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miércoles, 27 de julio de 2016

Calentón en la playa nudista



Mi amiga Lorena y yo dejamos las toallas y demás cosas en el maletero y nos subimos al coche rumbo a la playa. No era la primera vez que nos íbamos los dos a la playa, a ambos nos gustaba disfrutar de la arena y del mar. Cuando llegamos al punto de la carretera en el que habitualmente nos desviábamos hacia la costa, se nos ocurrió cambiar por una vez. Por ello condujimos un poco más esperando encontrar un trozo de playa que no conociéramos y que, con suerte, no estuviera muy lleno de gente. Tras unos kilómetros, vimos unos coches aparcados y decidimos probar suerte allí. Dejamos el coche junto a los demás, cogimos nuestras cosas y nos encaminamos por un camino de madera que se adentraba en la playa.

Cuando ya casi podíamos tocar el mar con la punta de nuestros dedos, un cartel se impuso en nuestro camino. Un cartel que a los dos nos pilló por sorpresa. Un cartel en el que estaba escrito "Playa nudista", acompañado por un par de símbolos tachados que advertían de la prohibición de acceder con ropa y de hacer fotografías. Lorena y yo nos miramos riendo. Sin embargo, la risa fue disolviéndose y empezamos a planteárnoslo en serio. Podría ser un poco incómodo al principio pero prometía ser divertido.
 - ¿Vamos? - Me atreví yo, acompañando la pregunta con un gesto con la cabeza.
 - ¿En serio?
En un abrir y cerrar de ojos estaba guardando mi bañador en la bolsa, y Lorena hacia lo mismo con su bikini. Completamente desnudos, ambos nos adentramos en la playa.

Caminamos un rato hasta decidir dónde colocarnos. Durante ese tiempo, actué con la mayor naturalidad que pude, pero no podía evitar mirar a nuestro alrededor de vez en cuando. Había de todo. Desde señoras mayores sin una pizca de vergüenza hasta mujeres jóvenes con cuerpos bonitos exhibiéndolos bajo el sol. Y por supuesto había tanto hombres como mujeres. Una vez colocadas las toallas, nos tumbamos en ellas para tomar un poco el sol antes de bañarnos en el mar, como habitualmente hacíamos. Las marcas del bañador y el bikini en nuestra piel desvelaba que éramos novatos en el nudismo. Hasta entonces había evitado mirar mucho a Lorena para no sentirnos incómodos, pero cuando nos pusimos crema comencé las miradas disimuladas. Era muy erótico observar cómo se tocaba todo el cuerpo, untándolo de crema. Sus tetas, su vientre, sus largas piernas... Todo embadurnado de crema. Sus pechos no eran muy grandes pero sí bonitos y bien puestos, algo que ya había imaginado después de verla tantas veces en bikini. Su entrepierna lucía un vello púbico muy corto, que de hecho le quedaba bien. Mi amiga Lorena era una mujer muy atractiva, y más de una vez había deseado ver su cuerpo desnudo. Me costó mucho aguantar sin tener una erección, y aún más cuando nos pusimos crema en la espalda el uno al otro.

Nos pusimos a tomar el sol. Me costó al principio pero poco a poco me fui acostumbrando y me sentí cada vez más cómodo en aquella situación. Los nudistas habituales estaban acostumbrados, pero para mí era algo nuevo estar rodeado de mujeres desnudas en la playa. Solo con el cuerpo de mi amiga Lorena ya habría sido suficiente para empalmarme.

El sol empezó a hacerse insoportable así que decidimos darnos un baño. El mar estaba frío, pero soportable. Nos pusimos a hablar con tranquilidad en el mar. El cuerpo de Lorena era aún más espectacular ahora que estaba mojado, y el agua fría había endurecido sus pezones. Me relajé al estar cubierto por el agua y mi pene fue endureciéndose poco a poco. Al final ya hablaba con Lorena con una completa erección bajo el agua. En cierto momento la marea nos balanceó y la punta de mi miembro golpeó la pierna de Lorena. Eso provocó unos segundos de silencio incómodo en los que yo me preguntaba si lo habría notado y ella se preguntaba si había sido mi polla lo que la había tocado. En realidad no era para tanto, pero éramos amigos desde hacía tiempo y la situación se estaba volviendo cada vez más violenta.

Lo que ocurrió después me sorprendió tremendamente. En lugar de incomodarse, Lorena se acercó de golpe a mí y su mano envolvió mi polla. Su cuerpo se pegó al mío en un placentero abrazo. Y así, con sus duros pezones clavados en mi pecho y su mano acariciando mi polla, Lorena me dijo al oído:
 - Joder, qué cachonda estoy...
Yo contesté sin palabras, pasando mi mano por su espalda y deslizándola por debajo de su culo. Su suspiro delató que había notado mis dedos acariciar su coño bajo el mar. Después de eso nos besamos efusivamente, lo cual después de habernos tocado como lo hacíamos ya no era gran cosa. Estuvimos un rato en el mar abrazándonos y besándonos mientras bajo el mar nos masturbábamos el uno al otro, con otros bañistas a nuestro alrededor ajenos a lo que nos traíamos entre manos. Yo miraba a la gente de la playa, estimulando mi vista con todas las tetas que alcanzaba a ver.

Llegamos a tal punto que solo había dos opciones: parar o acabar follando salvajemente en el mar en frente de todos. La vergüenza nos hizo inclinarnos por lo primero, así que dejamos de tocarnos el uno al otro y salimos a secarnos al sol. Yo tuve que salir cinco minutos después, para evitar exhibir a todo el mundo mi erección. Llegué a la toalla bajo la atenta mirada de Lorena, que ya no se cortaba en mirarme, y yo tampoco en mirarla a ella.

Ya era mediodía y seguíamos en la playa. La gente iba abandonando la arena para ir a comer, y nosotros seguíamos ahí.
 - ¿Qué hora es? Yo ya tengo hambre. - Dijo Lorena.
Me lo puso demasiado fácil.
 - Si quieres yo tengo algo para que comas...
Lorena sonrió y me miró la entrepierna con una mirada traviesa. Eso me dio mucho morbo.
 - ¿Aquí?
Yo solo sonreí. Lorena miró hacia un lado y hacia otro. No teníamos a nadie cerca. Había más gente en la playa pero algo alejada, y estaban tumbados al sol sin preocuparse por lo que hacíamos. Lorena se acostó en la toalla con la cabeza a la altura de mi entrepierna, se metió mi polla en la boca y empezó a chupármela.
 - Está saladita... Jajajaja.

Lorena lamía y succionaba mi miembro sin importarle que se nos pudieran ver. Yo miraba a nuestro alrededor y veía a lo lejos a nudistas ajenos al sexo oral que se estaba llevando a cabo. Ella chupaba y chupaba, con su melena negra volando al ritmo de la brisa marina. Solo paró un momento para disimular ante una pareja que paseaba por la orilla, y que a juzgar por sus cuchicheos se habían dado cuenta de lo que pasaba. Lorena chupó mi polla hasta limpiarla completamente de sal, huevos incluidos.

Sin previo aviso, movida por el calentón que llevábamos encima, Lorena se incorporó para luego sentarse a horcajadas sobre mí. Mi instinto me llevo a mirar a los lados pero las parejas de nudistas que se veían por la playa no parecían fijarse en nosotros. Lorena se sentó en mi polla, la cual entró hasta el fondo, y luego se acostó sobre mí. Sus tetitas se oprimieron contra mi pecho y su pelo aun mojado cayó por mi cuello cuando ella me besaba. Empezó a moverse y yo acompañé también el movimiento en lo que era el comienzo de un polvo muy caliente. No solo por el sol, sino también por lo excitados que estábamos.

Cuando no me besaba la boca, me besaba el cuello o lo mordía. Un acompañamiento perfecto para la increíble sensación de mi polla entrando y saliendo de su coño. Nuestros movimientos se compenetraban perfectamente. Sus suaves gemidos eran música para mis oídos. El sol pegaba fuerte y lo notábamos cada vez más.
 - Tenía que haberme echado crema en la espalda otra vez. - Bromeó ella.
 - Tranquila que ahora te echaré yo de la mía...
 - Mmmm... - Y acompañó ese sonido con un guiño.

Nos dimos la vuelta en la toalla y ahora era su turno de estar debajo. Antes de seguir follando hundí mi cabeza en su pecho lamiendo sus tetas y mordiendo sus pezones. Era delicioso y a Lorena parecía gustarle por como me agarraba del pelo. Después le separé más las piernas con las manos y se la volví a meter. Me acosté sobre ella adoptando la típica postura del misionero y ella entrelazó las piernas por detrás de mí. Ahora era yo el que le mordía el cuello. Nuestros cuerpos ya estaban sudando a raudales. Ese sexo sudoroso y en público nos ponía más cachondos a cada minuto que pasaba.

El golpeo de los rayos del sol en mi espalda se estaba haciendo insoportable así que decidimos ponernos los dos de lado, haciendo la cucharita. Lorena me daba la espalda y yo desde detrás, apoyado sobre el costado derecho, la penetraba rápidamente con un frenético movimiento pélvico. Ella también movía la cintura, haciendo placenteros movimientos con el culo. Mi brazo derecho pasaba por debajo de su cabeza, sirviéndole de almohada. El izquierdo acariciaba en ocasiones su nalga y en otras sus tetas. Recorrer cada rincón de su delicioso cuerpo con la mano era una maravilla. Me entretuve pellizcando y acariciando su pezón al notar que le gustaba.

Me iba a correr así que avisé a Lorena susurrándoselo al oído, lo que le provocó una sonrisa. La saqué de su coño y ella me agarró la polla con la mano. Aún haciendo la cucharita, abrazados, Lorena me pajeó hasta que me corrí sobre su nalga. Una buena dosis de semen cubrió su culo y resbaló por él. Cuando acabé de eyacular, Lorena cogió un poco con la punta de los dedos y se lo llevó a la boca, recreándose al chuparse el dedo.

Una vez terminado el polvo, aún respirando con fuerza y cogiendo aire, nos fijamos en un par de parejas que desde la lejanía nos miraban con atención. Inmediatamente nos dio un ataque de vergüenza, pero había merecido la pena.
 - Vamos al mar, que me limpie un poco...
Y acompañé a Lorena a darnos otro de esos morbosos baños.





5 comentarios:

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  2. Ella me podía pasar a mi con mi mujer que me coma la polla en la plalla y correrme en su boca y después follarmela

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  3. Y porque no te corriste en su coño

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    1. Hola! Perdóname, acabo de ver los comentarios. Me alegro de que te haya gustado. El relato, como todos los del blog, es ficción, y cuando lo escribí me apeteció más darle ese final :)
      Gracias por comentar!

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