Yo estaba
sentado en la camilla, con las piernas colgando. Dos o tres minutos después
entró una enfermera. Era una chica muy joven, rubia, guapísima. Un poco más
bajita que yo. Podía ver que tenía un cuerpo de infarto, pese a que su uniforme
blanco de enfermera lo disimulaba un poco. Era un uniforme de una sola pieza,
totalmente blanco excepto por una cruz roja encima de su pecho derecho. Le
llegaba de los hombros hasta poco más del culo. Habían botones delante desde
arriba hasta abajo. Y llevaba una tarjeta identificadora encima de su pecho
izquierdo. Un par de botones desabrochados hacían lucir un bonito escote
dejando entrever unos bonitos aunque no muy grandes pechos detrás de un
estetoscopio. Su cabello rubio caía por su espalda hasta la altura de los
senos.
Se presentó
como la enfermera McCumber. De nombre Jessica. Era estudiante de enfermería y
estaba haciendo prácticas en la consulta de mi médico. Me preguntó si estaba
conforme con que fuera ella la que me sacara sangre para los análisis. No me
inspiraba mucha seguridad una alumna en prácticas pero solo por lo buena que
estaba le dije que no me importaba.
Se giró
hacia la mesa donde estaba todo el instrumental, y se agachó hasta alcanzar el
cajón de abajo. Gracias a eso pude ver medio culo de Jessica. Un buen culo,
parecía trabajado. Cerró el cajón y se irguió de nuevo con una jeringuilla en
la mano. Cogió un par de cosas más de la mesa y se puso a mi lado. Se inclinó
hacia mí para sacarme sangre. La gravedad hizo su efecto, y su uniforme se
holgó tanto que pude ver sus tetas como si no llevara camiseta. Dos pequeñitas
y preciosas tetas en un sugerente sujetador rojo pasión. Empecé a ponerme
nervioso. Ella estaba a escasos centímetros de mí y yo no podía apartar mis
ojos de sus pechos. Me dio la sensación de que me había visto, porque una
sonrisilla picarona apareció en su cara por unos segundos.
-
Relájate, sé lo que hago. – Me murmuró, mientras
preparaba la zona para la extracción de sangre.
Lo intenté, pero con sus tetas casi
en mi cara no podía. Solo pude tragar saliva.
Todavía no me había pinchado cuando dijo:
Todavía no me había pinchado cuando dijo:
-
Así no puedo, necesito que te relajes. – Dejó la
jeringuilla en la mesa y se puso delante de mí, entre mis piernas.
-
Lo siento, no me gustan las agujas. – Mentí.
-
No voy a poder sacarte sangre cuando la tienes
toda aquí. – Y justó al decir eso me puso la mano en mi entrepierna, donde un
bulto delataba la erección que estaba comenzando surgir.
Un
mini-infarto sacudió mi cuerpo y me quedé unos segundos inmóvil, sin responder.
No lo necesité, porque ella se adelantó. Se pegó a mí hasta hacer rozar sus senos
contra mi pecho.
-
Tendremos que bajar esa hinchazón. – Dijo, y
milésimas de segundo después tenía su lengua metida en mi boca.
No llevaba
casi tiempo besándome con esa preciosidad cuando se desenganchó de mi boca, y
llevó las manos a mi entrepierna otra vez. Me desabrochó el pantalón y me lo
bajó hasta los tobillos, junto a mi ropa interior. Sin siquiera tocarla antes,
se metió mi polla medio flácida entera en su boca y comenzó a succionar y
lamer. Paró un momento, fue hasta la puerta, puso el pestillo, dejó su
estetoscopio en la mesa y volvió a su labor. La verdad es que no había pensado
en cerrar la puerta, estaba demasiado excitado. No imaginaba que diría mi
médico si entraba en la sala y se encontraba a la enfermera en prácticas
chupándome la polla.
No usaba las
manos durante la felación, pero no las necesitaba, ya que con su boca podía
recorrer cada centímetro de mi pene. Al estar yo sentado en la camilla, que
estaba algo alta, Jessica no tenía que arrodillarse para chupar. Así,
ligeramente inclinada hacia delante y con las manos apoyadas en mis rodillas,
llevaba perfectamente el ritmo de la mamada y su pelo rubio acompañaba el
movimiento de su cabeza. Me habría tumbado completamente en la camilla para
relajarme pero me gustaba estar sentado y poder ver la preciosa cara de Jessica
con mi polla en la boca. Me habría echado hacia atrás y habría disfrutado
plenamente de su mamada hasta correrme, pero lógicamente la enfermerita quería
follar.
Se echó
hacia atrás, y mirándome a los ojos, fue desabrochándose los botones de su
uniforme. Cuando estuvieron todos desabrochados, con un movimiento sexy de todo
su cuerpo dejó caer su ropa hasta el suelo, quedándose solo con su ropa
interior de color rojo. El sujetador ya lo había visto antes a través de su
escote, así que ahora llamó mi atención el tanga rojo a juego. Un fino hilo
apenas cubría su culo.
Me acerqué a
ella, aún con los pantalones por los tobillos. Sin embargo ella me ignoró y fue
hasta la camilla donde había estado yo sentado. De espaldas a mí, separó las
piernas, y se bajó el tanga hasta las rodillas. Se inclinó su cuerpo hasta
apoyarlo sobre la camilla, dejando el culo en pompa mirando hacia mí. Entonces
pude ver perfectamente su joven coñito, totalmente depilado y abierto para mí.
Se propinó un azote en la nalga indicándome así que quería ser penetrada, por
lo que fui hasta ella. Se lamió la mano derecha y se escupió en ella, y luego
me cogió la polla con esa mano, restregando su saliva por toda ella. Entonces
tiró de mi polla hasta poner la puntita dentro de su vagina. Sin más demora
empujé yo hasta habérsela metido por completo. Su cuerpo se estremeció. Empezó
entonces el sexo.
La penetraba
a un ritmo frenético, y solo paraba cuando necesita rebajar un poco el ritmo,
aprovechando entonces para azotar su culo suavemente o agarrarlo. Jessica
estaba con el cuerpo recostado en la camilla, desde la cintura hasta la cabeza.
Los pies apoyados en el suelo, las piernas abiertas, el sujetador aún puesto y
el tanga por las rodillas. Ella estaba quieta y se dejaba hacer. Llevaba yo el
control total de la situación, variando la velocidad de las penetraciones a mi
gusto.
Jessica se
lamió el dedo corazón de su mano derecha, y se lo metió en el ano. Yo no paraba
de penetrarla. Poco después sacó la mano y se lamió también el dedo índice,
para después meterse ambos dedos en el ano. Y así estuvimos unos minutos más,
yo follándome a Jessica mientras ella tenía dos dedos metidos en su culo.
Me cansé de esa posición. Le quité el tanga completamente a
Jessica y le di la vuelta a su cuerpo, pero antes de seguir penetrándola quise
saborear un poco de ella. La subí completamente a la camilla para que su culo
descansara también encima de ella. Y entonces fui yo el que se inclinó un poco
para ofrecerle sexo oral a la enfermera. Metí mi lengua en su coñito intentando
alcanzar cada pliegue de su cavidad. Usé también mis dedos para estimularla.
Jessica, que se limitaba a retorcerse y gemir, me agarró del pelo con ambas
manos. No presionaba mi cara sobre su entrepierna, sino que más bien me cogía
por tener algo donde estar agarrada. No disfruto especialmente comiendo coños
pero ese, tan depiladito y sabroso, me estaba gustando. Dos dedos de mi mano
derecha y mi lengua estimulaban insistentemente su clítoris, mientras que dos
dedos de mi mano izquierda le proporcionaban un placer extra al entrar y salir
de su ano. Cada vez se retorcía con más fuerza y me agarraba la cabeza con más
firmeza, hasta que no pudo contenerse más y tuvo un gran orgasmo. Se
contrajeron todos sus músculos y se corrió mientras yo seguía chupándole el
coño. Tras unos segundos se relajó todo su cuerpo y tuvo unos ligeros temblores
que cesaron en seguida.
Me incorporé y la besé en la boca, dándole a probar sus
propios jugos, los cuales ella recibió complaciente. También le desabroché el
sujetador para poder ver de una vez esos pechitos. Los magreé un poco, los lamí
otro poco, e incluso pellizque sus pezones suavemente. Pero pronto dejé sus
senos en paz, era momento de seguir con lo mío. Con ella tumbada en la camilla,
le agarré ambas piernas poniendo sus pies apoyados en mis hombros, y la penetré
de nuevo. Jessica estaba exhausta y apenas se movía, pero yo me la follaba con
ganas. Estaba muy cachondo y deseando correrme. Mis pelotas sonaban al chocar
contra su culo. Sus tetas se movían arriba y abajo al ritmo del coito. Me la
follé a toda velocidad hasta que al fin estuve listo.
La saqué de dentro y me pajeé mirando su cuerpo desnudo y
bañado en sudor. Ella me miraba lascivamente. Segundos después salió el primer
chorro con fuerza, hasta impactar contra su mejilla izquierda. Ese primer
lefazo en la cara desde la distancia había sorprendido a Jessica, que emitió un
pequeño chillido de sorpresa. Otros chorros de corrida salieron bañando su
estómago y tetas. Jessica me restregó mis jugos por el cuerpo con ambas manos.
Ambos nos vestimos rápido por si alguien necesitaba entrar a
la sala. Suerte habíamos tenido que nadie necesitó entrar en ese tiempo que
estuvimos follando. Jessica se puso su ropa interior y su uniforme de enfermera
sobre su cuerpo sudado y eyaculado. Nos apresuramos a salir de la sala, pero
justo antes detuve a Jessica. No se acordó del primer lechazo en la cara y
estuvo a punto de salir con unas gotas de corrida en la mejilla izquierda.
Menos mal que le avisé. Recogió las gotas con su dedo y se lo llevó a la boca.
Fuimos directos a unas duchas que había en la consulta. Tras
ducharnos volvimos a la salita y por fin me sacó sangre. Los análisis no dieron
nada malo, pero no tuve que preocuparme más porque el polvazo con la enfermera
me había quitado el dolor de cabeza que tenía.
Mentiroso mentiroso que pajero que sos ni vos te crees este cuento anda a,cagar
ResponderEliminarHola Anónimo,
EliminarSi miras en la parte de abajo de la página verás que pone que los relatos de este blog son inventados. Son ficticios. Aunque el realismo es un aliciente extra que añade morbo a las historias, no creo que sea necesario que los relatos eróticos sean verídicos para poder disfrutar de ellos.
Un saludo compañero pajero.
Pues yo soy enfermera y una vez masturbé a un chavo de 17 años y como se dejó pues me restregue su verga por mi coño un rato pero solo en lo que lo tenía que bañar, no duró mucho tiempo pero que rico
ResponderEliminar;)