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lunes, 30 de mayo de 2016

Pillado



Volvía de clase en dirección a la fraternidad, cuando decidí tomar un camino distinto, por variar. Era uno de esos días en los que no tienes mucho que hacer y no tienes prisa por llegar a casa. Fui por un jardín que nunca antes había cruzado y bordeé la parte de atrás de la sororidad PAM. En el porche trasero, lejos de miradas indiscretas, dos chicas pertenecientes a PAM estaban sentadas en cómodas sillas con los pechos al descubierto, dejando que la luz del sol los bronceara. Las miré disimuladamente, pero no me detuve para no parecer un pervertido.

Tuve que pasar por la parte trasera de otra sororidad. Instintivamente eché un ojo a las ventanas sin prestar demasiada atención. Me pareció divisar una bonita silueta por una ventana de la planta baja. Me detuve, ya que nadie me veía. Me fijé un poco y me pareció que era la figura de una mujer. Aprovechando que estaba en un lugar poco transitado, decidí acercarme a la ventana. Sin hacer ruido y a escondidas, alcancé el alféizar de la ventana y asomé ligeramente la cabeza. Dentro de la habitación, una rubia de grandes pechos se miraba en el espejo, llevando solo un culotte puesto. En el borde de su cama se apilaban un grupo de vestidos de distintos diseños y colores. La chica cogió uno y se lo puso. Se miró de frente, luego de perfil. Después se lo quitó, lo volvió a dejar en la cama y cogió otro. Indudablemente estaba probándoselos para decidir cuál ponerse. Cada vez que se cambiaba de uno a otro me regalaba una preciosa visión de su cuerpo desnudo casi al completo.

Me quedé absorto espiando por su ventana. Y más aún cuando, entre vestido y vestido, a la chica rubia le dio por acariciarse el cuerpo. Se miraba en el espejo mientras se acariciaba las tetas desnudas, las piernas, el culo... Se recogía el pelo ondulado y dorado, y luego se lo volvía a soltar. Se cogía los pechos, los masajeaba, los acariciaba, todo sin dejarse de mirar al espejo. Una gota de sudor resbaló por mi frente. Me estaba excitando mucho.



Me di un susto tremendo al ocurrir algo que no me esperaba en aquel momento. Una mano me cogió del hombro de repente. Me giré instintivamente y me sonrojé de golpe al verme cara a cara con una joven de pelo castaño que me lanzaba una miraba traviesa a través de sus ojos verdes.
 - ¿Espiando a mi amiga?
Me temblaron las palabras al haber sido descubierto en tan incómoda situación. El poco sonido que logré emitir no tenía sentido, así que siguió ella.
 - Sigue, no te cortes...
Me giró el cuerpo con las manos para volver a ponerme de frente a la ventana, en la misma posición en la que me había encontrado. Yo estaba suficientemente avergonzado como para no ser capaz de decir ni una sola palabra. Hice lo que me dijo, volviendo a mirar por la ventana disimuladamente. La rubia de la habitación seguía acariciándose el cuerpo frente al espejo.

La situación dio otro giro inesperado cuando noté que se bajaba la bragueta de mi pantalón y sentí una mano meterse por ella. Agarró mi polla, que en aquel momento estaba dura por el espectáculo que estaba presenciando. Oí una leve risotada a mis espaldas cuando me cogía el miembro con la mano. Me la sacó del pantalón. Ello provocó en mí que mirara a nuestro alrededor, ya que estábamos en el exterior y a plena luz del día. Afortunadamente, no había moros en la costa. La chica a mis espaldas me giró la cabeza con la mano insistiendo en que observara a su amiga rubia.

Aquella chica se había puesto a masturbarme mientras yo espiaba a su amiga desnuda por la ventana. Apoyaba su cabeza en mi hombro y me pajeaba con la mano derecha. El morbo de que nos pudieran pillar era un factor interesante en todo aquello. Era un gustazo notar la ligera brisa fresca que corría en el ambiente, mientras una traviesa estudiante me hacía una generosa paja. Me soltó la polla unos segundos, pero solo para escupir sobre la palma de su mano y seguir con la paja, ahora con mayor lubricación.

Dentro de la habitación, la rubia ya se había probado los vestidos y ahora yacía tumbada en la cama leyendo un libro, pero seguía con la misma escasez de ropa que antes. Fuera, la mano de la otra chica se movía con rapidez buscando mi orgasmo. Ella seguía con la cabeza apoyada en mi hombro, y de vez en cuando me besaba o lamía el cuello, cosa que me ponía aún más cachondo. Por no hablar de los comentarios que me susurraba de vez en cuando, del estilo de "Me encantan las tetas de mi amiga, ¿a ti no?" o "Córrete pensando que lo haces sobre su precioso cuerpo."

No tardé en llegar al clímax. La chica me puso la mano que tenía libre en la boca, bloqueando cualquier emisión de sonido por mi parte. Con la otra me masturbaba a gran velocidad, conocedora de que me iba a correr en cuestión de segundos. Yo no desviaba mi mirada de la sensual rubia, que estaba ajena a todo en su habitación. Ni pestañeaba.
 - Córrete... Córrete... - Oía que me susurraba al oído.
Fue dicho y hecho. Me corrí con gusto mientras aquella chica seguía masturbándome. Ahora ella solo gemía, seguramente para aumentar mi excitación. Y lo consiguió. Sus sensuales gemidos fueron el acompañamiento perfecto para mi orgasmo. Ella no dejaba de pajearme, sin importarle que su mano estuviera cada vez más pringada de semen. Eyaculé abundantemente, presa de la excitación por toda aquella situación. Al fin aparté la mirada de la rubia de la habitación y miré hacia abajo. La mano de la chica, con semen entre los dedos, ahora se movía lentamente ofreciéndome un estimulante masaje post-eyaculación. Un beso en el cuello y una palmada en el culo fue lo último que me dio aquella chica antes de volver a entrar en la sororidad, sin que me diese tiempo a reaccionar.



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