Todos los relatos que aparecen en este blog han sido escritos por mí. Ninguno ha sido copiado de ninguna otra web de relatos y se ruega que, del mismo modo, tampoco sean copiados (excepto consentimiento expreso). Gracias.

domingo, 23 de febrero de 2025

Mientras conduces

Mientras conducía, Juan vislumbró fugazmente las elegantes medías de Luna, vistiendo sus bonitas y largas piernas, a través del retrovisor. Ella se dio cuenta, y a Luna le gusta mucho jugar… Como quien no quiere la cosa, levantó un poquito más su vestido. Segundos después, la mirada de Juan volvió a reflejarse en el retrovisor disimuladamente. Luna sonrió al sentir que estaba consiguiendo lo que buscaba. Se remangó el vestido un poco más. Sus piernas al completo estaban a la vista ahora. Juan se dio cuenta de lo que hacía.
- Luna… - Protestó, aunque eso no evitó que echara otra miradita.
Ignorándole, Luna subió su vestido una vez más. Ahora se podían llegar a ver sus braguitas negras con transparencias. Por la expresión de Juan, notó que empezaba a ponerse nervioso.
- Luna… Estate quieta…
Pero ella no tenía intención de obedecer. De hecho, lo siguiente que hizo fue posar su mano en la pierna de Juan. Primero inocentemente, pero luego fue subiendo la mano por el muslo del conductor.
- Luna, por favor, que estoy conduciendo…
Haciendo oídos sordos, Luna llegó con su mano hasta la entrepierna de Juan. La acarició suavemente por encima del pantalón, dibujando su forma con los dedos. Le encantó sentir que se estaba endureciendo. Juan se aferraba al volante con fuerza.
- Luna, va…
Al fin, Luna apartó la mano, pero solo fue para recogerse el pelo en una coleta y después preguntar con una sonrisa juguetona y voz tontorrona:
- Entonces, ¿quieres que pare?
Juan fue incapaz de seguir resistiéndose.

Sin apartar la vista de la carretera, Juan escuchó el sonido de su bragueta abriéndose. Tragó saliva cuando Luna le sacó el miembro del pantalón y suspiró cuando sintió la lengua lamiendo de arriba abajo. Tras unos lametones iniciales, la boca de Luna envolvió su polla, acogiéndola con su húmeda calidez. A Luna le encantó sentir la polla de Juan creciendo en su boca, hasta alcanzar una dureza que hacía imposible abarcarla entera en ella. Juan acarició el pelo de Luna, casi como un agradecimiento, mientras su cabeza subía y bajaba entre él y el volante. Presa del placer que le generaban los labios de Luna, aceleró sin darse cuenta y la velocidad era más alta de lo habitual en él. Cada gemido de Juan ponía a Luna más y más cachonda. Con una mano era suficiente para sujetar la polla mientras se la comía, así que deslizó la otra por debajo de su vestido para acariciar su chorreante coño. Juan conducía por el carril central por miedo a desviarse accidentalmente, así que los coches pasaban tanto por el carril derecho como por el izquierdo, y alguno de ellos se giró para mirarlos sin disimulo. Luna estaba tan cachonda que ya hasta se metía los dedos, y engullía la polla del conductor tan profundamente como podía. Apunto estaba de saltar encima de él y cabalgarlo, si no fuera por el peligro que eso suponía en plena conducción. Tuvo que reprimirse y seguir chupando, solo unos minutos más, hasta que provocó el orgasmo de Juan.
-        Me voy a correr… Tengo que parar…  - Sollozó él, al tiempo que ponía el intermitente para salir por una vía de servicio.
Pero Lara no había terminado su juego.
-        Si paras, yo también paro… - Amenazó.
-        Joder… - Protestó Juan, tragando saliva, pero obviamente accedió.
Un minuto después, en plena carretera, conduciendo a unos 100 km/h, Juan explotó en la boca de Luna. Se agarró al volante, gruñó y se corrió. Luna fue capaz de tragarlo todo sin siquiera cesar sus movimientos de cabeza. Succionó las últimas gotas del glande antes de incorporarse de nuevo en el asiento con sonrisa de satisfacción. La cara de Juan era un poema. Luna abrió la guantera en busca de toallitas.
-        Tranquilo, yo te limpio.



martes, 18 de febrero de 2025

Sobre el potro

Mía estaba más que acostumbrada a estar a cuatro patas, pero no tanto a que fuera subida a un potro, y menos con las manos atadas a la parte delantera. Estaba ansiosa por descubrir todas las formas posibles de usar tal aparato con L, además del aparato de L. Ver cómo se acercaba a ella con el miembro duro y una sonrisa en la cara la puso a mil. Si no hubiera estado atada al potro, se habría abalanzado sobre él. Pero esta vez estaba entregada a sus juegos perversos. Lo primero que hizo él fue posicionarse delante de ella, quedando el miembro a centímetros de su cara. La boca de Mía se abrió automáticamente. Sacó la lengua al máximo hasta conseguir lamer su glande, pero no llegaba a más. Miró hacia arriba a L con ojitos suplicantes. Con un suave movimiento de pelvis, L accedió a los deseos de Mía, introduciendo el miembro entre sus tiernos labios. Mía lo recibió en la boca con gusto, saboreándole, aportándole la calidez húmeda tan placentera de su boca, y estimulándole con su juguetona lengua. Mía también estaba más que acostumbrada a usar su boca, pero con las manos atadas y L agarrándole del pelo, era más bien él quien usaba su boca. L controlaba el ritmo y la profundidad. Mía la recibía en su garganta, salivaba por delante y chorreaba por detrás...


domingo, 13 de octubre de 2024

Caricias en la ducha


Desperté y no estabas en la cama. Se oía el sonido de la ducha. Me levanté y me fui quitando la ropa de camino al baño. Abrí ligeramente la puerta, observándote desde fuera. El agua caliente resbalaba por tu bonito y tonificado cuerpo al desnudo. Entré sigilosamente. Con los ojos cerrados y el ruido del agua, no te diste cuenta hasta que te abracé por detrás. Me recibiste con una sonrisa. Te besé el cuello y mis manos fueron directamente a tus pechos, blanditos y agradables al tacto. Junté mi cuerpo al tuyo. Mi pecho apretado contra tu espalda. El chorro de agua bañando nuestros cuerpos desnudos mientras yo te acariciaba, te besaba y te susurraba al oído lo mucho que había disfrutado la noche anterior. Mis manos recorrían cada centímetro de tu piel mojada. Mi erección se clavó en tu nalga. Sentí tu mano agarrándome el miembro. Me lo acariciabas lentamente. Empecé a gemir suavemente en tu oído. Sin girarte, y sin mirarme, comenzaste a masturbarme. Tu otra mano buscó tu entrepierna, pero la mía fue más rápida y llegó antes. Yo acariciaba tu sexo mientras tú me masturbabas. Tu mano libre buscó entonces otro destino, y se encontró con mi otra mano en tus pechos. Las manos de ambos combinándose en caricias a tus tetas y en jugueteos con tus pezones. Y mi miembro no podía estar más duro. Mis gemidos crecían, los tuyos también, y tus movimientos eran cada vez más rápidos. Gruñí, te mordí el cuello, arqueé el cuerpo ligeramente y mis músculos se tensaron. Un torrente de espeso líquido caliente se derramó en tu culo, resbalando por tu pierna. Tus movimientos se fueron ralentizando, hasta volver a ser solo caricias. Te giraste, por fin, para mirarme a los ojos, y nos besamos.


lunes, 26 de agosto de 2024

Tercera persona

 

El móvil vibró. Ella sonrió nada más abrir el mensaje. Contenía instrucciones y una hora. Tenía algo de tiempo, así que primero se dio una ducha para estar bien limpia para Él. Salió del baño ya seca, pero aún sin ropa. Esa era la primera instrucción.
"Desnúdate"
Se dirigió al dormitorio. Miró el reloj de la mesita de noche. Quedaban unos minutos para la hora indicada. Abrió el primer cajón de la mesita y sacó un antifaz. Se cubrió los ojos con él, cumpliendo así la segunda indicación.
"Ponte el antifaz"
Miró hacia la luz que entraba por la ventana, comprobando que no se colaba por ningún resquicio del antifaz. Se tumbó desnuda en la cama. Abrió los brazos y las piernas, exponiendo todo su cuerpo. Había cumplido la última indicación.
"Túmbate en la cama"
20.00h
Los últimos minutos se le habían hecho eternos. Esperando, excitada. Al fin, escuchó la puerta abrirse y cerrarse. Luego, unos pasos que cada vez sonaban más cerca, hasta llegar a la habitación. Pero había algo extraño. Oía más pisadas de lo esperado. No parecían pasos de una persona, sino de dos. Se confirmó cuando unos pasos se dirigieron a un lado de la cama y otros pasos al otro lado. Uno debía ser Él, pero ¿Quién era el otro? Ella tuvo que frenar el intensísimo deseo de retirarse el antifaz para descubrir quién era esa tercera persona. No solo no lo hizo, sino que no movió ni un músculo, manteniendo su cuerpo desnudo totalmente al descubierto para ellos. Sabía que eso era lo que Él querría. Segundos de silencio. Estarían admirando su desnudez. Finalmente, unas fuertes manos la agarraron y le dieron la vuelta en la cama, colocándola boca abajo. Luego le juntaron las muñecas, y sintió el familiar tacto de las esposas de cuero atando sus manos. La excitación creció. La cama se movió al posarse sobre ella el peso de otro cuerpo. Uno que se había colocado detrás de ella, entre sus piernas. Su inconfundible olor corporal le hizo humedecerse al instante. No había duda de que era Él. Eso la tranquilizó. Se relajó. Pero se tensó de nuevo al sentir dos dedos en su sexo. Juguetearon un rato. Luego, los dedos fueron sustituidos por algo más largo y grueso. Para entonces ella ya estaba muy mojada. Entró sin dificultad. Primero lento, con cautela. Se intensificó eventualmente. Un leve gruñido llegado desde un lado de la habitación le recordó que había alguien más con ellos. Y era un hombre. Eso la inquietó, pero también la excitó. Sobre todo la excitó. Imaginó a un hombre observándoles y masturbándose, mientras Él la poseía. Limitada de movimientos y privada uno de los sentidos. Excitada al sentirse vulnerable a los deseos de su amado y entregarle su cuerpo para su disfrute. Con los ojos tapados, todo le llegaba por sorpresa. Y con las manos atadas, no podía resistirse. Aunque tampoco quería hacerlo. Los gruñidos de Él la volvían loca. Los intermitentes gruñidos del tercer hombre eran un punto extra de excitación. Gemidos de dos hombres distintos estimulando sus oídos. Por momentos incluso deseaba que el segundo hombre se uniera a ellos, pero eso no era decisión suya. Llegó un fuerte gruñido desde la esquina y luego silencio. Lo tuvo claro: el otro ya había acabado. Él no se inmutó. Siguió sobre ella, penetrándola sin descanso. Unos cuantos gruñidos después, soltó un gran gruñido final acompañado de una explosión que la desbordó por dentro. Ella se quedó inmóvil. Sintió un beso en la frente. Luego, sonidos de cinturones abrochándose y pasos alejándose de la habitación. La puerta abriéndose y cerrándose. Se quitó el antifaz y se quedó un rato tumbada boca arriba, asimilando lo ocurrido con una sonrisa en la cara.


domingo, 10 de marzo de 2024

La pelirroja de la curva


Tímidas gotas de lluvia caían sobre el parabrisas del 4x4 que conducía Sandro por las sinuosas carreteras de la montaña. Andrés, de copiloto, hacía scroll en la pantalla de su móvil buscando las próximas canciones que añadir a la lista de reproducción y que sonaban a todo volumen en el interior del coche. En los asientos traseros, Fran y Nico estaban enfrascados en un duro debate futbolístico, interrumpido ocasionalmente por alguna letra de canción que se sabían y no podían dejar pasar sin cantarla a gritos. 
 - Eh, mirad. - Dijo el conductor.
Sandro levantó la mirada del teléfono y entrecerró los ojos para fijar su mirada en la lejanía. Distinguió a lo lejos, en la siguiente curva, la silueta de una mujer.
 - ¿Es una tía?
Fran y Nico se asomaron desde atrás.
 - Sí, ¿no? - Dijo el primero.
Sandro fue reduciendo la velocidad conforme se acercaban a la curva.
 - Está haciendo dedo. - Consiguió distinguir Nico. - ¿La recogemos?
 - ¿En serio? - Preguntó incómodo Sandro. - Me da cosa, eh... No me mola recoger gente.
Cuando se acercaron los suficiente a la curva, se dieron cuenta de que la chica apenas llevaba ropa.
 - ¡Coño! ¡Va medio en bolas! - Exclamó de nuevo Nico.
 - Uf, y está buena, eh. - Añadió Andrés.
No hicieron falta más argumentos para convencer a Sandro.
 - La recogemos. - Sentenció.

Cuando llegaron a la curva, detuvieron el coche junto a la chica y Andrés bajó el volumen de la música. Los cuatro amigos la miraron de arriba abajo mientras se bajaba la ventanilla del copiloto. Era una pelirroja guapísima que vestía únicamente un bodi de rejilla, el cual dejaba ver un sujetador negro a través de él, y cuya parte baja era a modo de tanga. Lucía dos largas trenzas que le daban un aspecto inocente, pero no hacía el mínimo amago de taparse pese a ir medio desnuda. En cuanto empezó a hablar, también se percataron de un metálico piercing alojado en su lengua.
 - ¡Hola! - Saludó con una sonrisa.
 - ¡Hola! - Respondió Nico, entusiasmado, desde los asientos de detrás.
 - ¿Qué...? - Comenzó a preguntar Andrés, pero no supo cómo formular su pregunta.
Ella entendió de inmediato las dudas.
 - ¡Ah! Es que tengo una suerte... He venido a bañarme al río que hay por aquí y una ráfaga de viento se ha llevado casi toda mi ropa. Ha caído en el río y se la ha llevado la corriente. Así que, solo me ha quedado esto...
Separó los brazos y mostró su cuerpo apenas cubierto. Los cuatro amigos tragaron saliva al mismo tiempo.
 - ¿Os importaría acercarme a mi casa? Normalmente voy andando, pero está anocheciendo, empezando a llover…
Tras unos segundos de silencio, Nico abrió la puerta de atrás.
 - ¡Por supuesto! - Dijo mientras salía del coche para cederle el paso. - ¿Pero te importa ir en medio?
 - Para nada. No será la primera vez que esté entre dos hombres... - Rio jovialmente tras decir eso.
Una broma quizá inocente, o quizá no. Nico eligió penar mal y sonrió. No desaprovechó la oportunidad de mirarle el culo descaradamente mientras ella subía al coche. Luego subió él y se apretujaron junto a Fran.
 - ¡Muchas gracias! - Exclamó ella con alegría. - Soy Laura, por cierto.
Los chicos se presentaron diciendo cada uno su nombre. Sandro puso el coche en movimiento de nuevo y retomaron la carretera.
 - ¿Cómo es que has venido sola? - Preguntó Fran.
 - No necesito estar acompañada para disfrutar de un baño en el río. Aunque reconozco que alguna vez he venido acompañada, jaja...
Sandro y Andrés se miraron con una medio sonrisa ante la obvia connotación sexual de aquella afirmación.
 - Siempre voy andando, pero esta vez he tenido la suerte de quedarme casi sin ropa cuando se acerca una tormenta.
Sandro tomó una curva un poco más rápido de lo que debería y los tres que iban detrás se apretujaron contra el lado de Fran. Laura reaccionó apoyando la mano en el muslo de Fran para sujetarse, casi en su entrepierna. Nico no hizo demasiado esfuerzo por evitar que su cuerpo se pegara al de ella.
 - Perdón... - Se disculpó el conductor.
 - No importa. - Respondió ella. - No me importa un poco de roce, jaja.
Las risas, indirectas y dobles sentidos continuaron durante el resto del trayecto hasta la casa de la chica. Ella les seguía el juego de las insinuaciones sin ningún reparo.

Obedeciendo sus indicaciones, llegaron a una gran cabaña de madera en mitad del bosque. Los chicos miraron la casa extrañados desde dentro del coche. Tenía un aspecto descuidado, lo cual la hacía parecer abandonada. Para entonces ya llovía a cantaros.
 - ¿Queréis pasar a tomar algo? Es peligroso conducir con esta lluvia. Os invito a unas cervezas mientras esperamos a que pare un poco, como agradecimiento por traerme. 
Sandro dudó. No le convencía la idea, pero era cierto que llovía demasiado. Nico fue más rápido.
 - ¡Claro! ¿Quién dice que no a una cerveza?
Sandro le miró con desaprobación.
 - ¿Has visto cómo llueve? - Argumentó Nico. - Mejor hacemos algo de tiempo a ver si para un poco o podemos tener una desgracia en la carretera.
Los cinco caminaron con paso rápido desde el coche hasta la entrada, pues para entonces la lluvia ya era muy intensa.
 - Quieres entrar por la lluvia y no por ese culo que no paras de mirar, ¿verdad? - Susurró Sandro a Nico lejos del alcance de Laura.
 - Pero tío, ¿por quién me tomas? - Respondió en tono burlón, para luego hacer gestos obscenos como si azotara con la mano un culo invisible.
La casa, que de fuera parecía abandonada, por dentro era todo lo contrario. Ordenada, cuidada y acogedora, pese a su gran tamaño. Laura fue directa a la cocina y volvió con unos tercios de cerveza.
 - Aquí tenéis. Yo voy a cambiarme y vuelvo enseguida.
Los cuatro agradecieron la bebida y se sentaron en los sofás, mientras ella subía por unas escaleras al piso de arriba.
 - Joder, está cachonda la pelirroja, ¿eh? - Comentó Andrés.
 - Cachondo me tiene a mí, la cabrona... - Confesó Nico, mordiéndose el labio. - Menudo culo...
 - Y quiere rabo, pero vamos... Si ha metido mano a Fran en el coche, jajaja.
 - Ha sido sin querer... - Se limitó a decir Fran, quitando hierro al asunto.
Si Nico era el más extrovertido, lanzado y bocazas, Fran era todo lo contrario. Él era tímido, callado y respetuoso. Nico era deportista, corpulento y musculoso, mientras que Fran era pequeño y más bien enclenque. Sandro y Andrés se movían en el término medio, pero mientras el primero era el más responsable del grupo, el segundo era el más descuidado y confiado.
 - ¿Y el piercing de la lengua qué? - Insistió Nico.
 - Eso tengo que probarlo… - Siguió Andrés, coronando su intervención con exagerados gestos de una felación al aire.
 - Pues ponte a la cola. Cuando acabé conmigo es toda tuya…
 - Igual quiere con los cuatro a la vez. Las de aspecto inocente luego son las peores.
 - ¡Bukkake! - Exclamó Nico, quizá un poco más alto de lo que debería.
Los cuatro rieron. Se hizo el silencio de golpe en cuanto se oyeron los pasos de Laura bajando las escaleras.