Al poco tiempo apareció de nuevo Tamara, ahora en
ropa interior. El fotógrafo quedó con los ojos como platos ante tal cuerpazo. Dos
tetas bien grandes soportadas por un bonito sujetador negro. Sujetador a juego
con el tanga también negro que llevaba Tamara. Piernas brillantes y muy apetecibles.
Una esbelta figura rematada por su pelo moreno, largo y liso cayendo por su
cuerpo y acariciando sus pechos. Un tatuaje del conejito de Playboy decoraba su
pelvis. Un cuerpazo acompañado por un bonito rostro de ojos marrones y con un
piercing en la nariz. Tamara tenía cara de morbosa y de gustarle que le den caña.
Sus labios carnosos parecían muy buenos para ofrecer placer oral.
El fotógrafo estaba embobado ante ella. Su estado
fue interrumpido por la propia Tamara preguntándole dónde quería hacer la
sesión.
-
Eh… a ver… En la
habitación sería lo más adecuado.
-
Pues vamos.
Tamara se dio la vuelta e inició el camino a su
habitación. Eso permitió al fotógrafo ver su culo redondo y perfecto,
ampliamente visible gracias a la escasa tela del tanga. Y descubrir otro
tatuaje en su cuerpo, una bruja en su hombro izquierdo.
Él se levantó y siguió a la chica hasta su
habitación. Una vez en ella comenzaron la sesión de fotos. Tamara cada vez se
soltaba más, y no sólo seducía a la cámara, como se suele decir, sino que también
al que hacía las fotos. Parecía estar disfrutando más ella siendo fotografiada
que él haciendo fotos a ese bellezón. Las fotos empezaron siendo provocativas y
de tipo sensual, pero el ambiente se iba calentando por momentos. El ambiente y
Tamara. Disfrutaba tanto con las fotos que se dejó llevar y se quitó el
sujetador. Algo que no tenía pensado hacer en esa sesión. La sorpresa se hizo
evidente en la cara del fotógrafo, pero intentó actuar con normalidad. Tamara
se agarraba las tetas y las ofrecía a la cámara. Se pellizcaba los pezones.
Jugaba con su cuerpo. Y todo ello con una sonrisa.
Gotas de sudor ya brotaban de la frente del
fotógrafo. Tamara se metía la mano bajo el tanga, acariciándose el coño,
mientras posaba para él. Estaba cachonda perdida. Luego se quitó también el
tanga, quedando completamente desnuda. Las fotos se centraban ahora en su
precioso coñito depilado. Tamara se tocaba y gemía mientras el fotógrafo inmortalizaba
el momento. Estaban los dos cachondos a más no poder. Él no decía nada, por
miedo a estropear el momento.
Tamara dejó de tocarse y fue hasta él. El corazón se
le aceleró al ver a esa tigresa desnuda aproximándose con cara de querer sexo. El
fotógrafo no dijo nada mientras veía como Tamara, tras arrodillarse frente a
él, le quitaba el pantalón y le sacaba la polla.
-
Mmmm… Ya la
tienes dura… – Ambos sonrieron.
Se metió la polla ya erecta en la boca. Un suspiro
salió de la boca del fotógrafo. Una mano de Tamara acompañaba la mamada y la
otra masajeaba los huevos.
-
Tú sigue a lo
tuyo. – Dijo mirando hacia arriba.
Él, que seguía cámara en mano, continuó haciendo
fotos, esta vez de la mamada. Ella de vez en cuando miraba a la cámara y sonreía,
eso le ponía mucho. La mamada estaba siendo mortal. Lamía los huevos, chupaba de
arriba a abajo, succionaba… Ningún resquicio se escapaba de la insaciable
lengua de Tamara. Él tuvo que controlarse muy profundamente para no correrse por
culpa de esa artista felatoria.
Entonces trasladaron la fiesta a la cama. Él estaba
tumbado y Tamara se sentó encima, de espaldas. Se metió la polla con cuidado y
empezó los movimientos circulares de cintura. Tras el calentamiento empezó a
follárselo de verdad. Tamara y el fotógrafo se compenetraban muy bien en los
movimientos, y eso hacía que el polvo cogiera buena velocidad. Las manos del
fotógrafo cogían a Tamara de la cintura y su polla entraba y salía de su coño
chorreante a buen ritmo. La casa se llenaba de gemidos de Tamara y del sonido
del choque entre ambos cuerpos.
-
Date la vuelta. –
Él quería verla de frente.
Tamara obedeció y quedó en la misma posición pero
cara a cara con él. Siguieron follando como hasta ahora, pero ahora él
disfrutaba de las vistas. Las grandes tetas botando y la cara de placer de
Tamara. Sus manos fueron directas a las tetas. Le encantaban y aún no las había
tocado. Las apretó y masajeó a su antojo. Incluso se incorporó en la cama para
darles unos lengüetazos, besos e incluso suaves mordiscos. ¡Menudo par de
tetas!
Se le ocurrió alargar el brazo y coger la cámara de
nuevo. Tamara sonrió al notar el objetivo apuntando hacia ella. Ella jineteaba
a su hombre de forma memorable. Sus caras de gozo quedaban plasmadas en las
fotografías. Cada vez que oía el sonido del obturador, se acercaba un poco más
al orgasmo.
Ser fotografiada mientras cabalgaba puso a Tamara
muy perra. Y como una perra se comportó. Sin decir palabra se puso a cuatro
patas en el suelo de su habitación, miro hacia atrás y con un azote a su propio
culo invitó a que le atacara. Él no se hizo de rogar. Se puso detrás de Tamara
y comenzó con las embestidas. Para entonces el placer que había experimentado
ella ya era mucho y no tardó en tener un fuerte orgasmo. Gimió, gritó, incluso le
temblaron ligeramente las piernas, pero él no dejaba de follarla. Los pechos de
Tamara se balanceaban al ritmo del polvo. Follarse a esta diosa en esa postura
ya fue demasiado para el pobre hombre.
Se levantó dispuesto a correrse y ella se arrodilló
frente a él. Cogió la polla cubierta de sus propios fluidos con ambas manos y
pajeó con ganas, apuntando a su pecho. Salieron chorros de semen y fueron
cayendo sobre las grandes y bonitas tetas de Tamara, pintándolas de un blanco
casi transparente. Tamara sacó mucho esperma de aquella polla, y todo cayó
sobre sus pechos. Notar ese líquido caliente resbalar por sus tetas le encantaba.
Acabada la corrida, Tamara se masajeó las tetas
cubiertas de lefa. Él volvió a coger la cámara y echó unas cuantas fotos.
Este relato está inspirado en la webcamer TamaraX y está dedicado a ella.
Uff me ha encantado, como me conoces en jjajaja...aunque algun pajarillo te chivo cositas
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