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jueves, 4 de diciembre de 2014

El despacho de la profesora cachonda


Sergio era un incomprendido en la universidad. Sus escasas dotes sociales hacían que no tuviera casi amigos, y que los inútiles de turno se rieran de él en ocasiones o le hicieran la vida universitaria más difícil. Alguna vez le habían gastado alguna broma pesada solo para divertirse. Sergio, siempre con su timidez, las aguantaba como podía y se conformaba con sobrevivir.

Una noche, Sergio se quedó hasta tarde estudiando en la biblioteca de la facultad. Cuando ya no pudo con más temario, recogió todo, lo metió en la mochila y encaminó la salida. Salió de la biblioteca y atravesó los oscuros pasillos inhabitados a aquellas horas. De repente, una voz le sobresaltó.
- Mirad quien anda por aquí…
Sergio se giró y se encontró con tres chicos de los que siempre se metían con él.
- Ven con nosotros. Tenemos que contarte algo. Pero necesitamos un sitio privado.
El que dijo eso pasó el brazo por encima del hombro de Sergio y le condujo por el pasillo. Decía tonterías que Sergio era casi incapaz de entender por lo nervioso que estaba. Los otros dos chicos iban por delante, intentando abrir cada puerta que encontraban, pero todas estaban cerradas. Una se abrió y le hicieron pasar dentro. Sergio no estaba seguro de aquello pero prefería hacerles caso antes que enfrentarse a ellos.

Apenas había dado dos pasos dentro de aquella sala cuando oyó como la puerta se cerraba detrás suyo. Intentó abrirla pero los otros chicos lo impedían desde el otro lado. Uno de ellos atrancó la puerta de alguna manera que Sergio no llegó a averiguar, y se fueron entre risas.
- ¡Espéranos ahí! ¡Ahora volvemos y te lo contamos! ¡Jajajajaja!
A los pocos segundos dejó de oírles. Volvió a intentar abrir la puerta, pero sin suerte. Entonces miró a su alrededor. Parecía un despacho. Por los papeles que había en la mesa descubrió, para su horror, que era el despacho de su profesora María. María era posiblemente la profesora más joven de la facultad. Además estaba muy buena. Era común entre los alumnos hablar de ella como la profesora que todos se querrían cepillar. Sergio sabía muy bien cómo era María. Su imagen le había servido para sus pajas en incontables ocasiones.

Se puso a cotillear los armarios. No vio nada interesante. Luego los cajones. Y en el último cajón encontró algo increíble. En la carátula ponía “Profesoras cachondas y alumnos superdotados”. A Sergio se le abrieron mucho los ojos. Era una película porno. Miró los nombres y las imágenes de la carátula esperando encontrar a su profesora María como una de las actrices de la película pero no fue así.

En ese momento la puerta se abrió de golpe. A Sergio le dio un vuelco el corazón. Miró hacia la puerta y allí estaba María, mirándole. Sergio, aun con la película en la mano, se había quedado petrificado. María entró y cerró la puerta.
- ¿Qué haces aquí?
- Me han encerrado…
Sergio observó a María de arriba a abajo. Era delgada, con buen cuerpo. Morena y con el pelo poco más largo de los hombros, con un flequillo perfectamente recortado por encima de las cejas. Vestía zapatos planos, una falda ajustadísima que le marcaba un culo redondo precioso y una camisa arremangada. Sus enormes tetas siempre causaban distracción cuando daba sus clases.

Ella le cogió la película de la mano y la volvió a meter en el cajón.
- Siéntate.
Ambos se sentaron, uno a cada lado de la mesa del despacho.
- ¿Qué haces aquí tan tarde? ¿Cómo has entrado aquí?
- Estaba estudiando en la biblioteca… Cuando me iba a casa unos chicos me han encerrado aquí. La puerta estaba abierta. Luego la han atascado con algo. – Dijo nervioso.
- Ah, sí. Ya lo he visto.
Se quedaron los dos en silencio unos segundos. Luego la profesora volvió a tomar la iniciativa.
- Sobre la película que has encontrado… - María hizo una pausa y se desabrochó un botón de la camisa. – No se lo dirás a nadie, ¿no? – Se desabrochó un segundo botón.
Tras desabrocharse esos dos botones Sergio ya podía ver un sujetador violeta asomando por el escote. Tragó saliva y negó con la cabeza.
- Bien. Porque no me gustaría que nadie se enterara.
Se desabrochó uno a uno el resto de los botones y cuando la camisa estuvo totalmente desabotonada, se la quitó y la dejó en la mesa, a un lado. Las grandes tetas de la profesora quedaron cubiertas únicamente por un sensual sujetador violeta frente a los ojos de Sergio, que a esas alturas ya estaba alucinando.
- Yo recompenso a los buenos alumnos. ¿Quieres verlas como recompensa?
Antes de que Sergio pudiera asentir, María ya se estaba desabrochando el sujetador, el cual se quitó y dejó en la mesa con la camisa. Sus bonitas tetas quedaron a la vista. Ella se las acarició sensualmente. Esas tetas que tantos alumnos habían estado admirando durante las clases y tantos habrían soñado con ver, estaban ahora frente a él.
- Adelante. Tócalas. Son tu recompensa.
Sergio alargó tímidamente las manos. María las cogió y las puso sobre sus pechos. Sergio cerró los ojos y disfrutó el momento al máximo.
- O quizá no es esto lo que quieres a cambio de guardar silencio.
Las manos de María estaban ahora en sus piernas, fuera de vista tras su mesa. Se movió un poco sobre su silla y siguió hablando.
- ¿Esto te gusta más?
Levantó la mano derecha y en ella llevaba sus bragas color violeta, a juego con el sujetador. Se las tiró a Sergio, que las cogió al vuelo. Las miró impresionado.
- ¿Hay algo más en que te pueda ayudar?
Sergio no sabía qué decir. La profesora se dio cuenta de su erección.
- Vaya. Veo que sí que hay algo más en lo que puedo ayudarte.
A Sergio se le aceleró el corazón. Sería una broma, ¿no? Pues no sabía que pensar.

María no dejaba de mirar el bulto de su pantalón. Se levantó de su silla y caminó hasta ponerse delante de Sergio. Le separó las piernas con las manos y se arrodilló entre ellas.
- Si quieres algo más solo tienes que pedirlo…
Sergio tragó saliva una vez más y asintió. María sonrió pícaramente.
- Veamos qué puedo hacer por ti.
Desabrochó los pantalones de Sergio y se los bajó hasta los tobillos junto con sus calzoncillos. Una polla pequeña y dura apareció ante ella. La cogió con la mano y comenzó un movimiento rítmico con la muñeca. Arriba y abajo.
- ¿Así está bien o quieres algo más?
Sergio no dijo nada.
- Vamos, si quieres algo pídelo. ¿No quieres que tu profe te haga una mamadita?
Sergio asintió.
- Si quieres que la chupe, diloo.
- Chúpamela… - Susurró entonces Sergio con timidez.
Sin decir nada más María se quitó de la muñeca una goma para el pelo y la utilizó para recoger su suave pelo negro en una coleta. Luego se llevó la delgada polla del alumno a la boca. Su reducido tamaño comparado con los miembros a los que María estaba acostumbrada hacía que el miembro entero entrara y saliera de su boca sin el menor esfuerzo.
- Que tu profesora te chupe la polla. Toda una fantasía, ¿no? – Dijo ella entre lametazo y lametazo.
El lenguaje soez y vulgar de su profesora solo aumentaba el morbo de la situación. Situación que, tal y cómo había dicho ella, era una fantasía haciéndose realidad.

Sergio notaba la lengua de María jugueteando cariñosamente dentro de su boca. Eso le estaba volviendo loco. María sacó la polla de Sergio de su boca para ahora dedicarse a lamer y acariciar sus huevos peludos. No parecían importarle los pelos. Sergio estaba completamente sin depilar en esa zona.
- Esto hay que afeitarlo por lo menos, eh. – Comentó María, quitándose un par de pelos de la lengua. – Las mamadas son mejores si no tienes que estar quitándote pelos de la boca.
- Vale… - Se limitó a decir él, que ahora acariciaba el pelo de María y deseaba que se callara y siguiera chupando.
Ella lo hizo, pero la mamada solo duró unos minutos más.

En seguida María volvió a hablar. Se acercó lentamente a la oreja de Sergio y le susurró algo al oído.
- ¿Quieres follarte a tu profesora?
El corazón de Sergio volvió a acelerarse bruscamente. Asintió con la cabeza.
- Tienes que decirlo. – Insistió ella.
- Quiero follarte…
- Quiero follarte, ¿qué más?
- Quiero follarte, profesora.
La sonrisa de María evidenció que era lo que quería oír. Abrió el tercer cajón y sacó un preservativo. Lo miró, lo metió otra vez en el cajón y sacó uno más pequeño. Abrió el envoltorio y lo sacó. Se metió el condón en la boca y luego la polla de Sergio. El alumno notó como, con grandiosa habilidad, su profesora se sirvió solo de la lengua, los labios y los dientes para ponerle perfectamente el preservativo.

Una vez preparado, María se puso de pie y se levantó la falda. Su precioso coñito quedó al descubierto. Estaba completamente depilado excepto por una línea de pelo vertical perfectamente recortada. Sergio apenas tuvo tiempo de apreciar esa vista, en seguida María se sentó sobre él. Con la mano colocó la dura polla en la entrada de su coño y, de un sutil pero firme movimiento, entró toda en su interior. Sergio suspiró y apretó los dientes. María se enorgulleció de lo cachondo que ponía a su alumno.

La profesora movía su cintura a gran velocidad, follándose a Sergio y provocándole un gozo increíble. Se deshizo la coleta y se soltó el pelo, que se movía libre por su cara dándole un aspecto más “salvaje”. Él veía los enormes pechos de su profesora balanceándose frente a su cara. Los agarró con las manos y lamió dulcemente esos pezones con los que tantas veces había soñado. María abrazó a Sergio, hundiéndole la cara entre sus tetas. Todo sin dejar de mover la cintura de cualquier forma posible y con gran técnica.
- Échate en la mesa. – Ordenó Sergio por primera vez.
A María le gustó que Sergio espabilara y aprovechara la situación que se le había presentado. Se levantaron de la silla y ella, tras apartar los papeles, se tumbó sobre la mesa de su despacho boca arriba y abrió las piernas.
- Por una vez es la profesora la que te hace caso a ti. El alumno ordenando a la profesora. Te gusta, ¿no?
Sergio no contestó. Se colocó entre las piernas de María y la penetró. Luego la cogió de la cintura mientras la metía y sacaba del coño de su profesora. Sus pechos se movían al ritmo del polvo, describiendo movimientos hipnóticos para Sergio. Él prefería esta posición. Antes, en la silla, era ella la que le estaba follando a él. Ahora podía decir perfectamente que se estaba follando a su profesora.

A Sergio se le ocurrió algo y decidió arriesgarse.
- Date la vuelta.
Ella obedeció y quedó con las tetas apoyadas en la mesa, el culo hacia Sergio, los pies apoyados en el suelo y las piernas abiertas.
- Voy a meterla por detrás… - Avisó Sergio.
- ¿Cómo?
- Por el culo.
- Qué lanzado estás, ¿no?
- Perdona, si no quieres…
- Adelante. Siempre quejándoos de los profesores dando por culo en los exámenes, ahora tienes la posibilidad de vengarte. Encula a tu profesora.
Esas palabras pusieron aún más caliente a Sergio. Apoyó su glande en el ano de su profesora y empujó. Entró con mucha facilidad. Fue gracias a la lubricación del condón, el pequeño pene de Sergio y que no era la primera ni la segunda vez que entraban por la puerta trasera de María.

Cogió de la cintura a María como había hecho antes y la penetró por el culo a su gusto.
- Me gusta suspender a mis alumnos… Dame mi merecido… - Gemía la profesora.
Sergio aumentó la potencia de sus embestidas para darle todo lo fuerte que pudiera. Sin embargo aun así no era demasiado para María.
- Una buena enculada debe incluir azotes. Cuánto tienes que aprender aun…
El alumno siguió el consejo y azotó a su profesora con ganas pero también con cuidado. Mientras su alumno la penetraba analmente, María tenía una de sus manos entre las piernas, acariciándose el clítoris.
- Qué bien que a estas horas no hay nadie por los pasillos. Puedo gemir tranquila.
Efectivamente, María gemía de placer. Sus tetas se restregaban contra la mesa mientras era follada desde atrás.
- Dar por el culo a tu profesora contra la mesa de su despacho. Eso tiene que ser otra fantasía recurrida entre alumnos. – Dijo ella entre gemidos.
Efectivamente, lo era. Por lo menos Sergio había pensado en ello durante alguna de sus masturbaciones.

En el pasillo, los chicos que le habían encerrado estaban volviendo.
- Creo que ya ha estado ahí suficiente, jajajaja.  – Comentaban entre ellos.
Cuando se acercaron a la puerta oyeron unos ruidos. Los tres guardaron silencio y pegaron sus orejas a la puerta. Oyeron gemidos de mujer y de hombre, el sonido de impacto de un cuerpo contra otro y el ruido de las patas de la mesa rozando con el suelo. Los tres se imaginaron lo que estaba pasando dentro. También oían susurros pero eran incapaces de entenderlos o de reconocer a las personas de dentro del despacho. Intentaron asomarse por alguna rendija pero no había forma de ver lo que ocurría dentro así que se conformaron con escuchar. Lo que no imaginaban es que lo que estaban oyendo era a su profesora teniendo sexo anal.

Al otro lado de la puerta, la polla de Sergio disfrutaba del culo prieto de María. Pese a lo mucho que estaba disfrutando, Sergio no podía seguir aguantando.
- Voy a correrme…
- Sí, vamos, córrete. – Le animó la profesora.
- No, en el condón no.
- ¿Dónde?
- En tus tetas.
- Oh. Quieres correrte en las tetas de tu profesora…
María se incorporó para luego arrodillarse. Sergio, cansado, se sentó en la silla. Su profesora le quitó el condón y lo tiró a un lado. Después apuntó hacia sus tetas y pajeó a Sergio hasta que se corrió. Todo su semen cayó cubriendo los pechos de María, que no paraba de pajear mientras sonreía y miraba a los ojos a Sergio.

Cuando acabó de correrse, masajeó un poco más su polla mientras descansaban en silencio. Sergio, que había perdido bastante de su timidez, usó dos dedos para recoger algo de semen que resbalaba por las redondas tetas de María. Luego acercó esos dedos rebosantes de esperma a la boca de su profesora, que se los metió en la boca y los relamió hasta dejarlos limpios.

María sacó una caja de pañuelos de un cajón y ofreció un par a Sergio. Ella también cogió algunos y se limpió el estropicio de sus tetas. Luego se vistieron callados. Lo único que se oyó fue una frase de María.
- Me alegro de que no vayas a contar lo de la película porno. – Y guiñó un ojo.

Los chicos en el pasillo se dieron cuenta del silencio y se fueron de la puerta por si acaso. Se escondieron tras la puerta del baño, desde donde se veía el pasillo.

Sergio acabó de vestirse antes que ella.
- Tengo que irme, es bastante tarde.
- Adiós, guapo.
- Adiós.
Sergio salió del despacho y se encaminó hacia la salida del edificio. Los chicos quedaron asombrados al verlo.
- No puede ser…
Segundos después salía María del mismo despacho, arreglándose la camisa y peinándose un poco. Ahora los chicos sí que estaban alucinados.
- ¡Que cabrón!



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