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domingo, 10 de marzo de 2024

La pelirroja de la curva


Tímidas gotas de lluvia caían sobre el parabrisas del 4x4 que conducía Sandro por las sinuosas carreteras de la montaña. Andrés, de copiloto, hacía scroll en la pantalla de su móvil buscando las próximas canciones que añadir a la lista de reproducción y que sonaban a todo volumen en el interior del coche. En los asientos traseros, Fran y Nico estaban enfrascados en un duro debate futbolístico, interrumpido ocasionalmente por alguna letra de canción que se sabían y no podían dejar pasar sin cantarla a gritos. 
 - Eh, mirad. - Dijo el conductor.
Sandro levantó la mirada del teléfono y entrecerró los ojos para fijar su mirada en la lejanía. Distinguió a lo lejos, en la siguiente curva, la silueta de una mujer.
 - ¿Es una tía?
Fran y Nico se asomaron desde atrás.
 - Sí, ¿no? - Dijo el primero.
Sandro fue reduciendo la velocidad conforme se acercaban a la curva.
 - Está haciendo dedo. - Consiguió distinguir Nico. - ¿La recogemos?
 - ¿En serio? - Preguntó incómodo Sandro. - Me da cosa, eh... No me mola recoger gente.
Cuando se acercaron los suficiente a la curva, se dieron cuenta de que la chica apenas llevaba ropa.
 - ¡Coño! ¡Va medio en bolas! - Exclamó de nuevo Nico.
 - Uf, y está buena, eh. - Añadió Andrés.
No hicieron falta más argumentos para convencer a Sandro.
 - La recogemos. - Sentenció.

Cuando llegaron a la curva, detuvieron el coche junto a la chica y Andrés bajó el volumen de la música. Los cuatro amigos la miraron de arriba abajo mientras se bajaba la ventanilla del copiloto. Era una pelirroja guapísima que vestía únicamente un bodi de rejilla, el cual dejaba ver un sujetador negro a través de él, y cuya parte baja era a modo de tanga. Lucía dos largas trenzas que le daban un aspecto inocente, pero no hacía el mínimo amago de taparse pese a ir medio desnuda. En cuanto empezó a hablar, también se percataron de un metálico piercing alojado en su lengua.
 - ¡Hola! - Saludó con una sonrisa.
 - ¡Hola! - Respondió Nico, entusiasmado, desde los asientos de detrás.
 - ¿Qué...? - Comenzó a preguntar Andrés, pero no supo cómo formular su pregunta.
Ella entendió de inmediato las dudas.
 - ¡Ah! Es que tengo una suerte... He venido a bañarme al río que hay por aquí y una ráfaga de viento se ha llevado casi toda mi ropa. Ha caído en el río y se la ha llevado la corriente. Así que, solo me ha quedado esto...
Separó los brazos y mostró su cuerpo apenas cubierto. Los cuatro amigos tragaron saliva al mismo tiempo.
 - ¿Os importaría acercarme a mi casa? Normalmente voy andando, pero está anocheciendo, empezando a llover…
Tras unos segundos de silencio, Nico abrió la puerta de atrás.
 - ¡Por supuesto! - Dijo mientras salía del coche para cederle el paso. - ¿Pero te importa ir en medio?
 - Para nada. No será la primera vez que esté entre dos hombres... - Rio jovialmente tras decir eso.
Una broma quizá inocente, o quizá no. Nico eligió penar mal y sonrió. No desaprovechó la oportunidad de mirarle el culo descaradamente mientras ella subía al coche. Luego subió él y se apretujaron junto a Fran.
 - ¡Muchas gracias! - Exclamó ella con alegría. - Soy Laura, por cierto.
Los chicos se presentaron diciendo cada uno su nombre. Sandro puso el coche en movimiento de nuevo y retomaron la carretera.
 - ¿Cómo es que has venido sola? - Preguntó Fran.
 - No necesito estar acompañada para disfrutar de un baño en el río. Aunque reconozco que alguna vez he venido acompañada, jaja...
Sandro y Andrés se miraron con una medio sonrisa ante la obvia connotación sexual de aquella afirmación.
 - Siempre voy andando, pero esta vez he tenido la suerte de quedarme casi sin ropa cuando se acerca una tormenta.
Sandro tomó una curva un poco más rápido de lo que debería y los tres que iban detrás se apretujaron contra el lado de Fran. Laura reaccionó apoyando la mano en el muslo de Fran para sujetarse, casi en su entrepierna. Nico no hizo demasiado esfuerzo por evitar que su cuerpo se pegara al de ella.
 - Perdón... - Se disculpó el conductor.
 - No importa. - Respondió ella. - No me importa un poco de roce, jaja.
Las risas, indirectas y dobles sentidos continuaron durante el resto del trayecto hasta la casa de la chica. Ella les seguía el juego de las insinuaciones sin ningún reparo.

Obedeciendo sus indicaciones, llegaron a una gran cabaña de madera en mitad del bosque. Los chicos miraron la casa extrañados desde dentro del coche. Tenía un aspecto descuidado, lo cual la hacía parecer abandonada. Para entonces ya llovía a cantaros.
 - ¿Queréis pasar a tomar algo? Es peligroso conducir con esta lluvia. Os invito a unas cervezas mientras esperamos a que pare un poco, como agradecimiento por traerme. 
Sandro dudó. No le convencía la idea, pero era cierto que llovía demasiado. Nico fue más rápido.
 - ¡Claro! ¿Quién dice que no a una cerveza?
Sandro le miró con desaprobación.
 - ¿Has visto cómo llueve? - Argumentó Nico. - Mejor hacemos algo de tiempo a ver si para un poco o podemos tener una desgracia en la carretera.
Los cinco caminaron con paso rápido desde el coche hasta la entrada, pues para entonces la lluvia ya era muy intensa.
 - Quieres entrar por la lluvia y no por ese culo que no paras de mirar, ¿verdad? - Susurró Sandro a Nico lejos del alcance de Laura.
 - Pero tío, ¿por quién me tomas? - Respondió en tono burlón, para luego hacer gestos obscenos como si azotara con la mano un culo invisible.
La casa, que de fuera parecía abandonada, por dentro era todo lo contrario. Ordenada, cuidada y acogedora, pese a su gran tamaño. Laura fue directa a la cocina y volvió con unos tercios de cerveza.
 - Aquí tenéis. Yo voy a cambiarme y vuelvo enseguida.
Los cuatro agradecieron la bebida y se sentaron en los sofás, mientras ella subía por unas escaleras al piso de arriba.
 - Joder, está cachonda la pelirroja, ¿eh? - Comentó Andrés.
 - Cachondo me tiene a mí, la cabrona... - Confesó Nico, mordiéndose el labio. - Menudo culo...
 - Y quiere rabo, pero vamos... Si ha metido mano a Fran en el coche, jajaja.
 - Ha sido sin querer... - Se limitó a decir Fran, quitando hierro al asunto.
Si Nico era el más extrovertido, lanzado y bocazas, Fran era todo lo contrario. Él era tímido, callado y respetuoso. Nico era deportista, corpulento y musculoso, mientras que Fran era pequeño y más bien enclenque. Sandro y Andrés se movían en el término medio, pero mientras el primero era el más responsable del grupo, el segundo era el más descuidado y confiado.
 - ¿Y el piercing de la lengua qué? - Insistió Nico.
 - Eso tengo que probarlo… - Siguió Andrés, coronando su intervención con exagerados gestos de una felación al aire.
 - Pues ponte a la cola. Cuando acabé conmigo es toda tuya…
 - Igual quiere con los cuatro a la vez. Las de aspecto inocente luego son las peores.
 - ¡Bukkake! - Exclamó Nico, quizá un poco más alto de lo que debería.
Los cuatro rieron. Se hizo el silencio de golpe en cuanto se oyeron los pasos de Laura bajando las escaleras.

Laura apareció vistiendo el que fuera posiblemente el pantaloncito de deporte más corto del mundo y un top de tirantes que dejaba a la vista su escote y su ombligo. Se había puesto cómoda, sin duda. Todavía llevaba las dos largas trenzas.
 - ¿Aún lleváis las chaquetas? Poneos cómodos. Acabo de encender la calefacción.
 - A mí ya me tienes bastante caliente... - Masculló Nico entre dientes.
No estuvo claro si lo dijo suficientemente bajito, pero Laura le miró de reojo y sonrió. Los chicos siguieron su sugerencia y se quitaron chaquetas y sudaderas. Cómodos y calientes, sentados en los sofás de aquella cabaña, pasaron un buen rato bebiendo cerveza y charlando.
 - ¿Vives aquí sola? - Preguntó Sandro.
 - No vivo aquí realmente, pero la casa es de mi familia y me gusta venir de vez en cuando y pasar unos días a mi aire.
A Fran le costaba horrores apartar la mirada de los pechos de Laura. No llevaba sujetador, y los pezones se le marcaban bastante desde que había empezado la segunda cerveza. No parecía importarle atraer las miradas de los cuatro hombres, pese a que Fran era el que más estaba "sufriendo" por ello. De hecho, consciente o inconscientemente, ella se los acariciaba distraídamente mientras hablaba.
 - ¿No te aburres aquí sola? - Esta vez la duda era de Andrés.
 - Solo paso unos pocos días sola aquí. Y hay muchas cosas que puedo hacer yo sola para entretenerme. Aunque siempre es más divertido en compañía, claro, jaja.
Nadie dijo nada, pero todos pensaron lo mismo.
 - Paseo por el bosque, me baño en el río... - Siguió diciendo ella. - Leo junto a la chimenea, cocino cosas ricas, hago yoga rodeada de naturaleza... Y a veces me recogen chicos guapos en coche.
 - Como nosotros, jajaja. - Afirmó Nico.
Laura sonrió y asintió.

Pasaron las horas y la lluvia no aminoraba lo más mínimo. La amigable Laura, en uno de sus viajes a la cocina a por más bebida, volvió con sándwiches para todos. Se había hecho tarde y no habían cenado. Siguió la bebida y el cachondeo. También siguió la lluvia. Llegó un momento en el que Laura, tras comprobar la hora en el enorme reloj de pared sobre la chimenea, ofreció a los chicos pasar la noche allí.
 - Se ha hecho tarde y sigue diluviando. ¿Por qué no os quedáis a dormir? Hay camas de sobra para todos.
 - Con una es suficiente. - Soltó Nico, que tras unas cuantas cervezas ya no se cortaba en sus insinuaciones.
 - Suena divertido, jaja. - Encajó ella. - Pero cinco en una cama no sería cómodo. Suerte que hay camas para todos. Bueno, hay cuatro, pero yo puedo dormir en el sofá sin ningún problema. Es muy cómodo. Anda que no me habré echado yo siestas en este sofá.
Nico y Andrés estaban encantados de quedarse. Fran se dejaba llevar por el resto, como siempre. Sandro dudó, pero veía la tormenta a través de la ventana del salón y no le parecía nada lógico conducir en esa situación por aquellas carreteras de montaña. Accedieron a pasar la noche. Los cuatro chicos cogieron sus mochilas del maletero el coche y las metieron en la casa. Laura les ofreció las cuatro habitaciones del piso de arriba y les dijo que se las repartieran como quisieran. Como solo pensaban pasar una noche, cada uno se metió en una habitación al azar y dejó sus pertenencias.
 - Hay ducha en el baño del piso de arriba, por si alguno quiere pegarse una ducha antes de dormir. - Añadió ella. - Yo me quedo ya en el sofá. Tengo mantas en el armario y otro baño aquí abajo. Avisadme si necesitáis cualquier cosa. ¡Buenas noches!
Se despidió con una risa de oreja a oreja y comenzó a sacar unas mantas de un armario para luego lanzarlas sobre el sofá. Ellos dieron también las buenas noches y se dirigieron a las habitaciones.

A Sandro le pareció buena idea lo de ducharse antes de irse a dormir. En el baño del piso de arriba había varias toallas limpias y productos de higiene personal. Se quitó la ropa, dejándola en un montoncito sobre el bidé. Abrió el agua de la ducha, comprobando al momento que salía con buena presión y temperatura. Se metió bajo el chorro y comenzó a frotarse el cuerpo. El vapor no tardó en ocupar todo el cuarto, empañando la mampara de la ducha por completo. Cuando Sandro ya se estaba aclarando el cuerpo tras haberse enjabonado... "Toc, toc". Unos golpes en la propia mampara le dieron un susto de muerte. Pasó la mano por el cristal para desempañarlo y vio a través de él la sonriente cara de Laura. Se tapó sus partes instintivamente.
 - Has sido muy amable recogiéndome con tu coche, Sandro. Vengo a agradecértelo.
Sandro se quedó en shock, sin saber qué responder. Laura deslizó la mampara, abriéndola. Sin esperar respuesta por parte de Sandro, ella se metió en la ducha junto a él y volvió a cerrar la mampara. Estaba totalmente desnuda. Su piel blanquecina parecía brillar bajo la luz fluorescente del baño, contrastando con el intenso color naranja de su pelo. Su zona púbica estaba decorada con una línea vertical formada por fino vello pelirrojo perfectamente recortado, algo que a Sandro siempre le había excitado. Laura empujó el cuerpo del chico contra la fría pared de mármol y pegó su cuerpo al de él, dejándole sentir sus pezones aún duros clavándose en su pecho, quedando los dos bajo el chorro de la ducha. Mientras el agua bañaba los dos cuerpos unidos, ella cogió con sus manos las de Sandro, apartándolas de su miembro, para poner ahí las suyas, acariciándole.
 - Dime, Sandro… - Le susurró al oído. - ¿Alguna vez te la han chupado con un piercing en la lengua?
El pene de Sandro comenzó a endurecerse, extendiéndose hasta rozar con la punta la pelvis de Laura. Ella acercó su cara a la de él lentamente y le besó. Sandro cerró los ojos, dejándose llevar, jugueteando con la lengua agujereada de Laura. Al momento, pasó a sentir sus besos en la barbilla, luego en el cuello, después en el pecho, vientre, pelvis...

Abrió los ojos y se deleitó con la bonita imagen de Laura arrodillada, dispuesta a repartir sus próximos besos en la zona más placentera. Empezó con unos tiernos lametones, pero no tardó en englobar toda su polla con la boca. Sandro suspiró profundamente. Era la boca más placentera que jamás había sentido, con la humedad y calidez perfectas. La lengua se movía con habilidad, provocando un toque extra de estimulación con el roce de su piercing. La suavidad de las manos de Laura, una acariciando sus huevos y otra su tronco, acompañando la mamada, era exquisita. Tras unos instantes de gruñidos y gemidos, Laura ya había captado a la perfección el ritmo que más le gustaba en una felación. Si Sandro cerraba los ojos, podía imaginarse recibiendo sexo oral bajo una pequeña cascada. Sin embargo, él prefería abrirlos, pues si miraba hacia abajo se topaba con los lascivos y brillantes ojos de Laura clavados en los suyos, sin perder detalle de cada una de sus expresiones, para así regalarle la mejor mamada de agradecimiento de la historia. Tan buena era que no podía durar mucho. Evidentemente, no tardó en llegar el clímax de Sandro. Gruñó, apretó los dientes y los puños, y soltó su descarga de esperma mientras Laura seguía chupando. Ella no se alteró lo más mínimo. Siguió entregada a su tarea hasta que dejó de notar los chorros de Sandro colándose por su garganta. Remató la faena con una breve succión.
 - Ha sido... Increíble... - Agradeció Sandro entre jadeos.
 - Una pena que te hayas corrido tan rápido, guapo. – Replicó ella mientras se levantaba del suelo. - Con lo que me gusta a mí que me empotren contra la mampara.
 - Uf... A ver... Si me das un par de minutos... – Intentó él.
 - Lo siento. Has perdido tu oportunidad.
Tras estas palabras, los ojos de Laura empezaron a cambiar. Sandro observó, inmóvil e impactado, cómo sus ojos se iban enrojeciendo hasta alcanzar un tono de rojo que daba miedo. Y eso no fue lo más terrorífico; Sandro, horrorizado, pudo ver en la boca entreabierta de Laura que sus dos colmillos crecían y se afilaban lentamente.
 - Adiós, Sandro. – Su voz sonaba ahora muy seria y para nada tan juguetona como había sonado hasta entonces. - Espero que alguno de tus amigos sea capaz de complacerme...
Sandro no tuvo tiempo de sentir su orgullo herido, pues Laura abrió bien la boca, mostrando sus largos colmillos afilados, y acto seguido él los sintió clavándose en su cuello. No pudo ni gritar. Solo pudo notar un dolor muy intenso y su propia sangre caliente resbalándole por el cuerpo. En segundos, Sandro se había desplomado en la ducha y sangraba abundantemente. Desde ahí abajo, su última visión fue la de Laura con una sonrisa diabólica, los ojos endemoniados y relamiéndose la sangre de los labios mientras se acariciaba frenéticamente la entrepierna con la mano. Luego todo se fundió a negro.

Andrés ya se había puesto el pijama y estaba acostado en la cama dispuesto a dormir. Tras revisar los mensajes pendientes, fue a dejar el móvil en la mesita de noche. Captó su atención uno de los cajones de la mesita, que estaba entreabierto. Le pareció ver algo interesante a través de la pequeña abertura, así que no pudo evitar abrir el cajón del todo para comprobar si lo que pensaba era cierto. En efecto, lo era. En el cajón había un dildo junto a un bote de lubricante. Lo cogió para observarlo; era negro, enorme y de aspecto realista, con venas y todo.
 - Vaya con la pelirroja…
Volvió a dejar el juguete y cerró el cajón. Al saber que aquella habitación era la de la propia Laura, le picó aún más la curiosidad. Se levantó de la cama y se paseó por la habitación abriendo cajones y armarios, buscando más tesoros. Su búsqueda tuvo éxito con uno de los cajones inferiores de dentro del armario. Descubrió un interesante alijo de juguetes eróticos. Reconoció un vibrador, un dildo con ventosa, un plug anal, unas bolas chinas y un pequeño látigo. Eso último sí que no se lo esperaba para nada. Había más juguetes en el cajón, pero a simple vista no reconoció lo que eran. El cajón siguiente también resultó interesante, pues guardaba una bonita colección de lencería. Andrés fue sacando individualmente algunas prendas: braguitas, tangas, sujetadores con transparencias… Miraba con atención cada prenda que sacaba, imaginando a Laura con ella.
 - ¿Te gustan?
Un micro infarto sacudió a Andrés, que instintivamente soltó el tanguita rosa que tenía en las manos en ese momento. La puerta de la habitación estaba abierta y Laura estaba de pie junto a ella, mirándole con una sonrisa agresiva, pero también juguetona.
 - Pe… Perdón… - Balbuceó Andrés, aun recuperándose del susto.
Laura cerró la puerta y se acercó a él. Cogió el tanga que había dejado caer y lo levantó a la altura de sus ojos.
 - Rebuscando entre mis prendas íntimas, ¿eh?
Andrés estaba totalmente avergonzado.
 - Perdón. No debí…
 - No me sirven tus disculpas. – Le interrumpió Laura.
Andrés se sintió aún peor. Laura fue hasta la cama y se sentó en el borde. Le hizo un gesto con el dedo a Andrés para que se acercara. Él obedeció en silencio.
 - Vas a necesitar currártelo más para que te perdone.
Él la miraba perplejo.
 - Arrodíllate. – Siguió ella.
Dudó unos segundos, pero finalmente Andrés hizo lo que le decía. Lo siguiente que vio sí que no se lo esperaba: Laura se quitó los pantaloncitos y las braguitas, dejándolos junto a ella en la cama, para luego abrir las piernas frente a la atónita mirada de Andrés, ofreciéndole una visión directa y explícita de su sexo.

A Andrés le ardieron las entrañas de lo cachondo que se puso de golpe. El rosado coñito de Laura le pareció muy bonito, y además estaba perfectamente depilado, sin rastro alguno de vello, que es como a él le gustaba. De golpe y sin previo aviso, la anfitriona 
le empujó la cabeza, hundiéndosela entre sus piernas.
 - Y ahora, gánate mis disculpas. Compénsame como es debido por no respetar mi privacidad.
Un tierno gemido escapó de entre los labios de la pelirroja en cuanto notó la lengua del chico dentro de su sexo. Él, encantado con su misión, nadaba por cada rincón de su coñito, sacando la lengua únicamente para besar esos delicios labios inferiores de vez en cuando. Ella le agarraba del pelo y apretaba su cabeza contra ella, aprisionándole con las piernas. Conforme los gemidos de Laura aumentaban, Andrés fue incorporando dedos a su técnica. Primero uno, para testear. Luego dos, para aumentar la estimulación. Y finalmente, tras comprobar que la situación era propicia, introdujo un tercer dedo. Los tres dedos y su lengua combinados en la entrepierna de Laura. Por mucho que le estuviera gustando saborear ese delicioso sexo, Andrés estaba deseando pasar a la siguiente fase, pero sabía que él no tenía el poder de decidir eso. Cumplió con sus disculpas sin rechistar y lo mejor que pudo.
 - Uf… Qué rico… - Reconoció Laura, tras sacar por fin la cabeza de Andrés de entre sus piernas. – Desde luego, estás perdonado.
Andrés sonrió, con la boca brillante de flujos vaginales.

Laura le levantó del suelo para besarle, recibiendo parte de sus propios jugos. Luego empujó a Andrés, lanzándole sobre la cama, y subió ella también, colocándose entre sus piernas. Su rostro transmitía una seguridad que no se parecía en nada al aspecto inocente que había tenido hasta ahora. Alargó la mano y cogió las braguitas que antes llevaba puestas y ahora descansaban encima de la cama.
 - Ya que tanto te gustan mis braguitas…
Se las introdujo en la boca a Andrés. Él las recibió con gusto. Tras ello, comenzó a desabrocharle el pantalón, el cual a esas alturas ya lucía un notable bulto.
 - Vamos a ver qué guardas aquí…
Tras bajarle el pantalón, hizo lo mismo con sus calzoncillos, dejando a la vista su miembro totalmente erecto. Se relamió al verlo. Luego se inclinó hacia él, separó sus labios y envolvió con ellos la polla de Andrés en su totalidad, alojándola entera en su boca sin que se le notara ningún esfuerzo. Andrés acarició el cabello rojizo de Laura, aprovechando para acompañar el movimiento de su cabeza, pero ella le apartó la mano de inmediato. Estaba claro quién mandaba. El breve tiempo que Laura estuvo chupándosela fue para Andrés como estar en el cielo, pero se le hizo corto. Laura, sin embargo, ya había comido suficiente esa noche, y ahora quería algo más.

Con el miembro de Andrés duro a reventar, y ahora bien lubricado, Laura se sentó sobre él a horcajadas, recibiéndole en su interior. La polla de Andrés entró hasta el fondo sin oposición, provocando un gemido de gusto en ambos. Laura se quitó el top de tirantes, la última prenda que le quedaba puesta, liberando sus bonitos pechos, para luego comenzar a moverse encima de Andrés, cada vez más rápido. Su caliente, húmedo y prieto coño era lo mejor que Andrés había sentido en su vida. No podía parar de gemir y gruñir, aún con las braguitas de Laura en la boca. El risueño rostro de la pelirroja que había conocido hasta el momento lo sustituía ahora una mirada de tigresa y unas expresiones de auténtica fiera sexual mientras le cabalgaba. Andrés no pudo evitar alargar los brazos y azotar con sus manos ambas nalgas de Laura al mismo tiempo y con dureza.
 - Mmmm…
Ese excitante gemido de Laura, junto con la sonrisa que puso, delataron que le había gustado. Ello animó a Andrés a hacerlo más veces, motivándose con ello como quién azota a una yegua para que corra más. Los habilidosos movimientos de cintura de Laura le llevaron en seguida al límite. Ella lo notó.
 - ¡Aguanta! – Le gritó.
Él puso cara de resignación, pues poco podía hacer si ella seguía moviéndose tan frenéticamente encima de él.
 - ¡Ni se te ocurra correrte antes que yo! – Insistió ella agresivamente.
Pero pese a sus órdenes, Andrés no pudo aguantar. Laura no dejó de moverse ni siquiera mientras notaba la intensa eyaculación inundando su interior. En su cara se leía al mismo tiempo gozo por la sensación que le producía y frustración porque hubiese terminado ya. Sin embargo, esa expresión poco a poco fue transformándose en cabreo. Andrés comenzó a poner muecas de dolor, pues Laura seguía a lo suyo cuando él ya se había corrido. Estaba apunto de quejarse cuando vio algo que le dejó helado. Los ojos de Laura fueron intensificando su color hasta volverse de un rojo que casi dolía a la vista. Muerto de miedo, intentó zafarse de ella, pero no conseguía quitársela de encima. Parecía tener una fuerza sobrehumana. El pobre chico estaba inmovilizado, aterrado y dolorido por los incesantes movimientos de Laura.
 - Has durado más que tu amigo, pero tampoco has podido complacerme… - Se quejó ella, dejando por fin de moverse, pero sin quitarse de encima suyo.
Andrés la miró extrañado, pero pronto su mirada derivó hacia el miedo, cuando vio que las dos divertidas trenzas pelirrojas de Laura comenzaban a alargarse en dirección a él, hasta que alcanzaron su cuello y se lo retorcieron.
 - Tu amigo Sandro. – Clarificó Laura. – Se corrió en mi boca antes de que pudiera follármelo. No sabía lo que se perdía…
Andrés notó que empezaba a faltarle el oxígeno. Las trenzas le apretaban el cuello cada vez más.
 - Y ahora nunca lo sabrá. Tuve que cortarle el cuello por precoz.
El chico no podía respirar. Se estaba ahogando. Empezó a agitarse en la cama, pero era inútil.
 - Por desgracia, tú tampoco has podido satisfacerme…
La visión de Andrés se fue emborronando y oscureciendo. Él se retorcía como podía, pero no tenía nada que hacer, más que quedarse poco a poco sin aire y, finalmente, sin vida. Laura bajó de encima del cuerpo inerte de Andrés. Observó su flácido pene goteando. Acercó la cara y le dio un lametón.
 - Quiero más…

Nico llevaba un rato en la cama pensando en lo sexy y guapa que era Laura, y en lo traviesa que parecía. Una importante erección no le dejaba dormir. Estaba seguro de que él también le había gustado a ella, así como de que ese aspecto inocente ocultaba una verdadera fiera en la cama. Los minutos pasaban, su erección no disminuía, y cada vez tenía más ganas de hacerle de todo a la pelirroja, hasta que no pudo reprimirse y decidió ir en su búsqueda. Salió a hurtadillas de la habitación, con cuidado de no hacer ningún ruido que pudiese despertar al resto. Bajó de puntillas las escaleras, en dirección al sofá del salón. Se asomó silenciosamente. Solo había mantas, ni rastro de Laura.
 - ¿Necesitas algo? – Oyó de repente a sus espaldas.
Laura estaba apoyada en la puerta del baño, con una mirada inquisidora y luciendo su cortito pijama.
 - La verdad es que sí… - Contestó él, intentando hacerse el misterioso.
Ella caminó sensualmente por delante de él hasta llegar al sofá. Se sentó en él y luego miró a Nico.
 - ¿Y bien?
Un experto en el arte del flirteo como lo era Nico no tenía problemas en detectar cuándo una mujer captaba su indirecta y estaba deseosa por seguirle el juego. Se sentó a su lado y apoyó la mano en su muslo. Ella sonrió. Lo tenía hecho.
 - No podía dormir. Me he quedado con ganas de algo…
 - Ah, ¿sí? ¿De qué? – Jugueteó ella.
Ella también apoyó la mano en el muslo de él. Ahí fue cuando supo que era el momento. Acercó su cuerpo al de ella y la besó. El beso fue correspondido. Enseguida sus lenguas se abrazaban.

Fue un beso largo y lascivo. Finalmente fue ella quien se separó ligeramente.
 - ¿Vamos a seguir besándonos o vas a dejarme que se use la boca para algo mejor?
Nico no lo dudó. Se bajó el pantalón, liberando su grueso y erecto miembro, para luego empujar la cabeza de Laura hacia abajo, hacia su entrepierna. Ella, lejos de oponer resistencia, abrió la boca y recibió de buen grado el tercer trozo de carne de la noche. Pero esta vez sería diferente. En lugar de dejar que Laura desplegara su magia oral, Nico empujaba la cabeza de la chica con fuerza, penetrando su boca hasta el fondo con cada movimiento. Se la clavaba en la garganta una y otra vez, provocando alguna ocasional arcada, pese a la cual no daba respiro a la pelirroja. Ella aguantó estoicamente durante un buen rato, pero quería que la penetrase cuanto antes. Sin embargo, en cuanto hizo el amago de retirarse, Nico agarró sus trencitas y tiró de ellas hacia abajo, al tiempo que con duros movimientos pélvicos hundía su miembro hasta hacer tope. Laura ya solo aguantaba el tipo y se dejaba hacer, mientras Nico le follaba la boca sin reparos. Cuando Nico tuvo suficiente y permitió a Laura levantar la cabeza, la vio con los ojos llorosos, babas goteando por su barbilla y una mirada muy agresiva. Le excitó esa imagen. Le dio la vuelta bruscamente en el sofá y la puso a cuatro contra el reposabrazos. “Al fin…” pensó ella, pudiendo respirar de nuevo con normalidad, al tiempo que él le bajaba el pantaloncito de pijama y las bragas.

Laura se apoyó contra el reposabrazos y levantó el culo hacia arriba, ofreciéndolo. Estaba deseoso de sentirle dentro. Llevaba cachondísima desde que se había metido en la ducha con Sandro. Lo que no se esperaba fue la rudeza de Nico, quien la sujetó de la cintura y, apenas tras apoyar la punta de su miembro en la entrada del coño, empujó hasta el fondo. Laura emitió un gritito al sentirla clavándose en lo más profundo de su interior.
 - ¡Cabrón! – Gruñó entre dientes.
 - Lo estabas deseando, pelirroja. – Fue la réplica de Nico, mientras comenzaba con un duro vaivén.
 - ¡Con cuidado! – Siguió quejándose ella, sintiéndose atravesada con cada movimiento.
 - No te hagas ahora la estrecha…
Ignorando su réplica, siguió penetrándola con la misma dureza. Ella aguantaba las embestidas heroicamente. Un repentino azote pilló por sorpresa a Laura. Sintió que su nalga ardía, pero no pudo disimular que le gustó. Nico lo notó, por lo que empezó a combinar fuertes azotes con sus incansables penetraciones. Laura no tardó en acostumbrarse a esa dureza, y empezó a disfrutarla. Cada vez estaba menos molesta y cada vez sentía más placer. Ella sabía que no era fácil hacerla disfrutar sometiéndola de aquella manera, pero sin duda Nico lo estaba consiguiendo. Sin embargo, tuvo que estropearlo con ofensas nada bienvenidas.
 - Toma, zorra… - Susurró.
Laura lo oyó. No se lo tomó nada bien.
 - ¿“Zorra”? – Replicó Laura incorporando el cuerpo y revolviéndose. - ¿A quién coño llamas…? ¡Ah!
No pudo acabar su queja. Nico la había agarrado de las trenzas y tiraba de ellas mientras seguía penetrándola.
 - Lo eres y lo sabes… - Le susurró al oído. - Cómo me ponen estas trencitas de guarrilla…
 - Capullo… - Dejó escapar ella entre dientes.
Esa actitud alimentó el fuego de Nico.
 - Ah, ¿sí? Te vas a enterar…

Nico empujó el cuerpo de Laura hacia abajo, volviéndola a aprisionar contra el reposabrazos del sofá. El enrojecido coño de Laura sintió alivio cuando el grueso miembro salió de su interior. A Laura no le hizo ninguna gracia. Cuando por fin le había pillado el punto y estaba disfrutando… No era momento de detener aquello. Y menos gracia le hizo cuando notó la polla empujando contra su ano, intentando abrirse paso.
 - ¡Despacio!
Pero, como era de esperar, él volvió a ignorarla. El culo de Laura fue cediendo poco a poco ante la insistencia de Nico, hasta que llegó a alojar su polla por completo. Laura apretó los dientes. La expresión de su cara denotaba lo poco que le estaba gustando sentirse empalada. Y aún fue peor cuando Nico empezó a mover la pelvis, penetrándola una y otra vez por la puerta trasera.
 - Te gusta, ¿eh? – Dijo él con sorna.
 - Más despacio, joder… - Volvió a quejarse Laura.
Él no hacía caso. Ella intentaba en vano amortiguar los movimientos de Nico. No hacía ascos al sexo anal, pero había que hacerlo bien. Y Nico no lo estaba haciendo bien.
 - No tan fuerte … - Insistía ella inútilmente.
Se notaba que él estaba disfrutando degradándola y sometiéndola. Sonreía cuando ella se quejaba y, en lugar de darle un respiro, la castigaba con algún sonoro azote. Como era de esperar, a Laura se le agotó la paciencia.
 - ¡Basta ya! ¡Para! – Exclamó.
Nico lo hizo. Además, la agarró con fuerza de la cintura para retenerla mientras seguía embistiéndola. Laura acabó hartándose. De un manotazo, Nico salió disparado hacia atrás, cayendo del sofá al suelo. Se quejó de un golpe en la cabeza. Cuando miró hacia arriba de nuevo, Laura estaba de pie frente a él, con los ojos inyectados en sangre y las pupilas de un intenso rojo.
 - No soy tu juguete, imbécil.
Nico sintió terror. Se intentó disculpar, pero ya era tarde. Se le heló la sangre al ver las uñas de Laura creciendo hasta alcanzar una longitud inhumana.
 - Podría hacerte disfrutar como jamás has disfrutado… - Empezó a decir ella. - …pero no te lo mereces.
Las uñas de Laura comenzaron a rajar el tórax de Nico con rápidos movimientos. Nico gritó e intentó cubrirse, pero solo consiguió cortes en los brazos. Un charco de sangre se fue expandiendo a su alrededor. Se revolvió mientras las uñas rajaban cada centímetro de su cuerpo, hasta que al final perdió la consciencia y ya nunca la recuperó.

Fran se despertó de golpe. ¿Esos gritos los había oído en sueños? ¿O eran real? ¿O no eran gritos, sino ruidos propios de la tormenta? Esperó unos segundos en la cama, agudizando el oído. Nada. Pero estaba intranquilo. Salió de su dormitorio temporal y caminó a hurtadillas por el pasillo. En la casa reinaba el absoluto silencio. La primera puerta que se encontró era la del servicio. En cuanto encendió la luz fluorescente, se le congeló el aliento al instante. Se quedó inmóvil, horrorizado, observando el cuerpo desnudo de su amigo Sandro desangrado en la ducha, con el cuello destrozado. Salió corriendo en dirección a la habitación de Andrés, en busca de ayuda. Lo que se encontró fue otra desagradable estampa. Andrés estaba desnudo, pálido, con el rostro desdibujado, los ojos perdidos y, claramente, muerto. El sudor frío ya resbalaba por la frente de Fran, a quién lo único que se le ocurrió fue ir a buscar al cuarto miembro del grupo. Nico no estaba en su habitación, así que bajó las escaleras hacia el salón a toda prisa. Vio una sombra en el suelo.
 - ¿Nico? – Preguntó con miedo.
Se disponía a buscar el interruptor de la luz cuando un relámpago iluminó el salón de golpe, ofreciéndole una visión escalofriante de Nico, también desnudo, tirado en el suelo, con el cuerpo hecho jirones y rodeado de sangre. A esas alturas, Fran ya sentía como si tuviera el corazón del revés. Tenía la respiración tan acelerada que parecía que le podía dar un infarto en cualquier momento.
 - Hola, Fran.
Se giró de inmediato. La luz de la luna que se colaba por la ventana iluminaba el pálido cuerpo desnudo de Laura, en cuya piel se advertían pequeñas motas rojizas de sangre. Los ojos le brillaban y en su rostro se dibujaba esa sonrisa suya que inspiraba una mezcla de sensualidad y miedo.
 - ¿Te apetece probar una pelirroja? – Preguntó ella, directamente al grano.
Fran corrió hacia la puerta de la casa. Intentó abrirla de todas las maneras, pero estaba cerrada a cal y canto. Otro relámpago provocó un rápido flash de luz que le cegó durante un milisegundo, tras el cual Laura había aparecido a su lado. Fran soltó un gritito y dio un brinco del susto.
 - ¿Qué pasa, Fran? ¿Es que no te gustan las pelirrojas? Dicen que somos las más guarras…
Fran salió disparado hacia la cocina, en busca de otra salida. Un nuevo relámpago sacudió la casa y Laura apareció frente a él, apoyada en la puerta, bloqueándole el camino. Fran se quedó boquiabierto al advertir que ahora su pelo era rubio y caía suelto por delante de sus pechos.
 - ¿Prefieres una rubia quizá? Puedo hacerme la tontita si es lo que te va.
Él no contestaba. Aunque lo hubiese intentado no le habría salido la voz. Giró sobre sus pasos y subió a toda prisa las escaleras hacia el piso de arriba, desesperado por encontrar una forma de huir de aquella casa. Cuando llegó arriba y enfiló el pasillo, Laura le esperaba al final de éste. Ahora su cabello era completamente negro y le caía a la altura de los hombros. Ese look le daba un aspecto siniestro.
 - ¿Morena? Aunque no me gusta cómo queda con mi piel tan pálida.
Fran volvió a girarse sobre sí mismo y se adentró en la única habitación a su alcance.
 - ¡Vamos, Fran! ¡Déjame cumplir tus fantasías! – Oyó que le gritaba Laura mientras él atrancaba la puerta tras de sí.
Al darse la vuelta, allí estaba Laura de nuevo. No había escapatoria. Fran estaba sudando. No sabía qué más hacer. Estaba atrapado. Laura volvía a lucir su aspecto original. O, al menos, el aspecto con el que la habían conocido. Caminó hacia él con el semblante serio. Él permaneció inmóvil, pues había aceptado que intentar huir no servía para nada. Se acercó tanto Laura que sus cuerpos se tocaban. Deslizó la mano por dentro del pantalón de Fran, agarrando firmemente su tímido miembro y comenzando a masturbarle.
 - No tengas miedo. Solo tienes que conseguirme un orgasmo y todo irá bien. – Le susurró al oído. – Y además te habrás llevado un buen polvo.
Fran tragó saliva, nervioso.
 - Podemos pasarlo bien… O podemos acabar con esto ahora mismo. – El tono de voz de Laura no dejaba lugar a dudas de que era una amenaza.
Tardó unos segundos, pero el pobre Fran acabó aceptando para sus adentros que no tenía otra opción que acceder a los deseos de aquella misteriosa mujer. Finalmente, asintió con timidez.
 - Así me gusta. – Dijo ella con un tono más dulce, dando luego un suave beso en los labios cerrados de Fran. – Verás cuánto vamos a disfrutar…
Fueron las últimas palabras de Laura antes de arrodillarse frente a él, bajarle los pantalones, introducirse su blando miembro en la boca y empezar a chupar.

El joven aún tenía el miedo calado hasta los huesos. En su mente volaban las imágenes de sus tres amigos muertos de aquellas formas tan desagradables. Todo ello, desde luego, afectaba negativamente a la tarea que debía cumplir, pues su pene se mantenía flácido en la boca de Laura.
 - Parece que alguien está nervioso… - Bromeó ella, jugueteando con la lengua en torno al débil miembro de Fran. – Pero aún no ha habido polla que se haya resistido a estos labios.
La presión de sus labios aumentó, la succión se intensificó y la lengua de Laura se alargaba hacia abajo llegando a lamer sus huevos. Conforme las elevadas pulsaciones de Fran comenzaron a bajar, su miembro comenzó también a agrandarse. Pese a lo bizarro y peligroso de la situación en la que se encontraba, al fin y al cabo, tenía a una mujer realmente atractiva dándole sexo oral, y eso no es algo que le ocurriera a Fran a menudo. Costó un poco más de lo habitual para Laura, pero sonrió satisfecha cuando por fin tuvo la polla de Fran totalmente dura.

Fue la propia Laura quien despojó a Fran de toda su ropa, para luego llevarle de la mano hasta la cama, donde le tumbó con delicadeza. Fran la miraba con ojos inseguros, pero se sentía inevitablemente excitado por ese bello cuerpo al desnudo. Laura se subió a horcajadas encima de él, que continuaba con su comportamiento estático de dejarse hacer, y comenzó a cabalgarle. Habilidosamente al principio, más frenéticamente después. Movía la cintura con una técnica increíble. Cogió las manos de Fran y las puso en sus tetas. Fran las amasó tímidamente. Le gustó sentir el agradable tacto de sus bonitos pechos. Notó sus pezones exageradamente duros.
 - Vamos, Fran… No seas soso… - Insistió ella, para luego azotar sus propias nalgas mientras botaba sobre él. – Espabila y dame caña.
Fran reaccionó y también la azotó. Ambas nalgas al mismo tiempo. Laura le guiñó el ojo con aprobación. A Fran le gustó. Volvió a azotarla, esta vez con más fuerza. Sus pálidas nalgas se enrojecieron enseguida. Continuó haciéndolo mientras ella seguía cabalgándole con maestría.

Los increíbles movimientos de Laura estaban a punto de tener sus consecuencias. A Fran le invadió el terror de nuevo al notar que se acercaba a su orgasmo. Intentó ralentizar el acto, pero sin éxito. Laura estaba encima y tenía el control. No le daba tregua. Ya se notaba a punto de correrse y tenía que evitarlo, así que empujó a Laura con brusquedad, lanzándola sobre la cama. Sin dar tiempo a quejas, le separó rápidamente las piernas, hundió la cabeza entre ellas y empezó a lamerle el sexo.
 - Eso es, Fran... Así me gusta… – Le felicitó Laura, agarrando su cabeza y hundiéndola aún más. – Esa es la actitud…
Fran respiró tranquilo al notar que su clímax volvía a alejarse. Pero no bastaba con aguantar, también había que conseguir el de Laura. Se entregó al cunnilingus con todas sus ganas. No tenía mucha experiencia en ello, pero tenía que esforzarse al máximo. Le iba la vida en ello, literalmente. Su lengua nadó como loca por los recovecos del coño de Laura. Se ayudó de un par de dedos para estimularla al máximo. Parecía funcionar. Oía los gemidos de placer de Laura cada vez más altos. Fran no podía negar que él también los estaba disfrutando. El coño de la pelirroja era delicioso, y sus gemidos le excitaban. Por un momento, pensó que quizá podía conseguir su objetivo de esa manera. Pero no. Laura necesitaba más. Y no tuvo pudor en pedirlo de la forma más gráfica posible: poniéndose a cuatro patas en la cama, arqueando hábilmente la espalda y girándose a mirar a Fran con ojos suplicantes.

Fran no quiso darle tiempo para recuperarse, así que saltó como un resorte colocándose detrás de ella. Con un suave empujón, su polla se deslizó placenteramente en el interior de Laura. Comenzaron los vaivenes. La pelvis de Fran chocando contra las tersas nalgas de Laura. La pelirroja agarraba con fuerza las sábanas y gemía como loca. Fran estaba motivado. La tenía a punto. Sentía que él también se acercaba, pero no podía para en ese momento. Era ahora o nunca. Sujetando a Laura de la cintura, elevó la rapidez y la dureza de sus penetraciones al máximo. Ella se retorcía de placer. Fran sudaba a chorros, se notaba cansado físicamente, y el húmedo y prieto coño de Laura le acercaba al orgasmo a pasos agigantados, pero no se daba por vencido. “¡Plas! ¡Plas! ¡Plas!” resonaba por toda la habitación a causa del frenético choque de sus cuerpos. Fran estaba a punto de correrse. Laura comenzó a gritar aún con más fuerza. Fran apretó todos sus músculos. Laura tensó todo su cuerpo. Fran gruñó como un animal. Densos chorros de su esperma comenzaron a inundar a Laura justo en el momento en que un tremendo orgasmo sacudía a la pelirroja. Salieron de boca de Laura unos terroríficos gemidos que ensordecieron a Fran. Los diabólicos gritos de placer retumbaron por toda la casa.

Carla y Ana conducían alegremente de vuelta a casa mientras el sol desaparecía por el horizonte. Al llegar a una curva, se toparon con una joven pelirroja con trencitas que levantaba el pulgar en busca de un favor. Detuvieron el coche y la recogieron…


 

Este relato está inspirado en esta foto de @Lickitunga, que también ha servido para la portada.



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