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sábado, 4 de junio de 2016

Los pies de Alicia



Una amiga nos invitó a cenar a su recién alquilado piso a modo de inauguración. Pese a que solo llegué unos minutos tarde, ya estaban todos los demás. Saludé a todos uno a uno. Todos eran amigos mios o conocidos, excepto una chica. La anfitriona me la presentó como Alicia, su compañera de piso. Era una chica tremendamente guapa, de ojos marrones y pelo castaño, largo y ondulado. Llevaba unas sandalias, un short vaquero y una camiseta de tirantes con algo de escote. Lo suficiente como para presumir de un buen par de tetas.

Nos sentamos todos a la mesa y disfrutamos juntos de la comida y bebida por cortesía de la nueva inquilina del piso. Con cada nueva jarra de cerveza en la mesa aumentaban las risas. Yo no paraba de mirar a Alicia, totalmente atraído por ella. No solo por su físico, ya que su simpatía y su gracia la hacían más atractiva, además del toque morboso que aportaba su acento gallego. Alicia me devolvía las miradas y me deleitaba con dulces sonrisas, jugueteando de vez en cuando con el piercing de su nariz. Conforme mi nivel de alcohol en sangre crecía, mis inevitables miradas furtivas a su escote se hacían más frecuentes y con menos disimulo. Me moría por follarme a Alicia y ella lo notaba.

Inesperadamente, noté que algo me tocaba la rodilla y acariciaba mi pierna acercándose a mi entrepierna. Mis ojos se cruzaron con una picante mirada de Alicia. Una sonrisa de traviesa apareció en su cara. Miré hacia abajo y su un pie descalzo apoyándose sobre mi paquete. Tenía un pie realmente bonito, con las uñas pintadas de granate. Me palpó la zona con él y se recreó acariciando mi miembro semierecto. Yo me pegué a la mesa para que no se viera nada de lo que pasaba debajo de ella. Alicia me tocó tanto con el pie que no pude contener mi excitación y tuve una erección. Mi polla bien dura parecía a punto de destrozar el pantalon. Miré de nuevo a Alicia y ella se mordía el labio inferior, excitada al notar la dureza de mi miembro con la planta de su pie.

Ella había dado el primer paso y yo iba a dar el siguiente. Con disimulo me desabroché el pantalón y lo saqué todo al descubierto. El pie de Alicia me acarició primero la polla y luego los huevos. Entonces noté también su otro pie. Alicia me masturbaba con los dos pies. La suavidad de las plantas de sus pies rozaba placenteramente las paredes de mi miembro. Los demás invitados seguían bebiendo y hablando ajenos a lo que Alicia me hacía bajo la mesa. Nosotros mirábamos a los demás, como si nada estuviera pasando, para evitar que nos descubrieran.

Los pies de Alicia eran una delicia. En ocasiones, cuando los demás estaban despistados, yo miraba a mi entrepierna y gozaba de la visión de esos dos preciosos pies subiendo y bajando alrededor de mi polla. La cena había acabado hace un rato y los invitados empezaron a levantarse de sus sillas. Me abroché disimuladamente el pantalón y esperé un rato a que me bajara la erección antes de levantarme yo también. Estuvimos un buen rato hablando todos alrededor del salón. Luego la gente empezó a irse por turnos. Yo esperaba con la intención de quedarme a solas con Alicia. Efectivamente, se fueron los demás invitados y la anfitriona se retiró cansada a su habitación, dejándome solo con su compañera de piso. En cuanto cerró la puerta de la habitación, Alicia y yo no nos cruzamos ni una palabra. Rápidamente nos lanzamos a besarnos como locos. Al final mis labios tocaron los suyos. Nuestras lenguas también se saludaron y nuestras manos recorrían el cuerpo del otro con frenesí.

Alicia me cogió de la mano y me condujo hasta su dormitorio. Cerré la puerta tras de mí y en cuanto me giré sus manos me quitaron la camiseta. Yo hice lo mismo con ella, quitándole la camiseta de tirantes y dejándola en sujetador. Un bonito sujetador azul claro. Mientras Alicia me desabrochaba el pantalón, yo me quité las zapatillas con facilidad, usando solo los pies. Me bajó finalmente el pantalón y lo quitamos entre los dos. Ya en calzoncillos, levanté a Alicia en brazos cogiéndola del culo y la llevé hasta la cama. La dejé sobre ella, desabroché su pantalón y tiré hacia abajo de sus shorts hasta que se los quité. Alicia quedó tirada en la cama en ropa interior. Sus braguitas también eran azules, a juego con el sujetador. Yo la observaba mientras ella me acariciaba los huevos por encima de los calzoncillos con el empeine del pie. Su cuerpo semidesnudo dibujaba unas bonitas curvas y tenía unos lunares muy sexys, sobretodo los que tenía por el pecho.

Me lancé a por sus increíbles pies que ya me habían enamorado hace tiempo. Me deshice de sus sandalias lo más rápido que pude y acaricié sus pies desnudos con las manos. Eran perfectos, bonitos, suaves, pulcros... Los masajeé sensualmente durante un tiempo, hasta que no pude aguantar más y los lamí con mi lengua. Disfruté mucho chupando los pies de Alicia, y por la expresión de su rostro ella también lo hacía. Notaba mi polla a punto de explotar así que me quité los calzoncillos y puse mi duro miembro entre las plantas de sus pies. Empecé un movimiento de vaivén como si me follara sus pies, aunque más preciso sería decir que me masturbaba con ellos. Alicia dejaba que usara sus pies, y ella se relajaba tumbada en la cama, acariciándose la entrepierna con una mano y los pechos con la otra. Y todo ello sin dejar de observar cómo mi polla friccionaba con sus pies, provocándome un gran placer. Mientras yo seguía a lo mío, Alicia se quitó el sujetador, regalándome una primera visión de sus grandes y redondas tetas decoradas con lunares. Lo hizo para poder acariciarse cómodamente los pezones, ya que lo hizo en cuanto se deshizo del sujetador.

La increíble vista de Alicia tumbada en la cama, en topless y masturbándose me volvía loco. Noté que necesitaba penetrarla. Lo necesitaba. Separé sus pies, y con ellos sus piernas. Tiré de sus bragas haciendo que recorrieran sus brillantes y suaves piernas hasta podérselas quitar. Por fin estaba completamente desnuda. Su coñito estaba completamente depilado, ni rastro de un solo pelo, y me llamaba a gritos, tanto como la cara de viciosa que estaba poniendo Alicia. Me acosté encima de ella. Me recibió metiéndome su lengua en la boca y agarrándome el culo con ambas manos. Mi mano fue a su entrepierna. Acaricié su coñito y usé un par de dedos para comprobar si estaba lo suficientemente húmedo. Lo estaba. Tremendamente. Y por ello la penetré suavemente hasta que toda mi polla estuvo en su interior. Qué delicia. Alicia me había mordido el lóbulo de la oreja y apretaba sus manos contra mis nalgas. La saqué casi entera y volví a empujar. Y así una y otra vez, aumentando paulatinamente la fuerza y velocidad. Cada vez que la metía entera notaba mis huevos chocar contra su coño y un dulce gemido de Alicia se colaba por mi oído. Era música para mí.

Disfruté de la calidez de su coño durante un tiempo, hasta que a Alicia le apeteció cambiar. De un movimiento rápido giramos en la cama y quedó ella encima. En sus ojos marrones noté un brillo de vicio y en seguida comprobé que quería saborear mi polla. Y lo hizo. Su cuerpo encima del mío, su boca rodeando mi miembro y mi cabeza entre sus piernas. Nuestros sudorosos cuerpos fundidos en un placentero sesenta y nueve. Alicia usaba una manos para masajear mis huevos y la otra para acompañar el movimiento de su boca. Joder, qué delicia. Si sus pies y su coño habían sido increíbles, su boca no se quedaba atrás. Menuda forma de usar los labios y la lengua. Y por si no fuera suficiente gozo, yo también saboreaba su coñito. Con una mano agarraba con firmeza su nalga y los dedos de la otra se los iba introduciendo al tiempo que la estimulaba con mi lengua. Lengua que recorría tanto el interior como el exterior de su coño suave y sin pelo. Sus intermitentes gemidos de placer que le provocaba con mi cara hundida entre sus piernas era lo único que separaba momentáneamente su boca de mi polla.

Estaba tan cachondo que me decidí proponerle algo. Me incorporé y nos pusimos de nuevo cara a cara. Rodeé a Alicia con mis brazos y noté sus duros pezones en mi pecho. Le besé el cuello y acaricié la entrepierna con la mano. Y entonces fue cuando lo solté:
 - ¿Por detrás...? - Susurré entre suspiros y besos.
 - Sí... - La fortuna me sonreía.
Sin más dilación, ella misma se puso a cuatro patas en la cama. Yo sonreí al ver su entusiasmo. Con un sensual movimiento de cabeza sacudió el aire con su largo pelo castaño y miró hacia atrás, hacia mí, lanzándome un reto con la mirada. Me arrodillé detrás suya. Me costó poco trabajo meterla por su entrada trasera. No era la primera vez para ninguno de los dos, y que mi miembro goteara saliva de Alicia ayudaba mucho. La metí despacio y con cuidado. Alicia dejó escapar algunos sonidos confusos pero en seguida se acostumbró y empezó a disfrutarlo. La sujetaba de la cintura con las manos y le daba por el culo con bastante fuerza. No llegaban a ser duras embestidas, pero sí que llegaba a meterla entera y el choque de mi pelvis con sus nalgas hacia bastante ruido. A Alicia le apetecía dejar escapar a la bestia y dar rienda suelta a sus gritos y gemidos, pero se contenía para que no nos oyera su compañera de piso. No nos importaba que se enterase, pero tampoco queríamos armar un escándalo. Así que ella se agarraba a las sábanas e incluso las mordía, soltando algún grito ahogado muy de vez en cuando.

Me dio por adoptar una pose de película porno. Adelante la pierna derecha apoyando el pie junto a Alicia. Me resultaba más fácil moverme en esa posición. Mi pie se encontraba justo al lado de la cara de Alicia, así que ella aprovechó para sacar la lengua y lamerlo. Se comía mi pie mientras yo invadía su culo. Era estrecho y realmente placentero. Disfruté enormemente follándomela por detrás, y a juzgar por las caras que ponía, Alicia también estaba en la gloria. Tanto disfrutaba que fue inevitable advertir el tremendo orgasmo que tuvo, en el que su cuerpo se estremeció y le fue imposible aguantarse un grito, así como algunas expresiones del tipo "¡Dios" o "¡Joder". Finiquitó el orgasmo con un golpe a la cama con la mano. Me encantó verla alcanzar el clímax.

Agradecí mucho que Alicia me hubiera permitido atacarle por la retaguardia. Cada agujero de su cuerpo había sido una delicia, y sus pies también. Y hablando de sus pies, ellos fueron los que remataron la faena. Dejé en paz el culo de Alicia y me senté en la cama avisando de que me iba a correr. No se si esperaba que me la chupara hasta hacerme eyacular o qué, pero mi instinto fue sentarme en la cama. Alicia tomó un camino más curioso. Se sentó detrás de mí, apoyando sus grandes pechos en mi espalda y rodeándome con sus piernas. Así, yo estaba sentado entre sus piernas pero de espaldas a ella. Alicia me besaba el cuello, me acariciaba sensualmente el torso con las manos y me masturbaba con los pies. Lo hacía realmente bien, no debía ser el primer footjob que hacía. Alternó distintas velocidades y presiones con sus pies, así como diferentes movimientos, siendo las plantas lo que entraba en contacto con mi miembro. Cuando eché la cabeza hacia atrás Alicia intuyó lo que iba a ocurrir. Aceleró la paja con los pies, masturbándome frenéticamente. Chorros de semen salieron de la punta de mi miembro mientras yo notaba el cálido aliento de Alicia en mi nuca. Ella seguía masturbándome con los pies y mi semen resbalaba por mi miembro hasta embadurnarlos. Al acabar, sus pies estaban cubiertos de mi esperma.

Tras unos segundos de descanso y relajación por parte de ambos, Alicia me pasó un par de toallitas húmedas que usé para limpiarme el miembro y luego sus pies. Ella me lo agradecía acariciándome la polla y los huevos, ya limpios, mientras yo me encargaba de dejar igual de pulcros sus pies. Cuando acabé, Alicia me incitó:
 - ¿Segunda ronda?
Aunque yo estaba cansadísimo, no quería desperdiciar otra oportunidad para disfrutar del cuerpo de Alicia, así que asentí con la cabeza. Ella se puso en pie, me cogió de la mano y me levantó de la cama. Abrió la puerta de su habitación y, después de cerciorarse de que su compañera de piso seguía en su habitación, ambos salimos desnudos. Observé su redondo culo, enrojecido por toda la acción previa, mientras Alicia me conducía hacia la ducha.




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