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sábado, 17 de marzo de 2018

Sorpresa en la piscina



Eran las 3 de la mañana cuando llegué a mi chalet de las afueras. Buscaba escapar durante un fin de semana del bullicio de la ciudad, después de una temporada cargada de trabajo. Nada más cruzar la puerta me despojé de la chaqueta y puse rumbo a la cocina en busca de una cerveza. Me relamía pensando en una cerveza fresquita, sentado en el sofá y viendo una película tranquilamente sin que nadie me molestara. Sin embargo, un plan mejor se iba a presentar por sorpresa.

En cuanto llegué al final del pasillo que seguía al recibidor y me adentré en el salón, me sorprendieron un montón de luces. Mi primer instinto fue asustarme, ya que alguien había entrado en mi casa. Tras un par de segundos de confusión, me tranquilicé de golpe al darme cuenta de lo que eran esas luces en el suelo. Eran velas. Estaban puestas formando un camino. Tuve una idea bastante probable de lo que ocurría. Seguí el camino de velas y mis sospechas se confirmaron en cuanto me encontré con prendas de ropa tiradas por el suelo y las reconocí al instante. Eran de mi vecina, Eva. Me salió una sonrisa al pensar en la buena idea que había sido darle a ella la llave de repuesto.

Mientras seguía ese camino de velas, ya me iba imaginando lo que tramaba Eva. La conocía muy bien e intuía sus intenciones. Pasé junto a su camiseta roja tirada en el suelo. Luego, su minifalda tejana que tan bien le quedaba. Cuando me encontré con su tanga de hilo rojo no pude evitar parar y recogerlo. Aún estaba húmedo. Aspiré su olor. Fue suficiente para que mi miembro empezará a despertar y endurecerse. Lo último en el camino fue el sujetador de Eva, tirado en la terraza. También lo recogí. Me encantaba manosear la ropa interior de mi vecina. Fue entonces cuando vi una nota en la mesa de la terraza. "Coge el champán de la nevera, dos copas y baja a la piscina".

 Obediente, eso fue lo que hice.

Al llegar al final de las escaleras metálicas que llevaban a la piscina, al fin me encontré con Eva. Estaba en la escalera de la piscina, totalmente desnuda y el agua le llegaba por la cintura. La piscina estaba rodeada de velas, lo que le daba un toque sensual a la escena e iluminaba magníficamente el cuerpo de mi vecina preferida. Eva me lanzaba una mirada lasciva que habría hecho correrse a más de uno sin siquiera tocarle. Una mirada que expresaba todas las guarrerías que deseaba hacer. A mí me provocó una tremenda erección. Mi polla empujaba el pantalón y luchaba por salir. Ella lo notó, porque desvió su mirada a mi entrepierna y se relamió los labios. Sus pezones, duros, también me miraban.

Me deshice de toda mi ropa y luego eché champán en las dos copas. Eva disfrutaba viéndome desnudo, totalmente empalmado y sirviendo el champán. Tanto que se acariciaba el coñito debajo del agua. Me acerqué a ella y le ofrecí una de las copas.
 - Recuéstate. - Le pedí, y Eva lo hizo.
Vertí mi copa sobre sus tetas lentamente. Se formó un pequeño río de champán desde su pecho hasta su entrepierna. Eva se estremeció al notar el frío líquido recorriendo su cuerpo. Yo me lancé a lamer sus tetas. Unos preciosos pechos que me moría por chupar desde que había visto a Eva desnuda en la piscina. Saboreé sus tetas, mordí sus duros pezones... Seguí con mi lengua el camino que había recorrido el champán hasta llegar al lugar más delicioso del cuerpo de aquella mujer. Le di un tremendo lametazo que provocó un escalofrío en su cuerpo. Eva, dejándose llevar por sus impulsos, me agarró del pelo con ambas manos y hundió mi cabeza entre sus piernas. Gimió y gimió a causa de mi traviesa lengua nadando en su interior.
 - Me encanta... - Decía entre jadeos y gemidos.

Aquello me sabía mil veces mejor que una simple copa de champán. Y además conseguía que Eva se retorciera de placer sobre el agua.

Fui egoísta y no estuve mucho tiempo comiéndoselo porque estaba deseando follármela. Me senté en la escalera de la piscina y Eva se subió encima de mí. Empecé con una buena embestida, metiéndosela hasta el fondo de golpe. Ella soltó un intenso gemido y apretó los dedos agarrando mis hombros con fuerza. Poco a poco los gemidos se transformaron en gritos de placer. Yo solía ser discreto pero Eva siempre era escandalosa. Pensé que podrían escucharnos los vecinos, pero estábamos los dos tan cachondos que nos daba completamente igual todo. A ratos era yo quien movía la cintura follándome a Eva lo más fuerte que podía, y a ratos era ella quien saltaba sobre mí moviendo el culo. El choque de nuestros cuerpos provocaba un chapoteo y el agua nos salpicaba.
 - Sí... Sí... - Eva me comía la oreja mientras follábamos, con sus labios y con sus gemidos.

Me encantaba notar sus pezones clavados en mi pecho. Era una delicia ver el cuerpo desnudo y mojado de Eva, con su largo pelo negro cayendo por un lado y sus ojos que pedían sexo y más sexo.

Deslicé sutilmente mi mano y acaricié el ano de mi vecina con la punta de mi dedo. Eso provocó una reacción instantánea en ella. Metí el dedo y Eva respondió mordiéndome el cuello. Luego a ese dedo le acompañó otro, dentro del culo.
 - Mmmm... Cómo sabes que eso me vuelve loca, eh...

En efecto, sabía que le encantaba tener ambos agujeros ocupados. Movía mi cintura frenéticamente penetrando a Eva sin descanso, al mismo tiempo que movía mis dos dedos metiéndolos en su culo. Notaba cómo Eva estaba en la gloria y ella lo evidenciaba rogándome de mil maneras distintas que siguiera, que no parase nunca. Nos movíamos sin parar, sacando el agua de la piscina. Estábamos desatados.

Eva estaba tan cachonda aquella noche que se corrió enseguida. Sin embargo, seguimos follando como animales y llegó a correrse de nuevo. En cada orgasmo su cuerpo se estremecía y sus gritos me embriagaban. Al acabar, me besaba con pasión, animándome a buscar el siguiente. Pero después de un buen rato follando sin parar, el tercer orgasmo de la noche fue el mío.
 - Me voy a correr...
 - Házlo... Dentro de mi coñito... - Rogó ella.

Apreté el cuerpo de Eva contra el mío y nos besamos con fuerza mientras explotaba en su interior. Ella jadeaba mientras notaba mi semen derramarse dentro de su coñito. Aunque a mi vecina le encantaba saborear la corrida, también le volvía loca sentirse inundada por dentro por ese líquido caliente. Y yo disfrutaba enormemente siendo el encargado de hacerlo. Tuvimos que quedarnos unos segundos descansando, jadeando, aun con mi miembro en su interior, hasta coger las fuerzas suficientes como para movernos. Nos quedamos los dos tirados en un lado de la piscina. Eva llevó su mano directamente a la entrepierna y se acarició el coñito, que estaba enrojecido. Metió un poco los dedos para luego llevárselos a la boca y, cómo no, saborear ese jugo que tanto le gustaba. Luego dirigió la mirada hacia mi polla que ya se estaba encogiendo y bajó la cabeza hasta ella para metérsela en la boca y limpiarla con su lengua. Era impresionante lo incansable que era esa mujer. Estábamos los dos exhaustos, pero Eva nunca estaba lo suficiente cansada como para saborear mi polla.

Así fue como un fin de semana que iba a ser tranquilo y solitario, se convirtió en tres días repletos de sexo y depravaciones.



Este relato es una adaptación del pornocast "Sorpresa en la piscina" de Eva Tentación.



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