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lunes, 14 de octubre de 2019

Microrrelato: La paja desconocida



Entré con la misma cautela de siempre. La sala estaba a oscuras. Lo suficiente como para no ver a nadie con claridad. Se distinguían unas pocas sombras en algunas butacas. Avancé con fingida naturalidad por el pasillo y me metí por una de las últimas filas. Me senté en un lugar centrado. Buscaba un sitio bastante aislado, y con el poco aforo de gente que había fue una tarea muy fácil. Me quité el sombrero, las gafas de sol y la bufanda. Apenas llevaba unos segundos sentado cuando la pantalla se iluminó levemente y comenzó la película. Como siempre, los nervios que sentía cada vez que iba al cine erótico, se me esfumaron de golpe en cuanto empezó la sesión y me abstraje del entorno. Mi excitación va aumentando mientras que los primeros minutos del filme tratan de dotar de algo de argumento a la historia. La actriz es impresionante, estoy deseando verla sin ropa. Aún no ha ocurrido nada y el bulto en mi pantalón ya empieza a crecer. La impaciencia crece en mí hasta que, por fin, la actriz rubia de grandes pechos se pone de rodillas y le baja la bragueta al actor. Sonrío, porque la felación es el acto sexual que más disfruto contemplando en una película porno. Tras una magnífica mamada en la que disfruto de cada segundo de filmación, los actores se desprenden de sus ropas y se lanzan a la cama. Tan absorto estaba yo observando a la actriz gozar a cuatro patas que me sobresalté al notar de repente una presencia a mi lado. Alguien se sentó justo en la butaca de al lado. Me giré, molesto e incrédulo por esa pequeña invasión de mi espacio cuando la sala estaba muy vacía, sin saber muy bien si pedirle que se alejara o alejarme yo. Pero, entonces, aquella persona se entreabrió la gabardina lo suficiente como para que, para mi sorpresa, yo pudiera ver un par de pechos femeninos con un bonito escote. El hecho de que fuese una mujer me puso nervioso y no supe cómo reaccionar. Miré su cara, pero entre la gabardina de cuello alto, las gafas de sol y el sombrero, solo pude discernir unos labios de mujer y un mechón de pelo castaño. Se recosté en el asiento y volví a mirar a la pantalla del cine. La actriz rubia ahora cabalgaba sobre el hombre. El movimiento circular de sus pechos me hipnotizó momentáneamente. Salí del trance de golpe al notar una caricia en mi pierna. Instintivamente, miré hacia abajó, y allí estaba la mano de la mujer, posada sobre mi pierna. La miré. Ella se llevó el dedo a la boca y me hizo un gesto de que guardara silencio, para luego señalar a la pantalla. Obediente, volví a mirar la película e intenté relajarme, pero fue mucho más difícil cuando noté que su mano pasaba a acariciar mi entrepierna. Tras unas breves caricias por encima del pantalón, me bajó la bragueta lentamente. Mis nervios aumentaron de golpe. Empecé incluso a sudar ligeramente. Metió la mano por la bragueta y sacó mi miembro, que para entonces ya estaba bien duro. Empezó a masturbarme suavemente. Yo no podía creérmelo. Mi mente ni siquiera se concentraba en la película porno a tamaño gigante que tenía delante. Me giré para mirar a la desconocida que me estaba masturbando. Vi que ella miraba la película y se mordía los labios con gesto de excitación, pero se dio cuenta de que intentaba verla mejor y usó su mano libre para girarme la cabeza hacia la pantalla. Me dio algo de rabia, ya que deseaba ver cómo era esta mujer, pero me resigné por no forzar la situación. La escena había cambiado. Ahora el actor y la actriz de antes se lo montaban con una segunda mujer en un tórrido trío sexual. Noté la excitación en la mujer de mi lado porque me pajeaba con más fuerza. Lo que al principio eran unas suaves caricias en mi miembro se habían convertido en una paja en toda regla. Me atreví a apoyar mi mano en su muslo y acercarla a su entrepierna, pero enseguida me la apartó de ahí. Decidí simplemente disfrutar de la película y la paja. Soltó mi polla por un momento, oí el sonido inconfundible de escupirse en la palma y, segundos después, su mano resbalaba de nuevo por mi miembro. Eché la cabeza hacía atrás presa del placer. Luego miré a mi alrededor. Veía sombras de cabezas en algunas butacas, pero la sala estaba lo suficientemente oscura como para pasar desapercibidos. Pasé unos minutos observando una preciosa escena en la que las dos actrices chupaban al mismo tiempo la polla del actor, mientras la mujer de mi lado seguía masturbándome. Qué cara de vicio tenían esas mujeres. Imaginé que una cara parecida debía estar poniendo la desconocida que se había entregado a darme placer. En cuanto conseguí relajarme y perder los nervios ante aquella situación, el orgasmo no tardó en llegar. Mi cuerpo tenso y mis movimientos inquietos pusieron sobre alerta a la mujer. Me agarré con fuerza a mi asiento, apreté los dientes y me corrí. La mujer me siguió masturbando mientras cubría mi glande con parte de su mano, y de esa forma los chorros de semen no salieron disparados. En lugar de eso, me corrí pringando su mano. Ella no se alteró lo más mínimo, sino que siguió pajeándome hasta que terminé de correrme. Finalmente, soltó mi polla, sacó un pañuelo con la otra mano y se limpió mi corrida. Antes de irse tuvo el detalle de dejar unos pañuelos en mi reposabrazos. Luego se levantó y salió de la sala con total naturalidad.