Todos los relatos que aparecen en este blog han sido escritos por mí. Ninguno ha sido copiado de ninguna otra web de relatos y se ruega que, del mismo modo, tampoco sean copiados (excepto consentimiento expreso). Gracias.

martes, 25 de octubre de 2016

Conociéndose a fondo



Mar leía relajadamente durante su trayecto en autobús hasta casa, enfrascada en la trama de la historia. Tan metida estaba en su lectura que ni se enteró del hombre que se le había sentado al lado. Por eso se sobresaltó ligeramente cuando oyó una voz que le preguntaba:
 - ¿Qué lees?
Era un hombre de aproximadamente su misma edad. Era guapo, moreno, con barba de pocos días recortada. Sus ojos de color marrón oscuro se clavaban interrogantes en los marrones claros de Mar. Ella le contestó acompañando su respuesta con una sonrisa. Los dos se pusieron a hablar sobre libros. Enseguida a Mar le pareció un hombre agradable y cerró el libro. El tema derivó en otro tema, y luego en otro. Unas pocas paradas después Mar llegaba a su destino, y por lo visto el otro hombre también, ya que los dos bajaron del autobús. Habían hablado pero ni siquiera se habían presentado.
 - Soy Juan, por cierto.
 - Yo Mar, encantada.
Se dieron dos besos. A Mar le gustó mucho cómo olía Juan. A Juan le embriagó el suave y dulce tacto de los labios de Mar en su mejilla. Se quedaron unos segundos quietos, a punto de despedirse pero sin que ninguno de los dos realmente quisiera irse. Al final Juan dio el paso.
 - ¿Tienes tiempo para tomar un café?
 - Sí, la verdad es que me gustaría tomarme uno.

Juan y Mar acompañaron sus cafés con una agradable conversación. Mar se reía de los chistes malos de Juan y a él le encantaba oír su risa. La sonrisa de Mar le encandilaba, además de su pelo morado oscuro que dejaba destellos rojizos con la luz del sol. Se habían conocido ese mismo día, pero parecían amigos desde siempre. El brillo en los ojos de los dos evidenciaba que se gustaban. Se les pasó el tiempo volando. Juan se dio cuenta de la hora y dijo:
 - Ya es tarde, tengo que cenar pero... Si te apetece puedes venirte a casa a cenar. Vivo aquí al lado.
Mar dudó un poco. No estaba del todo segura. Finalmente se atrevió.
 - Vale, vamos.

La cena fue igual de bien que el café de antes. Mar se alegraba de haber aceptado la invitación de Juan. Después de la cena llegó el momento de tomarse una copa en el sofá. Estaban sentados muy cerca, llegando a rozarse con algunos movimientos. Mar estaba cada vez más caliente, deseando tirarse encima de Juan. Así pues, al siguiente silencio largo que hubo Mar no se lo pensó y se lanzó a besarle. Sus labios encajaron perfectamente con los de Juan, que no dudó en devolver el beso. Tras unos segundos de apasionado beso, Mar se abalanzó sobre Juan, quedando ambos tumbados en el sofá. Las manos de uno recorrían con ganas el cuerpo del otro. Ambos estaban tremendamente excitados. Mar notó que aparecía un bulto en el pantalón de Juan. Pasó la mano acariciándolo por encima.

viernes, 7 de octubre de 2016

Polvo de Mónica con público



Paseaba por el club de intercambio de parejas con una copa en la mano y con la idea de encontrar a alguna mujer interesante. Aunque el club tenía una gran cantidad de miembros, siempre te cruzabas con alguien con quien habías tenido alguna experiencia. Las sonrisas eran inevitables. Caminé de sala en sala hasta que me topé con Mónica en una de ellas. Estaba en una esquina, sentada sobre la pierna de un hombre, que a su vez estaba sentado en un sillón. Se estaban besando. Más que besando, se estaban comiendo. Se notaba en sus besos que estaban deseando follarse. Visto lo visto, lo de buscar diversión se le había dado mejor a mi novia que a mí aquella noche.

Me quedé observándoles, viendo la mano de Mónica acariciar la entrepierna de aquel hombre por encima del pantalón. Esperaba que en cualquier momento se levantaran y se fueran a una habitación. Sin embargo, el hombre no podía esperar. Se bajó la bragueta del pantalón y sacó el miembro por la obertura. Luego cogió la mano de Mónica y la llevó a su entrepierna. En el rostro de Mónica apareció una sonrisilla cuando notó el pene semierecto del hombre en su mano. Lo agarró con fuerza, aprisionándolo entre sus delicados dedos. Ambos se miraron fijamente a los ojos durante unos segundos, mientras ella acariciaba el pene. Seguidamente, Mónica se dejó caer de la pierna de aquel hombre hasta quedarse arrodillada frente a él. Su carta de presentación fue un beso en la punta de la polla, para luego dar un lento lametón desde los huevos hasta el glande. A mí me encanta que empiece así.

Me senté en un sofá que había frente a ellos en la sala, dispuesto a disfrutar del espectáculo. Me excitaba muchísimo que mi novia estuviera comiéndose una polla a la vista de todo el mundo. Y a ella seguro que también le excitaba. Algunos miraban discretamente, otros sin disimulo alguno. Mónica, conocedora de ello pero al mismo tiempo ajena, lamía y succionaba la polla ya dura del hombre. Disfrutando cada centímetro de ella. Y disfrutando cada segundo de la mamada.