Eva necesitaba
ir urgentemente a realizar unos trámites, y su coche estaba en el taller. Me
pidió el favor de llevarla y yo, como buen vecino, no me opuse. Además, tal y
como la chupa esta chica, como para negarle algo…
En el camino
de ida no pude evitar fijar mi mirada en su escote a través del retrovisor.
Pese a que había visto ese cuerpo completamente desnudo, me gustaba demasiado
como para no seguir fijándome. El camino de vuelta fue más movidito.
Ya estábamos
volviendo cuando Eva se mostró agradecida.
-
Muchas gracias Juan. Menos mal que me has llevado.
-
No es nada, vecina. Para eso estamos. – Le resté
importancia.
-
De verdad, me has hecho un gran favor, y a mí me
enseñaron a ser agradecida.
Todavía no
había acabado la frase y yo ya sabía que mi polla iba a acabar en su boca.
Esta chica pasa más tiempo con una polla en la boca que hablando. Total, que
antes de que pudiera rechazar ningún favor a cambio ya me había desabrochado el
pantalón. Saco mi polla flácida y se la metió entera en la boca. Se me estremeció
todo el cuerpo del placer. Empecé a ponerme nervioso porque estaba conduciendo,
pero es imposible decir que no a una mamada de Eva.
Ella chupaba
sin miedo mientras yo trataba de concentrarme en la conducción. No hubo
problema porque íbamos por autopista, por lo que no era muy difícil.
Increíblemente Eva se sacó mi pene de la boca, pero fue para llevarla a mis
huevos. Los lamía mientras me pajeaba con la mano a toda velocidad. Cada vez
que había una larga recta aprovechaba para echar una miradita hacia abajo y
contemplar el espectáculo, así como para tocarle una teta o el culo con mi mano
derecha.
Poco duró
Eva con la polla fuera de su boca. Ya me había dejado los huevos babeados y
ahora volvía a la polla. Se follaba la garganta a sí misma con mi pene. Se la
metía entera en la boca y cada vez que llegaba a tocar mi pelvis con los
labios, salía de ella un sonido de ahogamiento o incluso de arcada. Sin embargo
le gustaba porque no paraba de hacerlo. De vez en cuando aguantaba unos
segundos con mi polla en la garganta y sacaba la lengua para lamerme los
huevos.
Noté que iba
a correrme así que apoyé mi mano derecha en su cabeza, cogiéndola del pelo,
para llevar el ritmo de la mamada. Eva siguió a lo suyo, dejándose manejar, y
con la mano masajeaba mis testículos. Cuando llegó el momento agarré
fuertemente el volante con una mano y apreté la cabeza de Eva contra mi polla
con la otra. Noté mi pene entero dentro de su boca y empecé a correrme. Sujeté
su cabeza con firmeza mientras me corría en su garganta. Con cada chorro de
semen que salía de mi polla Eva tosía, pero no le solté la cabeza porque sabía
que en el fondo le gustaba. Cuando acabé de correrme la solté. Levantó la
cabeza de golpe cogiendo aire forzadamente, pero en la cara tenía una sonrisa
de oreja a oreja. Según me dijo Eva más adelante: “pude notar el semen yendo
directamente por mi garganta hasta el estómago, no pude saborearlo.”
Cuando hubo
cogido oxígeno, Eva me la chupó un poco más hasta haber succionado la última
gota de mis jugos. Después cogió una toalla del asiento de atrás y me secó la
polla. Luego me la volvió a guardar y me abrochó el pantalón. Le di las gracias
pero ella dijo:
-
Hoy me has aguantado poco eh… Yo quería que me
dieras por el culo…
No pude
evitar mirarla, y sus ojos eran desafiantes. Me había quedado satisfecho
corriéndome en su boca, pero no podía decir que no a darle sexo anal. Hay muchas
tías que no se dejan, y además el culo de Eva es maravilloso, o sea que como
para negarse. Lo tiene estrecho pese a lo mucho que lo usa, por lo que meterla
ahí es increíble.
Total, que
cojo la siguiente salida y me meto por un caminito de tierra intransitado.
Después de unos metros, cuando estuvimos suficientemente alejados de la
autopista, paro el coche y salimos ambos. Subí a Eva al capó, le subí la
faldita y le quité las bragas. Puse mis labios suavemente en sus labios
vaginales con la intención de lamerle la entrepierna con dulzura, pero mi
vecina ya estaba muy cachonda por la mamada que me había hecho, así que me
apretó agresivamente la cabeza contra su coño aprisionándome entre sus piernas.
Le comí el coño totalmente depilado con muchas ganas, en cierto modo por la
pedazo mamada que me acababa de hacer. Me ayudé de tres dedos en su coñito y
dos en su culo para estimularla más. Poco a poco mi polla fue creciendo de
nuevo y pronto estuvo lista para un segundo asalto.
Me bajé los
pantalones. Eva se arrodilló y le dio un par de lametazos a mi miembro. También
escupió y restregó su saliva con la mano. Luego se levantó y se puso de
espaldas a mí. Yo le empujé la espalda con la mano hasta que sus tetas
estuvieron apoyadas en el capó del coche, y su culo estaba en pompa hacia mi
verga, dispuesto a ser penetrado. Se la metí por detrás sin contemplaciones,
provocando que saliera un gemidito de su boca. Abusé de su culo brutalmente
metiéndosela entera con cada embestida y haciendo que mis huevos chocaran
contra su coño a modo de aplauso. Eva disfrutaba de lo lindo siendo violada
analmente sobre el capó aún caliente de mi coche. De vez en cuando con mi mano
izquierda tiraba de su pelo y con la derecha le azotaba.
Estuvimos
así, entre penetraciones anales y azotes, hasta que el cuerpo de Eva empezó a
temblar y derivó en un genial orgasmo. Exhausta, Eva pedía un poco descanso
para recuperarse de su clímax.
-
Para un segundo…
Juan… Un momento… - Murmuraba.
Pero yo
estaba a punto de correrme por segunda vez ese día y no paré de follarle el
culo. Eva se dio por vencido y permaneció tumbada en el capó dejándose follar.
Minutos después me tocaba el turno. Saqué la polla y le pinte el culo con mi
lefa. Descargué todo sobre ese precioso trasero desnudo. Al menos todo lo que
me quedaba, ya que la mayoría había ido a parar a su estómago anteriormente.
Eva cogió lo que pudo con los dedos de su mano para llevárselo a la boca. Esta
chica nunca tenía suficiente, insaciable…
Después de
limpiarnos y vestirnos subimos de nuevo al coche. Me hizo mucha gracia la cara
de Eva al apoyar su culo sobre el asiento. La pobre estaba dolorida, pero se
notaba en su humor que le había encantado. Fue también graciosa su cara al
subir las escalerillas de nuestra finca.
Me despedí
de ella en su puerta con un beso y una palmada en el culo. Esto último provocó
un saltito, aún lo tenía escocido.
Más tarde
esa noche tuve que llevarle una bolsa de hielos, no sé para qué sería...
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