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miércoles, 1 de julio de 2015

Compartiendo una pelirroja



Una tarde muy aburrida. Sin nada que hacer y tirado en el sofá de casa desaprovechando mi tiempo. Me vestí y salí de caso. Crucé el rellano y llamé a la puerta de en frente, donde vive mi vecina Eva. Llamé al timbre con la esperanza de que a Eva le apeteciese salir por lo menos a tomar unas cervezas. No hubo respuesta. Volví a llamar. Lo mismo. Llamé una tercera vez. Al fin oí unos pasos al otro lado de la puerta. Me abrió Eva, pero no cómo me la esperaba. Con una mano sostenía la puerta y con la otra la toalla que cubría su cuerpo.
-          Uy, ¿te estabas duchando? Perdón…
-          Eh… No, en realidad no…
Me extrañó, ya que al ver que estaba desnuda y solo cubierta por una toalla pensé que estaría en la ducha o a punto de entrar en ella. Entonces oí una voz femenina en el interior de su casa que llamaba a mi vecina. Eva se disculpó un momento, dejó la puerta entornada y se adentró en su casa. Segundos después volvió a aparecer frente a mí.
-          ¿Quieres pasar? – Me dijo con una sonrisa. Una sonrisa que yo conocía perfectamente y sabía lo que significaba.
Contesté con otra sonrisa y entré en la casa. En cuanto cerró la puerta tras de mí, Eva dejó caer su toalla en el suelo, dejando al descubierto ese precioso cuerpo que yo tantas veces había visto y disfrutado. Me dio una palmadita en el culo y me cogió de la mano para llevarme a su dormitorio.

En su cama había una preciosa pelirroja, totalmente desnuda, con la mano acariciándose la entrepierna, seguramente pensando en lo que pasaría a continuación.
-          Esta es Rebeca. Él es Juan. – Nos presentó Eva.
Llegué al borde de la cama y ambas mujeres se lanzaron sobre mí como lobas. En un abrir y cerrar de ojos me habían desnudado y tumbado en la cama.

Dos lenguas entraron en contacto con mi flácida polla al mismo tiempo, cada una por un lado, pero ambas lamiendo de abajo a arriba. Las lenguas de Eva y Rebeca rodeaban mi polla y jugaban con ella haciendo que se pusiera cada vez más dura, hasta que alcancé una completa erección. El húmedo contacto de dos lenguas distintas con mi polla al mismo tiempo es de las mejores sensaciones que he tenido. Y además, esas dos lenguas en concreto. Yo ya sabía que Eva la sabía manejar bien, y ahora estaba descubriendo que su amiga tenía el mismo nivel. Las lenguas de las dos mujeres recorrieron el tronco de mi miembro hasta encontrarse en la punta, y entonces se besaron. Era muy excitante ver el apasionado beso que se estaban dando mientras una me pajeaba y la otra me acariciaba los huevos.

Después de esto, Rebeca fue la primera en meterse mi polla en la boca. Hizo un buen esfuerzo y le cabía casi entera. Era precioso ver esa belleza pelirroja de cara pecosa tragarse mi polla con ansia. Eva contribuía lamiendo mis huevos. Las dos me miraban a los ojos y yo ya no sabía a cuáles mirar. Los dos pares de ojos clavados en mí me excitaban muchísimo. Pero no siempre me miraban a mí. Cuando compartían el tronco de mi polla, lamiéndolo por todas partes, Eva y Rebeca se miraban la una a la otra. Se miraban lujuriosamente y se sonreían mientras cada una veía a su amiga lamer mi polla. Sus miradas entrecruzadas provocaban que de vez en cuando se besaran entre ellas, y así daban un respiro a mi miembro. Hilos de saliva iban desde la punta de mi glande hasta sus labios entremezclados.

Luego se cambiaron. Eva me comía la polla y Rebeca los huevos. No solo lamiéndolos sino también chupándolos y succionándolos con vicio. Eva, como ya sabía yo perfectamente, no tenía ningún problema en conseguir metérsela entera en la boca. Su mirada lacrimosa con toda mi polla alojada en su garganta era algo maravilloso. Así se fueron turnando mi polla y mis huevos. En ocasiones también se besaban con mi glande de por medio, en lo que acababa siendo un beso entre tres partes: los labios de Eva, los labios de Rebeca y mi glande. Era tremendamente placentero.

En un momento en el que era Rebeca la que chupaba mi polla, Eva la agarró de su pelo rojizo y controló el movimiento de su cabeza. Primero eran movimientos lentos, pero iban aumentando gradualmente en velocidad hasta que mi polla entraba y salía de su boca como si me la estuviera follando duramente. Terminó apretando su cabeza contra mi entrepierna hasta que toda mi polla entró entera por primera vez en la boca de Rebeca. Tras unos segundos la soltó de golpe y la pelirroja salió disparada hacia atrás cogiendo aire a bocanadas en cuanto su garganta quedó libre. Eva la miró con cara de aceptación y orgullo y volvieron a besarse.

Lo inevitable tenía que llegar. Dos mujeres increíbles y muy viciosas chupándome la polla al mismo tiempo, y aguanté más de lo que esperaba. Me incorporé de golpe en la cama. Mi vecina, que me conoce sexualmente a la perfección, notó en mis gestos y mi cara que me iba a correr. Se sentó a mi espalda en la cama y me rodeó con sus brazos. Con la mano izquierda agarró la cabeza de Rebeca, asegurándose que al menos la punta de mi polla no saliera de su boca. Por el otro lado de mi cuerpo, con la mano derecha, me pajeaba furiosamente. Además, me susurraba guarradas al oído y me lamía la oreja con sensualidad.
-          Vamos Juan, córrete en la boca de esta putita… Lo está deseando.
Estaba llegando. Veía la mirada de Rebeca, amorrada a mi polla, esperando mi corrida.
-          Queremos tu corrida, Juan. Venga, córrete para que podamos repartirnos tu semen.
Eva era una maestra hablando de forma sucia, y sabía que me encantaba. La insistencia dio su fruto y me corrí abundantemente en la boca de Rebeca, mientras Eva no paraba de masturbarme y sujetar la cabeza de la pelirroja para evitar que nada se perdiera.

Acabé de correrme y Eva abandonó su posición detrás de mí. Fue hasta Rebeca y se besaron tan apasionadamente como antes, con la diferencia de que ahora mi semen fluía entre sus bocas, bañando sus lenguas. Esa imagen fue tremenda. Noté por el movimiento de sus gargantas que las dos tragaron mi esperma. Tras el beso, Eva y Rebeca me miraron a la vez, sonriendo, y con restos de mi semen resbalando por sus barbillas y las comisuras de sus labios. Eva se relamió y luego lamió los alrededores de la boca de Rebeca para rescatar lo que quedaba de mi corrida. Remataron la faena limpiando a fondo mi polla a lametones.

Para ellas no acababa ahí. Yo me senté en una silla de la habitación a descansar y ellas saltaron entusiasmadas a la cama sin parar de lamerse y tocarse la una a la otra. Las manos de Eva acariciaban las piernas de Rebeca, para luego subir hasta sus tetas, y acabar cogiendo a la pelirroja del pelo mientras le comía la boca. Rebeca agarraba con fuerza las nalgas de Eva y también recorría su cuerpo de arriba a abajo. Rebeca se giró en la cama colocando su entrepierna frente a la cara de Eva y metiendo la cabeza entre sus piernas. Me entusiasmé al ver que se colocaban en posición de 69. Acerqué un poco más la silla a la mesa y observé impactante. En seguida noté que mi miembro resucitaba mientras veía a mi vecina y su amiga pelirroja comerse el coño mutuamente, así que me agarré la polla con una mano y me masturbé gentilmente observando aquella excitante escena.

A veces me levantaba y movía para observar desde distintos ángulos y no perder detalle. Las dos mujeres ni se inmutaban con mi comportamiento, seguían con lo suyo como si yo no estuviera, excepto por alguna mirada furtiva que me echaban y que les hacía excitarse aún más al verme ahí sentado mirándolas y masturbándome. Eva devoraba con ansia el coño de Rebeca y la agarraba del culo empujando hacia su cara como si buscara evitar que se le escapase. Rebeca, al tiempo que le comía el coño a mi vecina, usaba una mano para meterle un par de dedos. Con un dedo de la otra mano acariciaba la entrada trasera y de vez en cuando se lo metía por el culo. Ambas parecían gozar de lo lindo. Ver a las dos mujeres haciendo un 69 era tan excitante como oír los gemidos de las dos envolviendo la habitación.

Era un auténtico show en directo. Mi miembro ya estaba otra vez preparado y me tocaba volver a entrar en acción. Me levanté y me coloqué en el borde de la cama, que era la parte donde estaba el culo de Rebeca y la cabeza de Eva. Metí la polla en la boca de Eva. Durante un minuto me follé su boca mientras ella estaba boca abajo, llenando mi polla de sus babas. Mi miembro en su boca amortiguaba los gemidos que le provocaba el cunnilingus que le hacía Rebeca. Tras ese breve instante para lubricar, saqué la polla de la boca de mi vecina y la metí en el coño de su amiga pelirroja. Empecé con cuidado pero me animé en seguida al ver que no ponía quejas a mi penetración y entonces pasé a follármela en condiciones.

El placer que le daba a Rebeca que la estuviera follando mientras Eva le comía el coño hacía que le fuese imposible concentrarse en comerle el coño. Sus gemidos se triplicaron en cantidad y sonoridad. Eva alternaba comerle el coño a Rebeca con lamerme los huevos a mí, ya que al follarme a la pelirroja le quedaban a la altura de la cara. Era increíble la sensación de estar penetrando el húmedo y prieto coño de la pelirroja mientras notaba la lengua de la morena lamiendo mis huevos. Había veces que cambiaba y en vez de penetrar a Rebeca se la metía a Eva por la boca, dejándole probar los flujos vaginales de su amiga.

Fue Eva la que rompió el momento para ir en busca de un juguete. Salió de la cama y se dirigió al armario. Me quedé unos segundos observándola intrigado por lo que estaría buscando. Rebeca, sin embargo, no tenía tiempo que perder. Lo noté porque me sacó de mi estado de observación tumbándome en la cama y subiéndose encima de mí. Sin usar las manos, las cuales tenía apoyadas en mi pecho, sólo con movimientos de cintura, Rebeca se sentó sobre mi polla y se puso a cabalgarme. Su precioso pelo de un increíble tono rojizo volaba libre alrededor de su cuerpo, acariciando sus grandes tetas y revolviéndose en su pecoso rostro.

De reojo vi movimiento así que me giré. Eva estaba ya de cara a nosotros, y llevaba puesto un arnés con una gran polla de plástico. Su sonrisa lo decía todo. Se puso detrás de Rebeca. Empujó su espalda de modo que todo el cuerpo de su amiga se inclinó hasta descansar sobre el mío. Ella aprovechó para besarme el cuello, cosa que me excitó tremendamente. Veía a Eva usar su propia saliva para lubricar la polla de plástico que llevaba puesta. Yo ya sabía lo que venía a continuación, aunque durante unos segundos dudé realmente de si pensaba introducírmelo a mí, ya que Eva era muy dada a probar cosas. Menos mal que no fue así. Mis dudas se despejaron gracias a las muecas que ponía Rebeca, que indicaban inequívocamente que algo estaba entrando por su otro agujero. Eva se la metió con cuidado, aunque en seguida ya estábamos follándonosla entre los dos sin ningún miramiento. Me sorprendió la facilidad de Eva para penetrar analmente a Rebeca. Cuando la pelirroja levantaba levemente su cuerpo ayudándose de las manos, yo podía ver su cara de placer en primer plano y, por detrás, la cara de vicio de Eva embistiendo a su amiga por detrás. La intensidad de la doble penetración hacía que Rebeca estuviera casi siempre con su cuerpo tirado sobre el mío. Me encantaba sentir sus pezones duros rascando mi pecho. Y sus besos en el cuello ahora eran agresivos mordiscos. Eva aumentó la velocidad y dureza de sus penetraciones. Con un gesto entendí lo que quería e hice yo lo mismo. Un par de minutos después Rebeca tenía un increíble orgasmo. Mientras se corría me mordió con tal dureza el cuello que tuve la marca varios días.

Cumplida la misión de hacer que se corriera Rebeca, ahora tocaba buscar el orgasmo de mi vecina Eva. Fue la propia Rebeca la que le quitó el strap-on a Eva y se lo puso. Yo me desmarqué de la escena para dejar descansar a mi miembro un poco, sino me correría antes de lo que me hubiera gustado. Durante unos minutos observé desde fuera  cómo Eva movía ágilmente la cintura follándose la polla de plástico que llevaba Rebeca en la pelvis, la cual yacía tumbada en la cama debajo de mi vecina.

En cuanto me sentí preparado me uní a la fiesta. No hizo falta que empujara ligeramente la espalda de Eva para inclinar su cuerpo, como ella había hecho antes con Rebeca. Al ver que me acercaba ella misma se dejó caer sobre el cuerpo de su amiga, dejándome vía libre para utilizar la entrada trasera. Me había follado por el culo a mi vecina muchas veces, pero siempre me hacía especial ilusión hacerlo. Apoyé la punta de mi glande en el ano de Eva, pero entonces me di cuenta de que igual no estaba del todo lubricado para ello. Me arrodillé en el cabezal de la cama y acerqué mi polla a las caras de las chicas. Ellas reaccionaron de inmediato. Dejaron de besarse y lamieron con ímpetu mi polla hasta que estuvo rebosante de babas. Volví a la posición de antes, ahora más convencido, y se la metí por el culo a Eva con la mezcla exacta de delicadeza y dureza que a ella le gustaba.

No era la primera vez que Eva disfrutaba de una doble penetración, pero no es algo a lo que una se acostumbre fácilmente. Igual que antes Rebeca había pagado la intensidad de esta práctica con mi cuello, ahora Eva hacía lo mismo con el suyo. En seguida se relajó y dejó los mordiscos para volver a los sensuales besos con lengua. Era impresionante ver a esas dos tremendas mujeres besándose y follando al mismo tiempo que daba por culo a una de ellas. Las tetas de ambas se rozaban y acariciaban entre ellas al compás del acto sexual. Las inquietas manos de las dos mujeres recorrían con suavidad cada centímetro del cuerpo de la otra, prestando especial atención en estimular sus clítoris y pellizcar sus pezones. Yo, cuando no estaba usando mis manos para azotar el culo de Eva o tirar de su pelo, usaba mis dedos para acariciar las entrepiernas de las dos y añadir ese extra de estimulación.

No tardó en llegar el tercer orgasmo de la tarde. El primero había sido el mío, eyaculando en la boca de Rebeca mientras Eva me masturbaba; y el segundo había sido el de Rebeca. Ahora le tocó el turno a mi vecina. Su orgasmo fue más espectacular ya que no se reprimió de ninguna manera y los gritos de gozo casi destrozan los cimientos del edificio. Además, durante su clímax, Rebeca la había estrangulado en la justa medida apretando su cuello con las manos. Eso había provocado el bonus de placer que ofrece la asfixia controlada.

En cuanto Eva se corrió yo dejé de retrasar mi orgasmo y permití que me llevaran hasta él. Las dos mujeres yacían de lado en la cama, dándose la cara entre ellas, tocándose la una a la otra y besándose sin casi dejarse respirar. El cabello pelirrojo de Rebeca se entrelazaba sensualmente con el pelo moreno de Eva. Era una imagen digna de retratar en forma de pintura. Yo, al notar que me iba a correr, acababa de sacar mi polla del culo de Eva y me masturbaba hacia ellas. Ellas lo sabían, y por eso juntaban sus cuerpos y se daban placer, esperando que les cayera el riego de esperma. Yo estaba arrodillado en la cama a la altura de sus culos, para que la eyaculación no cayera solo en sus piernas. En un momento chorros de semen empezaron a salir de mi polla y caer sobre sus cuerpos. Ellas no dejaban de acariciarse y besarse en lo que parecía la típica escena de un romántico beso bajo la lluvia de una película hollywoodiense, solo que era un tremendo beso lésbico mientras se acariciaban sus cuerpos desnudos y en lugar de agua era semen lo que llovía. Me corrí principalmente en sus vientres y sus tetas, aunque algunas gotas cayeron en sus nalgas. Algo cayó también en sus brazos, que no podían dejar quietos. La eyaculación que más lejos llegó impactó en la pecosa mejilla de Rebeca, y Eva se encargó de limpiárselo de un lametazo. Mi vecina cogió con la punta del dedo índice algo de semen que tenía en su cuerpo y lo acercó a la boca de Rebeca, quien no dudó en abrirla y chuparle el pringoso dedo. También usaban sus lenguas para lamer la corrida que había caído en el cuerpo de la otra. Muy erótico y guarro, me encantaba. Yo ya había dejado de correrme hace tiempo pero seguía ahí, arrodillado en la cama y masajeando mi polla enrojecida, contemplando esa escena digna de película porno.

Cuando dejaron de magrearse me encontraron descansando sentado en una silla. Eva me dijo que me fuera cuando quisiera, que ellas se iban a duchar. Intuí por cómo lo dijo que querían un tiempo para ellas dos solas en la ducha. Me habría gustado participar pero creo que, después de tanta acción y de eyacular dos veces, no habría podido. Al menos sin descansar un tiempo. Me despedí dando un beso a cada una y vi por última vez aquella tarde sus espléndidos cuerpos desnudos cuando entraban al baño en actitud juguetona. Me vestí a medias y crucé el pasillo hasta mi casa para ir directo a la ducha.

Estoy seguro de que lo que ocurrió en esa ducha fue tremendamente excitante. Aunque en aquel momento me fui a casa deseando haber podido verlo, días después mi vecina Eva me lo contó todo detalladamente.


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