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miércoles, 5 de noviembre de 2014

Regalo de cumpleaños anónimo



Llego a casa por la noche, abro la puerta y me encuentro con seis jovencitas ligeras de ropa tiradas en el suelo y los sofás, chismorreando y riendo. Era mi compañera de piso y cinco chicas más. Todas en shorts cómodos y camiseta corta. La verdad es que me sentí un poco incómodo ante tal situación.
- Hola Juan. Éstas son unas amigas, no te importa que se queden a dormir, ¿no? No haremos ruido. Y entre la habitación que hay libre, la mía y los sofás, no hay problema de espacio. - Dijo mi compañera de piso al darse cuenta de que había llegado.
- Hola. No, tranquila, no hay ningún problema.

Mi compañera era una chica medianamente atractiva. No era un pibón, pero no estaba mal. Entre nosotros no había nada sexual pero sí mucha confianza. Ella ya se había paseado alguna vez por la casa en bragas sin importarle que estuviera yo, y alguna noche la había oído gemir y decir guarrerías cuando traía algún chico a casa. Lejos de avergonzarle, a la mañana siguiente me contaba los mejores detalles.

De las otras cinco había tres morenas, una rubia y una de pelo castaño. Una de las morenas tenía una impresionante delantera. Con esa camiseta corta y ajustada se notaba que no llevaba sujetador, e incluso se le marcaban ligeramente los pezones. Otra morena estaba tumbada boca abajo en la alfombra, y le salía un culo respingón increíble, apenas cubierto por los shorts. La última morena no la vi muy bien, ya que estaba sentada en el sofa de espaldas a mí, pero su rostro era precioso. La rubia tenía un pelo muy bonito, y unos ojos claros que me enamoraron al posarse en los míos. Sus pechos eran de tamaño medio pero redonditos y de buen ver. Su camiseta era más corta que la del resto y dejaba el ombligo al aire, luciendo un brillante piercing. Y la quinta chica tenía su pelo castaño recogido en una coleta. Sus tetas también eran grandes. Estaba sentada en el suelo de espaldas a mí, y eso me permitió ver un seductor tanga morado asomando por su pantaloncito. Cinco tías buenas medio desnudas en mi salón.
- Nos ha dicho que hoy es tu cumpleños... - Comentó felizmente una de las morenas.
Yo asentí sonriente. Las cinco chicas me felicitaron al unísono mientras mi compañera de piso sonreía, ella ya me había felicitado por la mañana.
- Gracias a todas. - Dije sonriendo como un niño. - Ahora me voy a dormir que llego cansadísimo.
Nos despedimos y me metí en mi habitación. Una vez acostado oía las risitas de las chicas y susurros ininteligibles. Sin embargo estaba realmente cansado y no me molestó en absoluto para dormirme, lo cual sucedió a los pocos minutos.

En mitad de la noche algo me despertó. Abrí los ojos, confundido, pero la oscuridad de la habitación no me dejó ver nada. Cuando recobré el sentido pude darme cuenta de que algo estaba ocurriendo bajo mi sábana. Nada más y nada menos que una boca jugando con mi polla. Noté una cálida lengua lamiendo mi miembro en la oscuridad. Solo se veían sombras y no había manera de adivinar quién era la intrusa bajo mi sábana. Movía la mano hacia la mesilla de noche para encender la luz, pero una mano me cogió el brazo y lo evitó. Decidí no tentar a la suerte y simplemente disfrutar.

Metí entonces la mano bajo la sábana intentando palpar algo. Cuando mis manos acariciaron el suave pelo de la anónima jovencita, sus manos cogieron las mías y las retiraron. Noté entonces sus dientes apretando mi miembro, como señal de aviso de que cualquier acto que pudiera desvelar su identidad, como mínimo daría por terminada la mamada. Escogí dejarme hacer y disfrutar del momento.

Doblé los brazos y coloqué mis manos bajo mi cabeza, la cual apoyé en la almohada. Suspiré. En mi entrepierna, aquella chica había dejado los dientes y volvía a usar los labios y la lengua. Mi polla flácida fue creciendo en la calidez de su boca hasta estar tan dura como para rozar su campanilla.

Una vez dura, ella se dedicó a pajearla mientras con su lengua le tocaba el turno a mis huevos. Los lamía y se los metía en la boca. Los succionaba. Y todo sin dejar de masturbarme con una mano, y de acariciarme las piernas y el vientre con la otra. En mi cabeza repasaba mentalmente la imagen de las cinco amigas de mi compañera, una de las cuales ahora me estaba haciendo una muy buena mamada. También podía ser mi compañera de piso, aunque la conocía perfectamente y si fuera ella no tendría problema en que lo supiera. Una de sus amigas debía ser la felatriz entre mis piernas.

Volvió a meterse la polla en la boca. Ahora una mano pajeaba al ritmo de la mamada y otra masajeaba los huevos. Su lengua jugueteaba con mi glande. Fuera quien fuera esta chica sabía muy bien lo que hacía. De vez en cuando yo miraba hacia abajo pero solo veía la sombra de la sábana subir y bajar.

Me sobresalté un poco cuando note toda mi polla entrar en su garganta. Su húmedo labio inferior llego a tocar la parte baja de mi vientre y el inferior los huevos. Totalmente dentro. Luego noté como salía lentamente. Oí un par de toses y noté gotas de saliva que caían sobre mis huevos, y otras que resbalaban desde la punta de mi polla hasta ellos. Lo repitió solo un par de veces más, pero no es una técnica fácil. Además no necesitaba que se la metiera toda en la boca, estaba haciendo un espléndido trabajo combinando boca y manos. Por no hablar de cuando solo besaba o lamía mi miembro por distintas partes. De vez en cuando unos tiernos mordisquitos daban un toque de erotismo.

Yo intentaba aguantar lo máximo posible para que esta gran mamada anónima nunca terminara. Sin embargo, también me moría de ganas por correrme. Por el ritmo que cogía ella se notaba que buscaba mi eyaculación. Ahora usaba las dos manos y la boca solo con mi polla. Notaba mechones de su pelo rozar mi vientre y acariciarlo con el movimiento de su cabeza.

Me iba a correr y ella lo notaba. Ahora chupaba a gran velocidad y ejerciendo buena presión con los labios. Mis manos se dirigieron involuntariamente hacia su cabeza, pero rectifiqué y me agarré fuerte a las sábanas. Justo cuando estuve a punto de correrme, una de las manos de la mujer me agarró los huevos con firmeza. No sé por qué, pero eso me gustó bastante. Con la otra seguía pajeándome al ritmo de la mamada, y se inmutó lo más mínimo mientras chorros de semen salían de mi polla y se depositaban en su boca. Podía notar mi semen caliente inundando su boca y mojando su lengua, la cual no paraba quieta. Ella no paraba de chupar y yo no paraba de correrme.

Finalmente, dejó de salir esperma de mi polla. Todo lo que cayó en la boca de aquella misteriosa feladora había acabado bajando por su garganta. Mis músculos se relajaron por completo. Eché la cabeza completamente hacia atrás y relajé todo mi cuerpo mientras ella succionaba y lamía mi polla durante unos minutos más, limpiándola a conciencia.

Seguía recomponiéndome cuando noté movimiento en la cama y sentí una respiración en la oreja, pero solo vi una sombre. Entonces oí un susurro en mi oído:
- Feliz cumpleaños… - Decía sensualmente.
Luego vi cómo la sombra se movía hasta bajarse de la cama y abandonaba la habitación. Aún sin creer lo que acababa de pasar me quedé tirado en la cama hasta que volví a dormirme.

A la mañana siguiente desperté aún con el recuerdo de la mamada anónima. Salí de la habitación y las seis chicas estaban sentadas a la mesa desayunando. Todas tan tranquilas y despreocupadas con su tazón de leche con cereales. Pero una de ellas anoche se había bebido también mi leche. Saludé y ninguna parecía sospechosa. Las oí hablar y no reconocí ninguna voz. Obviamente no iba a pedirles a todas que me susurraran “Feliz cumpleaños” al oído para intentar reconocer a la mamadora.

Aún hoy, cuando coincido con las amigas de mi compañera, sigo con la incógnita de quién fue aquella increíble mujer que me hizo ver las estrellas bajo mi sábana como regalo de cumpleaños.



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