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domingo, 4 de septiembre de 2022

Una novia bien entrenada



La noche empezó con mi amigo Luis y yo tomando una copa en la terraza de un pub, mientras esperábamos a que llegara Mario. Habíamos llegado un poco antes de la hora acordada y habíamos aprovechado para pedir la primera bebida de la noche. A las once y media de la noche llegó puntualmente el que faltaba, pero no esperábamos que llegase acompañado. Nos saludó alegremente con un abrazo a cada uno. Luego se giró hacia su acompañante.
 - ¿Os acordáis de Silvia?
 - Claro. Hola, Silvia. - Respondí yo, dándole dos besos educadamente.
Y tanto que nos acordábamos de Silvia. Era la tremendamente sexy e increíblemente guapa novia de nuestro amigo Mario. Nos alucinó desde que la conocimos. Aquella noche llevaba un top rosa y negro cortito, que le dejaba el ombligo a la vista, y con mucho escote. También vestía una minifalda negra y tacones. El pelo castaño y liso le caía por la espalda. Sus labios pintados de rojo nos derritieron tanto a Luis como a mí en cuanto nos sonrió.

Tras pedir unas copas para ellos, se sentaron con nosotros. Yo intentaba prestar atención a las novedades que nos contaba Mario, pero mi atención se desviaba continuamente al escote de su novia Silvia. Tenía unos pechos muy grandes y bien puestos, y los lucía descaradamente. Yo daba tragos ocasionales a mi ron-cola y asentía disimuladamente, haciendo esfuerzos por distraer mi mirada de aquella diosa. Creo que a Luis le pasaba exactamente lo mismo. Sin casi darnos cuenta, ambos nos acabamos la bebida.
 - Vaya ritmo lleváis, eh. - Bromeó Mario. - Tendremos que ponernos al dia, ¿no, cariño?
 - Qué remedio... - Respondió ella, sonriente.
Se acabaron lo poco que quedaba de sus copas de un trago y, en seguida, Mario se giró hacia el camarero y le pidió otra ronda. La situación mejoraba cuando éramos Luis o yo los que hablábamos, centrándonos en nuestra charla o en escuchar al otro. Sin embargo, volvió a complicarse cuando Silvia nos contó sobre su trabajo de monitora de gimnasio. Pese a que sus ojos verdes eran preciosos, mi mirada caía hacia su escote una y otra vez. Me dio la sensación de que se dio cuenta en un par de ocasiones, pero debía de estar acostumbrada a ello pues ni se inmutó.

Ya llevábamos unas cuantas copas encima cada uno cuando a Silvia le apeteció entrar al pub a bailar.
 - ¡Ya vale con estar aquí sentados! Vamos a movernos un poquito, ¿no?
Me dedicó una mirada mientras decía eso que me provocaron toda clase de pensamientos sucios. A los tres nos pareció bien, así que pagamos las consumiciones y nos metimos dentro del local. En cuanto se escuchó la música, Silvia empezó a moverse sensualmente. La pista de baile estaba abarrotada. Nos abrimos paso como pudimos y nos quedamos en el primer hueco habitable que encontramos. Mario agarró a su novia y se pusieron a bailar. Luis y yo también bailábamos. El nivel de alcohol en sangre era el adecuado para no sentir vergüenza ninguna. De vez en cuando, Silvia se arrimaba para bailar conmigo. La música que sonaba incitaba a bailar muy pegados, pero Silvia no parecía tener problema con ello. Pegaba su culo a mí y lo restregaba por mi paquete al ritmo de la música. A Mario tampoco parecía importarle, pues nos veía claramente y se limitaba a sonreír. Eso me relajó, así que yo también comencé a pegarme a ella. Silvia también bailaba con Luis, que puso la misma expresión incómoda que yo al principio, hasta que se soltó. Así, Silvia iba de uno a otro bailando con todos.
Hubo un momento interesante, mientras yo comentaba algún tema intrascendente con Luis, en el que vi de reojo que Mario le decía algo al oído a Silvia. Lo que me llamó la atención no fue que Mario hablase con su novia, sino la expresión traviesa que ella puso a continuación, al tiempo que los dos nos miraban. Al momento, Mario se acercó para proponer unos chupitos. Nos abrimos paso entre la multitud y conseguí hacerme un hueco en la barra para pedir. Sabía lo que siempre tomaban mis amigos, así que me giré a Silvia para preguntarle.
 - ¿Qué quieres tomar?
 - Lo que sea. Yo me lo trago todo. - Respondió.
No sé si lo dijo con doble sentido, pero a mí me sonó muy sucio. Aunque, obviamente, disimulé y le pedí lo mismo que yo. Llegaron los chupitos, brindamos los cuatro y nos lo bebimos de una. Después del primer trago, Silvia volvió a echárselo a la boca para que cayeran los pocos restos que quedaban del suyo.
 - Hasta la última gota... - Me dijo mientras me devolvía el vaso para que lo dejase en la barra.
 - ¿Siempre?  - Esa vez no pude evitar seguirle el rollo.
 - Siempre. - Respondió ella con una sonrisa.

De vuelta en la pista de baile, Silvia aprovechó que Mario y Luis hablaban entre ellos para arrimarse a mí para volver a bailar. Esta vez, sin embargo, cuando puse mis manos en su cintura, ella las agarró y las bajó intencionadamente hasta su culo. Yo no me negué, pero lancé una fugaz mirada a Mario para confirmar su aprobación. Ya con su visto bueno, aproveché para palparlo. Tenía un culo bien entrenado en el gimnasio. Duro, prieto y firme. Y aquella no fue la única sorpresa, pues Silvia también quería tocar. Juntó su cuerpo al mío, apoyando su cabeza en mi hombro, y sentí su mano palpando mi entrepierna con descaro. La situación se estaba calentando demasiado. O, al menos, yo me estaba calentando demasiado. Y, en ese instante, se produjo el punto de inflexión que llevó la noche a un nuevo nivel.
 - ¿Vamos al baño? - Me susurró Silvia al oído.
Tardé un segundo en reaccionar, y mi primer impulso fue buscar de nuevo con la mirada a Mario. Me topé con que él nos miraba con una sonrisa. Le bastó un ligero gesto con la cabeza para confirmarme que él también estaba en el ajo. Yo no estaba seguro de si aquello era una broma para reírse de nosotros o algo parecido, pero merecía la pena dejarse llevar por si acaso.

Silvia me cogió de la mano y me llevó entre la multitud hasta la puerta de los baños. Conseguimos colarnos en el de mujeres sin ser vistos. En cuanto se cerró la portezuela del cubículo en el que nos metimos, me lancé a besar a Silvia. Nos comimos la boca con unas ganas tremendas. Mis manos tocaban todo su cuerpo; especialmente sus tetas, que tanto admiraba.
 - ¿Seguro que a Mario le parece bien esto? - Susurré.
Ella rio.
 - Ha sido idea suya. - Dijo mientras se recogía el pelo en una coleta. - Quiere presumir de lo bien que se me da chuparla.
Acto seguido se arrodilló en el suelo del baño y me bajó los pantalones y calzoncillos. Sin ningún reparo, agarró mi polla y le dio un par de lametones. Luego me pajeó mientras su boca se dedicaba a mis huevos. Lamiéndolos, chupándolos, succionándolos... Mi miembro se endureció en cuestión de segundos, y Silvia volvió a metérsela en la boca. Chupó con todas sus ganas. Mientras se dedicaba a mi polla, con la mano acariciaba mis huevos. Y cuando me comía los huevos, su mano atendía a mi miembro. No descansó ni un segundo hasta conseguir que me corriera. Ni siquiera se detuvo mientras me corría, recibiéndolo todo en la boca y tragándoselo sin un mal gesto. Succionó las últimas gotas antes de volver a subirme los calzoncillos y abrocharme el pantalón.
 - Te dije que siempre me lo trago todo. - Susurró al levantarse, mientras se volvía a soltar el pelo.
Ya apenas le quedaba pintalabios; lo había dejado todo en mi miembro.

Salió ella primero del baño y, cuando no hubo nadie mirando, me avisó y escapé rápidamente de allí. Ella se quedó arreglándose frente al espejo y reponiéndose el pintalabios. Cuando llegué junto a mis amigos, Mario tenía una sonrisa en la cara casi tan grande como la que tenía yo.
 - ¿Qué tal? - Me preguntó.
 - Uf... Qué suerte tienes, cabrón.
A los pocos minutos volvió Silvia. Mario le sonrió y le dio un beso. Hizo entonces un gesto hacia Luis. Obediente, Silvia se arrimó a Luis y se puso a bailar con él. Observé cómo repetía el mismo ritual que conmigo antes. Le excitó bailando, le tocó el paquete y le susurró algo. Pusieron rumbo a los baños y los perdimos de vista.
 - Tu novia es una pasada... - Comenté a Mario cuando se fueron los otros dos.
 - Sí. La tengo bien entrenada.
 - ¿Soléis hacer estas cosas?
 - Depende de la situación.
 - Es excitante...
 - A ella le gusta obedecer y a mí me gusta ordenar. Nos complementamos. Al principio no era así, pero, desde que descubrí que le excitaba obedecer, la he ido entrenando a base de constancia. Ahora haría cualquier cosa que le ordenara solo por satisfacerme. Y porque en el fondo le gusta, por supuesto.

Un rato después, volvió Luis con una gran sonrisa. Y minutos después, apareció Silvia comprobándose el pintalabios con los dedos.
 - ¿Te toca? - Pregunté a Mario.
 - No. Mejor vámonos a casa. ¿Os venís?
Los cuatro juntamos nos montamos en un taxi camino a casa de Mario y Silvia. Él se sentó en el asiento del copiloto y los demás nos sentamos detrás. Silvia, cómo no, se sentó en medio, entre Luis y yo. El camino hasta su casa fue de lo más excitante. Mientras Mario daba conversación al taxista para entretenerlo, en los asientos de atrás Luis y yo manoseábamos a Silvia, y ella nos manoseaba a nosotros. Al pasar por un túnel, aprovechando la oscuridad, incluso me atreví a meter mi mano por debajo de su minifalda y por dentro de su tanga. Me topé con su suave y húmedo coñito. Silvia suspiró y contestó a mi provocación agarrando mi miembro con fuerza. Nuestra excitación aumentaba por momentos. Los tres estábamos deseosos de llegar a casa.

Cuando por fin entramos en la casa, tanto Luis como yo nos habríamos abalanzado sobre Silvia, pero Mario tenía otros planes.
 - ¿Queréis una copa? Sentaos en el sofá, ahora os la llevo.
Dado el regalo que nos estaba dando, ambos estábamos dispuestos a acatar las reglas de Mario, así que accedimos solemnemente y cogimos sitio en el sofá. Poco después, apareció Silvia con nuestras copas. Ella y Mario cogieron también asiento.
 - Dime, Juan. ¿Qué es lo que más te gusta de Silvia? - Preguntó él.
Dudé un momento.
 - De su cuerpo, me refiero. - Aclaró.
 - Sus tetas.
Mario hizo un gesto a su novia. Ella se levantó, se quitó el top y luego el sujetador, dejando sus pechos descubiertos ante nosotros. Luis y yo nos quedamos con la boca abierta. Sus tetas eran tan perfectas como nos habíamos imaginado. Grandes, bien puestas, bonitas, redondas y con pequeños pezones rosados que para entonces ya estaban duros.
 - Vamos, cariño. No seas tímida. - Insistió Mario.
Silvia se acercó y se sentó a mi lado. Yo alargué mis brazos y cogí sus tetas con las manos. Las masajeé y apretujé todo lo que quise. O más bien, todo lo que quiso Mario, que fue quién decidió cuándo continuar.
 - ¿Y a ti, Luis?
 - Su culo. - Contestó él, tal vez con sinceridad o tal vez por descarte.
Esta vez Silvia no necesitó insistencia. Se levantó de nuevo y nos dio la espalda. Dejó caer la minifalda hasta el suelo y luego se quitó lentamente el tanga mientras se agachaba hacia delante. Se quedó unos segundos de espaldas mientras admirábamos su culo perfectamente formado y redondeado. Después se giró, mostrándonos un precioso coño con el poquito vello púbico bien cuidado y recortado en forma de línea vertical. Debía ser un caprichito de Mario. Su cuerpo era espectacular. Un cuerpo atlético, moldeado en el gimnasio. E impoluto, sin un solo tatuaje o piercing. . Se acercó a Luis, dejando su culo a la altura de su cara. Él lo agarró con ambas manos, ensañándose en apretar sus nalgas. Sin previo aviso, le soltó un firme azote.
 - ¿Te gusta?
 - Mmmm... Me encantan los azotes... - Respondió ella.
Mario se puso junto a Silvia y le acarició el pelo con suavidad.
 - Pues a mí lo que más me gusta es su boquita... - Recorrió sus labios con los dedos mientras decía aquello, para luego introducir la punta en su interior y que ella los chupara.
Entonces, Mario empujó a Silvia con cariño hacia abajo, y ella se arrodilló obediente mientras él se desabrochaba el pantalón. En cuanto su miembro salió al exterior, Silvia se lo metió en la boca como si lo llevara deseando toda la noche.

Se notaba que Silvia se esmeraba especialmente cuando se lo hacía a su novio. Luis y yo éramos espectadores de lujo.
 - ¿Y mis amigos? ¿Así tratas a los invitados? - Y Mario le dio un bofetón a Silvia.
Ella se giró hacia nosotros y yo me levanté como un resorte. Silvia me desabrochó el pantalón por segunda vez en la noche. Volví a sentir su cálida boca envolviendo mi miembro. Sujeté su cabeza contra mi pelvis, mientras su lengua se movía jugueteando con mi polla semiflácida. Sentí cómo se iba agrandando dentro de la boca de Silvia. Ella me miraba con sus penetrantes ojos verdes. Sus ojos suplicaban, pero no que la soltase, sino que no la sacara de su boca. Y así estuvo hasta que mi polla alcanzó su máxima dureza. Entonces fue sacándosela lentamente, con sus labios rozando constantemente mi miembro. Me sonrió satisfactoriamente. Cuando se giró hacia Luis, se encontró con que él ya la tenía dura y lista para la acción.
 - No pierdes el tiempo, eh... - Susurró ella.
Y no lo hizo, ya que Luis ni contestó, y se limitó a traer la cabeza de Silvia hacia su polla. Ella abrió la boca de buena gana y la recibió encantada. Pero eso no era suficiente; Mario era exigente. Tosió deliberadamente, una forma elegante de llamar la atención de Silvia, y ella pareció captar el mensaje, pues agarró su polla y la mía con las manos mientras seguía chupando la de Luis. Así, con los tres miembros duros apuntando hacia ella, Silvia iba pasando de uno a otro, abrazándolos con su boca. Nunca nos dejaba desatendidos, pues no hubo un solo segundo donde no se ocupara de alguno de nosotros ya fuera con la boca o con la mano. Los tres amigos mirábamos hacia abajo, observando atentamente las artes desplegadas por la novia de uno de nosotros.
 - Enséñales el truquito que has aprendido. - La animó Luis.
Silvia obedeció. Lentamente, se metió mi miembro entero en la boca, poco a poco. Cuando la tuvo toda dentro, noté su lengua lamiendo mis huevos. Fue una sensación increíble, pero solo duró unos segundos. Silvia se apartó hacia atrás, tosiendo.
 - Aún está aprendiendo... - Dijo Mario, mientras acariciaba su pelo con ternura.
Silvia también practicó su nuevo truco con Luis. Y luego con Mario.

Nos turnamos con la boca de Silvia un par de veces más. Luego, Mario lanzó una pregunta.
 - Cariño, ¿quieres que te follen mis amigos?
Ella, arrodillada y con el pelo alborotada, asintió con la cabeza.
 - Dímelo. - Insistió su novio.
 - Sí...
 - Sí, ¿qué?
 - Quiero que me follen tus amigos... - Dijo casi jadeando.
El brillo en sus ojos delataba que no mentía. Mario le tendió la mano para que se levantara. Ella se la dio y caminaron de la mano hasta el dormitorio, seguidos por Luis y por mí. La acompañó hasta la cama.
 - Es toda vuestra.
Silvia se tumbó en la cama y abrió las piernas, exponiendo su sexo en una clara invitación a entrar en él. Luis y yo nos miramos el uno al otro y, al momento, comenzamos a desnudarnos todo lo rápido que pudimos. Él fue más rápido que yo y cogió sitio entre las piernas de Silvia. Restregó su miembro en su coñito, el cual estaba chorreando, para luego empujar, penetrándola lentamente. Un ligero gemido salió de la boca de ella, que se juntó con el suspiro que soltó Luis. Yo no pensaba quedarme mirando. Me subí a la cama y me senté con cuidado sobre el vientre de Silvia. Ella tenía una preciosa expresión de placer en el rostro. Me incliné para escupir entre sus tetas. Metí mi polla entre ellas. las apreté con las manos y comencé a rozarme contra su cuerpo. Mi miembro se deslizaba suavemente entre las tetas de Silvia. Ella alzó la cabeza lo suficiente para que mi glande alcanzara su boca. Y así, mientras Luis la penetraba cada vez más rápido, yo me follaba sus tetas, y Silvia me chupaba la puntita.

Por muy placentero que fuera aquello, yo también quería catar a la novia de Mario.
 - Me toca. - Dije, levantándome de encima.
Luis se apartó y me dejó sitio entre sus piernas, pero, en lugar de eso, yo di la vuelta a la Silvia poniéndola a cuatro patas en la cama. Ella tenía la lección bien aprendida, pues en seguida levantó el culo hacia mí y arqueó la espalda. Por primera vez, vi su precioso sexo de cerca. Sujeté a la monitora de gimnasio de la cintura, apoyé la punta de mi polla en la entrada de su coño y empujé suavemente. Mi miembro resbaló en su interior hasta hacer tope. Sentí la calidez de su interior envolviéndome. Comencé el vaivén, metiéndola una y otra vez, follándome a la novia de mi amigo. Luis se tumbó en la cama, delante de Silvia, de forma que su polla quedaba frente a la cara de la chica. Ella se la metió en la boca sin dudarlo ni un segundo. Cada vez se la metía más rápido, por lo que cada vez le costaba más chupársela a Luis, pero se manejó muy bien. No debía ser la primera vez que hacía aquello. Yo me deleitaba azotándola mientras la penetraba. Las cachetadas retumbaban en toda la habitación. Era delicioso abofetear ese culo tan firme. Sentía que podía hacerle cualquier cosa a Silvia, así que me animé y fui a por el otro agujero. Metí un dedo, luego dos... No hubo problema, había vía libre. Escupí en su ano.
 - Sí... - Gimió Silvia, que ya se imaginaba lo que yo iba a hacer.
La lubricación de mi saliva, junto con los flujos de Silvia que empapaban mi miembro, hizo que mi polla entrara en su culo sin impedimento. Al principio, solo entró la mitad. Al segundo intento, entró toda. Ella no se quejó lo más mínimo. Volví a retomar mis embestidas y azotes, solo que ahora entrando por un orificio más apretado. No había duda de que a Silvia le estaba gustando, pues sus gemidos cada vez eran más rápidos e intensos. Su orgasmo se acercaba. Quise darle un arreón final. Mientras penetraba su culo, agarré con firmeza su sedoso pelo castaño y tiré de él. Ella soltó un gemido tremendo. Tras unos segundos de tirarle con fuerza del pelo mientras la embestía, Silvia tuvo un tremendo orgasmo. Gritó, gimió y, por último, se desplomó resoplando.

No había descanso para ella. Sin darle tiempo a recuperarse, Luis se tumbó boca arriba en la cama reclamando su turno.
 - Vamos, guapa. Enséñame lo que ese cuerpo fitness es capaz de hacer.
Aún tambaleándose, Silvia se subió encima de Luis a horcajadas, encajándose en su miembro. Comenzó a moverse, primero con esfuerzo, pero en cuanto se recuperó nos demostró lo bien que se le daba. Cabalgaba con soltura, moviendo su cintura en círculos, pero también hacia delante y hacía atrás. Yo me puse de pie frente a ella y restregué mi miembro en los labios de Silvia. Fue como activar un interruptor. Ella se la metió en la boca y combinó habilidosamente la cabalgada y la mamada. Luis la azotaba como a una yegua. Con cada azote, ella se aceleraba y aumentaba el ritmo de sus movimientos. Yo también quería vivir eso en primera persona. Por eso, cuando fue mi turno, le cambié el sitio a Luis, adoptando la misma posición que él, tumbado, y dejando que Silvia me follara. Era una delicia cómo se movía. Si no llega a ser porque ya me había corrido una vez esa noche, habría durado muy poco debajo de ella. Era una locura ver sus grandes pechos bailoteando frente a mí. Todo este tiempo, Mario se limitaba a sentarse en una silla en la esquina de la habitación, observándonos. Pero ahora, se la había sacado y se masturbaba mirando cómo nos aprovechábamos de su novia.

Luis, en mi sitio anterior, disfrutaba de su boca, pero no aguantó mucho tiempo. Tenía otra idea en mente.
 - Yo también quiero probar ese culito...
Se colocó detrás de nuestra protagonista, que seguía encima de mí. Noté el nerviosismo en el rostro de Silvia, pues sabía lo que se le venía encima. O más bien, dentro. Se quedó quieta, con los ojos cerrados, esperando... Apretó los dientes en cuanto empezó a sentir la polla de Luis abriéndose paso en su culo, mientras la mía seguía dentro de su coño. Yo sentí cómo su coño se apretaba mucho más. El miembro de Luis llegó hasta el final. Yo aproveché para meterla también hasta el fondo. Silvia abrió los ojos como platos y soltó un grito mezcla de sufrimiento y placer. Durante un rato, estuvimos penetrándola los dos a la vez sin ningún reparo. Ella se volvía completamente loca. Gemía, gritaba de placer y se agarraba con fuerza a las sábanas. Esta visión de su novia fue demasiado para Mario, quien hasta ahora se estaba masturbando observando. Se subió a la cama, zarandeando su miembro totalmente endurecido mientras se dirigía al único agujero de su novia que estaba libre. Agarró la cabeza de Silvia y empezó a follarle la boca. Cesaron los gritos a pleno pulmón, ahora ahogados por lo que tenía en la boca. Para entonces, la novia ya no participaba activamente, solo se dejaba hacer. Y lo gozaba. Nos la follamos a nuestro antojo. Cada uno perpetrando un agujero distinto, todos al mismo tiempo. Ella, indefensa, aguantaba las embestidas como podía. Dos pollas duras luchando por un espacio dentro de ella, mientras una tercera golpeaba el fondo de su garganta. Tres hombres sudados abusando de ella a la vez. Cuanto más la veíamos disfrutar, más cachondos nos poníamos nosotros y más animales nos volvíamos, hasta el punto de que le arrancamos su segundo orgasmo, más fuerte aún que el anterior. Sentimos su cuerpo estremeciéndose, sus músculos agarrotados, sus contracciones de placer...

El uso a tres bandas de su novia, junto con su tremendo orgasmo delatando lo mucho que ella disfrutaba, debió excitar demasiado a Mario, que fue el siguiente en correrse. Siguió follándole la boca hasta que no pudo más y, justo en ese momento, apretó con fuerza su pelvis contra la cara de Silvia, insertando el miembro entero en su boca, corriéndose directamente en su garganta. Por primera vez aquella noche, se notó a Silvia sufriendo por mantener el tipo. Pero aguantó. Cuando su novio la soltó, ya no había ni rastro de que hubiera eyaculado. Seguramente, ni saboreó su premio, pues debió ir directo a su estómago. Luis y yo habíamos hecho una pausa ante aquella situación, pero inmediatamente retomamos el ritmo de entrada y salida en los agujeros de Silvia. El siguiente en caer fui yo. Me abracé fuertemente al cuerpo sudado de la atlética monitora de gimnasio, metí mi miembro hasta lo más profundo que pude y descargué todo lo que tenía dentro del coño de la novia de mi amigo. Apenas segundos después, le llegó el momento a Luis. La polla de Mario, ya flácida, seguía en la boca de Silvia y la mía, aún dura, descansando en su interior. Con sus tres orificios aun taponados, recibió la tercera descarga. Luis gruñó como un loco en el momento en el que inundó el culo de Silvia. Tres corridas, casi simultáneas, una en cada agujero. Un buen colofón final.

Mario nos dejó quedarnos a dormir en su casa, en la habitación de invitados. Lo agradecimos infinitamente porque era muy tarde y estábamos cansadísimos. Nos quedamos dormidos en cuanto tocamos la cama. Al día siguiente, cuando desperté, me encontré con Mario y Luis en la cocina.
 - ¿Y tu fantástica novia? - Pregunté.
 - En la ducha.
 - ¿La esperamos para despedirnos y luego nos vamos? - Me sugirió Luis.
Después de lo de la noche anterior, habría estado bastante feo irse sin despedirse. Asentí. Pero Mario volvió a incitarnos.
 - ¿Por qué no os despedís como a ella le gustaría?
Mario nos miró a los dos con una traviesa sonrisa en su cara.
 - Nunca pone el pestillo del baño... - Siguió él.
Captamos el mensaje. Fuimos hasta el baño y abrimos la puerta sigilosamente. Allí estaba ella, completamente desnuda, bajo el agua de la ducha, limpiando su cuerpo perfecto. Nos quitamos los calzoncillos, que era lo único que llevábamos, y nos empezamos a acariciar mirándola. Poco después, Silvia se dio cuenta de que estábamos en la puerta, observando. Se giró hacia nosotros. Su mirada bajó hasta nuestra entrepierna. Sonrió. Siguió limpiándose, pero de cara a nosotros, de forma que no nos perdiéramos nada. Nuestros miembros no tardaron nada en estar erectos. Entonces, Silvia cerró el agua de la ducha y se arrodilló en el suelo mojado.
 - Después de lo de anoche, ¿y aun tienes hambre? - Preguntó Luis.
 - Yo siempre tengo hambre. - Contestó ella, desafiante.
Nos metimos los dos en la ducha con ella. Abrió la boca, pero yo lo que hice es darle un pollazo de buenos días en la cara. Luis me imitó, dándole otro. Le di un segundo golpe en la mejilla con mi miembro, esta vez más fuerte que el anterior. Y otro de Luis. Se le empezó a enrojecer la mejilla, igual que había ocurrido con sus nalgas la noche anterior. Luis apoyó el glande sobre su labio inferior, le agarró la cabeza y la atrajo hacia su propia pelvis clavándole el tieso miembro entero en la garganta. Silvia tuvo una tímida arcada, pero enseguida se repuso, y entonces Luis comenzó a follarle la boca. Tras unas cuantas sacudidas, la soltó. Silvia se giró hacia mí y se quedó mirándome con la boca abierta y la lengua fuera. Por lo visto era mi turno. Le di unos nuevos golpecitos con mi miembro, esta vez en la lengua, como anunciando mi entrada, para luego introducirlo en su boca hasta hacer tope. Poco a poco, fui moviendo su cabeza cada vez con más rapidez, al tiempo que acompañaba el movimiento con mi pelvis. La fricción de sus labios con mi polla era deliciosa. Ella se dejaba hacer, cerraba los ojos y la recibía entera en su boca. Era impresionante la facilidad con la que entraba toda entera en su garganta. Era como usar un juguete. Silvia era un juguete para nosotros. Mario, como buen amigo, nos la había ofrecido para satisfacer nuestras necesidades y nuestros deseos. Estaba bien entrenada. Mis huevos golpeaban una y otra vez contra su barbilla.

Antes de devolver el turno a Luis, saqué mi miembro de la boca de Silvia y posé mis huevos en ella. Instantáneamente, noté el serpenteo de su lengua por debajo, así como una placentera succión. Por un momento, Silvia no se dejaba hacer, sino que volvía a ser ella la que hacía. Duró poco, pues Luis estaba ansioso por repetir. Le cedí el juguete. Esta vez, para empezar, sujetó a Silvia del pelo y dejó caer algo de saliva hacia abajo, la cual cayó dentro de la boca de ella, quién no hizo ningún intento de evitarlo, ni siquiera un gesto de desagrado. De hecho, sonrió. Después, Luis se puso manos a la obra. Mientras él aprovechaba su momento, me encantó ver que Silvia tenía la mano en su entrepierna, acariciándose. Sin duda, estaba excitadísima. Además, le caía saliva de la boca a sus grandes tetas, que ya estaban empapadas en babas, las cuales luego seguían cayendo por su cuerpo.

Duramos un par de rondas más, luego llegó nuestra tercera corrida para Silvia. Luis estaba follándole la boca cuando, de repente, la soltó de golpe y apuntó directamente a sus pechos. Ella, consciente de lo que pasaba, levantó el pecho y se sujetó las tetas, ofreciéndolas. Chorros de semen salieron disparados de la polla de Luis, cayendo sobre los grandiosos senos de Silvia, manchándolos por completo. Ella, más cerda que nunca, se lo restregó con las manos. Interrumpí su guarrada cogiendo su cabeza y acercándola de nuevo a mi polla, pues yo también estaba a punto de acabar. Utilicé mi último turno para follarle la boca hasta llegar al orgasmo, pero yo tenía otro plan distinto al de Luis. Yo tenía una cuenta pendiente con Silvia. Algo que había fantaseado con hacer desde que Mario nos la presentó por primera vez. La agarré del pelo, sujetándole firmemente, y me masturbé apuntando hacia su cara. Ella se limitó a abrir la boca, cerrar los ojos y esperar su premio. Mi corrida impactó directamente con su precioso rostro. Me corrí mucho, porque es que estaba muy excitado. Le hice un buen estropicio en mejillas, frente, nariz, barbilla... Algún chorro cayó en su boca, pero la mayoría acabó decorando su cara. La liberé y me quedé unos segundos observándola. Me ponía mucho verla con la cara pintada con mi semen. Ella se apoyó en la pared de la ducha. Se relamía y se tocaba. Antes se acariciaba el coñito, pero ahora ya se masturbaba con fuerza, presa de una máxima excitación.

La dejamos así en el baño. Desnuda, cubierta con nuestro esperma y tocándose. Luis y yo nos vestimos y nos despedimos de Mario, dándole las gracias por dejarnos a su novia.




Este relato está inspirado en la escritora de relatos eróticos SilviaRelatos92 (@relatos92) y está dedicado a ella.





7 comentarios:

  1. Gracias, me ha encantado, y has conseguido ponerme muy, pero que muy cachonda.😈😘

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    1. Me alegra muchísimo que te haya encantado y haberte puesto cachonda ;)

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  2. Muy buen relato y muy bien descrito. Excitante y lujurioso
    Me ha gustado.

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  3. Bueno relato, bien escrito, con mucho jugo, excitante, en fin, que por fin he tenido un ratito para leer algo tuyo. Besos.

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  4. Me encantan tus relatos, los he leído todos desde hace tiempo. Me gustaría poder leer algunos que creo que ya no están. Sería posible? Un saludo, Victoria.

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    1. Hola Victoria!
      Gracias por escribir. Sí que es posible. Contáctame de la forma que prefieras y lo hablamos.

      Email: relatosjuans@gmail.com
      Twitter: @juan_relatos
      Instagram: @juanrelatos

      Saludos!

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