Todos los relatos que aparecen en este blog han sido escritos por mí. Ninguno ha sido copiado de ninguna otra web de relatos y se ruega que, del mismo modo, tampoco sean copiados (excepto consentimiento expreso). Gracias.

martes, 14 de junio de 2016

Lucía en la bañera



El dedo del pie de Lucía entró en contacto con el agua tibia de la bañera. Estaba perfecta. Tras la comprobación, metió el pie entero, y al primero le siguió el segundo. Se fue recostando hasta que todo su cuerpo desnudo estuvo bañado por el agua. Desde sus bonitos pies hasta su cuello, pasando por sus suaves piernas, su coño completamente depilado, su culo firme, su vientre plano y sus grandes pechos decorados con piercings en los pezones. El borde del agua acariciaba el cuello de Lucía que aún mostraba marcas causadas por el último hombre que había pasado por su cama. La cabeza era lo único que se salvaba del agua, con su pelo dorado recogido en una estilosa coleta.

Lucía miró su cuerpo, que se transparentaba a través del agua de la bañera. Sonrió. Luego echó la cabeza hacia atrás, apoyándola en el borde de la bañera. Por unos segundos, disfrutó del completo silencio y de la mayor tranquilidad. Poco a poco, pensamientos picantes fueron cruzándose por su cabeza. El recuerdo de un polvo, alguna fantasía, la última película porno que había visto... Un poco de todo. Cuando se quiso dar cuenta, su mano acariciaba suavemente su entrepierna. Era prácticamente un acto reflejo e involuntario, impulsado más por la lascivia que por su cerebro. Le encantaba tocarse. Lo único que le gustaba más que tocarse era que le tocaran otros. Y depende de quien, a veces ni eso.

Rozaba con sus dedos su zona púbica. Le encantaba notarla suave y sin pelo. Se había depilado el día anterior. Tras un período de vello recortado, ahora quería probar a depilarse completamente. Y ahora disfrutaba con el resultado. Se imaginaba una gran polla rozando sus labios. Su lengua envolviéndola de arriba a bajo. Lamiendo sus huevos como si la vida le fuera en ello. Cómo le apetecía aquello en ese momento. Con este pensamiento introdujo el primer dedo en su coñito, que ardía bajo el agua.

Con la otra mano se acariciaba el cuerpo. Allá donde llegaba. Le encanta acariciarse las tetas. Son grandes, redondas, blanditas pero firmes, bien puestas... Una delicia. También le gusta el contraste que daba la textura metálica de sus pezones. Qué orgullosa está siempre de esos piercings. Y no dejaba de tocarse mientras imaginaba esa polla que había dejado atrás sus labios y ahora se alojaba en su garganta. Entraba con fuerza una y otra vez por su boca golpeando su garganta. La imagen muy nítida en su mente. Casi podía notar las paredes de la polla rozando sus labios. Se relamió de gusto. 

Cada vez se metía más dedos. Su otra mano ahora pellizcaba sus pezones. Si había llegado a eso es que estaba realmente cachonda. Su cuerpo ardía y parecía evaporar el agua que envolvía su cuerpo. En su mente ahora eran dos hombres. Uno seguía follándole la boca y el otro la penetraba con dureza. El agua se movía por la bañera acompañada por el movimiento de Lucía al masturbarse. No podía parar. Había decidido tomarse un baño para relajarse, pero era imposible. Era demasiado viciosa. Le gustaba demasiado el sexo. No podía dejar de pensar en ello.

Imaginó que un tercer hombre la penetraba por el culo. Metió un dedo en su culo, y luego dos, dando mayor realismo a la imagen que tenía en la cabeza. Ahora sus tetas chocaban contra el agua a causa del frenético movimiento de Lucía en la bañera, pero ya no eran acariciadas, dado que sus dos manos se centraba en su entrepierna. Sus ojos continuaban cerrados. No quería que al abrirlos se estropeará la fantasía que estaba teniendo lugar en su mente. Se mordía el labio, presa de la excitación, mientras en su fantasía cada vez aparecían más hombres.

Deseó tener más manos en ese momento. Le hacían falta más manos recorriendo su cuerpo. En su mente, los hombres no tenían suficiente con sus tres agujeros, sino que también usaban sus manos para estimularse. No daba a basto. Hasta sus pies estaban siendo usados por los hombres. Cada vez más y más hombres. No visualizaba sus caras, solo sus miembros. La Lucía de la bañera estaba tan cachonda como la Lucía de su mente.

El agua desbordaba por los bordes. Pero no era momento para parar. Sus manos seguían estimulándola. Sus dedos seguían entrando y saliendo tanto de su coño como de su culo. Su mente era ya un hervidero de imágenes inconexas. Pollas golpeando su rostro, azotes en sus nalgas, tirones de pelo, mordiscos en las tetas... El silencio y la calma del principio habían dado paso rápidamente a los sonoros gemidos de Lucía, mezclados con el ruido del agua revuelta. Lucía sabía perfectamente que su casa estaba muy aislada del ruido y le encantaba poder gritar a gusto. Disfrutaba despachándose sonoramente sin tener que reprimirse o preocuparse. Más de uno (y una) había salido de su habitación medio sordo, con los gemidos de Lucía clavados en el cerebro. Y habitualmente la casa se llenaba de gritos soeces y vulgares sobre guarrerías que oídas de la voz de Lucía habrían provocado fuertes erecciones a los vecinos, de no ser por el aislamiento sonoro.

Pero ahora no tenía a quien gritarle guarrerías. Ahora solo gemía. Gemía muy fuerte. La cascada de imágenes en su mente se detuvo, y se sustituyó por una imagen en concreto. Todos los hombres la habían arrinconado. Lucía, en el suelo, se masturbaba con frenesí, al igual que la Lucía de la bañera. Mirara donde mirar veía pollas apuntando hacia ella, y las manos de los hombres masturbándose. Estaba tan metida en la fantasía que le pareció sentirlo en su cuerpo cuando vio a los hombres que comenzaban a eyacular sobre ella. Chorros de semen caían en su cuerpo incesantemente, cubriéndola de ese líquido semitransparente. En la bañera, Lucía tenía un fuerte orgasmo al mismo tiempo que los hombres de su fantasía. Un tremendo y explosivo orgasmo que sacudió su cuerpo y sacó de la bañera una gran cantidad de agua.

Su orgasmo pasó. Retiró las manos y miró su cuerpo. Aún seguía sumergido en el agua, aunque lo notaba mucho más cansado. Su entrepierna estaba enrojecida a causa de la contínua fricción. Sacó una mano por cada lado de la bañera e hizo lo mismo con los pies, doblando sus brazos por el codo y sus piernas por la rodilla. Se relajó. Así, con las piernas abiertas en la bañera, como oxigenando la zona que acababa de exprimir. Apoyó la cabeza hacia atrás en el borde de la bañera, acompañando el movimiento con un fuerte suspiro. Y se quedó así un rato, con la respiración acelerada que poco a poco fue recobrando la normalidad. Volvió a relamerse los labios y se deleitó a sí misma regalándose una imagen mental de ella cubierta por el semen de todos aquellos hombres que habían usado su cuerpo... No, abusado de su cuerpo, para su propio disfrute. "Algún día..."



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