Todos los relatos que aparecen en este blog han sido escritos por mí. Ninguno ha sido copiado de ninguna otra web de relatos y se ruega que, del mismo modo, tampoco sean copiados (excepto consentimiento expreso). Gracias.

domingo, 13 de mayo de 2018

Náufragos



Día 726 en la isla. Esa semana se cumplían dos años desde que el barco de pesca de Jack se fuera a la deriva, condenándolo a naufragar en aquel lugar desconocido para él. Su profesión, pescador, y la ingente naturaleza de la isla, le habían proporcionado los alimentos necesarios para sobrevivir hasta entonces. Tras unos meses se percató de que aquel paraje era más "seguro" de lo que esperaba. El clima no era excesivamente intenso (la primera cabaña que se construyó aún aguantaba), no se había encontrado con ningún animal feroz y las picaduras recibidas no le habían causado demasiados estragos.

Aquel era un día caluroso, y como la mayoría de los días así, Jack paseaba por la costa de la isla. Caminaba sin prisa, disfrutando de las vistas, que era casi la única cosa buena de estar allí. Tras sobrepasar un espigón, caminó un poco más y sus pies se encontraron con algo inesperado. En la arena, frente al mar, había un coco. Un coco vacío. Todo indicaba que acababa de ser el alimento de alguien. El corazón de Jack dio un vuelco. Miró a un lado y al otro. Oteó los horizontes hasta que fijó su vista en un punto del mar. Allí, iluminada por el sol, una mujer desnuda se frotaba el cuerpo. Jack no supo cómo reaccionar ante aquella inesperada situación, así que se quedó quieto, esperando que ella le viera, mientras observaba cómo las olas del mar acariciaban su piel.

Poco después la mujer se encaminó hacia la orilla y no deparó en Jack hasta que hubo salido por completo del mar y levantó la mirada. Tuvo la misma reacción que había tenido él. Durante unos segundos ambos solo se miraron, estupefactos. Los dos estaban completamente desnudos. Jack hacía mucho tiempo que había dejado de usar taparrabos o cualquier otra prenda en los días calurosos, a excepción de unas sandalias improvisadas por precaución de lo que podía pisar. Sin embargo, había cosas más importantes como para que le dieran importancia a estar desnudos.


Se acercaron y se saludaron sin siquiera tocarse. La mujer dijo llamarse Kate, y llevaba apenas unos meses en la isla. Jack le enseñó su "campamento" y pasaron el resto del día contándose sus respectivas historias, hasta que les invadió el hambre. El sol estaba en su punto álgido. Resguardados bajo una sombra, Jack compartió sus alimentos con Kate. Fue mientras comían en silencio cuando él no pudo evitar fijarse en el cuerpo de la mujer. Kate era una mujer joven y tenía un bonito cuerpo. Unos pechos pequeñitos pero firmes, un culo redondito que provocaba en su cuerpo unas sensuales curvas, pelo negro oscuro cortado por encima de los hombros y ojos azul cielo. Una preciosidad.

Como era de esperar, contemplar ese cuerpo desnudo desató en Jack sus instintos sexuales, que tanto tiempo llevaban inactivos, y se manifestó en forma de erección. Kate se percató enseguida de que el miembro de Jack se endurecía, aunque él había dejado de mirarla para evitar una situación incómoda, la cual realmente ya era inevitable. Con Kate viendo su polla erecta, Jack volvió a sentir vergüenza, algo que también hacía tiempo que no experimentaba.

Tras unos segundos incómodos, la reacción de la mujer fue nada menos que abalanzarse sobre él, sedienta de sexo. Ambos náufragos se revolcaron por la arena como animales en celo hasta que la fuerza de Jack salió ganando y Kate acabó a cuatro patas en la arena, para segundos después notar el duro miembro de Jack penetrando en su cuerpo sin miramientos ni preliminares. Los dos se mordieron sus respectivos labios al rememorar el gusto del acto sexual. Fueron unos minutos de sexo al más puro estilo cavernícola, con Jack embistiendo desde atrás como un loco y Kate entregando su cuerpo y retorciéndose de placer en la arena. Tanto tiempo sin sexo pasó factura y el polvo isleño de la pareja de náufragos duro menos de lo que les habría gustado. Los gemidos de Jack se convirtieron en un fuerte grito cuando llegó al clímax. Estuvo a punto de correrse dentro de Kate, pero pudo razonar a tiempo que un embarazo en la isla sería una mala noticia. La sacó a tiempo y derramó una cuantiosa corrida encima de Kate, que noto el espeso líquido caliente bañando su culo y su espalda.

Tirados en la arena con una sonrisa en la cara, jadeaban mientras el sol bañaba sus cuerpos sudorosos y llenos de arena. Habían disfrutado como jabatos, pero pretendían dejarlo ahí. Especialmente Kate, que no se había corrido y llevaba mucho tiempo sin un orgasmo. Fue ella la que dejó claro que quería más porque fue directa a tumbarse a los pies de Jack y meterse su miembro en la boca. La chupó con muchas ganas, lamiendo con su lengua todos los rincones de su polla. Aunque disfrutaba mucho dando sexo oral, lo que realmente buscaba con tanta ansia era que se pusiera dura de nuevo para volver a sentirla dentro. La comía como si fuera a alimentarla de verdad. El flácido miembro de Jack fue endureciéndose en la boca de Kate, que lo notaba y se enorgullecía de su trabajo.

Cuando consideró que ya estaba suficientemente dura, la sacó de su boca lentamente, dejando caer su saliva sobre la polla para lubricarla bien. Se formó un bonito hilo de saliva que unía la punta del glande a su labio inferior. Se relamió los labios sonriendo. Luego se sentó encima de la polla de Jack con cuidado, dejando que entrara poco a poco. Movía el culo sensualmente, primero lento y cada vez más rápido, controlando a su antojo la velocidad de las penetraciones. No había perdido la técnica de movimiento de cintura pese a tanto tiempo sin ponerla en práctica. Kate estaba sentada encima de Jack, pero de espaldas a él. Él no tardó en pedirle que se diera la vuelta, quería verla bien. Quería ver sus tetitas botando, quería ver su cara de placer...

Jack, que estaba totalmente tumbado, se incorporó un poco y quedó sentado en la arena, de modo que llegaba a tocar los pechos de Kate. Tocarlos, lamerlos, besarlos, morderlos... A Kate parecía gustarle porque agarraba a Jack de su pelo largo y sucio, y empujaba su cabeza hacia sus tetas. En esa nueva postura Jack podía moverse mejor y acompañar el movimiento de cintura de Kate, acompasándose los dos en ese frenético polvo.

Se abrazaron, frotándose los cuerpos mientras follaban. Kate estaba tan excitada que le mordía el cuello a Jack. La fricción de ambos cuerpos era un estímulo extra que acercaba aún más a Kate a su orgasmo. Estaba a punto de correrse y Jack decidió darle un buen orgasmo. La lanzó contra la arena, boca arriba, y se colocó entre sus piernas con brusquedad. Se la volvió a meter enseguida y se puso a penetrarla con todas sus fuerzas. Kate se retorcía presa del placer, se acariciaba su propio cuerpo, se mordía los labios, se pellizcaba los pezones... Estaba disfrutando como hacía tiempo que no disfrutaba.

Jack acariciaba con los dedos el coño de Kate. A ella siempre le había gustado llevarlo completamente depilado, pero por todo el tiempo que llevaba en la isla ya lo tenía muy poblado de pelo. Un vello de un negro muy oscuro. Él lo estimulaba con los dedos al tiempo que lo penetraba con su polla. Después de tanto tiempo, no se le había olvidado como satisfacer a una mujer.

Tanto estímulo dio su fruto y Kate tuvo un orgasmo genial. Una ventaja de estar en una isla desierta es que pudo dar rienda suelta a sus gritos de placer mientras se corría con fuerza, soltando toda esa carga sexual acumulada. Jack no dejó de penetrarla con fuerza hasta que el último jadeo hubo salido de su boca. Hasta que estuvo seguro de darle el mejor orgasmo posible. Después, sacó su polla aun dura de su coño y la dejó descansar.

Durante unos segundos de recuperación, ella le agradeció su esfuerzo con una penetrante mirada a los ojos acompañada de una sonrisa traviesa. Luego le cogió la polla con la mano y le masturbó, dándole permiso no verbal para seguir follando y buscar su corrida. Así lo hizo Jack, que volvió a penetrarla y siguió follándosela, aunque más suavemente que antes.

No tardó mucho en corresponder con su orgasmo. La sacó de dentro de Kate en el momento preciso y se masturbó con fuerza descargando sobre ella, igual que había hecho la ocasión anterior. Esta vez Kate estaba de frente, y los chorros de semen mojaron principalmente su estómago y sus tetas, pero también alcanzaron su cara. Ella solo cerró los ojos, abrió la boca y recibió la ducha de corrida.

Cuando acabó de correrse, Jack se quedó mirando el bello cuerpo de Kate cubierto en su esperma. Ella, por su parte, recogía con los dedos el semen que resbalaba por sus tetas y se lo llevaba a la boca, disfrutando de ese sabor que tanto le gustaba y que tanto había echado de menos.



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