Volvía de clase en dirección a la fraternidad, cuando decidí tomar un camino distinto, por variar. Era uno de esos días en los que no tienes mucho que hacer y no tienes prisa por llegar a casa. Fui por un jardín que nunca antes había cruzado y bordeé la parte de atrás de la sororidad PAM. En el porche trasero, lejos de miradas indiscretas, dos chicas pertenecientes a PAM estaban sentadas en cómodas sillas con los pechos al descubierto, dejando que la luz del sol los bronceara. Las miré disimuladamente, pero no me detuve para no parecer un pervertido.
Tuve que pasar por la parte trasera de otra sororidad. Instintivamente eché un ojo a las ventanas sin prestar demasiada atención. Me pareció divisar una bonita silueta por una ventana de la planta baja. Me detuve, ya que nadie me veía. Me fijé un poco y me pareció que era la figura de una mujer. Aprovechando que estaba en un lugar poco transitado, decidí acercarme a la ventana. Sin hacer ruido y a escondidas, alcancé el alféizar de la ventana y asomé ligeramente la cabeza. Dentro de la habitación, una rubia de grandes pechos se miraba en el espejo, llevando solo un culotte puesto. En el borde de su cama se apilaban un grupo de vestidos de distintos diseños y colores. La chica cogió uno y se lo puso. Se miró de frente, luego de perfil. Después se lo quitó, lo volvió a dejar en la cama y cogió otro. Indudablemente estaba probándoselos para decidir cuál ponerse. Cada vez que se cambiaba de uno a otro me regalaba una preciosa visión de su cuerpo desnudo casi al completo.
Me quedé absorto espiando por su ventana. Y más aún cuando, entre vestido y vestido, a la chica rubia le dio por acariciarse el cuerpo. Se miraba en el espejo mientras se acariciaba las tetas desnudas, las piernas, el culo... Se recogía el pelo ondulado y dorado, y luego se lo volvía a soltar. Se cogía los pechos, los masajeaba, los acariciaba, todo sin dejarse de mirar al espejo. Una gota de sudor resbaló por mi frente. Me estaba excitando mucho.
Me quedé absorto espiando por su ventana. Y más aún cuando, entre vestido y vestido, a la chica rubia le dio por acariciarse el cuerpo. Se miraba en el espejo mientras se acariciaba las tetas desnudas, las piernas, el culo... Se recogía el pelo ondulado y dorado, y luego se lo volvía a soltar. Se cogía los pechos, los masajeaba, los acariciaba, todo sin dejarse de mirar al espejo. Una gota de sudor resbaló por mi frente. Me estaba excitando mucho.