Eva era una chica de mi edad, morena, con el pelo medianamente
largo, un poco pasados los hombros. Tenía una carita angelical, muy guapa, con
una sonrisa picarona en ella a todas horas. Sus ojos eran oscuros y
penetrantes. Su cuerpo siempre dibujaba una bonita figura que despertaba el
deseo de cualquier hombre. Sus tetas, aunque no eran muy grandes, siempre las
lucía bien. Solía desviar miradas en el ascensor por culpa de sus escotes bien
llevados. Unas piernas largas, bien depiladas, suaves y brillantes, remataban
un cuerpo de infarto. Pero lo mejor de Eva era sin duda su culo. Un culo firme
y bien puesto. Redondito y prieto. Su voz dulce y suave correspondía
perfectamente a ese aspecto inocente de Eva. Sin embargo, por lo que había
podido deducir alguna vez, de inocente tenía poco. Más de una vez había visto
salir hombres de su casa por la mañana. Muchas veces sus pezones marcados en la
camisa me daban la pista definitiva para saber que no llevaba sujetador. Alguna
vez, al no poder apartar la vista de su culo, había podido ver asomando algún
tanguita. Incluso alguna noche habían llegado a mi habitación los gemidos
dulces de Eva cumpliendo los deseos de algún hombre. O varios. El hecho de
imaginar eso junto a los gemidos que oía, había causado en alguna ocasión una
sesión masturbatoria en honor a mi vecina. Cada vez que la veía me preguntaba
qué pensaría si supiera que me he hecho pajas pensando en ella. Pensando en
follármela en todas las posiciones posibles y todos los lugares imaginables.
Navegando alguna vez por páginas eróticas de vecinitas sexys, me había fijado por si aparecía Eva, pero nunca tuve la suerte de verla en cueros. Sería guarrilla, pero no tanto.
Navegando alguna vez por páginas eróticas de vecinitas sexys, me había fijado por si aparecía Eva, pero nunca tuve la suerte de verla en cueros. Sería guarrilla, pero no tanto.
Total, que salía yo del ascensor en mi piso cuando vi la
puerta de en frente entreabierta, la de casa de Eva. Me asomé disimuladamente y
la vi en braguitas pintando con un rodillo la pared de su casa. Vestía
únicamente unas braguitas grises y una camisa azul anudada a la altura del
escote. Subía y bajaba el rodillo pintando y repintando de blanco la pared de
su habitáculo. Cada vez que se inclinaba para pintar la parte más baja de la
pared, quedaba con ese pedazo de culo en pompa, provocando en mí el inmenso
deseo de empotrarla contra ese muro recién pintado.
Paró de pintar por un momento, y decidí dejar de mirar
descaradamente. Después de dejar mis cosas en casa, bajé a la portería ya que
se me había olvidado mirar si tenía alguna carta en el buzón. Esperaba al
ascensor para volver a mi casa, y cuando se abrió, apareció Eva, que se había
puesto un pantaloncito blanco para cubrir esas braguitas tan sexys. Bajó y
cogió unos cubos de pintura que había en la puerta del edificio, mientras yo le
sujetaba la puerta del ascensor.
- Hola Juan, muchas gracias. - Me dijo mientras subía al ascensor con un cubo de pintura blanca en cada mano.
- Hola Eva, ¿qué tal?
- Bien, bien... Pintando la casa, jeje.
- Sí, sí, ya veo. - Dije, haciendo referencia a las manchas de pintura blanca que tenía en las manos, en la camisa y sobre sus piernas desnudas.
A mitad de trayecto todas las luces se apagaron y el ascensor se paró. Mi primer pensamiento fue maldecir el ascensor por dejarme ahí atrapado. Mi segundo pensamiento ya encaminó hacia una posible relación sexual con mi vecina en el ascensor. Mientras Eva soltaba palabrotas y pulsaba todos los botones del ascensor, por mi cabeza solo pasaban imágenes subidas de tono. Tanto fue así que de repente me encontré encerrado en el ascensor con la cachonda de mi vecina y una erección de tres pares de cojones. Yo seguía en mi mundo pero Eva notó mi excitación. Dejó de pulsar los botones y se acercó lentamente a mí arrinconándome contra la pared. Cuando ya estuve recluido entre su cuerpo y la pared, acercó su boca a mi oído derecho y murmuró:
- ¿Y ahora qué hacemos, Juan?
- Hola Eva, ¿qué tal?
- Bien, bien... Pintando la casa, jeje.
- Sí, sí, ya veo. - Dije, haciendo referencia a las manchas de pintura blanca que tenía en las manos, en la camisa y sobre sus piernas desnudas.
A mitad de trayecto todas las luces se apagaron y el ascensor se paró. Mi primer pensamiento fue maldecir el ascensor por dejarme ahí atrapado. Mi segundo pensamiento ya encaminó hacia una posible relación sexual con mi vecina en el ascensor. Mientras Eva soltaba palabrotas y pulsaba todos los botones del ascensor, por mi cabeza solo pasaban imágenes subidas de tono. Tanto fue así que de repente me encontré encerrado en el ascensor con la cachonda de mi vecina y una erección de tres pares de cojones. Yo seguía en mi mundo pero Eva notó mi excitación. Dejó de pulsar los botones y se acercó lentamente a mí arrinconándome contra la pared. Cuando ya estuve recluido entre su cuerpo y la pared, acercó su boca a mi oído derecho y murmuró:
- ¿Y ahora qué hacemos, Juan?
Automáticamente toda mi sangre se dirigió a mi polla,
haciendo que mi erección aumentará de tamaño. La punta de mi pene llegó a tocar
la entrepierna de Eva, que estaba pegada a mí cuerpo con cuerpo. Percibí que
ella lo había notado por la leve sonrisa que se dibujó en su cara, mientras no
dejaba de mirarme a los ojos. Tenía los labios a escasos centímetros de los
míos, y cuando creía que me iba a besar, me empujó contra la pared con la mano
y se echó un paso hacia atrás. Puso ambas manos sobre el nudo de su camisa, y
de un golpe seco llevó cada esquina de ella a un lado, liberando así sus
tetitas. Tal y como yo había deducido, no llevaba sujetador. Se quedó inmóvil
dejando sus tetas expuestas a mi vista durante unos cinco segundos, y luego se
quitó la camisa del todo tirándola a una esquina del ascensor, junto a la
pintura blanca. Entonces se acercó a mí rápidamente y me metió la lengua en la
boca. Su lengua jugaba con la mía, mientras mi mano derecha empezó a jugar con
su pecho izquierdo, a la vez que mi otra mano apretaba fuertemente su firme
culo, al tiempo que su mano izquierda acariciaba mi pelo por detrás y su mano
derecha se metía bajo mi pantalón. Su lengua acariciaba la mía al mismo ritmo
que su mano masajeaba mi entrepierna. Sacó su lengua de mi boca, y sus dos
manos fueron a parar a mi cinturón. Comenzaron a desabrocharlo. Ahora Eva me
lamía y mordisqueaba el cuello. Y yo masajeaba su culo con mis dos manos bajo
su pantalón. Dejó mi cuello para empezar a morderme la oreja. Sus manos ya me
habían bajado el pantalón y los calzones hasta el suelo, y ahora usaba una para
pajearme y otra para acariciar mis huevos. Deslicé su pantalón corto un poco
hacia abajo y subí sus bragas colocándolas a modo de tanga. Separé entonces mi
mano derecha de su culo, y volvió a él propinando un sonoro azote. Eva, que
tenía su boca pegada a mi oreja, emitió un gritito muy sexy, ya que no se
esperaba para nada ese azote. Sin embargo, la risita pícara que soltó tras el
gritito me sirvió para saber que le había gustado, y me atreví a azotarla
algunas veces más.
Cerré los ojos víctima de la excitación, y noté su lengua
recorriendo mi cuello. Más tarde la noté en mi pecho. Seguía con los ojos
cerrados mientras notaba su lengua que había llegado ya a mi ombligo. Lo
siguiente fue notarla ya lamiendo mi capullo, lo que me provocó un
estremecimiento. Lamía con suavidad la punta de mi polla, para después
dedicarse a repasar cada centímetro del tronco. Cuando me decidí por fin a
abrir los ojos, Eva tenía toda mi polla metida en su boca, y me miraba a los
ojos lascivamente.
Primero usaba sus manos para pajearme y masajear mis huevos
a la par que lamía y succionaba mi miembro. Después me dejé caer hasta sentarme
en el suelo, y ella posó las palmas de sus manos en mis piernas utilizando
únicamente su boca para darme placer.
Esta chica era una bomba. Llevaba completamente el ritmo
mientras chupaba mi polla. Movía la lengua a la vez que sus labios recorriendo
mi miembro viril. Ni por un segundo desviaba su mirada de mis ojos, manteniendo
siempre el contacto visual. Y cuando utilizaba las manos lo hacía combinando
perfectamente los movimientos con los de su boca. Eva era una auténtica
chupapollas de primera. De no ser porque tenía miedo a que sonara un poco
ofensivo, se lo habría dicho en ese momento.
Sin dejar de mirarme, se tragó mi polla entera, enterrándola
en su garganta. E incluso en ese momento sacó su lengua y lamió mis huevos.
Aguantó unos cinco segundos con mi polla metida entera en su boca, hasta que se
la sacó entre toses.
Llevó entonces su boca a mis testículos. Lamía mis bolas con
ganas, pero no dejaba de lado mi polla, la cual seguía pajeando esta vez con
ambas manos. Ahora se dedicaba plenamente a mis huevos. Los lamía, los chupaba,
los succionaba, los acariciaba, incluso los mordía levemente.
Acabó con mis huevos, y ya tocaba el turno del sexo. Estaba
ansioso por follármela. Sin embargo, volvió a meterse mi polla en la boca para
seguir succionando. Tras veinte segundos más de mamada tuve que literalmente
apartarla porque no paraba de chupar, y yo no quería correrme sin habérmela
follado.
Me levanté. La levanté. La llevé contra la pared opuesta del
ascensor. La empotré de cara a la pared, empujando su cabeza con mi mano
izquierda para así mantenerla en esa posición. Con la otra mano bajé sus
pantalones y sus bragas hasta las rodillas, las cuales ella ya había abierto
anticipándose a mis intenciones. Apoyé mi polla rebosante de las babas de Eva
sobre su coñito ya descubierto, y empujé sin piedad para enterrarla dentro de
su cuerpo, provocando un gemido muy dulce por su parte. Tras esta intrusión
comencé a penetrar sin parar a mi vecina como si no hubiera mañana. Había
soñado mucho con este momento y pensaba disfrutarlo. Poco después Eva
acariciaba su ano con uno de sus dedos, para después ir metiéndolo dentro de él
poco a poco mientras yo me la follaba.
Cada poco tiempo le proporcionaba un golpe a mano abierta en
la nalga derecha. No sabía muy bien si le gustaba o solo me estaba dejando
disfrutar. Mis dudas se disiparon cuando, abstrayéndose totalmente de que
estábamos en un ascensor, la muy guarrilla gritó a los cuatro vientos:
- ¡Azótame más fuerte!
- ¡Azótame más fuerte!
Obviamente obedecí sin rechistar, y azoté su trasero con
todas mis ganas sin dejar de follármela a buen ritmo. Ya eran dos dedos los que
Eva tenía dentro de su culo mientras yo invadía su coñito. Dejé de darle
nalgadas cuando vi que su culo tenía ya un tono rojizo, y algún dedo marcado en
su piel. Le di seis o siete embestidas muy fuertes con las que mi torso azotaba
su culo, y mis huevos rebotaban en su coño. Y tras estas embestidas se la metí
hasta el fondo, aprisionando totalmente a mi vecina contra la pared del
ascensor, con toda mi polla dentro de ella. Estuve unos cinco o seis segundos
con todo mi miembro dentro de Eva, y ella me apretaba la mano con la suya.
La saqué de dentro. Ella se dio la vuelta, poniéndose de
cara a mí. Cerré los ojos esperando otro apasionado beso con lengua, pero
cuando los volví a abrir Eva ya no estaba. Miré abajo y la vi arrodillada de
nuevo. Parece que quería saborear sus jugos vaginales. Se metió mi polla otra
vez en la boca. ¡Madre mía como le gustaba a esta chica chupar pollas! Te
despistas un momento y ya te la estaba mamando. Esta vez decidí llevar yo las
riendas. Cogí a Eva de la cabeza y empecé a follarle la boca. Mantenía su cabeza
quieta mientras mi movimiento de pelvis era lo que metía y sacaba mi pene de su
boquita, provocando arcadas en alguna ocasión. La velocidad de mi follada bucal
iba en aumento, pero Eva se dejaba. La apoyé contra la pared, teniendo ella
toda la espalda y la parte de detrás de la nuca tocando con la pared del
ascensor, y continué follándomela por la boca. Su propia saliva colgaba de su
barbilla y caía entre sus tetas, resbalando por su barriga hasta el suelo.
Metía mi polla entera en su boca, haciendo que mis pelotas rebotaran contra su
barbilla. Su garganta parecía no tener fin. Inserté mi pene entero dentro de su
garganta hasta que mis huevos entraron en contacto con su labio inferior, y la
mantuve ahí unos segundos. Eva me cogió cada pierna con una mano, mientras
arrodillada en frente mío y aprisionada contra la pared de un ascensor, tenía
todo un cipote encallado en su garganta. Y ni por esas dejaba de mirarme
fijamente a los ojos. Su mirada parecía decir: no tengo miedo a nada. Tras unos
segundos empezó a apretarme más fuerte con las manos, sus ojos se fueron
enrojeciendo y entrecerrando, hasta que llegó un punto en el que pareció que
empezaba a pasarlo mal y la solté. La agarré del pelo y le di golpecitos en la
cara. Una sonrisita suya me hizo aumentar la dureza de los golpes en su rostro,
pero lejos de acobardarse ante tal acto, Eva se limitó a sacar la lengua.
Aproveché ese gesto para darle algunos azotes con mi polla en su lengua.
Se levantó, y de un empujón me recostó en el suelo. Se sentó
encima, de espaldas a mí, con las manos apoyadas en mi pecho, y empezó a
follarme en una posición parecida a lo que en la industria del porno llaman cowgirl inverso. La verdad es que estaba
cansado y sudando, y me vino bien dejarla hacer a ella un poco. Estuvo follándome
unos minutos. Luego se lamió los dedos, los pasó por su ano, y apoyó este en la
punta de mi pene. Despacio pero sin pausa fue introduciendo toda mi polla
dentro de su culo. Cuando estuvo totalmente dentro, empezó a subir y bajar
follándome de la misma manera que antes, pero esta vez con su culo. De vez en
cuando dejaba mi polla dentro y movía su cintura en círculos. Sus jadeos fueron
en aumento y deduje que el momento de su clímax se acercaba.
- Oh, sigue... Oh, sí, sigue Juan... - Jadeaba. - Oh, sí... Dame por el culo...
- Oh, sigue... Oh, sí, sigue Juan... - Jadeaba. - Oh, sí... Dame por el culo...
Yo comencé a mover mi pelvis de
abajo a arriba a mucha velocidad. Ella ya solo gemía, no se movía, y sus brazos
y piernas temblaban. A los pocos segundos llegó su gran orgasmo. Emitió un gran
gemido y se desplomó sobre mi cuerpo sin fuerzas.
- Los orgasmos anales son los mejores... - Susurró.
- Los orgasmos anales son los mejores... - Susurró.
Eva esta exhausta pero yo aún tenía que correrme. Le di la
vuelta, poniéndola boca abajo, y le volví a meter la polla en el culo. Eva, de
cara al suelo, simplemente se dejaba hacer, y yo me follaba su culito buscando
mi orgasmo.
Cuando noté que estaba llegando se lo hice saber a Eva. Me
levanté, y ella se arrodilló delante de mí. Yo me pajeaba y ella solo me miraba
y abría la boca. Estaba a punto de correrme cuando, sin ninguno esperarlo, las
luces volvieron y el ascensor se puso en marcha. Eva se levantó y corrió hacia
los botones. Paró de nuevo el ascensor y volvió a su posición esperando su
recompensa. Un par de sacudidas más y empecé a eyacular.
El primer chorro cayó casi íntegro dentro de su boca, pero
los demás fueron a parar al resto de su cara. Su precioso rostro se hallaba
cubierto de mi semen, y la verdad es que le quedaba morbosamente genial.
Recogió algo de corrida de su cara con sus dedos llevándoselo a la boca. Cuando
tuvo una cantidad aceptable se lo tragó.
Pensé en que ofrecerle para que se limpiara pero cuando me
di cuenta ya estaba limpiándose la corrida de la cara con su propia camisa,
para después ponérsela. Nos vestimos y arreglamos antes de poner de nuevo el
ascensor en funcionamiento. Cuando llegamos a nuestro piso la acompañé hasta su
puerta.
- Me gustaría repetir esto alguna vez. - Comenté.
- Pásate esta noche si quieres. - Señaló con su angelical y dulce voz. - Y si mi culo me ha dejado de doler para entonces...
- Me gustaría repetir esto alguna vez. - Comenté.
- Pásate esta noche si quieres. - Señaló con su angelical y dulce voz. - Y si mi culo me ha dejado de doler para entonces...
Y con esas palabras y un guiño de ojos cerró la puerta.
Tengo que decir que bendigo ese momento puesto que fue el
comienzo de una gran serie de polvos con mi vecina. Siempre que está en casa
está dispuesta a un folleteo salvaje, o uno rapidito antes de salir de cena.
Cada vez que estoy caliente simplemente toco a su puerta. Quedo con ella
incluso para ver películas, puesto que con lo que le gusta chupar, como mínimo
me llevo una mamada mientras disfruto de la peli. Puedo decir orgulloso que la
frecuencia con la que me masturbo ha descendido considerablemente, a no ser que
cuentes las pajas que me hace Eva con la boca. A estas alturas me atrevo a
afirmar que mi vecina ha tragado más semen mío que mi retrete. Y ese culo… ¡Por
dios como disfruto follándome ese culo!
Eva publica mi relato en su página web.
Me encanta este relato!!! No sé porque pero... me ha hecho mojarme bastante el leerlo... ;)
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