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domingo, 6 de diciembre de 2015

Limpieza a fondo



Ding dong. Me levanté del sofá y recorrí con calma los pocos metros hasta la entrada. Abrí la puerta y me encontré de bruces con un ángel. Un precioso rostro angelical de piel tersa y blanquecina era la carta de presentación de una jovencita de veintipocos años con un aspecto inocente solo alterado por un piercing estilo septum en la nariz y un tatuaje detrás de la oreja. Su sedoso pelo castaño caía a la altura del pecho y lo adornaba un mechón rebelde de color más rubio cayendo por el lado izquierdo. Sus penetrantes ojos marrones, a juego con el cabello, brillaban transmitiendo dulzura.

Un enérgico y risueño "¡Hola!" me hizo reaccionar ante la hipnosis que había ejercido sobre mí. Se presentó como Shelly. Era la chica que me mandaba la agencia. Había decidido otorgar la tarea de limpieza de mi piso a una agencia, y Shelly era la chica que me habían mandado. Si lo hubiera sabido, les habría llamado mucho antes.

Entró a mi piso cargando una bolsa. Le dije que le dejaba trabajar y volví al sofá, donde yo también estaba trabajando frente a mi ordenador. Pasó un rato y no me percaté de que Shelly se había cambiado de ropa hasta que se puso a limpiar los estantes de la pared frente a mí. Se me quedaron los ojos como platos al verla llevando un vestido sexy de doncella, extremadamente ligero de tela. Atuendo digno de película porno. El vestido de sirvienta estilo francés (de french maid), blanco y negro, con su delantal por delante, la falda suficientemente corta como para solo cubrir el culo y el escote suficientemente pronunciado como para presumir de dotes. Todo ello culminado con el típico lazo blanco en la cabeza a modo de diadema. Además, sus largas y bonitas piernas vestían unas medias negras.


La escasez de tela alrededor de su cuerpo descubría rincones dignos de mención. Un gran tatuaje decoraba su hombro derecho, combinando dos rosas y un reloj entre otras cosas. Tres letras negras pintaban la palabra "ART" su antebrazo, como confirmando que ese cuerpo era una obra de arte. Gracias a la corta falda y las medias semitransparentes también eran visibles otros dos tatuajes de considerable tamaño en su pierna izquierda, un ciervo en el muslo y otro en la parte inferior del gemelo, de lo que me parecieron ser unas flores violetas. Además, en la parte delantera de los tobillos tenía escritas las palabras "Carpe" y "Noctem". "Aprovecha la noche", algo que continuamente se me venía a la cabeza al verla. Pese su cuerpo totalmente marcado, Shelly seguía pareciendo un ángel. Era muy bonito el contraste de la tinta en su pálida piel.

Con Shelly limpiando la estantería, era imposible concentrarme en mi tarea. Mi mirada se desviaba continuamente hacia ella. Cuando limpiaba los estantes de arriba, se ponía ligeramente de puntillas y sacaba un poco el culo. Cuando se centraba en los de abajo, al agacharse, la falda del vestido se levantaba un poco y podía ver ligeramente su ropa interior.
 - ¿Molesto? - Preguntó ella girándose hacia mí.
Tuve que disimular rápidamente y le contesté sin apartar la mirada de la pantalla.
 - No, tranquila.
Tras dedicarme una sonrisa continuó con su labor.

Al terminar con la estantería le tocó el turno a la mesa del salón, tras la que yo estaba sentado. Con dulzura y desparpajo pasaba el paño por la superficie de la mesa, con unos movimientos que, pese a estar limpiando, resultaban tremendamente sexys. Además, inclinándose hacia delante dejaba el escote al descubierto y podía ver parcialmente su sujetador negro. Tuve que controlarme para no tener una erección mientras la observaba. ¿Estaba Shelly jugando conmigo? ¿Me estaba provocando?

Acabó con el salón y se dirigió a otra zona de la casa, y yo por fin respiré hondo. Ya podía trabajar tranquilo. Sin embargo, cada vez que pasaba cerca me era imposible no echar un vistazo a aquel precioso culo apenas cubierto. Me daba igual si la casa quedaba sucia, quería que viniese siempre Shelly.

Pasaron las dos horas pactadas y Shelly se plantó frente a mí con su habitual sonrisa. Una sonrisa tierna pero a la vez picante. Me levanté para despedirme.
 - Bueno, mis dos horas ya han pasado pero no me gustaría dejar nada sin limpiar.
 - Creo que está todo limpio, muchas gracias.
Sin borrar su sonrisa ni por un segundo se acercó a mí hasta estar a escasos centímetros.
 - ¿Seguro? ¿Todo, todo...? - Hizo énfasis en la última parte.
Yo no sabía cómo comportarme en tal situación. Podía imaginar una posibilidad, pero no quería arriesgarme a equivocarme, por lo que mi estrategia fue guardar silencio. Sin embargo, la estrategia de Shelly se hizo evidente cuando, agarrándome de la entrepierna, me susurró al oído:
 - Me gusta limpiar a fondo...
Mi cerebro casi se colapsa al oír eso viniendo de aquel picante ángel. Me quedé paralizado. Para cuando recobré la compostura Shelly me miraba desde abajo, arrodillada frente a mí. Por el brillo de sus ojos deduje que era una postura que le agradaba bastante. Mi atención se centró en la grandiosa vista que tenía desde arriba del tremendo escote de Shelly, pero enseguida quedó interrumpida por sus manos desabrochándome el pantalón. En segundos lo tenía a la altura de los tobillos. Shelly mordió la goma de mis calzoncillos con sus dientes de un blanco impoluto y tiró hacia abajo, sin ayuda de las manos y sin dejar de mirarme a los ojos, hasta que mi miembro apareció frente a sus ojos.

Shelly se relamió los labios con esa mezcla de dulzura y perversión que tanto me impactaba, antes de agarrar mi pene con una mano y comenzar a masajearlo. Fue al fijarme en su mano rodeando mi miembro cuando me percaté de que tenía tres símbolos tatuados de los que no me había dado cuenta, en los dedos índice, corazón y anular. Enseguida mejoró la masturbación al utilizar la otra mano para acariciar suavemente mis testículos. De vez, en cuando acercaba tanto la boca a mi pene que me hacía ilusionarme, pero lo máximo que conseguía era notar su aliento en mi glande.

Tras unas pocas sacudidas ya tenía una considerable erección, pero por muy placenteras que fueran sus tiernas manos alrededor de mis genitales, deseaba que la acción no terminara ahí. Cuando Shelly soltó mi pene y se levantó, temí que ciertamente acabará ahí todo, pero afortunadamente me empujó débilmente hasta hacerme caer sentado en el sofá. Shelly cogió sitió entre mis piernas y, ahora sin manos, acarició mis huevos con la punta de su lengua. Las ligeras caricias se convirtieron en lametones, y éstos en succiones. Todo mientras mi pene pedía a gritos un abrazo de los labios de Shelly. No tardó en suceder. Para inaugurar la felación, la angelical doncella recorrió con la lengua desde la parte baja de mis huevos hasta la punta de mi pene. Se podía leer en su rostro que le gustaba lo que hacía. Tras esa especie de saludo, por fin pude notar la calidez de su boca abrazando mi pene, y el contacto de sus jugosos labios contra el tronco de éste. Luego comenzó a mover la cabeza rítmicamente y volvió a aportar la ayuda de las manos, en lo que acabaría convirtiéndose en una fantástica felación. Aunque en ocasiones le costaba algo de trabajo, ella insistía y conseguía engullir todo mi aparato, hasta tocar mi zona púbica con la nariz.
 - Dios... - Se me escapó una de las veces.
Shelly se limitó a sonreír, satisfecha con su trabajo. Sus labios y manos no hacían todo el trabajo, ya que también notaba su lengua jugueteando en el interior de su boca, y alguna vez salía a saludar cuando Shelly interrumpía durante unos segundos la fricción en los labios y se dedicaba a lamer el tronco de mi miembro. Lo hacía todo siempre manteniendo el contacto visual, clavando sus brillantes ojos marrones en los míos.

Mi pene goteaba saliva de Shelly cuando ella la dejó respirar y se levantó. Llevándose las manos a la cremallera trasera del vestido de french maid, me miró con actitud interrogante.
 - ¿Prefieres que me lo deje puesto?
Pese a que me excitaba la idea de tener sexo con Shelly vistiendo su sexy traje de doncella, me gustaba más la idea de poder ver ese cuerpo en todo su esplendor, así que negué con la cabeza. Ella respetó mi decisión bajando por completo la cremallera. Tras dos ágiles movimientos todo lo que cubría su cuerpo cayó a sus pies. La frase "Love yourself" recorría uno de sus costados, y dos golondrinas de varios colores estaban tatuadas en su vientre. Shelly llevaba un juego de sujetador negro semitransparente que dejaba ver ya un anticipo de lo que esperaba. La luz del sol entrando por la ventana incidía en su cuerpo y hacía brillar los piercings que tenía en los pezones. Las bragas a juego también eran muy sensuales. Me hizo sufrir quitándose primero las medias muy lentamente, durante lo cual aproveché para deshacerme de toda la ropa que yo llevaba puesta. Después Shelly se quitó su ropa íntima con la misma lentitud de antes. Apareció ante mí el precioso cuerpo de Shelly al desnudo, que ya no llevaba pieza alguna de tela a excepción de la diadema del pelo que se había dejado intencionadamente. La esbelta sombra que se proyectaba en la pared por la exposición del cuerpo de Shelly al sol ofrecía una previsualización censurada de las curvas del increíble cuerpo que tenía ante mí. Sus pechos eran redondos, firmes y bien puestos. Y grandes, como ya bien sabía. Unas grandes areolas culminaban en sus pezones decorados por el metal de los piercings, con los que ahora ella jugueteaba. Algo más abajo, su zona pélvica estaba adornada por un perfecto triángulo invertido, formado por su vello púbico perfectamente recortado.

Después de unos segundos de exposición ante mí, Shelly tomó de nuevo la iniciativa. Se acercó de nuevo y se colocó sobre mi pene, el cual seguía duro y completamente lubricado. Cerré los ojos y noté con gran placer mi miembro adentrarse en el húmedo coño de Shelly lentamente, hasta que estuvo dentro del todo. Un suspiro de Shelly me acarició el oído. Poco a poco ella fue aumentando el ritmo de sus movimientos encima de mí. Empezó con delicadeza y calma pero conforme pasó el tiempo llegó a cabalgarme algo salvajemente. Realmente sabía cómo mover el culo. Alternaba movimientos circulares con pequeños saltos. Me encantaba ver el suave pelo castaño de Shelly revoloteando por su cara arbitrariamente, así como sus grandes pechos de pezones agujereados botar en mi cara. Yo me limitaba a coger a Shelly de la cintura y empujar tímidamente con la pelvis dejando que ella hiciera prácticamente todo el trabajo, pero al tener esas grandes tetas en mi cara no podía evitar de vez en cuando masajearlas con las manos. Besé a Shelly apasionadamente mientras saltaba sobre mí, para luego de la boca pasar a morderle ligeramente el cuello, y seguir bajando hasta lamer sus pezones. Un cuerpo delicioso.

Me di cuenta de que a Shelly le gustaba variar porque al cabo de pocos minutos se dio la vuelta para cambiar de postura. Igual que estábamos antes pero ahora dándome la espalda. Se inclinó un poco hacia atrás y apoyó las manos en pecho, ayudando ese apoyo a sus movimientos. Aunque el placer seguía siendo inmenso, no era tan buena la vista de su espalda como la de sus pechos y su precioso rostro, así que poco después tomé por primera vez la iniciativa para cambiar de posición.

Yo ya me dejaba llevar por la situación y había dejado la timidez atrás junto con mis pantalones. Levanté el delicado cuerpo de la doncella en volandas y lo llevé hasta la mesa del comedor. Tras posar a Shelly sobre la superficie de madera y verla abierta de piernas me invadió un tremendo deseo de hundir mi cabeza entre ellas, y así lo hice. Recorrí con mi lengua cada recoveco de su coño, esforzándome al máximo para hacerla disfrutar tanto como ella me estaba haciendo disfrutar a mí aquella tarde. Los gemidos de Shelly mientras mi boca jugaba con su entrepierna eran música para mis oídos. Aunque era una delicia saborear aquello, me moría por volver a penetrar a Shelly.

Interrumpí el sexo oral, y me pareció que dejaba a Shelly bastante cachonda. Levanté sus piernas y apoyé sus pies en mis hombros. Posicionado entre sus piernas, volví a meterla en su interior, esta vez con mucha más facilidad. El pequeño descanso durante el cunnilingus me ayudó a retardar el momento de la eyaculación, y eso me permitía follarme a Shelly con intensidad y frenesí. El sonido del duro choque entre nuestros cuerpos hacía eco por toda mi casa. Y Shelly gemía. Gemía mucho. Yo jadeaba. Los pechos de aquella preciosidad se movían describiendo círculos. Ahora era yo el que hacía el trabajo duro, y Shelly era la que se dejaba llevar a un mundo de gozo. Mientras era penetrada, Shelly usaba una de sus manos para acariciar su entrepierna y la otra para hacer lo mismo con sus pechos, en ocasiones pellizcando sus pezones. Realmente era una imagen digna de presenciar. Y mejoró aún más cuando un fuerte orgasmo sacudió su cuerpo. Shelly apretó las manos y los dientes con fuerza y se dejó llevar a un placentero clímax durante el cual no dejaba de repetirme entre dientes que no parara. Por supuesto, yo no pensaba parar. Después de retorcerse durante un tiempo, su cuerpo se relajó por completo.

Una idea apareció en mi cabeza y, dejándome llevar por lo cachondo que estaba, decidí probar suerte. Giré a Shelly sobre sí misma, dejándola en posición de perrito con los pies en el suelo y la parte superior del cuerpo apoyada en la mesa. Ella soltó una divertida risita mientras se daba la vuelta y se ponía en dicha posición. Apoyé la punta de mi glande en la entrada al culo de Shelly, como pidiendo permiso. Afortunadamente ella no renegó, sino que dio el visto bueno separándose las nalgas con las manos. Me atrevería a decir que me dio el derecho a ese "extra" gracias al orgasmo que le había proporcionado. Con cuidado fui empujando y mi pene fue invadiendo la entrada trasera de Shelly sin mayor problema. Pronto empecé los movimientos de cintura y poco a poco alcanzaron el nivel de embestidas. Disfrutaba de lo lindo penetrando el estrecho culo de la doncella que un rato antes me había limpiado la casa. En algún momento tiré un poco del pelo de Shelly, a petición suya, pero por lo general prefería tener mis manos en su redondo y precioso culo. Menudo culo...

La piel pálida de Shelly estaba enrojecida en algunas partes de su cuerpo, sobre todo en las nalgas, que es donde más choques con mi cuerpo había recibido. Nuestros cuerpos estaban sudorosos y muy calientes. Yo seguía aprovechándome del cuerpo de Shelly, el cual estaba a cuatro patas contra la mesa, con la variante de tener el cuerpo apoyado en ella. Gotas de sudor brotaban en mi frente, resbalaban hasta mi barbilla y goteaban cayendo en la espalda de Shelly. A ella parecía gustarle mucho la postura en la que se encontraba, y con movimientos hacia atrás ayudaba a dar un mayor impacto a mis penetraciones.

Noté que llegaba el momento de mi orgasmo. Ya era extraño que hubiera durado tanto con una bomba como Shelly. Se lo hice saber a ella y me senté en una de las sillas de la mesa. Shelly se arrodilló entre mis piernas. Alcanzó su bolso, el cual estaba encima de la mesa, y sacó de él unas toallitas húmedas. Usó una para limpiar mi pene, que acababa de alojarse en su culo, y una vez limpio se lo metió en la boca. Realmente a esta chica le gustaba mucho chupar. Chupó mi miembro con ganas y succionó buscando extraer la recompensa. Se acercó el momento y volví a avisar a Shelly con un directo "Me corro". A ella parecía no importarle, y seguía chupando, incluso con más intensidad. Estuve a punto de dejarme llevar por el placer y rendirme a los deseos de ese precioso ángel, el cual parecía decidido a tragárselo todo, pero yo quería decorar su inocente rostro. Cogí del pelo a Shelly y tiré de él separando su cara unos centímetros de mi entrepierna, y sacando mi miembro de su boca, para segundos después empezar a correrme. Chorros de semen brotaron de mi interior y chocaron contra la cara de Shelly. Ella se reía. Reía a carcajadas mientras recibía chorretones de esperma caliente en su blanquecino rostro.

Acabé de eyacular y Shelly seguía riéndose. Su cara de felicidad y diversión quedaba debidamente decorada por mi corrida resbalando por sus mejillas. Cuando dejó de reírse, relamió primero las gotas de semen de sus labios, y luego lamió y chupó con delicadeza mi miembro, limpiándolo por completo. Me encantó ver la tan bonita cara de Shelly cubierta por mi semen, y ella remató la situación con una morbosa frase.
 - Aunque me dedico a la limpieza, me encanta sentirme sucia...

Los dos reímos. Luego Shelly se levantó y se dirigió al baño. No dijo nada hasta que llegó a la puerta. Se giró y dijo:
 - Voy a darme una ducha. - Tras una muy breve pausa continuó. - Tú deberías hacer lo mismo.
Por si tenía alguna duda de si eso era una indirecta, Shelly acabó de despejar mis dudas dejando la puerta del baño semiabierta. Pese a que estaba cansadísimo, no quería desaprovechar un instante así que me metí también en el baño. Pero la historia de lo que pasó allí dentro ya la contaré otro día.



Este relato está inspirado en la webcamer Shelly Sweetie (@shelly_sweetie) y está dedicado a ella.





4 comentarios:

  1. Escribes bien, lo que es un lujo a la hora de leer un relato erótico. ¡Enhorabuena!

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  2. Me ha parecido perfecto.
    Cierro los ojos y me parece estar allí.

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