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domingo, 2 de noviembre de 2014

Las 5 reglas de la entrevista



Aunque ya tenía un trabajo, la oportunidad que se presentaba era demasiado buena como para no intentarlo. Un puesto en una empresa mayor que la suya, en el sector al que ella se dedicaba, marketing y publicidad. Mejor sueldo, mejor prestigio, mayores comodidades, empresa con buena reputación, más cerca de su casa, con posibilidades de llegar alto… Todo eran ventajas.

Así que allí estaba ella, sentada en una cómoda silla al lado de una puerta en la que estaba escrito “Recursos Humanos”, y frente a una secretaría que no paraba de teclear en su ordenador. Vestida de forma elegante y formal, Lucía llevaba falda de ejecutiva, tacones y blusa blanca. Pelo recogido en una coleta, labios abrillantados y gafas de pasta, aspecto habitual cuando se trataba de temas laborales.

El teléfono sonó. La secretaría interrumpió su enérgico tecleo para contestar a la llamada. “Sí, señor. En seguida.”. Eso fue todo lo que dijo antes de hacer un gesto a Lucía para que pasara. Algo de nerviosismo había en su cuerpo, aunque en general Lucía era una persona muy tranquila. Se caminó hasta la puerta que le estaba abriendo la secretaría y se adentró en la oficina de recursos humanos. Dentro esperaba sentado un hombre de mediana edad, no llegaba a ser viejo pero definitivamente demasiado mayor para Lucía. Se levantó para dar la mano a la candidata al puesto y le pidió que tomara asiento.

Los quince minutos siguientes fueron un ir y venir de preguntas típicas de entrevista de trabajo. Lucía las sorteó sin ningún aparente problema. Pero tras la última pregunta el entrevistador se quedó unos segundos en silencio con cara de no estar satisfecho. Lucía lo notó y sintió peligrar su candidatura.
- Le voy a ser sincero, señorita. Es un buen puesto y hemos recibido muchas solicitudes, entre las que hay personas con mejor currículum que usted y experiencia en empresas de renombre. No creo que esté usted en condiciones de competir con esas personas.
- Me interesa de verdad el puesto. Estoy dispuesta a cobrar algo menos de lo que ofrecen.
- El dinero no es el problema.
- Entonces dígame, ¿qué necesito para poder trabajar en esta empresa?
- Se me ocurren muchas cosas. – Dijo aquel hombre, bordando la grosería. – Pero… ¿qué atributos tiene que puedan resultarnos interesantes?
- Muchos. – Contestó Lucía, con la mente a mil por hora pensando cualidades que decir en lo que parecía el último intento para conseguir el puesto. – Soy muy perseverante, por lo que el trabajo que tengo he de hacerlo bien y cuanto antes. Además soy muy sociable, por lo que contribuyo a crear un buen clima de trabajo y formar grupos compenetrados de personas que se sienten bien trabajando unas con otras. Por no mencionar mi alto nivel de idiomas, eso es muy ventajoso a la hora de…
- No me refiero a eso. – Le cortó en seco. – Me refiero a otros atributos.
El hombre hizo sonar ese “otros atributos” de forma especial. Una sonrisa pícara habría aclarado a Lucía a lo que se refería, pero el hombre seguía serie e imperturbable. De todas formas, Lucía era lo suficientemente espabilada como para entender que la entrevista acababa de tomar otro rumbo.

Se llevó los dedos al primer botón de arriba que tenía abrochado y miró al entrevistador buscando un gesto que le hiciera pensar que andaba en lo correcto. Nada. Sin embargo, ella tomó su silencio como confirmación de que iba en buen camino. Lentamente, se fue desabrochando uno a uno todos los botones de la blusa, para luego quitársela cuidadosamente y dejarla encima de la mesa. Se quedó luciendo su sujetador blanco. Él la miraba seriamente desde el otro lado de la mesa. Un ligero gesto con la mano le indicó que continuara. Lucía ya imaginaba que la cosa no iba a quedar así. Con un simple movimiento desabrochó su sujetador y éste cayó a sus piernas. Lucía lo dejó en la mesa junto a su blusa. Unas buenas tetas bien puestas estaban ahora apuntando al entrevistador. Pese a la belleza de esos pechos, el entrevistador permanecía con un semblante serio. Lo que sí pareció interesarle fueron los piercings que llevaba Lucía en sus dos pezones. Extendió los dedos y cogió un piercing con cada mano. Tiró hacia él, lo que provocó una ligera mueca de dolor en Lucía, que aun así no se quejó. Lo siguiente que hizo él fue masajear esas tetas cómo si buscara algo anormal en ellas.

Lucía permanecía ahí quieta, dejando a aquel hombre manosearla.
- En esta empresa tenemos algunas reglas. Regla número 1: Tus atributos están a disposición de quien los requiera.
Lucía no decía nada.
- ¿Cómo se te dan las lenguas?
- Bueno, tengo buen nivel de inglés.
- A mí me interesa más el francés.
Él se había recostado en su silla y se estaba bajando la cremallera mientras formulaba la pregunta. Ella sabía lo que tenía que hacer. Se levantó y rodeó la mesa hasta llegar a la silla del entrevistador, que ya tenía el pene en la mano. Se arrodilló con cuidado agradeciendo que la oficina tuviera moqueta. Sin preámbulos, acercó la boca abierta hasta que el miembro de aquel hombre se introdujo en ella. Él descansaba recostado en su silla, apoyando las manos en la cabeza de Lucía, y ésta le chupaba la polla con cierta timidez. Luego pensó que ya que estaba haciendo aquello, lo haría bien, para asegurarse el puesto. Él notó el cambio de ritmo de la mamada, que paso de parecer un trámite a buscar realmente que él disfrutara.
- Regla número 2,  - continuó el entrevistador – complacer siempre los deseos de los jefes.
Ésta regla le hizo pensar a Lucía si en aquella empresa pasaría más tiempo sentada o de rodillas.

Él movía ahora la cabeza de Lucía intentando introducir su polla al completo en su boca, pero no cabía toda. Lo intentaba pero Lucía solo la notaba encallar en su garganta.
- ¿No eras perseverante? Regla número 3: Cumplir siempre las tareas que se te asignan.
Ella se lo tomó como un reto. Tras mucha saliva, un par de arcadas y alguna lágrima brotando de sus ojos, consiguió meter la polla de aquel tipo entera en su boca. La notaba en su garganta. Él sujetaba con fuerza su cabeza para mantenerla dentro.
- Mírame. – Ella obedeció como pudo. – Sabía que podías hacerlo.
Empezó a notar la falta de aire y echó la cabeza hacia atrás saliendo la polla y desatascando su garganta. Se quedó quieta mirando al hombre y respirando con dificultad. Un hilillo de saliva colgaba desde su labio inferior hasta el glande.
- A veces a la vida hay que echarle un par de huevos.
Esto último lo dijo mientras conducía la cabeza de Lucía hacia sus testículos. Descubrió unos huevos un poco peludos. Ella los lamió de todas formas, aunque algo de disgusto se notaba en sus ojos.
- Tendrás que aprender a superar adversidades. – Bromeó él.
Ella lamió los huevos del tipo viendo cómo abría un cajón de su escritorio y sacaba un preservativo. Se lo tiró a Lucía. Ésta lo abrió y se lo colocó.
- Túmbate en la mesa.
Hasta el momento, el hombre seguía sin perturbar su seriedad. Parecía como si todo lo que estuviera haciendo formara parte de su trabajo.

Él retiro lo poco que había sobre la mesa mientras ella obedecía al tiempo que se quitaba los tacones. Luego él se colocó entre sus piernas y le quitó la falda y las braguitas blancas. Admiró su precioso coño completamente depilado. Lo acarició sensualmente con la yema de su dedo índice, notando la suavidad de la zona en ausencia de pelo.
- La regla número 4 la cumples.
Acercó la cara a la entrepierna de Lucía y ella se preparó para disfrutar pensando que iba a “devolverle el favor” y hacerle sexo oral. Sin embargo, él acercó la cara lo suficiente para luego escupir sobre su coño. Luego usó la mano para restregar su saliva. Apoyó la punta de su polla en el coñito de Lucía y empujó. La polla entró perfectamente hasta el fondo. Agarrando a Lucía de las piernas, se la follaba en su escritorio a buen ritmo. Las bonitas tetas naturales de ésta describían un hipnótico movimiento, destacando en ellas los brillantes piercings.
- Aquí tendrás que entregarte en cuerpo y alma a la empresa. - El alma no, pero el cuerpo de Lucía ahora mismo era todo suyo.
Él sacó la polla del interior de Lucía y golpeó con ella su húmedo coño mientras decía:
- Caso hipotético: Necesito tu cuerpo y estás con el período.
- Mamada.
- No es suficiente.
Lucía se imaginaba por dónde iban los tiros.

Él dio la vuelta al cuerpo de la joven y ella apoyó sus pies en el suelo, quedando de espaldas a él con las tetas apoyadas en la mesa y el culo apuntando al trabajador de recursos humanos.
- Tendrás que pensar rápidamente en alternativas viables. – Separó las piernas de Lucía. – Otra posible vía de acción en caso de fallo de la vía principal. – Separó sus nalgas con las manos. A ella le entraron sudores de imaginar lo que venía a continuación. – Al fin y al cabo, el fin justifica los medios, ¿no? – Apoyó entonces la punta de su polla en la entrada del culo de Lucía. Ella tragó saliva. - Ten siempre un plan alternativo.
- Pero…
Intentó rechistar pero era demasiado tarde. Notó como el miembro de aquel hombre se abría paso por el interior de su conducto anal hasta que sus huevos chocaron con su coño, que ahora descansaba. Además lo hizo sin ningún cuidado. Lo sintió como una terrible punzada. Un grito agudo salió de su boca.
- Para triunfar tendrás que sufrir.
Aunque Lucía no era virgen del culo, era bastante escasa la actividad sexual que había tenido por ese orificio. Lo tenía muy prieto, y una polla del tamaño de aquella parecía desgarrarlo. Tras un tiempo se acostumbró al tamaño y pudo incluso gozar mientras él se aprovechaba de su culo. La mesa se movía bruscamente con cada embestida.

El entrevistador dio por concluido el acto anal con una firme palmada en su nalga. Sacó la polla, se quitó el condón y se sentó de nuevo en su silla.
- Ven, estamos a punto de terminar.
Lucía volvió a la posición inicial de arrodillada entre las piernas del hombre, mamando su polla.
- Y la regla número 5: Nunca malgastes nada.
Y tras decir esto Lucía notó como un líquido espeso y caliente se depositaba sobre su lengua. Algo le decía que si se escapa una mísera gota todo el esfuerzo habría sido en vano, y su culito dolorido no quería eso. Siguió chupando hasta que cesaron los jadeos del hombre y noto que nada más brotaba de la punta de su polla. Entonces se la sacó de la boca. Él la miró.
- Tendrás que tragar mucho para tener éxito.
Lucía confirmó esa afirmación con un sonoro “glup” que dejaba claro que todo el semen ahora bajaba por su garganta. El hombre se quedó sentado, desnudo, y se encendió un cigarrillo. Lucía no le había visto sonreír siquiera en ningún momento.
- Tienes cualidades, sin duda. Pero me temo que el puesto ha sido cubierto esta mañana. Es una pena, me habría gustado tener ese culito por aquí a diario.
La cara de Lucía era un poema. Desnuda y usada miraba atónita al entrevistador.
- Vístete y vete.



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