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domingo, 2 de diciembre de 2018

Microrrelato: Accidente placentero



Tumbado en la cama, agarraba su cintura mientras ella saltaba encima de mí. Yo me limitaba a azotar su culo de vez en cuando, sobretodo cuando me lo pedía, mientras ella me cabalgaba con auténticas ganas. Su melena se alborotaba con tanto movimiento. Su culo se movía de arriba a abajo, y también en círculos. Sus tetas botaban hipnóticamente frente a mí. Mi polla entraba y salía de su interior al ritmo que ella quería. De repente, su incesante contoneo se vio interrumpido por algo inesperado. En uno de sus botes sobre mi pelvis, mi polla salió por completo de su coño y, desafortunadamente, al volver a entrar en ella lo hizo por otro agujero. Entró de golpe por su culito virgen, con la única lubricación de sus flujos vaginales que empapaban mi miembro. Soltó un grito ahogado y paró de  moverse al instante. En su rostro se podía leer la sorpresa y el dolor de lo que acababa de pasar. Aún tenía la punta de mi polla dentro de su culo. Y entonces, otra sorpresa. Ella se mordió los labios, se acarició el coñito con los dedos y me susurró: "Sigue..." Empecé a mover la cintura lentamente, metiendo mi polla poco a poco en su culo. "Más rápido..." me pidió. Retomé el ritmo que teníamos antes del incidente. Follábamos igual de fuerte que antes, solo que ahora la metía por un agujero más estrecho. A ella se le notaba que indudablemente estaba disfrutando del dolor. No dejaba de tocarse con una mano y acariciarse los pechos con la otra. Ahora era ella la que se quedaba quieta y yo el que me movía desde abajo. Cada vez que la metía hasta el fondo de su culo, ella no podía evitar soltar un gemido que a mí me excitaba muchísimo. Tanto fue el placer que le daba esta nueva experiencia con su punto de dolor, que no tardó en llegar al orgasmo. Perdió las fuerzas y cayó sobre mí mientras su cuerpo se estremecía. La estrechez de su culo recién desvirgado me proporcionaba un gusto increíble. Esa sensación, junto con el orgasmo que ella acababa de tener, propició también el mío. Me corrí con fuerza, descargando toda mi corrida dentro de su culo. Ella jadeaba y me mordía el cuello mientras sentía mi semen inundando su culo. Volvimos a practicar sexo anal más adelante, pero ella nunca volvió a disfrutar como esa primera vez, cuando el dolor de ser desvirgada multiplicó su placer.


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