cuerpo. Solo por ver a esta mujer en ropa interior ya había merecido la pena apuntarse a la clase de dibujo.

El ejercicio estaba claro: dibujar a Juliana. Tras la breve presentación, el profesor nos indicó el tiempo el que disponíamos y le hizo un gesto a la modelo para que diera comienzo el ejercicio. Juliana se acercó a un diván que había en el centro del aula. Deshizo el nudo del albornoz ante la atenta mirada de todo, lo dejó caer al suelo y... ¡Sorpresa! Completamente desnuda. Estaba ilusionado esperando ver a esa belleza en ropa interior o bikini, pero no me esperaba esto. Su espléndido cuerpo totalmente al descubierto. Con total naturalidad, Juliana se soltó el pelo y luego se tumbó de lado en el diván, de cara a nosotros, los alumnos.

Nos costó unos segundos reaccionar, pero finalmente comenzamos a dar los primeros trazos. Lo primero era dibujar el contorno de su cuerpo, pero no sabía por dónde empezar. Comencé dibujando sus largas piernas que, perfectamente depiladas, brillaban bajo los focos del aula. Poco a poco, fui trazando las curvas de su cuerpo. Cuando acabé, me deleité con su bonita silueta. Ahora tocaba dar detalle al dibujo. La entrepierna fue fácil. Al tener las piernas cruzadas, lo único que se veía era el vello púbico recortado en forma de raya vertical. Una bonita raya negra en el paraíso. Le quedaba realmente bien. A esas alturas, ya me resultaba tremendamente difícil controlar mi erección. Yo luchaba por evitarla, pero con esa belleza desnuda frente a mí, era imposible controlarme. Mi postura estando sentado ayudaba a disimularlo. No se me notaba, pero, bajo el pantalón, mi polla estaba bien dura.

domingo, 24 de febrero de 2019

Cachorrita Luna narra un trozo de "Mi perrita Luna"

A Luna le gustó tanto el relato que le dediqué, que ha narrado un buen trozo de él con su dulce voz. ¡Disfrutadlo!




Aquí tenéis la transcripción del trozo narrado:

Sábado, 15 de julio. Llegué a casa especialmente cansado del trabajo, más que de costumbre. No me apeteció ni pasar por la habitación a cambiarme de ropa, directamente arrastré los pies hasta el sofá y me senté soltando un resoplido. Busqué el mando a distancia y vi que estaba en la mesa del comedor. Entonces silbé, y por la puerta del dormitorio apareció mi perrita Luna, tan obediente como siempre. Sólo vestía un sujetador rojo con transparencias y un tanga a juego, por lo que sus tatuajes relucían en su piel. Le señalé el mando con el dedo. Luna gateó hasta el comedor arrastrando su largo pelo rojo por el suelo como si fuera un vestido de cola. Llevaba puesta una colita peluda en el culo, que se movía de un lado a otro conforme ella iba gateando. Me encantaba esa colita, y cómo le quedaba a Luna. A ella también le encantaba, dado que desde que se la compré no había día que no se la pusiera. Cogió el mando y luego vino a traérmelo. Gateó hacia mí con los ojos brillantes y el mando en la boca.

Cuando llegó al sofá, dejó caer el mando a distancia en el sofá, junto a mi mano, y me miró con expresión de obediencia. Yo sonreí y le acaricié el pelo como gesto de satisfacción. Encendí la televisión con idea de verla, pero Luna estaba juguetona. Se colocó entre mis piernas, desabrochó mi pantalón y sacó mi polla. Enseguida noté el piercing de la lengua de Luna recorrer mi miembro de abajo a arriba. Se puso a lamer y chupar como buena perrita. Le encantaba hacerlo. Sus babas resbalaban por su barbilla y por mi polla. El piercing de su labio inferior también era una delicia. Añadía un toque extra cuando Luna tenía mi polla en la boca. La televisión estaba encendida porque sí, ni la miraba ni la escuchaba. Solo podía echar la cabeza atrás y dejar a Luna disfrutar con su juguete. Lo lamió todo, incluido cada centímetro de mis huevos. Con ellos también le gustaba divertirse, pero sobre todo con la polla. Las pocas veces que paraba para coger aire o descansar, una prominente sonrisa dominaba su rostro. Me encantaba ver disfrutar a mi cachorrita.

No le costó mucho recibir su recompensa, la cual se había ganado como buena perrita. Notó que estaba a punto de llegar al clímax, y siguió chupando con fuerza mientras su mirada, clavada en mis ojos, pedía leche. Sin avisar, lo cual sabía de sobra que era innecesario, comencé a correrme en la boca de mi perrita. Noté cómo el estrés de todo el día salía de mi a chorros. Fue una tremenda corrida, pero Luna estaba entrenada para eso y más. Con los ojos relucientes de felicidad, abrió la boca para enseñarme su recompensa. Algo de semen desbordó por los labios y resbaló por su barbilla y su cuello. De un trago, mandó toda leche directa a su estómago, para luego reír divertidamente.

Mientras yo descansaba de semejante mamada, Luna jugueteaba con el semen que había resbalado hasta su pecho. Lo recogía con el dedo y luego lo lamía. Pocas cosas le gustaban más a mi perrita Luna que lamer, y su leche de recompensa.
- ¿Creías que no me acordaría de tu cumpleaños? Con lo buena perrita que eres… - Dije entonces señalando la parte de atrás del sofá.


El relato original: Mi perrita Luna

El perfil de Twitter de Luna: @CachorritaLuna



lunes, 18 de febrero de 2019

Microrrelato: Gracias



Quitaron las sábanas de la cama. Si ya hacía suficiente calor en esa época del año, aún más al juntarse dos personas en la misma cama. Juan se tumbó llevando únicamente su pantalón corto de deporte con el que solía dormir, y sin camiseta. Ana, por su parte, estaba en braguitas y llevaba una camiseta corta holgada. Se dieron las buenas noches. Ana le agradeció una vez más a Juan haberle dejado quedarse en su casa a dormir ante el imprevisto que le había surgido. De nuevo, él volvió a repetirle que no le suponía ningún problema. Dicho esto, se hizo el silencio y ambos se dispusieron a dormir. Unos minutos después, Ana, que aún no se había dormido, se percató de algo. Había un bulto en el pantalón de Juan. Evidentemente, era una erección. La verdad es que Ana tenía muy buen cuerpo, y estaba muy sexy en braguitas. A Juan le gustaba Ana desde hacía tiempo, y Ana también le gustaba Juan. Le habría encantado abalanzarse sobre él y transformar aquella cama en escenario de lujuria y vicio. Pero Ana tenía novio. Deseaba fundirse con el cuerpo de Juan, pero no podía. Ojalá agradecerle con sexo el detalle de permitirle dormir en su casa. Consiguió reprimir sus instintos, pero aún así quería agradecer adecuadamente a Juan haberle dejado su cama y, además, no haber hecho el mínimo acercamiento sexual con ella a sabiendas de que tenía pareja. Un caballero y buen anfitrión. Se lo había ganado, así que Ana deslizó su mano por la cama hasta acariciar el pecho de Juan. Él se giró, mirándola extrañado. La mano de Ana fue bajando suavemente por su torso hasta colarse por dentro de su pantalón de deporte. Agarró la dura polla de Juan y empezó a masturbarle. Los dos estaban inmóviles en la cama, mirándose a los ojos. La paja iba aumentando de ritmo y la respiración de Juan cada vez era más agitada. Ana cada vez le masturbaba más rápido. Más y más. No paró hasta notar el semen espeso y caliente resbalando por su mano. Juan gimió y se retorció mientras se corría. Ana no paró de masturbarle hasta haberle sacado la última gota. Le excito muchísimo haber hecho a Juan correrse, aunque fuera una simple paja. Cuando acabó el orgasmo de Juan, la mano de Ana estaba totalmente pringada. Se acercó a Juan en la cama y le susurró al oído: Gracias.


viernes, 15 de febrero de 2019

Iniciación en el bukkake



Los dos jadeábamos sin parar. Tirados en la cama, desnudos y exhaustos por el polvazo que acabábamos de echar. Mi vecina Eva y yo disfrutábamos de nuestro habitual plan de domingo.  ¿Qué mejor plan que cruzar el rellano en busca de un orgasmo? Aquel día había sido yo quien, cachondo perdido, había llamado a la puerta de Eva. Y Eva no sabía decirme que no. Ahora ella estaba acostada junto a mí, con la pierna por encima y acariciándome la polla. Le encantaba manosearla cuando estaba flácida, aunque obviamente prefería aprovecharla cuando estaba dura.
 - Hay algo que me gustaría probar... - Dijo mientras jugueteaba con mi miembro.
 - Miedo me das, jajaja. - Bromeé yo.
Algo genial de nuestra "relación" era que nos sentíamos libres de proponer cualquier deseo sexual que nos rondara, y casi siempre contribuíamos a satisfacer la curiosidad del otro.
 - Tengo curiosidad por los bukkakes. - Confesó.
 - ¿En serio? Sabes lo que es, ¿no?
Me extrañó. Sabía muy bien cómo le ponía a Eva que se corrieran en su cara, pero de ahí a querer un bukkake había un buen salto.
 - Sí, imbécil, jajaja. He visto vídeos. Creo que me podría gustar. Incluso he fantaseado alguna vez con ello.
Se acarició suavemente la cara, como si notara el cálido esperma resbalando por sus mejillas.
 - Pues si quieres yo llamo a unos amigos. - Yo seguía bromeando. - ¿Cuántos quieres? ¿20? ¿30?
 - Noooo, jajajaja. ¿Estás loco? Jajajaja.
 - Bueno, pues tú dirás.
 - No sé. Había pensado decírselo a tres o cuatro chicos con los que tenga mucha confianza. No quiero ningún desconocido ni nada por el estilo. Sería incómodo. Y creo que con tres o cuatro para una primera toma de contacto no está mal.
 - Osea que vas en serio.
 - Sí, sí. Lo llevo tiempo pensando, pero últimamente me he animado a intentarlo.
 - Pues cuenta conmigo.
 - No, no. Tú no estás invitado, jajaja.
 - ¿Cómo qué no?
 - Nada, nada. No quiero tu sucia corrida en mi cara, jajajaja.
 - Ah, ¿no? ¡Pues te vas a cagar!
Me lancé a por ella entre risas y volvimos a follar hasta, obviamente, correrme en su cara.

Al principio pensaba que era algo que se le había ocurrido cuando iba cachonda perdida y que lo acabaría dejando pasar. Sin embargo, Eva se tomó en serio su intención de probar un bukkake. Y así me lo demostró un par de meses después cuando me llamó por teléfono.
 - ¿Sigues dispuesto a participar?
 - ¿Yo? Claro.
 - Estaba pensando en hacerlo este sábado por la noche en mi casa.
 - Me apunto.
 - Guay. Contigo somos cinco. Bueno, cinco chicos y yo.
 - ¿Estás segura de esto, Eva?
 - De hecho, estoy ilusionada. Sois de confianza así que, si en algún momento no estoy cómoda y quiero parar, sé que no pondréis problema.
 - Vale, pues nos vemos allí. ¿Tengo que hacer algo?
 - Nada. Bueno, si puede ser no folles ni to toques hasta el sábado, jajajaja. Resérvalo para mí.
 - Lo intentaré, jajaja.

lunes, 28 de enero de 2019

Una despedida muy Molona



Mis amigos y yo habíamos alquilado un apartamento en la playa para pasar una semana de vacaciones. El primer día ya avisó de cómo sería el resto de la semana: soleada y calurosa. Nada más llegar, dejamos las maletas tiradas en el apartamento y salimos rápidamente a disfrutar de la playa. Lo primero fue un buen chapuzón en el mar. Eso quita todos los males. Y luego a descansar. Nos tiramos en las toallas dejando que el sol se encargará de secarnos. Fue entonces cuando apareció el primer indicio de que la semana iba a ser mejor de lo esperado.

De entre las aguas emergió de repente una mujer absolutamente escultural caminando hacia la orilla. Su esbelto cuerpo mojado brillaba bajo el sol. Me quedé embobado viéndola salir del mar. Su pelo era castaño y un poco más claro en las puntas, y caía mojado por su pecho hasta pasados los senos, pegándose a su piel. Sus pechos eran pequeños pero bonitos y muy bien puestos, proporcionados con su cuerpo. Caminaba de forma sensual, con sus largas piernas avanzando por el agua. Y todo ese sensacional cuerpo decorado por un piercing que destellaba en su ombligo bajo la luz solar.

Por si no hubiera sido suficiente la magnífica primera impresión, resulta que el plato fuerte llegó cuando alcanzó la orilla. En cuanto se dio la vuelta, se me quedaron los ojos como platos ante la visión de ese increíble culo. Uno de los mejores culos que había visto en persona. Era redondito, terso, firme, bien puesto... Y se notaba entrenado. Lo pude admirar perfectamente porque aquella mujer lucía un tanga negro que apenas le cubría.

Cuando salió definitivamente del agua, se tumbó en su toalla con otras dos mujeres, justo al lado nuestro. Avisé a mis amigos y las miramos disimuladamente. Eran tres mujeres muy atractivas. Y por eso, al cabo de un rato, mis amigos se animaron a decirles algo. Ellas también estaban de vacaciones en la playa, como nosotros. Desde el principio fueron muy simpáticas y en seguida entablamos amistad. El resto de la semana hicimos muchas cosas todos juntos. Quedábamos para ir a la playa, para ir a cenar, para salir por la noche... Con la que más hablaba yo era con la que había visto salir del mar el primer día. No solo era la más atractiva de las tres, sino que además era la más divertida. Era una crack, por eso la habíamos apodado Molona. Fue una sorpresa cuando me enteré de que tenía unos diez años más que yo. No los aparentaba para nada. Era una madurita muy bien cuidada. Bromeaba con ella sobre que era una MILF y ella se reía y decía sentirse orgullosa.

domingo, 13 de enero de 2019

Microrrelato: Esposado al placer (Versión Zorricienta)



Mi amiga Zorricienta y yo hemos escrito una versión alternativa del relato "Esposado al placer", escrita desde el punto de vista de la mujer. Además, Zorricienta ha tenido el detalle de narrar el relato con su dulce y sensual voz para nuestro disfrute.


Aquí tenéis el relato narrado:



Esta es la transcripción del relato:

Esta historia ocurrió una noche que estaba sola en casa y estaba muy, muy caliente. Tan caliente que decidí invitar a mi amigo Juan a casa. Le envié un mensaje en el que solo ponía "Estoy cachonda”. Con eso bastó para que en unos minutos apareciera en mi casa. Le abrí la puerta completamente desnuda, acariciándome el pelo de forma sensual. Cogí a Juan de la mano y me lo llevé directamente al dormitorio. Allí le senté en la cama y empecé a quitarle la ropita poco a poco. Me di cuenta del bulto que llevaba en su pantalón. Ya la tenía dura. Se la acaricié por encima de la ropa. Sabía que era por mi culpa y eso me ponía muy cerda. Le quité el pantalón muy lentamente, haciéndole sufrir. Su polla estaba tan dura que, cuando le bajé los bóxers, salió disparada y casi me da en la cara. Saqué la lengua y jugué con ella alrededor de su glande, pero no llegué a tocar su polla. Estaba en modo cabrona y me divertía ser mala con él. Notaba en su cara que estaba desesperado por que me la metiera en la boca. En vez de eso, tumbé a Juan en la cama y saqué las esposas del cajón de mi mesita. Nos miramos y nos sonreímos así con complicidad. Después de esposarle las manos al cabezal de la cama, le besé el cuello y fuimos bajando lentamente hasta llegar a su polla y metérmela en la boca. Se la chupé lentamente, disfrutándola. Desde abajo hacia arriba. Sin parar. Mirándole a los ojos mientras lo hacía.
Una vez satisfecho mi antojo de sexo oral, me senté sobre él y empecé a follármelo mientras seguía esposado a la cama. Primero lento, y luego más fuerte, asegurándome de que sentía mi coñito caliente rodeando toda su polla.

Cuando me dijo que estaba a punto de correrse le grité que no lo hiciera, que aguantara un poco más. Yo también estaba a punto. Afortunadamente, pudo aguantar lo suficiente para que llegáramos juntos al orgasmo. Se corrió conmigo, sintiéndolo todo bien caliente como a mí me gusta. Un puñetero placer. Espectacular.




jueves, 3 de enero de 2019

Infiltrada




Las luces bajaron al mínimo de intensidad. Los focos se encendieron. La música empezó a sonar. Las conversaciones se detuvieron de golpe y comenzó el griterío de hombres excitados. A través del telón se intuía una sombra esbelta.
 - ¡Con todos ustedes... Katia! - Anunció un hombre en ruso.
Apareció en el escenario una mujer muy atractiva vestida de colegiala. Era rubia, alta, con el pelo recogido formando dos coletas. Llevaba gafas redondas, blusa con un nudo por encima del ombligo, la típica faldita a cuadros muy corta y tacones. Era joven, debía tener treinta y pocos años. Caminó por una pasarela al compás de la música, luciendo sus largas piernas, siempre muy bien cuidadas, que la alzaban en lo que sería aproximadamente un metro ochenta. A ambos lados del camino, los hombres le gritaban cosas y estiraban los brazos con la esperanza de llegar a tocar sus piernas. Llegó al escenario central, que constaba de un círculo rodeado de público con una barra de poledance. Se agarró a la barra y empezó a bailar bajo la atenta de mirada de todos esos rusos medio borrachos. Tras unos minutos de sensuales movimientos, deshizo el nudo de la blusa y se la quitó sin dejar de seguir el ritmo de la música, desvelando un sujetador blanco. Le llovieron los primeros billetes. Poco después le tocó el turno a la faldita. Ésta se la quitó muy lentamente, bajándola hasta los tobillos de forma que se inclinó mostrando el culo a todos. Era un culo perfecto. Redondo, firme, terso, respingón... Y sus andares por el escenario le daban un movimiento hipnótico. Llevaba puesto un tanga extremadamente fino, del mismo color que el sujetador. También quedaron a la vista un par de tatuajes. Una serpiente envolviendo una manzana decoraba su pelvis. En la zona baja de la espalda, justo encima del culo, tenía un tatuaje de estilo tribal. Se sucedieron las posturas provocativas y los movimientos sensuales. Dejó pasar un rato desde que se quitó las primeras prendas hasta que hizo lo mismo con las últimas, lo cual exasperaba ligeramente al público, que estaba deseando verla desnuda. Tras provocar un poco más al gentío, se llevó las manos a la espalda y se desabrochó el sujetador. Se quedó inmóvil unos segundos, sonriendo, lo que impacientó un poco más al público. Finalmente dejó caer la prenda. El ruido del local aumentó del golpe cuando todos vieron sus tetas. Eran grandes y bonitas, además de bien puestas, con unos pezones que a esas alturas ya estaban duros. Se acarició los pechos para deleite de los allí presentes. La canción estaba acabando, así que tenía que rematar la faena. Del mismo modo que había hecho antes con la falda, ahora se bajó el tanga. Tras quitárselo, lo lanzó al público, lo cual provocó unos cuantos codazos entre el público para hacerse con la prenda. El culo de Katia, aunque impresionante, no era nada nuevo, ya que con el finísimo tanga quedaba totalmente a la vista. La parte delantera, sin embargo, fue el último reclamo. Sentada en el suelo, abrió las piernas acrobáticamente mostrando su sexo totalmente depilado. Aun le dio tiempo a unos pocos giros más alrededor de la barra de poledance antes de que acabara el tiempo de su espectáculo. Cuando la música cesó, hizo un par de reverencias y se quedó nos segundos recibiendo el aplauso del público. Su cuerpo sudoroso brillaba ante los intensos focos. Era un cuerpo increíble, sin un solo defecto, y totalmente natural. Los hombres le gritaban cosas desde abajo del escenario. Cosas que no entendía pese a su dominio del idioma, ya que todos gritaban al mismo tiempo. De todas formas, sabía que probablemente lo que le decían era toda clase de perversiones sexuales que le harían. Al estar a contraluz, ella no podía distinguir a la gente del público, pero ellos sí que la veían a ella perfectamente. Finalmente, recogió su ropa del suelo y se marchó con paso decidido a los vestuarios.

Ya se había vestido y arreglado de nuevo cuando abandonó los vestuarios y se mezcló entre los clientes del local. Allá por donde pasaba, los hombres la miraban sin disimulo alguno. Se dirigió hacia un hombre con uniforme militar. Sabía quién era, el general de una organización armada y clandestina. Era un hombre corpulento, musculado y con una gran barba. Una persona extremadamente peligrosa. Estaba sentado, bebiéndose tranquilamente su copa, y era de los pocos que mantenía la decencia y la compostura. Sonrió al verla llegar. Katia se sentó en su pierna y se hizo la simpática ante sus comentarios de galán. O de lo que él creía que era un galán. Tras darle las gracias por los cumplidos, se acercó a su oído y le susurró en perfecto ruso:
 - ¿Te apetece un baile privado?
El hombre miró su escote, sus piernas... Incluso acarició su culo. Pareció gustarle lo que tenía delante, porque accedió a su petición con una sonrisa.