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miércoles, 27 de agosto de 2014

De tímida a guarrilla


Esta historia demuestra que en la mayoría de las ocasiones las apariencias resultan ser engañosas, y hay que evitar en lo posible crearse una idea únicamente a partir de ellas.

Era verano, y yo me encontraba en una fiesta que daban unos amigos en su apartamento. Pasé un tiempo saludando a conocidos y riendo con mis amigos, así como conociendo gente nueva que me presentaban. Al rato, ya asentado en la fiesta y con una copa en la mano, divisé a una mujer que me llamó la atención. Estaba en una esquina, sentada en una silla, y como si la fiesta no fuera con ella. Aquella mujer era de pelo castaño, casi rubio, cayendo a la altura de sus pechos, los cuales era de un tamaño perfecto. No eran inmensos pero de buen tamaño y bien puestos. Ella era guapísima y vestía recatadamente, aunque se intuía un cuerpo increíble. Un vestido largo y azul cubría todo su cuerpo.