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sábado, 22 de junio de 2013

Kimberly, la azafata


Mi historia comienzo en un aeropuerto. Me hallaba yo en la puerta de embarque de mi vuelo, esperando a poder embarcar. Había tenido que volar por negocios y ahora me esperaba otro vuelo de unas 12 o 13 horas para volver a mi lugar de residencia, algo a lo que no estaba acostumbrado.

De repente, un desfile de azafatas rompió la monotonía de mi espera. Cinco azafatas, lideradas por tres hombres con aspecto de piloto, caminaban hacia la puerta de embarque. Cinco guapas azafatas, cada cual con mejor o peor cuerpo, pero sobre todas destacaba una preciosa rubia. Tal vez fuera porque su color de pelo era distinto al de sus compañeras, pero me pareció la más sexy de todas ellas. Empecé a imaginar a las orgías que se podrían montar esos tres pilotos con las cinco azafatas cachondas, y cuando volví en mí, ya habían embarcado y estaban empezando a embarcar los pasajeros.

Una vez en el avión no volví a ver a la azafata rubia hasta que se colocaron tres de las cinco en el pasillo para comunicar las indicaciones de seguridad. Vestían un distinguido uniforme de auxiliar de vuelo, consistente en un ajustado vestido rosa con una franja vertical azul claro. El vestido les cubría hasta apenas pasado el culo. Llevaban también un pañuelo del mismo azul atado al cuello y un gorrito de los mismos colores que el resto del uniforme. Unos tacones realzaban sus piernas y glúteos, sobre unas medias blancas cortas que subían hasta casi las rodillas. El uniforme lo completaba la insignia de la compañía aérea, sobre el pecho izquierdo.

La rubia estaba situada en el centro. No es por menospreciar a las demás azafatas, pero la rubia acaparaba casi todas las miradas. Al menos las masculinas. No sé si los demás estarían atendiendo a las indicaciones, pero sí que estaban atentos a ella. La azafata situada más cerca de la cabina era completamente morena. Pelo muy negro, y ojos oscuros. Tenía buena figura, creo que nadie del pasaje le haría ascos, pero la rubia la eclipsaba. La tercera azafata dando indicaciones era también morena, pero un moreno tirando a castaño. Estaba un poco pasadita de kilos pero no mucho, era también atractiva. A pesar de que todas las azafatas del vuelo eran de buena presencia, quedaba claro que habían elegido a las tres más atractivas para dar los consejos de seguridad.

Las azafatas seguían dando indicaciones y yo seguía con la mirada fija en la azafata rubia. Esas piernas casi completamente descubiertas dejaban en evidencia a las demás, y junto con ese escote provocado por varios botones desabrochados, hacían su cuerpo objeto de deseo de prácticamente todos los pasajeros. Había algún descarado que incluso giraba su cuerpo para mirarle teniendo otra azafata en frente suyo, pudiendo disfrutar de una vista de su trasero que me habría gustado poder tener también. Sin embargo, la mejor vista era la delantera. Lo que realmente hipnotizaba a la gente era ese par de tetas poco disimulado tras ese travieso escote. Un par de botones desabrochados eran suficiente para dejar ver insinuantemente un sujetador blanco que alzaba esos pechos redondos, grandes y bien puestos. Tenía unos ojos azules muy bonitos, pero no lo tanto como distraer la atención del resto de su cuerpo.

Durante el vuelo las azafatas no se dejaron ver demasiado. Solo en alguna ocasión cuando algún pasajero requería de su atención. Tras un par de horas de vuelo anocheció, y me dispuse a dormir un poco. Me costó un poco más de lo esperado al no poder dejar de pensar en las tetas de la azafata, pero lo conseguí.
Desperté más tarde, en mitad de la noche, con ganas de ir al baño. El avión estaba prácticamente a oscuras. Pude ir sin molestar a nadie ya que estaba sentado en el pasillo. Al salir del baño me encontré de bruces con la azafata rubia.
-          Hola. – Susurré tímidamente.
-          Uy, hola. Pensaba que todo el mundo dormía. – Susurró ella también.
-          Sí, eso hacía hace un momento. ¿Y tú qué? ¿No duermes?
-          Me toca el turno de estar despierta. Es un aburrimiento.
-          Si quieres ven y hablamos un rato. Hay un sitio libre a mi lado.
-          Vale, si no es molestia. Voy un segundo al servicio y te busco.
En cosa de cinco minutos la vi aparecer tras la cortinilla y dirigirse hacia mi asiento. Hice el amago de moverme al del medio para que se sentara en el pasillo pero hizo un gesto indicando que no me preocupara. Pasó entre el asiento delantero y mis piernas silenciosamente, pasándome ese buen culo por delante. Empezamos a hablar de lo típico para conocernos mejor y en seguida pude poner nombre a ese cuerpazo. Se llamaba Kimberly.

Hablábamos muy de cerca pues la gente dormía a nuestro alrededor, y eso me daba una perspectiva genial de su escote. Intentaba evitar mirar, pero era imposible no fijarse en esas tetas teniéndolas tan cerca. Me pareció que se dio cuenta alguna vez, pero disimulé todo lo que pude. De repente, sin esperármelo, me soltó:
-          Por si te lo estás preguntando, son naturales.
-          Eh, lo siento… Yo…  - Tartamudeé.
-     Tranquilo Juan. – Dijo suavemente al tiempo que posaba su mano suavemente sobre mi entrepierna, y sus labios sobre mi oreja derecha. – No te preocupes.
Me quedé sin habla, pero ella se encargó de seguir.
-          ¿Quieres comprobarlo?
Y tras decir esto usó la mano que tenía libre para coger mi mano derecha y ponerla sobre su pecho izquierdo. Yo hice lo mismo con la otra y su otro pecho, y empecé a masajear. No me lo podía creer. Esas tetas con las que había soñado todo el avión, las estaba tocando yo.

En seguida todo pasó a mayores. Deslizó la mano que tenía en mi entrepierna por debajo de mi pantalón para agarrarme el pene con dulzura. Yo aproveché su atrevimiento e hice lo mismo con mis manos en sus pechos. Pude notar entonces sus pezones con ambas manos, y mi pene comenzó a endurecerse con más rapidez.

En cuestión de segundos me la había sacado del pantalón y me pajeaba delicadamente mientras pasaba su lengua por mi oreja. Miré a mi alrededor al acordarme de que estaba en un avión lleno de gente, pero todo el mundo parecía dormir. Kim se dio cuenta de mi preocupación por lo que sacó una especie de sábana de debajo de los asientos y la puso encima de mis piernas, tapando mi miembro, pero no dejaba de pajearme. Giré mi cabeza pues deseaba besar ese precioso rostro, y nuestros labios entraron en contacto. Mi lengua se mezclaba con la suya el mismo ritmo con que su mano bajaba y subía la envergadura de mi pene.

Poco después dejó de besarme, bajó la cabeza, y con sonrisa picarona y sin dejar de mirarme a los ojos, metió la cabeza bajo la sábana. En seguida noté el contacto de su lengua húmeda con mi polla, y tras jugar un poco con ella, la cubrió con sus labios. Mi mano derecha, se dirigió entonces a su entre pierna, por debajo del vestido, y empecé a masajearle su coñito por debajo de la ropa interior. De vez en cuando la sacaba para masajear un poco su culito firme, y luego volvía a su entrepierna, mientras ella se dedicaba por completo a chupármela y acariciar mis huevos con una mano. También de vez en cuando echaba miradas a mi alrededor para asegurarme de que nadie nos veía, sobre todo el hombre que dormía al lado de Kim, en la ventanilla. Cada vez que le tocaba el culo me entraban unas ganas enormes de azotarlo, pero eso implicaría mucho ruido. Kim también usaba su lengua para lamer mis testículos, y se los metía uno y otro en la boca.

Tras un tiempo de mamada aérea noté como llegaba a mi clímax. Apreté su culo con fuerza como señal de aviso, y pareció entenderlo pero no dejó de chupar. Siguió chupando con esa boquita, al tiempo que usaba su mano izquierda para pajearme al mismo ritmo, y la derecha para masajear mis huevos. Como no podía gritar ni gemir, me desahogué apretándole el culo con una mano y agarrándola fuertemente del pelo con la otra. Entonces solté toda mi corrida dentro de la boca de Kim. Una vez lo había echado todo, me relajé, y ella siguió succionando unos 15 o 20 segundos más. Luego me metió el pene otra vez en el pantalón, sacó la cabeza de debajo de la sábana y me susurró: “esto no acaba aquí”.

Me cogió de la mano y me llevó hasta el baño para el personal del avión. Una vez dentro pude apreciar cómo era más grande que el de pasajeros. Cerró la taza y me sentó encima. Me bajó el pantalón, y viendo mi polla flácida le dije:
-          No sé si podré hacerlo otra vez.
-          Haré lo que pueda. – Contestó con una sonrisa de oreja a oreja.
Puso ambas manos en su espalda y empezó a bajarse la cremallera del vestido de azafata poco a poco. Cuando hubo bajado toda la cremallera, simplemente dejó caer el vestido, quedando en ropa interior. Empezó a moverse sensualmente mientras se servía de los pies para apartar el uniforme a una esquina del baño. Siguió con su movimiento sexy y se sentó encima de mí, a espaldas. Sentada sobre mí, y con las manos apoyadas en las rodillas, empezó a restregar su culo sobre mi miembro al mismo tiempo que me miraba girando la cabeza, y mordiéndose el labio inferior. Tras esto, se dio la vuelta y se sentó de nuevo encima de mí, esta vez cara a cara. Me besó enérgicamente hasta casi acariciarme el esófago con su lengua, sin parar de mover la cintura. Se llevó las manos a la espalda otra vez, y dejó caer el sujetador. Por fin pude contemplar ese par de tetas dignas de admiración. Como acto reflejo apreté ambos pechos con mis manos pero ella me las apartó y se levantó ligeramente para así apoyar sus tetas en mi cara. Masajeó mi cara con sus senos durante medio minuto aproximadamente a la vez que usaba sus manos para empujar mi cabeza contra su pecho. Para entonces mi aparato ya parecía estar recobrándose.

Cuando se cansó del bailoteo se arrodilló en frente del lavabo y, sin usar las manos, puso su cara sobre mis huevos y la restregó por ellos y por mi pene. Al ver eso me pareció bastante guarrada, pero me gustaba. Agarró entonces mi polla con una mano y pajeó al tiempo que se la metía y sacaba de la boca. Poco después mi polla ya estaba dura otra vez, y eso se notó en el brillo de los ojos de Kim. Aprovechó su dureza para sacarla de la boca y abofetearse la cara varias veces. Después hizo lo mismo pero con su lengua. Y finalmente, golpeó fuertemente sus dos tetas con mi polla. Todo ello sin dejar de mirarme a los ojos.

Dio por concluidos los preliminares y se levantó. Se bajó las braguitas despacio y me las puso en la cara, de forma que estaban enganchadas en mi cabeza. Entonces se sentó encima de mí poco a poco mientras mi pene iba entrando dentro de ella. Pude ver el placer en su rostro mientras esto ocurría. Una vez estuvo completamente dentro de su cuerpo, comenzó a mover la cintura y follarme a su gusto. Por momentos subía y bajaba cabalgándome, o simplemente se dejaba caer completamente y movía la cadera en círculos con mi pene aún en su interior. Yo yacía encima de ese retrete mientras me dejaba hacer y me limitaba a hundir mi cara entre sus fantásticas tetas, y usar mis manos para coger a Kim del culo. En un último instante utilicé una de mis manos para agarrarle del pelo y tirar hacia abajo con delicadeza. Y me moví yo rápidamente de abajo a arriba penetrándola mientras ella se queda prácticamente inmóvil. Me agarró con fuerza de los hombros mientras hacía esto, hasta que no tuve más fuerzas y me volví a sentar.

Pero no iba a acabar ahí mi actividad física, ya que se levantó, se puso de cara al espejo del lavabo, y sacó el culo hacia fuera en señal de que quería ser follada así. Me levanté yo también, me puse detrás de ella, y cogiéndole fuertemente de la cintura comencé a embestirla por detrás. Le daba embestidas sin parar, y al estar de cara al espejo podía ver las caras que ponía. No tardé en darme cuenta de que estaba a punto de tener un orgasmo, así que aumenté la velocidad de mis embestidas. Separé la mano izquierda de su cintura para tirar de su cabello rubio, y tras cinco embestidas más se desplomó sobre la pila temblando por el orgasmo que acababa de tener. Yo seguía con mi polla dentro, y entonces no pude evitar darle una palmada en una nalga. Se estremeció y gracias al reflejo del espejo vi cómo se mordió los labios y esbozó una ligera sonrisa. Sin embargo el azote había sonado, así que se reincorporó y giro la cara hacia mí para susurrar un débil “sssh” en señal de silencio.
-          Lo siento, no lo he podido evitar. – Me excusé yo.
-          Ahora no o nos pillarán, fuera del avión azótame cuanto quieras.
La verdad es que esa última frase me excito bastante.

Pero bueno, la cosa no acababa aquí, yo aún tenía que correrme. Decidí intentar algo. Apoyé la punta de mi pene en su ano y apreté un poco hacia ella intentando abrir paso, pero en seguida me la cogió con la mano mientras negaba con la cabeza.
-          Por ahí no. No me des por el culo, nos acabamos de conocer.
-          Pues antes te has tragado mi semen.
-    No lo suelo hacer, pero me has caído bien. – Dijo quiñándome un ojo y relamiéndose al recordar la rica corrida que había saboreado momentos atrás.
Volví a metérsela por el coño y seguí follándomela como antes. La empuje contra el cristal de modo que un perfil de su cara quedaba aplastado contra él, y seguí penetrándola de ese modo. Unos minutos después noté que me faltaba poco para acabar.
-          Creo que me voy a correr.
-          Córrete en mis tetas si quieres, que sé que lo estás deseando.
En cuanto a la eyaculación soy bastante especial. Me encanta ver una cara preciosa maquillada por mi corrida, y Kim era guapísima. También me gusta mucho ver cómo disfrutan tragando hasta la última gota, pero eso Kim ya lo había hecho antes. La verdad es que unas tetas así no se veían siempre así que decidí aceptar y rociarlas con mi semen. Me quedé de pie y ella se arrodilló delante de mí. Dio un par de lametones a mi pene y lo pajeó con la mano derecha. Con el brazo izquierdo se sujetaba las tetas acercándolas a mi miembro a punto de explotar. Emití un gemido y empecé a eyacular sobre sus senos. Uno a uno fueron cayendo chorros en sus pechos. En total cuatro. Un primero llegó a su teta derecha. El segundo cruzó ambos senos. El tercero, ya con menos fuerza, cayó en el pecho izquierdo. Y el cuarto igual que el anterior. Luego solo cayeron algunas gotitas más sobre su el escote entre ambas maravillas. Kim pasó un dedo por uno de los chorros y se lo llevó a la boca, lamiendo sensualmente su dedo empapado en semen. Esa imagen de Kimberly la azafata, completamente desnuda en el suelo del baño del avión, con sus preciosas tetas pintadas por mi semen no se me borrará nunca de la memoria.

Me limpié un poco con papel higiénico mientras Kim hacia lo mismo. Me vestí y dándole un último morreo me fui a mi asiento dejando a la azafata rubia limpiándose las tetas. A simple vista parecía que todo el mundo dormía aún, y pude volver a mi asiento sin levantar sospecha. A los 10 minutos salió también ella, y me dedicó un gesto con la mano antes de volver a su asiento de personal de cabina. Totalmente relajado, aunque cansado, estaba totalmente dispuesto a dormir de nuevo.

Una vez en tierra pensé que no volvería a ver a Kim, pero el destino seguía de mi parte. Camino hacia la salida la vi salir del baño. Me acerqué a ella para decirle:
-          Antes me has dicho que fuera del avión te podía azotar todo lo que quisiera.
Sin mediar palabra alguna me cogió de la mano y entramos al baño del personal del aeropuerto. Cerró con pestillo y se acercó a la pila. Apoyó los brazos en ella y se inclinó levantando el culo. Se levantó el vestido dejando ver su culo con las braguitas blancas. Disfruté de lo lindo dándole unas cuantas palmadas en el culo, mientras ella solo me miraba y en alguna ocasión se le escapaba algún gemidito. No le daba fuerte, aprovechando más para agarrarle el culo con fuerza. Después de cuatro palmaditas le di una con ganas, más fuerte. Esa sonó bastante, incluso Kim dio un pequeño saltito. Luego su culo parecía más rojo que antes. Se bajó el vestido de nuevo y cogió su maleta. Vino a mí hasta pegar sus senos sobre mi pecho y me dijo: “Si no tuviera prisa te follaba otra vez aquí mismo.”

Y de ese modo Kimberly, la azafata rubia, se despidió de mí, saliendo por la puerta del baño y desapareciendo para siempre.



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