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domingo, 23 de diciembre de 2018

Mirando a las montañas



Bajé atravesando la nieve hasta llegar al final de la pista. Cuando me detuve del todo, respiré el aire fresco de la montaña y me sentí satisfecho. Había pasado toda la mañana haciendo snowboard y se me había dado realmente bien. Me giré para observar una vez más la pista que tanto había disfrutado antes de dar por finalizada la sesión de la mañana e irme a descansar. Advertí una silueta que zigzagueaba elegantemente entre la poca gente que quedaba en la pista. Al llegar donde yo me encontraba, se detuvo con suavidad. Cuando se quitó las gafas de snow y se sacudió el pelo, me alumbró con su belleza. Me quedé inmóvil viendo cómo esa preciosa mujer abandonaba la pista. Ella no se dio cuenta. Y menos mal, porque me habría sorprendido con cara de tonto.

Esa misma tarde, después de dormir una necesaria siesta reparadora, bajé al bar del hotel en el que me hospedaba durante mi semana en la nieve. Fue entonces cuando entró en juego el azar, la suerte, el destino, o como se le quiera llamar. Fuese lo que fuese, provocó que la atractiva mujer que había visto en la pista, estuviera en el mismo bar que yo. La vi sola, en una mesa apartada, tomando una copa mientras leía. Sin la ropa de snow estaba más atractiva aún. Llevaba un vestido negro de una sola pieza. Me senté en la barra y pedí una cerveza. Me la bebí tranquilamente mientras echaba rápidas miradas furtivas a aquella mujer de vez en cuando. Ella seguía en la misma pose, absorta en su lectura. Varias veces pensé en decirle algo, pero no estaba seguro. No me atrevía. Además, intentar ligármela interrumpiendo su lectura no era la mejor idea.

Yo iba por mi segunda cerveza cuando vi que cerraba el libro y lo dejaba en la mesa. Era el momento. Ahora no molestaría su lectura, pero si tardaba demasiado se iría. Hice el amago de levantarme un par de veces, pero a la tercera fue la vencida. Me animé y fui a hablarle.
 - Hola. Te he visto esta mañana en la pista. ¿Te importa que me siente?
Hubo unos segundos de silencio, en los que solo me miró. Se lo estaba pensando. Finalmente accedió y yo suspiré aliviado. Estuvimos un rato hablando mientras ella se tomaba su segunda copa y yo mi tercera cerveza. Se llamaba Lina, era andaluza y trabajaba de azafata de congresos. No le pregunté la edad, pero rondaría los 27 o 28. Era una mujer muy guapa, con ojos marrones y pelo castaño y liso que le caía a la altura del pecho pero sin llegar a los senos. Tenía una sonrisa increíblemente bonita. Su voz me era muy familiar. Me sonaba de algo, pero por mucho que le di vueltas no recordé de qué.


En un momento de silencio durante la conversación, Lina se quedó mirando las montañas nevadas a través de la ventana del bar del hotel y mencionó lo bonitas que eran. Vi que era el momento de lanzar el anzuelo. Era atrevido porque apenas llevábamos una hora hablando, pero Lina se divertía hablando conmigo y parecía que cada vez le caía mejor, así que me sentí seguro de mí mismo. Le comenté que me hospedaba en una de las suites del hotel, y que tenía un ventanal enorme con increíbles vistas a las montañas. Le iba a proponer subir a verlo, pero ella se me adelantó.
 - ¿Me lo enseñas? - Me preguntó con la ilusión de un niño.
 - Claro, vamos.
Pagamos nuestras bebidas y pusimos rumbo a mi habitación.

Abrí la puerta con cierto nerviosismo. Entré al recibidor y Lina me siguió. Le tapé los ojos con las manos y la conduje lentamente hasta el salón. Entonces me detuve y aparté mis manos de golpe. Las impresionantes montañas llenas de nieve aparecieron ante sus ojos. Lina emitió un sonido de exclamación y se acercó más a la ventana. Toda una pared de la habitación era una gran cristalera con magníficas vistas del paisaje.
 - Es increíble... Qué bonito...
 - Mucho. - Correspondí yo, situándome a su lado. - Se disfruta más con una copa. ¿Quieres algo?
 - Sí, lo mismo que antes si puede ser, por favor.
Me dirigí a la cocina a servirnos las bebidas. Me puse lo mismo que ella, ya no era momento de cerveza. Me quité el suéter que llevaba y me desabroché un par de botones de la camisa. Luego respiré hondo y volví con las dos copas. Al llegar al salón me esperaba una sorpresa. El vestido negro de Lina yacía en el suelo, a sus pies. Ella permanecía de pie, en ropa interior, mirándome. Vistiendo únicamente un conjunto de lencería rosa muy sensual y unos zapatos negros con ligero tacón. La visión de Lina semidesnuda eclipsaba completamente el bonito paisaje que se veía detrás de ella.

Avancé muy lentamente hacia ella, inspeccionando con la mirada cada centímetro de su cuerpo. Un sujetador semitransparente sujetaba sus firmes y bonitos pechos, dejando ver sus pezones. La otra parte del conjunto eran unas braguitas del mismo color. Su culo era redondo y terso. Tenía unas piernas largas y suaves que brillaban ligeramente por la luz que entraba por la cristalera. Su cuerpo era pulcro, sin tatuajes ni piercings, y de un tono claro. Un lienzo en blanco. Un lienzo en el que esperaba poder divertirme. Gracias a la luz tras ella, se podía admirar perfectamente su esbelta figura y sus sensuales curvas. Me había olvidado por completo de la nieve, las montañas, el cielo... Solo tenía ojos para su cuerpazo. Ella sonreía mientras me veía acercarme a ella. Me miraba y se mordía el labio. Llegué a su lado y le ofrecí su copa. La cogió, dio un ligero trago a la bebida y seguidamente la dejó a un lado. Estábamos muy cerca uno del otro. En un abrir y cerrar de ojos, nuestros labios se habían juntado. Primero fue un beso suave, apasionado, sintiendo el aliento del otro. Pero lo excitado que me ponía Lina hizo que me pegara más y más a ella hasta que, poco a poco, quedó aprisionara entre la ventana y yo mientras nos comíamos la boca. Nos besamos con mucha intensidad. Nuestras manos recorrían el cuerpo del otro con ansia. Lina empezó a besarme el cuello, al tiempo que me desabrochaba el pantalón. Se libró de mi cinturón y me bajó la bragueta. Entonces sus besos en el cuello pasaron por mi pecho y siguieron bajando. Lina se arrodilló lentamente, y al mismo tiempo me fue bajando el pantalón y los bóxers. Mi polla se presentó ante su cara. Lina sonrió y se relamió. Dio un par de besos dulces en el glande, luego unos lentos lametones a la polla de arriba a abajo, y finalmente procedió a meterse mi miembro semierecto en la boca.

Mi polla fue endureciéndose poco a poco en su boca, cosa que a Lina le encantó sentir. Pero cuando realmente empezó a disfrutar fue cuando ya estaba completamente dura entre sus labios. A Lina se le notaba en la mirada que le encantaba dar placer con su boca. Y a mí recibirlo. Era tremendamente habilidosa con la lengua. La podía notar recorriendo cada centímetro de mi polla. Tampoco descuidaba los huevos. Solo daba un respiro a mi polla cuando alternaba con ellos, lamiéndolos y succionándolos. Todo ello mientras yo me deleitaba con las vistas a través del ventanal. Una magnífica mamada de Lina con vistas a las montañas nevadas. Toda una experiencia.

No sabía si a Lina le gustaría que llevara yo el control durante un rato, pero me atreví a probarlo y ver su reacción. Sujeté su cabeza, aprisionándola contra el ventanal, y empecé a mover la pelvis metiendo y sacando mi polla de su boca. Lina no se quejó. Se limitó a dejar la boca abierta y mirarme a los ojos con una expresión de sumisión. Mi miembro cada vez entraba más profundamente en la boca de Lina, hasta llegar a alojarse entero en su garganta, con mis huevos rozando su barbilla. Resbalaban las babas por su mandíbula, goteando en sus tetas, para luego colarse por su escote y seguir resbalando hasta su entrepierna. La entrepierna que ella se acariciaba por encima de las braguitas, presa de la excitación del momento. Sin duda le gustaba más dar sexo oral a su aire, pero una follada de boca también la excitaba mucho.

Duro y lubricado, estaba preparado para invadir a Lina. Le alargué mi mano y tiré de la suya para levantarla del suelo. Nos dimos un beso lleno de babas. Fue un beso corto, porque enseguida se dio la vuelta deseando que la penetrase. Apoyó las manos en el ventanal y sacó el culo hacia fuera, describiendo un arco con su espalda. Bajé con cuidado sus bonitas bragas rosas hasta dejarlas a la altura de sus rodillas. Acaricié su sexo con los dedos. Estaba muy húmeda. Acerqué mi polla, empujé, y de un movimiento estaba toda dentro. Los dos suspiramos al mismo tiempo. Su coño ardía. Yo ardía por dentro. Me follé a Lina contra el cristal transparente del salón. La puse mirando a las montañas. Una bonita expresión para el polvazo que estábamos echando. Y lo que quedaba... Yo me agarraba a la cintura de Lina mientras la penetraba. Ella cada vez estaba más cachonda. Perdía hasta las fuerzas en las piernas.

Aun era de día, por lo que la luz del sol brillaba con fuerza y bañaba nuestros cuerpos. Mi habitación del hotel no estaba en un piso demasiado alto, así que estábamos a la vista de cualquiera que paseara por la calle frente al edificio. Hubo alguna persona que se percató de lo que hacíamos y miró hacia arriba sorprendida. Ni a Lina ni a mí nos importaba. Seguimos follando como locos en la ventana. Diría que a Lina incluso le excitaba que la vieran porque me pareció atisbar una sonrisa traviesa cuando veía a alguien mirarnos de pasada desde la calle. Sin dejarme intimidar por estar al descubierto, empujé y empujé más fuerte hasta que empotré a Lina contra el cristal. Sus manos, sus tetas y su cara estaban apretadas contra el cristal, y mi cuerpo apretado contra el suyo. Su aliento empañaba el cristal. Yo no cesaba en mis embestidas. Era delicioso follarse a esa mujer. Los gemidos de Lina me ponían muy cachondo. 

Le di la vuelta y volvimos a besarnos. En cada pequeña interrupción aprovechábamos para volver a juntar nuestras bocas apasionadamente, como muestra de lo cachondos que nos poníamos el uno al otro. Sentí el impulso de levantarla con mis brazos. Así lo hice. La levanté y la puse contra la ventana. Sus braguitas empapadas cayeron al suelo. De nuevo volvía a penetrarla, pero esta vez cara a cara. Pese a no ser extremadamente fuerte, sujetándola desde abajo con las manos en su culo y con la ayuda del apoyo en la ventana, era suficiente para poder aguantar la posición cómodamente. Se notó que esta postura le gustaba mucho a Lina porque se volvió un poco loca. Me arañaba la espalda, me mordía el cuello, me agarraba el pelo... Nos besábamos con fuerza mientras me la follaba contra la ventana.

Así estuvimos, sin descanso, hasta que noté que se me iba de las manos. Estaba a punto de correrme, y no quería que aquello terminara. Sin soltar a Lina, me la llevé en volandas hasta el dormitorio y la dejé caer sobre la gran cama de la suite. Me quité la ropa que me quedaba lo más rápido que pude. Lina se quitó los tacones con dos rápidos movimientos. Me subí a la cama, encima de ella. Le desabroché el sujetador y lo lancé fuera de la cama. Sus pechos quedaron al descubierto. Unas tetas bien puestas, decoradas con unas pecas muy monas y con bonitos pezones rosados y duros. Con lo que a mí me gustan las tetas, no pude evitar pararme a tocarlas, amasarlas, besarlas, lamer los pezones... Hundí mi cara entre ellas. Lina se reía divertida. Mis besos pasaron de las tetas al vientre, para luego llegar hasta la pelvis, e inevitablemente acabar entre sus piernas.

Lina tenía el coñito cubierto de un vello muy fino y bien recortado. Lo acaricié suavemente. Se le abrieron las piernas instintivamente. La miré y percibí en su cara una expresión de impaciencia y excitación. Seguramente la misma cara que puse yo cuando daba besos a mi polla y yo deseaba que se la metiera en la boca. Tras besar con dulzura los alrededores, hundí mi lengua en su coño. Recorrí con ella todos los rincones de su interior, describiendo círculos y otras formas. En los gemidos de Lina se deducía que estaba haciéndolo bien. Me animé a usar también un par de dedos para acompañar a mi lengua en la estimulación. Lina se estremecía de placer. Primero agarraba las sábanas con fuerza. Luego me agarraba del pelo, hundiendo mi cabeza entre sus piernas. Yo no era muy fan del cunnilingus, pero estaba disfrutando enormemente de comerle el coño a Lina. Era delicioso. Mi polla no dejó de estar dura en ningún momento.

Recuperadas las fuerzas, tocaba volver a la acción, y Lina lo tenía claro.
 - Ven aquí, Juan. - Me dijo mientras hacía con el dedo el gesto típico de que me acercase a ella.
Ilusionado, trepé por la cama hasta colocarme encima de ella y besarla otra vez. Restos de sus propios fluidos bailaban en nuestras bocas.
 - Ahora me toca a mí darte caña.
Y nada más decir eso, me dio la vuelta en la cama colocándose ella encima de mí. Se sentó encima de mi polla, de cara a mí, con el cuerpo echado ligeramente hacia atrás y apoyando las manos en mis piernas. Adoptamos una de las variantes de la postura conocida como "la amazona", que más tarde supe que era una de sus favoritas. Volví a sentir el placer de estar dentro de Lina. Era una gozada sentir mi polla en el interior de su húmedo y caliente coño. Y la cosa mejoró cuando Lina empezó a moverse. Qué manera de mover la cadera... Alternaba los movimientos circulares con pequeños saltos en mi polla. Mi campo de visión era increíble. Tenía frente a mí a Lina abierta de piernas, con las tetas botando al ritmo de sus movimientos y su cara de gozo con los ojos clavados en los míos.

Cuando parecía que la situación era inmejorable, Lina demostró que su vicio iba más allá. Levantó la cintura de manera que mi miembro salió de su interior, empapado en fluidos. Me sonrió con picardía mientras agarraba mi polla y la dirigía hacia su culo. Ufff... Qué apretadito lo tenía... Que gusto daba notar mi polla abriéndose paso por su estrecho culo. Lina hizo unos primeros movimientos lentos y poco profundos, pero no le costó mucho acostumbrar su culo al nuevo invasor, y enseguida estábamos follando otra vez como si nada. Lina se frotaba el coñito con la mano mientras mi polla  entraba por su puerta de atrás hasta el fondo, hasta golpear con los huevos. La cara que ponía Lina en ese momento es una de las caras de mayor placer que he visto jamás. Yo también movía mi cintura, sincronizando mis movimientos con los suyos y sumando fuerza al polvo. Sus gemidos se convirtieron en gritos que inundaban la habitación. Y gritando de gusto llegó su orgasmo. Le tembló todo el cuerpo, sus músculos se tensaron y, finalmente, cayó rendida en la cama. Un orgasmo de Lina gritando mi nombre fue algo increíblemente erótico. Me incorporé, quedando sentado en la cama y, sujetando la cintura de Lina, seguí follándomela sin dejarla descansar. Seguí penetrándola mientras se corría, lo que intensificó su orgasmo.

Lina recobró las fuerzas en seguida y volvió a incorporarse para así unir su cuerpo con el mío. Ahora su pecho estaba pegado al mío. Podía notar sus pezones rozándome. Nuestras bocas se fusionaban. Nuestros cuerpos entrelazados se movían al unísono. Fue muy bonito notar el contacto total e íntimo con Lina. Desafortunadamente, toda historia llega a su fin. Acerqué mis labios a su oreja y le susurré al oído:
 - Uf, Lina... No aguanto más...
Ella también me susurró:
 - ¿Te vas a correr, Juan?
 - Sí... Me corro... Me corro...
 - Mmmm... Pues córrete... Échamelo en la cara, Juan.... Córrete en mi cara...
Escuchar esas picantes palabras con la sensual voz de Lina susurrándome al oído fue la gota que colmó el vaso. Me arrodillé en la cama. Lina se quedó sentada. Me cogió la polla y se la metió de prisa en la boca. Chupó y succionó al tiempo que masturbaba con una mano hasta que consiguió su propósito. La experiencia es un grado, y Lina notó justo el momento en el que iba a eyacular. Se la sacó de la boca, pero siguió masturbándome, y apuntó a su cara. Abrió la boca y sacó la lengua justo a tiempo para recibir mi corrida. Chorro tras chorro, mi semen fue cubriendo su cara. Salpicó sus mejillas, sus labios, su frente... Incluso un poco de esperma caliente se coló por su boca, permitiendo a Lina saborearlo. Me sorprendió que en ningún momento cerró los ojos por precaución. Estuvo durante todo mi orgasmo viendo mi semen salir de mi polla y caer sobre ella. Cuando acabé de eyacular, Lina lamió la punta de mi polla recogiendo las últimas gotas y luego succionó el glande. Tras ello, se relamió, me miró y sonrió. Su cara cubierta de mi corrida y sus ojos marrones penetrando los míos.
 - Estás muy guapa...
 - Estoy nevada como las montañas, jajajaja.
Ambos nos reímos. Lina se acarició la cara, palpando la sustancia caliente que la recubría. Le traje unas toallitas para limpiarse y luego nos metimos en la cama de nuevo, esta vez en busca de un merecido descanso.

Abrí los ojos un par de horas después. Vi a Lina de pie en la habitación. Se había puesto mi camisa, pero aparte de eso iba completamente desnuda. No dije nada y la observé paseando por la casa. Se detuvo frente al ventanal. Acarició el cristal con los dedos en la zona dónde aún estaban las marcas de nuestras travesuras. Recordó lo bien que nos lo habíamos pasado hace un rato e instintivamente su otra mano acarició su entrepierna. Segundos después, noté el aliento de Lina de nuevo entre mis piernas.





Este relato está inspirado en la webcamer Lina Shine y está dedicado a ella.




Twitter: @LinaShineX
Webcam: lina-shine




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