Desperté y no estabas en la cama. Se oía el sonido de la ducha. Me levanté y me fui quitando la ropa de camino al baño. Abrí ligeramente la puerta, observándote desde fuera. El agua caliente resbalaba por tu bonito y tonificado cuerpo al desnudo. Entré sigilosamente. Con los ojos cerrados y el ruido del agua, no te diste cuenta hasta que te abracé por detrás. Me recibiste con una sonrisa. Te besé el cuello y mis manos fueron directamente a tus pechos, blanditos y agradables al tacto. Junté mi cuerpo al tuyo. Mi pecho apretado contra tu espalda. El chorro de agua bañando nuestros cuerpos desnudos mientras yo te acariciaba, te besaba y te susurraba al oído lo mucho que había disfrutado la noche anterior. Mis manos recorrían cada centímetro de tu piel mojada. Mi erección se clavó en tu nalga. Sentí tu mano agarrándome el miembro. Me lo acariciabas lentamente. Empecé a gemir suavemente en tu oído. Sin girarte, y sin mirarme, comenzaste a masturbarme. Tu otra mano buscó tu entrepierna, pero la mía fue más rápida y llegó antes. Yo acariciaba tu sexo mientras tú me masturbabas. Tu mano libre buscó entonces otro destino, y se encontró con mi otra mano en tus pechos. Las manos de ambos combinándose en caricias a tus tetas y en jugueteos con tus pezones. Y mi miembro no podía estar más duro. Mis gemidos crecían, los tuyos también, y tus movimientos eran cada vez más rápidos. Gruñí, te mordí el cuello, arqueé el cuerpo ligeramente y mis músculos se tensaron. Un torrente de espeso líquido caliente se derramó en tu culo, resbalando por tu pierna. Tus movimientos se fueron ralentizando, hasta volver a ser solo caricias. Te giraste, por fin, para mirarme a los ojos, y nos besamos.
Todos los relatos que aparecen en este blog han sido escritos por mí.
Ninguno ha sido copiado de ninguna otra web de relatos y se ruega que, del mismo modo, tampoco sean copiados (excepto consentimiento expreso).
Gracias.
domingo, 13 de octubre de 2024
lunes, 26 de agosto de 2024
Tercera persona
El móvil vibró. Ella sonrió nada más abrir el mensaje. Contenía instrucciones y una hora. Tenía algo de tiempo, así que primero se dio una ducha para estar bien limpia para Él. Salió del baño ya seca, pero aún sin ropa. Esa era la primera instrucción.
"Desnúdate"
Se dirigió al dormitorio. Miró el reloj de la mesita de noche. Quedaban unos minutos para la hora indicada. Abrió el primer cajón de la mesita y sacó un antifaz. Se cubrió los ojos con él, cumpliendo así la segunda indicación.
"Ponte el antifaz"
Miró hacia la luz que entraba por la ventana, comprobando que no se colaba por ningún resquicio del antifaz. Se tumbó desnuda en la cama. Abrió los brazos y las piernas, exponiendo todo su cuerpo. Había cumplido la última indicación.
"Túmbate en la cama"
20.00h
Los últimos minutos se le habían hecho eternos. Esperando, excitada. Al fin, escuchó la puerta abrirse y cerrarse. Luego, unos pasos que cada vez sonaban más cerca, hasta llegar a la habitación. Pero había algo extraño. Oía más pisadas de lo esperado. No parecían pasos de una persona, sino de dos. Se confirmó cuando unos pasos se dirigieron a un lado de la cama y otros pasos al otro lado. Uno debía ser Él, pero ¿Quién era el otro? Ella tuvo que frenar el intensísimo deseo de retirarse el antifaz para descubrir quién era esa tercera persona. No solo no lo hizo, sino que no movió ni un músculo, manteniendo su cuerpo desnudo totalmente al descubierto para ellos. Sabía que eso era lo que Él querría. Segundos de silencio. Estarían admirando su desnudez. Finalmente, unas fuertes manos la agarraron y le dieron la vuelta en la cama, colocándola boca abajo. Luego le juntaron las muñecas, y sintió el familiar tacto de las esposas de cuero atando sus manos. La excitación creció. La cama se movió al posarse sobre ella el peso de otro cuerpo. Uno que se había colocado detrás de ella, entre sus piernas. Su inconfundible olor corporal le hizo humedecerse al instante. No había duda de que era Él. Eso la tranquilizó. Se relajó. Pero se tensó de nuevo al sentir dos dedos en su sexo. Juguetearon un rato. Luego, los dedos fueron sustituidos por algo más largo y grueso. Para entonces ella ya estaba muy mojada. Entró sin dificultad. Primero lento, con cautela. Se intensificó eventualmente. Un leve gruñido llegado desde un lado de la habitación le recordó que había alguien más con ellos. Y era un hombre. Eso la inquietó, pero también la excitó. Sobre todo la excitó. Imaginó a un hombre observándoles y masturbándose, mientras Él la poseía. Limitada de movimientos y privada uno de los sentidos. Excitada al sentirse vulnerable a los deseos de su amado y entregarle su cuerpo para su disfrute. Con los ojos tapados, todo le llegaba por sorpresa. Y con las manos atadas, no podía resistirse. Aunque tampoco quería hacerlo. Los gruñidos de Él la volvían loca. Los intermitentes gruñidos del tercer hombre eran un punto extra de excitación. Gemidos de dos hombres distintos estimulando sus oídos. Por momentos incluso deseaba que el segundo hombre se uniera a ellos, pero eso no era decisión suya. Llegó un fuerte gruñido desde la esquina y luego silencio. Lo tuvo claro: el otro ya había acabado. Él no se inmutó. Siguió sobre ella, penetrándola sin descanso. Unos cuantos gruñidos después, soltó un gran gruñido final acompañado de una explosión que la desbordó por dentro. Ella se quedó inmóvil. Sintió un beso en la frente. Luego, sonidos de cinturones abrochándose y pasos alejándose de la habitación. La puerta abriéndose y cerrándose. Se quitó el antifaz y se quedó un rato tumbada boca arriba, asimilando lo ocurrido con una sonrisa en la cara.
domingo, 10 de marzo de 2024
La pelirroja de la curva
Tímidas gotas de lluvia caían sobre el parabrisas del 4x4 que conducía Sandro por las sinuosas carreteras de la montaña. Andrés, de copiloto, hacía scroll en la pantalla de su móvil buscando las próximas canciones que añadir a la lista de reproducción y que sonaban a todo volumen en el interior del coche. En los asientos traseros, Fran y Nico estaban enfrascados en un duro debate futbolístico, interrumpido ocasionalmente por alguna letra de canción que se sabían y no podían dejar pasar sin cantarla a gritos.
- Eh, mirad. - Dijo el conductor.
Sandro levantó la mirada del teléfono y entrecerró los ojos para fijar su mirada en la lejanía. Distinguió a lo lejos, en la siguiente curva, la silueta de una mujer.
- ¿Es una tía?
Fran y Nico se asomaron desde atrás.
- Sí, ¿no? - Dijo el primero.
Sandro fue reduciendo la velocidad conforme se acercaban a la curva.
- Está haciendo dedo. - Consiguió distinguir Nico. - ¿La recogemos?
- ¿En serio? - Preguntó incómodo Sandro. - Me da cosa, eh... No me mola recoger gente.
Cuando se acercaron los suficiente a la curva, se dieron cuenta de que la chica apenas llevaba ropa.
- ¡Coño! ¡Va medio en bolas! - Exclamó de nuevo Nico.
- Uf, y está buena, eh. - Añadió Andrés.
No hicieron falta más argumentos para convencer a Sandro.
- La recogemos. - Sentenció.
Cuando llegaron a la curva, detuvieron el coche junto a la chica y Andrés bajó el volumen de la música. Los cuatro amigos la miraron de arriba abajo mientras se bajaba la ventanilla del copiloto. Era una pelirroja guapísima que vestía únicamente un bodi de rejilla, el cual dejaba ver un sujetador negro a través de él, y cuya parte baja era a modo de tanga. Lucía dos largas trenzas que le daban un aspecto inocente, pero no hacía el mínimo amago de taparse pese a ir medio desnuda. En cuanto empezó a hablar, también se percataron de un metálico piercing alojado en su lengua.
- ¡Hola! - Saludó con una sonrisa.
- ¡Hola! - Respondió Nico, entusiasmado, desde los asientos de detrás.
- ¿Qué...? - Comenzó a preguntar Andrés, pero no supo cómo formular su pregunta.
Ella entendió de inmediato las dudas.
- ¡Ah! Es que tengo una suerte... He venido a bañarme al río que hay por aquí y una ráfaga de viento se ha llevado casi toda mi ropa. Ha caído en el río y se la ha llevado la corriente. Así que, solo me ha quedado esto...
Separó los brazos y mostró su cuerpo apenas cubierto. Los cuatro amigos tragaron saliva al mismo tiempo.
- ¿Os importaría acercarme a mi casa? Normalmente voy andando, pero está anocheciendo, empezando a llover…
Tras unos segundos de silencio, Nico abrió la puerta de atrás.
- ¡Por supuesto! - Dijo mientras salía del coche para cederle el paso. - ¿Pero te importa ir en medio?
- Para nada. No será la primera vez que esté entre dos hombres... - Rio jovialmente tras decir eso.
Una broma quizá inocente, o quizá no. Nico eligió penar mal y sonrió. No desaprovechó la oportunidad de mirarle el culo descaradamente mientras ella subía al coche. Luego subió él y se apretujaron junto a Fran.
- ¡Muchas gracias! - Exclamó ella con alegría. - Soy Laura, por cierto.
Los chicos se presentaron diciendo cada uno su nombre. Sandro puso el coche en movimiento de nuevo y retomaron la carretera.
- ¿Cómo es que has venido sola? - Preguntó Fran.
- No necesito estar acompañada para disfrutar de un baño en el río. Aunque reconozco que alguna vez he venido acompañada, jaja...
Sandro y Andrés se miraron con una medio sonrisa ante la obvia connotación sexual de aquella afirmación.
- Siempre voy andando, pero esta vez he tenido la suerte de quedarme casi sin ropa cuando se acerca una tormenta.
Sandro tomó una curva un poco más rápido de lo que debería y los tres que iban detrás se apretujaron contra el lado de Fran. Laura reaccionó apoyando la mano en el muslo de Fran para sujetarse, casi en su entrepierna. Nico no hizo demasiado esfuerzo por evitar que su cuerpo se pegara al de ella.
- Perdón... - Se disculpó el conductor.
- No importa. - Respondió ella. - No me importa un poco de roce, jaja.
Las risas, indirectas y dobles sentidos continuaron durante el resto del trayecto hasta la casa de la chica. Ella les seguía el juego de las insinuaciones sin ningún reparo.
Obedeciendo sus indicaciones, llegaron a una gran cabaña de madera en mitad del bosque. Los chicos miraron la casa extrañados desde dentro del coche. Tenía un aspecto descuidado, lo cual la hacía parecer abandonada. Para entonces ya llovía a cantaros.
- ¿Queréis pasar a tomar algo? Es peligroso conducir con esta lluvia. Os invito a unas cervezas mientras esperamos a que pare un poco, como agradecimiento por traerme.
Sandro dudó. No le convencía la idea, pero era cierto que llovía demasiado. Nico fue más rápido.
- ¡Claro! ¿Quién dice que no a una cerveza?
Sandro le miró con desaprobación.
- ¿Has visto cómo llueve? - Argumentó Nico. - Mejor hacemos algo de tiempo a ver si para un poco o podemos tener una desgracia en la carretera.
Los cinco caminaron con paso rápido desde el coche hasta la entrada, pues para entonces la lluvia ya era muy intensa.
- Quieres entrar por la lluvia y no por ese culo que no paras de mirar, ¿verdad? - Susurró Sandro a Nico lejos del alcance de Laura.
- Pero tío, ¿por quién me tomas? - Respondió en tono burlón, para luego hacer gestos obscenos como si azotara con la mano un culo invisible.
La casa, que de fuera parecía abandonada, por dentro era todo lo contrario. Ordenada, cuidada y acogedora, pese a su gran tamaño. Laura fue directa a la cocina y volvió con unos tercios de cerveza.
- Aquí tenéis. Yo voy a cambiarme y vuelvo enseguida.
Los cuatro agradecieron la bebida y se sentaron en los sofás, mientras ella subía por unas escaleras al piso de arriba.
- Joder, está cachonda la pelirroja, ¿eh? - Comentó Andrés.
- Cachondo me tiene a mí, la cabrona... - Confesó Nico, mordiéndose el labio. - Menudo culo...
- Y quiere rabo, pero vamos... Si ha metido mano a Fran en el coche, jajaja.
- Ha sido sin querer... - Se limitó a decir Fran, quitando hierro al asunto.
Si Nico era el más extrovertido, lanzado y bocazas, Fran era todo lo contrario. Él era tímido, callado y respetuoso. Nico era deportista, corpulento y musculoso, mientras que Fran era pequeño y más bien enclenque. Sandro y Andrés se movían en el término medio, pero mientras el primero era el más responsable del grupo, el segundo era el más descuidado y confiado.
- ¿Y el piercing de la lengua qué? - Insistió Nico.
- Eso tengo que probarlo… - Siguió Andrés, coronando su intervención con exagerados gestos de una felación al aire.
- Pues ponte a la cola. Cuando acabé conmigo es toda tuya…
- Igual quiere con los cuatro a la vez. Las de aspecto inocente luego son las peores.
- ¡Bukkake! - Exclamó Nico, quizá un poco más alto de lo que debería.
Los cuatro rieron. Se hizo el silencio de golpe en cuanto se oyeron los pasos de Laura bajando las escaleras.
domingo, 10 de septiembre de 2023
En las redes de África
Esa noche, mis amigos y yo habíamos quedado para probar un restaurante que acababan de abrir. Estaba situado en una zona de la ciudad bastante desconocida para nosotros, por lo que, después de cenar, tuvimos que vagar sin rumbo hasta encontrar un sitio donde tomarnos unas copas. Nos topamos con un local que tenía buena pinta, al menos por lo que se veía desde fuera, así que nos decidimos a entrar. A día de hoy aún doy gracias por la suerte que tuve al llegar a aquel sitio, pues el destino me deparaba una experiencia increíble.
El local nos encantó nada más entrar. Elegante, con buen ambiente, pero no excesivamente lleno de gente. La primera parada fue la barra. Pedimos las copas a una guapa camarera que atrajo la atracción de todos los chicos del grupo... menos la mía. Yo me fijé en una mujer escultural con un vestido negro corto y ceñido que conversaba animadamente en un grupito. Era una mujer despampanante. Volví en mí una vez nos sirvieron las bebidas. Cogimos cada uno su vaso y nos perdimos entre la gente.
Un rato después, volví a la barra a por una segunda copa. Mientras esperaba ser atendido, busqué con la mirada a la mujer de antes, y la encontré en el mismo sitio, con el mismo grupo de gente y con el mismo cuerpazo. Me quedé mirándola demasiado rato y, casi como si tuviera un sexto sentido, de golpe se giró hacia mí y me pilló mirándola descaradamente. Nuestras miradas se cruzaron de golpe. Me invadió una vergüenza tremenda. Si no fuera por la tenue iluminación del local, se me habría notado sonrojarme. Aparté la mirada lo más rápidamente que pude y me centré en observar cómo la camarera acababa de servirme mi copa. Después de pagar, antes de volver a mezclarme entre la gente, eché un último vistazo. La mujer seguía mirándome. Disimulé y me mezclé de nuevo entre la gente, en busca de mi grupo.
lunes, 10 de abril de 2023
Amigos anónimos
Licki se encontró en una pequeña cabina escasamente iluminada por una tenue luz. Solo había cuatro paredes y un taburete. Bueno, y un agujero. Licki miró el agujero de la pared y se le aceleró el corazón. Eso que había visto en tantos vídeos y con lo que tanto había fantaseado, pese a no saber si algún día se atrevería a probarlo, al fin estaba allí para ella. Un agujero a la gloria. Se sentó en el taburete, frente al agujero. No le convenció la pose, así que apartó el taburete y se arrodilló en el suelo. Así mejor. Se recogió el precioso pelo rojo en una coleta. Ahora sí estaba preparada. La cabina contigua estaba tan oscura que no se podía ver nada. Licki pensó en lo que estaba a punto de hacer y se sintió un poco cerda, pero eso la puso aún más cachonda. Notó que su entrepierna empezaba a humedecerse y no pudo evitar deslizar la mano por dentro de sus pantalones, acariciándose.
Un ruido en la cabina contigua interrumpió su precalentamiento. Oyó la puerta abriéndose y cerrándose. Unos pasos. Un cinturón desabrochándose. Una bragueta bajándose. Licki conocía bien ese sonido, que siempre le provocaba que la boca se le hiciera agua. Se relamió ante lo que estaba a punto de llegar. Y al fin llegó. Por el agujero apareció de golpe una polla que quedó a escasos centímetros de su boca. Su olor le invadió las fosas nasales. Pese a estar flácida, la polla era de un tamaño considerable. Licki se sorprendió, pues no sabía que uno de sus amigos estuviera tan bien cargado. Se quedó unos segundos mirándola, con tremenda curiosidad por quién sería el dueño de esa herramienta, pero saberlo habría quitado la gracia de aquel “juego”.
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