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domingo, 12 de enero de 2020

Microrrelato: Bienvenido a casa



Llegué a casa cansadísimo del trabajo. Había sido un día muy duro. Cerré la puerta, dejé mis cosas en la mesita del recibidor y entré al salón resoplando. Allí me encontré a Marta. Estaba desnuda y arrodillada en el suelo. Tenía el rostro serio y la mirada fija en mí. Me quité la chaqueta del traje y la dejé sobre una silla. Luego caminé despacio hacía ella, disfrutando de este momento previo de tensión sexual y excitación. Llegué hasta ella y la observé desde arriba. Marta no apartaba sus ojos de los míos. Acaricié su pelo con ternura. Ella abrió la boca lentamente, para luego sacar la lengua. Sonreí. Bajé la bragueta del pantalón y saqué mi miembro. Acaricié la mejilla de Marta con la punta de mi glande. Suavemente. Le di un par de golpecitos en su húmeda lengua, flojito, con dulzura. Moví la pelvis hacia delante y puse mis huevos sobre su lengua, en su boca abierta. Marta empezó lamiéndome los huevos para poco después ya comérmelos en toda regla. Mi polla se fue endureciendo frente a sus ojos. Sabía que eso le ponía cachonda. Casi podía oler sus flujos resbalando por su entrepierna. Mi polla, ya algo endurecida, descansaba sobre su cara mientras mis huevos seguían en su boca. Me recreé observando esa imagen. Toda una delicia. Con la polla ya completamente dura, saqué mis huevos de su boca. Marta se quedó con la boca abierta y la lengua fuera. Mirándome. Ofreciéndose como objeto sexual para mí. Apoyé la punta de mi polla en su lengua y fue metiéndola poco a poco en su boca hasta que mis huevos tocaron su barbilla. La mantuve unos segundos. Una lágrima brotó de uno de los ojos de Marta y resbaló por su mejilla. Luego la saqué igual de lentamente. A Marta se le escaparon unas toses, pero enseguida volvía a estar en su posición habitual con la boca abierta. Volvía a meterla toda en su boca, esta vez más rápido. Y cada vez más rápido. En un abrir y cerrar de ojos estaba agarrando a Marta del pelo con fuerza mientras mis huevos rebotaban furiosamente contra su barbilla. Podía incluso notar la punta de mi polla rascando el fondo de su garganta cada vez que la metía hasta el fondo. Tras un buen número de embestidas bucales solté de pronto a Marta. Tosió y respiró hondo, recuperando el aire que le había estado faltando. Miró de nuevo hacia arriba y vi sus ojos llorosos brillando de excitación. Atisbé una ligera sonrisa en su rostro, pero enseguida volvió a adoptar un semblante serio. La saliva le resbalaba por la barbilla, formando algunos hilillos de babas colgando, pero también bajando por su cuello hasta mojar sus tetas. Golpeé la cara de Marta con mi polla dura y babeada. Golpes fuertes, nada que ver con los suaves golpecitos del principio. Ahora estaba demasiado cachondo y fuera de mí como para contenerme. Y me encantaba golpear la preciosa cara de Marta con mi polla. Sabía que a ella también le encantaba. Fueron unos pocos segundos de descanso y enseguida estaba otra vez follándome su boca. Agarrándola del pelo para que mis duras penetraciones en su boca no le hicieran perder el equilibrio. Me estaba sirviendo mucho de desahogo tras un día de mierda, pero no era suficiente. Clavé mi polla en la garganta de Marta y empujé su cabeza con fuerza contra mi entrepierna. Su nariz se clavaba en mi zona púbica. Sus ojos en los míos pidiendo clemencia. Hice a Marta aguantar unos cuantos segundos así. Sabía que ella era capaz. Y finalmente la solté de nuevo. "Arriba", dije con seriedad, sin dejarla apenas tiempo para respirar. Ella obedeció. Señalé la mesa del comedor. Marta fue hasta ella y se inclinó hasta tumbar la parte superior de su cuerpo, aplastando sus tetas en la mesa y dejando el culo a punto de caramelo. Luego abrió las piernas mandándome una señal de que ya estaba lista. Me puse detrás de ella. Apoyé la punta de mi polla en su ano y empujé hasta meterla por completo en su culo. Marta apretó los dientes. Me quedé inmóvil unos segundos, dentro de Marta, dejando que su cuerpo se acostumbrara a la invasión. Después, al igual que había hecho antes con su boca, fui metiéndola y sacándola de su culo cada vez más rápido. Su estrecho agujero friccionaba deliciosamente con mi miembro, provocándome un gran placer. La mesa temblaba con cada embestida. Mis pelotas golpeaban violentamente su coño cada vez que mi polla entraba hasta el fondo. Cuando dejaba descansar mi miembro en su interior, notaba en mis huevos el húmedo calor irradiando de su coño. La penetré analmente con dureza una y otra vez, descargando todo mi estrés del día con Marta. No me detuve hasta que, finalmente, saqué mi polla de su culo justo en el momento en que me iba a correr. Descargué mi corrida sobre su culo enrojecido. Algunos chorros de semen salieron con más fuerza y cayeron en su espalda. Marta jadeaba intensamente mientras eyaculaba en su cuerpo. Acabé de correrme y restregué mi glande por su nalga, limpiándome las últimas gotas de semen en su piel. Ya mucho más relajado, y sin dirigir palabra a Marta, me fui directo a la ducha.