La
soledad en el coche hacía el viaje muy aburrido. La música era mi única
acompañante, y por muy motivadora que sea, no me daba mucha conversación.
Llegué un viernes noche a la capital gallega, con solo ganas de meterme en la
cama de mi habitación de hotel y dormir. El día siguiente se presentaría mucho
más animado, aunque eso aún no lo sabía.
Amanecí
arisco. Esperando que ese fin de semana pasara cuando antes. Esa mañana
solucionaría mis asuntos, aunque no volvería a casa hasta el domingo. Me
parecía mucha paliza tantas horas en coche en dos días. Ya que hacía el viaje,
pasear un poco por Santiago aunque sea. La mañana se presentó como esperaba,
aburrida. A la hora de comer ya había cumplido el propósito del viaje. Por la
tarde, ya de otro humor, decidí ver un poco de esa ciudad. La verdad es que me
pareció una ciudad muy bonita, pero la habría disfrutado mucho más siendo un viaje
de placer, más largo y en compañía. Después de cenar llegaría una grata
sorpresa en forma de esbelta figura. Una inocente cerveza desembocaría en algo
increíble.
Me
hallaba sentado en la barra de un bonito bar gallego, con encanto. Después de
tres “la última y a dormir” se sentó a mi lado una bonita mujer. Más tarde
agradecería de pleno corazón no haber tenido fuerza de voluntad para volver
antes al hotel. Mientras esperaba su cerveza, me quedé encandilado observando
su rostro. Era una chica de mi edad, más o menos. Preciosa. Se giró y me
sorprendió mirándola como un tonto.
-
Hola… - Tuve que improvisar.
-
¡Hola! – Contestó con una amplia
sonrisa.
Me
sorprendió tal simpatía y entusiasmo después de un seco “Hola” venido de un
triste hombre sujetando su quinta cerveza. Pero ese aire de felicidad me cambió
bastante el humor.
-
¿Tú no eres de aquí, no?
-
No, estoy de viaje por temas familiares.
Me voy mañana.
Sorprendentemente
la conversación continuó, y eso que sus amigas bebían y reían en otra mesa.
Descubrí en ella una fascinante persona. Muy inteligente, culta y con dos dedos
de frente. Lola, de 21 años, estudiante de arte dramático. Apasionada de la
música y el cine, como yo. Enamorada de viajar, como yo. Simpatizante de
disfrutar de largas tardes de risas en compañía de buenas amistades, como yo.
El rato que estuvimos hablando descubrimos muchas cosas en común. La quinta
cerveza me estaba durando más que las cuatro anteriores.
Sus
amigas se fueron y ella se quedó. Se quedó. Conmigo. Empezaba a ser optimista. He
de ser sincero. Por muy increíble que fuera como persona, su cuerpazo y mi
mente masculina hacían que no pudiera evitar pensar en acabar la noche entre
las sábanas. Su sonrisa me enamoraba. El olor de su suave pelo castaño me
encandilaba. Su soltura y extroversión me animaban. El piercing de su nariz le
daba un toque rebelde y moderno.
La
conversación continuó en la calle, paseando. Llegamos a un parque. Un parque apartado,
oscuro y tranquilo, perfecto para intimar. Nos sentamos en un banco. Hablamos
un buen rato. Nos caímos muy bien. Congeniamos perfectamente. De repente se
generó un silencio y nuestras miradas dejaban claro lo que iba a pasar a
continuación. En un abrir y cerrar de ojos nuestros labios ya se había unido.
Nuestras lenguas se encontraron apasionadamente y mi mano acarició su pelo. La
suya se apoyó en mi pierna. Poco a poco, mientras nos comíamos el uno al otro,
su mano se acercaba más a mi entrepierna, hasta acabar sobre ella. Mi corazón
se aceleró, y aún más cuando se introdujo por dentro del pantalón y los bóxers
y acarició mi miembro. Pero no acabó ahí, Lola estaba lanzada. Se podía oler en
el aire lo cachondos que estábamos. Me sacó la polla y se agachó hasta tocarla
con la punta de la lengua. Respiré hondo. Usaba la lengua jugando con el glande.
Mi mano derecha se apoyó en su cabeza. Lamió toda mi polla antes de metérsela definitivamente
en la boca. Noté en mi miembro la calidez de su boca.
Oía
pasos y veía sombras moverse, pero al estar apartados y un poco tapados por
unos árboles, la gente no parecía percatarse de nosotros. A Lola no parecía
importarle estar en un sitio público. Me daba placer oral con entusiasmo.
¿Quién me iba a decir que lo que estaba siendo un aburrido fin de semana en solitario
se convertiría en una mamada de ensueño en un parque público de Santiago de
Compostela?
El
morbo del momento y la increíble técnica felatoria de Lola hicieron que mi
momento llegara antes de lo que me hubiera gustado. Le susurré al oído que me
iba a correr. Ella me miró y sonrió, todo sin dejar de chupar, para luego
entregarse con aún más énfasis a la causa. Chupó y chupó hasta que exploté en
su boca. Salió semen a raudales y su lengua le dio buena acogida. Me estaba
corriendo y Lola seguía chupando a buen ritmo y tragando al mismo tiempo. Su
forma de succionar y su masaje a mis huevos hicieron que saliera mucho esperma.
Al acabar, sacó mi polla de su boca y se incorporó. Una gota de semen escapaba
por la comisura de su labio. Ella la cogió con un dedo y se lo llevó a la boca
sonriente.
-
Eres afortunado, no me trago el semen de
desconocidos. Has tenido suerte que me gustara el sabor, sino lo habría
escupido.
Mi
única respuesta fue una sonrisa de satisfacción y una cariñosa caricia a su
pelo.
-
¿Está cerca tu hotel? – Preguntó sin
rodeos.
Nos
encaminamos a mi hotel, que estaba cerca. Por el camino íbamos relamiéndonos
pensando en el polvo que íbamos a echar. Nuestro paso se aceleraba por
momentos. Estábamos deseando llegar.
Ya
en el ascensor volvimos a besarnos con pasión y entrega. Mis manos agarraron su
culo con firmeza, dejando claro que esa noche era mío. Entramos a mi habitación
sin dejar de besarnos. Una vez dentro nos quitamos los zapatos lanzándolos a
cualquier esquina. Nos acercamos a la cama. Tenía unas ganas tremendas de
arrancarle la ropa y follármela sin piedad. Pero Lola me empujó tumbándome en
la cama y me sujetó poniéndome un pie en el pecho. Advertí un bonito tatuaje
del símbolo de la paz enlazado con unas enredaderas y algunas florecillas. No
opuse resistencia y me quedé tumbado en la cama. Ella quitó el pie y empezó a
moverse sensualmente frente a mí. Poco a poco se quitó la camiseta y la tiró al
suelo. Luego hizo lo mismo con los pantalones vaqueros cortos. Se quedó en
sujetador y culotte, pero por poco tiempo. Se llevó las manos a la espalda y en
un momento su sujetador caía al suelo dejando libres sus preciosas tetas. Yo ya
la tenía dura como una piedra. Dejó caer suavemente su culotte por sus piernas
dejando a la vista un precioso coñito depilado a la perfección. Me lanzó ese
culotte y lo cogí con la boca. Luego se lanzó sobre mí y empezó a besarme el
cuello mientras me desnudaba.
Una
vez estuvimos los dos completamente desnudos, Lola sonrió al ver mi miembro
totalmente erecto. Lo lamió y chupó pero esta vez solo hasta tenerlo
suficientemente lubricado. Ahora queríamos follar. Se sentó sobre mí y mi polla
entró en su cuerpo como hechos el uno para el otro. Lola echó la cabeza hacia
atrás y gimió de gusto. Me cabalgó. Me miraba lascivamente mientras se movía
sobre mí. No despegaba sus ojos de los míos. Le ponía cachonda verme disfrutar.
El movimiento de su cintura hacia delicias en mi polla.
Pero
Lola no era mujer de una sola postura. Cayó sobre mí y rodamos en la cama hasta
quedar yo encima de ella. La penetraba con ganas mientras mordía su cuello. Sus
manos arañaban mi espalda con cada penetración. Un sensual gemido salía de su
boca cada vez que mi pollaba entraba entera en su cuerpo. Mis manos masajeaban
sus preciosos pechos y pellizcaban sus pezones.
Minutos
después Lola se encontraba a cuatro patas en la cama pidiéndome que le tirara
del pelo. Recogí su pelo y lo agarré con firmeza. Descubrí entonces otro
tatuaje, en su espalda, bajo la nuca. Un corazón entrelazado con el símbolo del
infinito. Ojalá este polvo también fuera infinito. Un par de azotes con ganas
dejaron marca en su pálido pero increíble culo. La follaba desde atrás a gran
velocidad. Toda la cama se movía con nosotros. Los gritos de placer de Lola me
envolvían. Me volvían loco. La mamada del parque hacía que ahora durará más de
lo esperado, pero ya estaba a punto de clímax. Pero no quería correrme aún.
Me
arrodillé en el suelo, al borde de la cama e inundé mi cara entre las piernas
de Lola. Mi lengua nadó en su coño. Lamí cada resquicio de su cavernoso sexo.
Lola se estremecía en la cama. Me cogía del pelo y movía su cintura como
follándome la boca. Cada vez gemía más fuerte y se movía más rápido. Eso me
puso muy cachondo.
Me
incorporé, aún arrodillado al borde de la cama, y con los pies de Lola sobre
mis hombros, volví a penetrar su dulce y mojado coño. La penetré de un golpe
seco. Lola agarró las sábanas con fuerza y se mordió el labio. Volví a
penetrarla de otro golpe seco. Un dulce grito salió de ella. Luego empecé a
follarla fuerte. La cogía de sus piernas y la embestía con ganas. Me encantaba
ver sus tetas moverse al ritmo del polvo.
Y
entonces llegó su orgasmo. Me alegré mucho de que se corriera porque yo no iba
a durar mucho más. Se retorció, gimió, jadeó y se apretó las tetas mientras mi
polla notaba las contracciones de su orgasmo. Después todo su cuerpo se relajó.
Su orgasmo me gustó tanto que me corrí justo después. Saqué la polla de dentro
de Lola y chorros de semen empezaron a salir. El primer chorro, con más
potencia, llegó a su cara de forma no premeditada. Un ligero lefazo decoraba su
cara. El resto fue regando su cuerpo. Sus tetas, su vientre, su coño…
Luego
me dejé caer a su lado. Lola restregaba mi corrida por sus tetas y vientre con
una gran sonrisa en la cara.
-
Me has duchado, jajajaja. – Bromeó.
-
Te lo mereces.
-
Me encanta.
Exhaustos
nos pegamos una ducha conjunta y luego fuimos directos a dormir. A la mañana
siguiente amanecí solo en la cama. Lo único que quedaba de Lola era su olor en
las sábanas, un beso de carmín en el espejo y un recuerdo placentero.
Este relato está
inspirado en la bloguera Lola Flor y está dedicado a ella.
La foto de encabezado de la publicación ha sido obtenida de su Twitter: @_LolaFlor_
La foto de encabezado de la publicación ha sido obtenida de su Twitter: @_LolaFlor_
Si queréis disfrutar de Lola Flor:
Me ha encantado! Que mojadita me he quedado tras leer esto jijiji Muchas gracias :**
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