Sara me recibió en la puerta de su casa con la simpatía y el entusiasmo que la caracterizan. Entré dubitativo a la casa. Segundos más tarde también aparecía su madre en el recibidor para darme la bienvenida a la casa.
- Muchas gracias. Por favor, llamadme Juan.
- Encantada. Soy Teresa, la madre de Sara.
En muy pocas ocasiones aceptaba dar clases individuales de repaso. Solo cuando consideraba que el alumno o alumna lo merecía por su esfuerzo. Esta era una de esas veces. Tras las presentaciones y un tour rápido por la casa, fuimos al dormitorio de Sara para iniciar el estudio.
Yo era probablemente el profesor más joven de mi facultad. Era mi primer año como docente. Sara era una joven universitaria de padres divorciados. Tenía un aspecto inocente y una chocante personalidad risueña y llena de energía. Sabía perfectamente todo el esfuerzo que hacía para aprobar mi asignatura, pero no había sido suficiente y ahora tenía que asistir a la recuperación del examen final. Por eso estaba yo allí para ayudarla.
- Disculpe profesor, me pongo cómoda y empezamos.
- Llámame Juan, de verdad.
A mí nunca me habían gustado esa clase de formalismos. Así bien en la universidad sí que requería un mínimo de autoridad y respeto hacia mi persona para poder manejar las clases, fuera de ella los evitaba.
A mí nunca me habían gustado esa clase de formalismos. Así bien en la universidad sí que requería un mínimo de autoridad y respeto hacia mi persona para poder manejar las clases, fuera de ella los evitaba.