Todos los relatos que aparecen en este blog han sido escritos por mí. Ninguno ha sido copiado de ninguna otra web de relatos y se ruega que, del mismo modo, tampoco sean copiados (excepto consentimiento expreso). Gracias.

sábado, 8 de noviembre de 2014

Esposado al placer


Aun recuerdo esa increíble noche que empezó con un breve pero eficaz mensaje de texto.

"Estoy cachonda"

Viniendo de ti, me encendió al leerlo. Tú no te andas con tonterías respecto al sexo. Mi respuesta fue también breve pero igual de eficaz.

"5 minutos"

Llegué a tu casa jadeando y excitado. Había releído un par de veces tu mensaje por el camino, y te había imaginado de mil maneras. Apenas diez segundos después de llamar a la puerta, ésta se abrió lentamente. Al otro lado apareciste tú. Completamente desnuda. De los pies a la cabeza. Solo vistiendo una sonrisa pícara, y acariciándote el pelo suavemente. Tus pezones erectos parecían señalarme como tu próxima víctima sexual.

Entré con paso tembloroso por la excitación, sin dejar de mirar tu cuerpo descubierto. Tú no dejabas de sonreír. Sin decir una palabra ninguno de los dos, me cogiste la mano y me condujiste al dormitorio. Todavía recuerdo la visión de tu firme y redondo culo moviéndose frente a mí mientras me dejaba llevar por ti a través del pasillo en penumbra hacia una puerta abierta que daba la bienvenida a tu habitación. La erección en mi pantalón ya era considerable. Me relamía solo de pensar en el rato que iba a pasar. Algo que sabía seguro es que contigo no hay polvo malo.

El camino se hizo eterno pero al fin llegamos al dormitorio. Me llevaste hasta un extremo de la cama y me sentaste en ella. Luego me quitaste la camiseta con suavidad. Te arrodillaste entre mis piernas y me quitaste también las zapatillas y los calcetines. Entonces tus manos acariciaron con ternura el bulto que se había formado en mi entrepierna. Me miraste y sonreíste. Sabías que era por ti. Desabrochaste poco a poco los botones del pantalón, haciéndome sufrir con cada segundo que pasaba. Cuando estuvieron todos desabrochados, tiraste de mi pantalón hacia abajo y me lo quitaste por completo. Después tus dedos se posaron en la goma de mis bóxers. También los bajaste lentamente liberando mi dura polla, que salió de golpe. Casi te golpea la cara al salir expulsada. Sonreíste de nuevo. Acercaste la boca a mi miembro. Tanto que podía notar tu respiración sobre él. Quería sentir tu lengua acariciándolo. Tú lo sabías, y la sacaste a modo juguetón. La acercaste a centímetros de mi glande, pero al final solo lamiste aire. Seguías con tu tortura. En ese momento de desesperación estuve a punto de agarrarte la cabeza y follarte la boca como un animal, pero me controlé.

Empujándome con dulzura me tumbaste en la cama. Luego acercaste una mano al primer cajón de la mesita de noche, a la derecha de la cama. Sacaste de él dos pares de esposas. No pude evitar sonreír al verlas, la noche mejoraba por momentos. Tú me devolviste la sonrisa. Me esposaste las manos al cabezal de la cama, una a cada lado. Mientras lo hacías tus tetas colgaban frente a mi cara, y aproveché la situación para lamer tus pezones. Casi me rajan la lengua de lo duros que estaban.

Cuando ya me tenías esposado a la cama, me besaste con pasión. Notaba mi polla rozar con tu entrepierna. Me estaba volviendo loco. Tus besos pasaron de mi boca mi cuello, el cual también mordiste. Luego lamiste mi pecho y tu lengua fue bajando lentamente por mi cuerpo. Me besaste el vientre, las ingles, toda la zona alrededor de mi entrepierna. Luego por fin besaste mi glande. También el tronco, en distintas zonas. Besos suaves y tiernos. Me gustaban pero necesitaba sentir la calidez de tu boca en mi polla. Me mirabas y te reías, y no pasabas más allá de los suaves besos. En mi mirada notabas mi ansia por recibir tu masaje bucal en mi miembro. Tardaste unos segundos más, que parecieron horas, pero el fin rodeaste mi polla con los labios y te la metiste en la boca.

La chupaste con dulzura, lamiendo de vez en cuando desde los huevos hasta el glande. Tus manos acariciaban mi pecho y mis piernas. Era una mamada muy apasionada, pero yo estaba extremadamente salido.
- Más rápido. – Murmuré.
Tú sonreíste aún con mi polla dentro de la boca. Luego te incorporaste hasta mi cara y me susurraste al oído:
 - No...
Cada vez que pienso en ese “No” que tantas cosas transmitía, me excito de nuevo. Con esa palabra, y dicha de esa forma, me dejaste claro que aquella noche yo solo estaba ahí para que tú disfrutaras. Ibas a hacer lo que quisieras, lo que a ti te apeteciera.

Bajaste otra vez hasta mi polla y seguiste chupando, ahora ayudándote con una mano. La verdad es que me sentía utilizado. Se notaba que estabas haciendo la mamada de forma que la estabas disfrutando tú más que yo. Y eso era difícil, con esos labios tan increíbles que tienes.

Paraste de chupar y contemplaste mi polla dura y empapada en tu saliva. Sonreíste de nuevo. La besaste y lamiste. Luego la acercaste a tu nariz y respiraste profundamente. A ello le siguió un suspiro. Parecías enamorada de mi polla.

Lo mejor estaba por llegar. Colocaste una pierna a cada lado y te sentaste sobre mi polla. El hecho de que estuviera goteando de saliva y lo mojada que tú estabas facilitaron el acceso y mi miembro entró resbalando a tu interior. Durante un segundo pusiste los ojos en blanco al notar toda mi polla en tu interior. Luego comenzaste a moverte. Movimientos circulares de cintura que me llevaban al séptimo cielo. Me mirabas, y la cara de gozo que veías en mí te hacía disfrutar aún más. Aunque aquella noche te centrabas en tu propio disfrute, ver que haces gozar al otro también ayuda.

Los movimientos circulares dieron paso a los movimientos verticales. Botabas sobre mí haciendo que mi polla entrara y saliera de tu coño. Tus bonitas tetas bailaban. Me cabalgabas con buena técnica, cual vaquera. Sin necesidad de mover todo el cuerpo, poseías gran habilidad moviendo solo el culo, y a gran velocidad.

Me moría por azotar ese terso culo tuyo mientras me follabas, pero me encontraba con el impedimento de estar esposado a la cama. ¡Dios! Me moría por tocar todo tu cuerpo. Ese increíble cuerpo tuyo. Pero no podía.

De vez en cuando parabas de moverte, quedando sentada sobre mí,  con toda mi polla en tu interior, jadeando entre risas, recuperando el aliento. Podía notar tu flujo vaginal resbalando por mis huevos.

Pero no cesabas en tu búsqueda del orgasmo. Sin embargo, éste pareció encontrarme a mí antes.
- Estoy a punto… - Gemí.
- ¡No! – Gritaste entre jadeos. – Aguanta.
Apreté los dientes e intenté pensar en otra cosa, pero tenía frente a mí un cuerpo escultural follándome a placer.
- Me voy a correr…
- Aguanta, que estoy llegando…
No me fue fácil pero conseguí mantener el tipo. No sé cómo pero conseguí aguantar hasta que por fin llegaste al clímax.
- ¡Ya! ¡Me corro! – Gritaste lujuriosamente.
Entonces yo me dejé llevar y noté cómo nos corríamos juntos. Eyaculé en tu interior mientras tú gemías y te retorcías de placer. Mi escasa movilidad me hacía también retorcerme como podía, mientras chorros de semen inundaban tu coño. Gracias a dios no paraste de moverte hasta que todo mi esperma brotó de mi interior para introducirse en el tuyo.

Finalmente te desplomaste sobre mi cuerpo, exhausta y jadeante, sudando. Pude notar entonces el vibrante y acelerado latir de tu corazón, así como nuestros flujos resbalaban por tu interior, en el que aún seguía mi polla.

Aún recuerdo esa noche al detalle, y me encanta. Gracias por el polvo, vaquera.


3 comentarios:

  1. Me ha encantado el relato y lo bien que lo has explicado, todo lujo de detalles que han hecho volar mi mente, me encantó Juan

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola! Muchas gracias por el comentario! Me alegro de haber hecho volar tu mente :) Eso es lo bueno de los relatos.
      Un saludo!

      Eliminar
  2. Me ha encantado el relato, me pasare por tu blog a ver si encuento alguno más

    ResponderEliminar