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martes, 5 de abril de 2016

Una pelirroja como un tren


Subí al tren pensando en el largo y aburrido trayecto que me esperaba. Entré en mi compartimento y dejé la maleta en el espacio habilitado para ello sobre mi cabeza. Me senté resoplando en el asiento. El flujo de gente que paseaba por el pasillo buscando sus respectivos asientos se fue reduciendo poco a poco hasta que el tren empezó a moverse. Cuando ya parecía que nadie iba a acompañarme en mi compartimento, se abrió la puerta y entró una mujer. Saludé fingiendo indiferencia pero no pude evitar echar un vistazo al semejante monumento que iba a acompañarme en mi viaje. Se trataba de una tremenda pelirroja de ojos marrones y brillantes. Algunos tatuajes cubrían sus brazos, y unos piercing decoraban su nariz y su ombligo. Aunque no vestía muy escotada, sus pechos redondos y bien puestos se marcaban en su camiseta y asomaban ligeramente. Debí haberme levantado para ayudarle a subir su maleta, pero me quedé embobado cuando me dio la espalda y mi mirada se dirigió directamente a su culo. Un culo espectacular, vestido con una faldita vaquera. Redondito, firme, respingón... Una maravilla.

Una vez se hubo acomodado en su asiento, frente a mí, se presentó. Se llamaba Mary, tenía alrededor de 30 años y su acento andaluz contribuía a aumentar aún más su morbo. Estuvimos conociéndonos un rato. Además de su impresionante físico, Mary resultó ser una mujer increíble. Divertida y simpática a partes iguales. Insistió en enseñarme algunas de las fotos que se había hecho durante el viaje del fin de semana. Para ello se sentó a mi lado. Tengo que admitir que pocas fueron las fotos que conseguí ver con detenimiento, ya que su escote llamaba más mi atención. Aunque no las veía por completo, sus tetas bailaban en el interior de su camiseta con cada movimiento que hacía. En algunas ocasiones me pareció que Mary se daba cuenta de mis miradas furtivas a sus pechos, pero se diera cuenta o no, no me dijo nada ni cambió su forma de actuar conmigo.

El viaje continuaba y cada vez nos caíamos mejor. Sin embargo, cada vez estaba más cachondo por su culpa, y no podía aguantarlo más. Pensaba seriamente si excusarme para ir al baño y masturbarme con la imagen de Mary en la mente. Afortunadamente, no fue necesario. En cierto momento nuestro tren se adentró en un túnel. Inmersos en la temporal oscuridad, noté que algo acariciaba mi pierna. Me quedé paralizado. Luego el tren salió del túnel y observé perplejo la mano de Mary apoyada en la parte interna de mi pierna. Miré hacia ella y vi sus penetrantes ojos clavados en los míos. Sin pensármelo dos veces la besé efusivamente. Nuestros labios se abrazaron y mi lengua se enredó con la suya, percibiendo el metálico tacto de un piercing. Disfruté de su boca mientras notaba que su mano ya acariciaba mi entrepierna, que estaba lista para la acción.Yo no me quedé atrás y acaricié también su entrepierna. Mary se animaba cada vez más. Su mano ya estaba por dentro de mi pantalón. Su suave piel acariciaba mi pene, el cual crecía entre sus dedos.

Sacó la mano de mi pantalón y se lamió sensualmente los dedos que acababan de masturbarme con cariño. Se levantó y fue hasta la puerta del compartimento, cerró las cortinas y se giró dedicándome una mirada maliciosa. Se volvió a sentar junto a mí y volvimos a fundirnos en besos. Mis manos estaban cada vez más inquietas y recorrían el cuerpo de Mary por encima y por debajo de la ropa. Sus manos, en cambio, se concentraban en desabrocharme el cinturón, cosa que hizo con sorprendente facilidad, para luego sacar mi polla. Nuestros besos se interrumpieron y vislumbré una pícara sonrisa en Mary justo antes de que dirigiera su cabeza hacia mi entrepierna. Sentí la punta de su lengua rodear mi glande. Noté su cálido aliente en mi polla. Lamía las paredes de mi miembro pero sin llegar a metérselo en la boca. Luego se dedicó a mis huevos. Los lamió con dulzura y los acarició con las manos. Yo estaba deseando que usara la plenitud de su boca, pero Mary era cruel y me hacía esperar. Finalmente me deleitó acogiendo toda mi polla en su boca. Con que sensualidad y dulzura me la chupaba... Estaba en la gloria. Lo único que yo veía era su pelo caoba bailando sobre mi entrepierna, pero no necesitaba ver lo que hacía para disfrutarlo. El complemento metálico de lengua realmente jugaba un buen papel en el sexo oral, y potenciaba el placer y el morbo a partes iguales. Mary sabía realmente sacarle provecho, y jugaba con su piercing por mi miembro. De vez en cuando se adivinaban las siluetas de otros pasajeros a través de la cortinilla de la puerta. Me excitaba mucho saber que al otro lado de la puerta la gente no tenía ni idea de lo que ocurría y dentro del compartimento Mary me hacía una espléndida mamada. A ella no parecía importarle estar a merced de cualquier revisor o pasajero despistado. El traqueteo del tren hacía más divertida la situación. Pese al continuo movimiento, Mary controlaba de maravilla la felación. Algún bache suelto provocaba que de golpe todo mi miembro se colara en su garganta, pero lejos de molestarse, la cosa quedaba en algunas risas y comentarios.

Dejó mi polla respirar y se puso de pie frente a mí. Tiró hacia arriba su camisa y se la quitó en un santiamén, demostrando que mi teoría de que no llevaba sujetador era cierta, y dejando sus preciosas tetas frente a mis ojos. Eran muy bonitas. Metió las manos por debajo de su falda y se bajó las braguitas blancas hasta dejarlas por los tobillos. Luego se levantó la falda presentándome su  coño muy apetecible y totalmente depilado. Al descubrirse ante mí vi otros tatuajes en su cuerpo. Todos le quedaban bien y le daban un toque picante a ese cuerpo del pecado. Dio unos cortos pasos hacia mí y no necesité más para lanzarme al ataque. Pasé mis manos alrededor de su cintura hasta agarrar sus nalgas, y luego hundí mi cara entre sus piernas. Mi lengua disfrutó del tacto suave de su coño exento de vello. Estaba delicioso. Yo me recreaba manoseando su perfecto culo con las manos mientras le comía el coño lo mejor que podía. Mary me agarraba del pelo con las dos manos y empujaba mi cabeza hacia ella. Disfruté como loco descubriendo cada rincón de su coño con la lengua, y a juzgar por sus ligeros gemidos ella también disfrutaba.

Me empujó contra el respaldo y me miró con picaresca. Se subió un poco más la falda y, con delicadeza, se sentó poco a poco encima de mí, hasta que mi polla entró entera en su húmedo coño. Nos quedamos quietos durante unos segundos disfrutando de esa sensación. Después Mary empezó a mover la cintura en círculos. Qué placer... Yo le besaba el cuello, oliendo su pelo rojizo. Ella también movía el culo arriba y abajo, y yo acompañaba el movimiento con mi pelvis. Mi polla entraba y salía de su coño.

De vez en cuando echaba una ojeada a la puerta, donde las cortinas seguían puestas pero aun así en ocasiones veíamos las siluetas de la gente pasando. Lo que más me preocupaba no era el escándalo en sí en caso de que nos pillaran, sino la interrupción de tan magnífico polvo. Dentro de aquel compartimento del tren, una tremenda pelirroja me cabalgaba apasionadamente, con sus bonitas bragas blancas colgando de su tobillo derecho. A través de la ventana salpicada por las gotas, veía un bonito paisaje mojado por la lluvia, algo que contrastaba con lo calientes que estábamos nosotros y el ambiente cargado de sexo del compartimento.

Mary se movía realmente bien. Nuestros ritmos iban muy bien acompasados. Mis manos estaban casi siempre posadas en su culo, aquel que tanto admiraba. Notaba la presión de sus tetas en mi pecho. Ella lamía mi oreja contribuyendo a excitarme aún más. Aunque intentábamos controlar el ruido que hacíamos, ligeros gemidos escapaban de sus labios y me ponían más y más cachondo. Su respiración se aceleró durante lo que fue un orgasmo muy cohibido. Sin embargo, el hecho de tener que reprimir el orgasmo tenía un punto de morbo.

La ventana del compartimento ya estaba empañada por el calor que generábamos. Los geniales movimientos de Mary provocaron que mi clímax llegara más pronto de lo habitual en mí. Le susurré al oído que estaba a punto de correrme, para evitar eyacular en su interior. Mary saltó como un resorte y volvió a arrodillarse entre mis piernas como antes.  Se metió mi polla en la boca y la chupó con fuerza buscando mi orgasmo. Durante unos segundos estuve valorando si correrme en su bonito rostro, o incluso en sus preciosas tetas, pero en ese momento no podía pensar con claridad así que me dejé llevar. Cerré los puños con fuerza, apreté los dientes y me corrí abundantemente mientras Mary me la chupaba. El brillo en sus ojos marrones delataba que le estaba gustando sentir mis chorros de semen descargarse en su boca. No dejó de succionar hasta estar completamente segura de que había terminado de eyacular. Incluso al terminar, jugueteó con la lengua unos segundos más. Cuando se sacó mi polla de la boca ya no había rastros de semen, se lo había tragado todo, y ahora sonreía de oreja a oreja.





Este relato está inspirado en la webcamer MaryRabbit (@MaryRabbit_) y está dedicado a ella.



1 comentario:

  1. @MaryRabbit_ Mmmmmm me encanta!!! Solo espero encontrarme en una situación tan morbosa alguna vez.... ;)

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