Una
tarde muy aburrida. Sin nada que hacer y tirado en el sofá de casa
desaprovechando mi tiempo. Me vestí y salí de caso. Crucé el rellano y llamé a
la puerta de en frente, donde vive mi vecina Eva. Llamé al timbre con la
esperanza de que a Eva le apeteciese salir por lo menos a tomar unas cervezas.
No hubo respuesta. Volví a llamar. Lo mismo. Llamé una tercera vez. Al fin oí
unos pasos al otro lado de la puerta. Me abrió Eva, pero no cómo me la
esperaba. Con una mano sostenía la puerta y con la otra la toalla que cubría su
cuerpo.
-
Uy, ¿te estabas duchando? Perdón…
-
Eh… No, en realidad no…
Me
extrañó, ya que al ver que estaba desnuda y solo cubierta por una toalla pensé
que estaría en la ducha o a punto de entrar en ella. Entonces oí una voz
femenina en el interior de su casa que llamaba a mi vecina. Eva se disculpó un
momento, dejó la puerta entornada y se adentró en su casa. Segundos después
volvió a aparecer frente a mí.
-
¿Quieres pasar? – Me dijo con una sonrisa.
Una sonrisa que yo conocía perfectamente y sabía lo que significaba.
Contesté
con otra sonrisa y entré en la casa. En cuanto cerró la puerta tras de mí, Eva
dejó caer su toalla en el suelo, dejando al descubierto ese precioso cuerpo que
yo tantas veces había visto y disfrutado. Me dio una palmadita en el culo y me
cogió de la mano para llevarme a su dormitorio.
En
su cama había una preciosa pelirroja, totalmente desnuda, con la mano
acariciándose la entrepierna, seguramente pensando en lo que pasaría a
continuación.
-
Esta es Rebeca. Él es Juan. – Nos
presentó Eva.
Llegué
al borde de la cama y ambas mujeres se lanzaron sobre mí como lobas. En un
abrir y cerrar de ojos me habían desnudado y tumbado en la cama.
Después
de esto, Rebeca fue la primera en meterse mi polla en la boca. Hizo un buen
esfuerzo y le cabía casi entera. Era precioso ver esa belleza pelirroja de cara
pecosa tragarse mi polla con ansia. Eva contribuía lamiendo mis huevos. Las dos
me miraban a los ojos y yo ya no sabía a cuáles mirar. Los dos pares de ojos
clavados en mí me excitaban muchísimo. Pero no siempre me miraban a mí. Cuando
compartían el tronco de mi polla, lamiéndolo por todas partes, Eva y Rebeca se
miraban la una a la otra. Se miraban lujuriosamente y se sonreían mientras cada
una veía a su amiga lamer mi polla. Sus miradas entrecruzadas provocaban que de
vez en cuando se besaran entre ellas, y así daban un respiro a mi miembro.
Hilos de saliva iban desde la punta de mi glande hasta sus labios entremezclados.
Luego
se cambiaron. Eva me comía la polla y Rebeca los huevos. No solo lamiéndolos
sino también chupándolos y succionándolos con vicio. Eva, como ya sabía yo
perfectamente, no tenía ningún problema en conseguir metérsela entera en la
boca. Su mirada lacrimosa con toda mi polla alojada en su garganta era algo
maravilloso. Así se fueron turnando mi polla y mis huevos. En ocasiones también
se besaban con mi glande de por medio, en lo que acababa siendo un beso entre
tres partes: los labios de Eva, los labios de Rebeca y mi glande. Era
tremendamente placentero.
En
un momento en el que era Rebeca la que chupaba mi polla, Eva la agarró de su
pelo rojizo y controló el movimiento de su cabeza. Primero eran movimientos
lentos, pero iban aumentando gradualmente en velocidad hasta que mi polla
entraba y salía de su boca como si me la estuviera follando duramente. Terminó
apretando su cabeza contra mi entrepierna hasta que toda mi polla entró entera
por primera vez en la boca de Rebeca. Tras unos segundos la soltó de golpe y la
pelirroja salió disparada hacia atrás cogiendo aire a bocanadas en cuanto su
garganta quedó libre. Eva la miró con cara de aceptación y orgullo y volvieron
a besarse.
Lo
inevitable tenía que llegar. Dos mujeres increíbles y muy viciosas chupándome
la polla al mismo tiempo, y aguanté más de lo que esperaba. Me incorporé de
golpe en la cama. Mi vecina, que me conoce sexualmente a la perfección, notó en
mis gestos y mi cara que me iba a correr. Se sentó a mi espalda en la cama y me
rodeó con sus brazos. Con la mano izquierda agarró la cabeza de Rebeca,
asegurándose que al menos la punta de mi polla no saliera de su boca. Por el
otro lado de mi cuerpo, con la mano derecha, me pajeaba furiosamente. Además,
me susurraba guarradas al oído y me lamía la oreja con sensualidad.
-
Vamos Juan, córrete en la boca de esta
putita… Lo está deseando.
Estaba
llegando. Veía la mirada de Rebeca, amorrada a mi polla, esperando mi corrida.
-
Queremos tu corrida, Juan. Venga,
córrete para que podamos repartirnos tu semen.
Eva
era una maestra hablando de forma sucia, y sabía que me encantaba. La
insistencia dio su fruto y me corrí abundantemente en la boca de Rebeca,
mientras Eva no paraba de masturbarme y sujetar la cabeza de la pelirroja para
evitar que nada se perdiera.
Acabé
de correrme y Eva abandonó su posición detrás de mí. Fue hasta Rebeca y se
besaron tan apasionadamente como antes, con la diferencia de que ahora mi semen
fluía entre sus bocas, bañando sus lenguas. Esa imagen fue tremenda. Noté por
el movimiento de sus gargantas que las dos tragaron mi esperma. Tras el beso,
Eva y Rebeca me miraron a la vez, sonriendo, y con restos de mi semen
resbalando por sus barbillas y las comisuras de sus labios. Eva se relamió y
luego lamió los alrededores de la boca de Rebeca para rescatar lo que quedaba
de mi corrida. Remataron la faena limpiando a fondo mi polla a lametones.
Para
ellas no acababa ahí. Yo me senté en una silla de la habitación a descansar y
ellas saltaron entusiasmadas a la cama sin parar de lamerse y tocarse la una a
la otra. Las manos de Eva acariciaban las piernas de Rebeca, para luego subir
hasta sus tetas, y acabar cogiendo a la pelirroja del pelo mientras le comía la
boca. Rebeca agarraba con fuerza las nalgas de Eva y también recorría su cuerpo
de arriba a abajo. Rebeca se giró en la cama colocando su entrepierna frente a
la cara de Eva y metiendo la cabeza entre sus piernas. Me entusiasmé al ver que
se colocaban en posición de 69. Acerqué un poco más la silla a la mesa y
observé impactante. En seguida noté que mi miembro resucitaba mientras veía a
mi vecina y su amiga pelirroja comerse el coño mutuamente, así que me agarré la
polla con una mano y me masturbé gentilmente observando aquella excitante
escena.
A
veces me levantaba y movía para observar desde distintos ángulos y no perder
detalle. Las dos mujeres ni se inmutaban con mi comportamiento, seguían con lo
suyo como si yo no estuviera, excepto por alguna mirada furtiva que me echaban
y que les hacía excitarse aún más al verme ahí sentado mirándolas y
masturbándome. Eva devoraba con ansia el coño de Rebeca y la agarraba del culo
empujando hacia su cara como si buscara evitar que se le escapase. Rebeca, al
tiempo que le comía el coño a mi vecina, usaba una mano para meterle un par de
dedos. Con un dedo de la otra mano acariciaba la entrada trasera y de vez en
cuando se lo metía por el culo. Ambas parecían gozar de lo lindo. Ver a las dos
mujeres haciendo un 69 era tan excitante como oír los gemidos de las dos
envolviendo la habitación.
Era
un auténtico show en directo. Mi miembro ya estaba otra vez preparado y me
tocaba volver a entrar en acción. Me levanté y me coloqué en el borde de la
cama, que era la parte donde estaba el culo de Rebeca y la cabeza de Eva. Metí
la polla en la boca de Eva. Durante un minuto me follé su boca mientras ella
estaba boca abajo, llenando mi polla de sus babas. Mi miembro en su boca
amortiguaba los gemidos que le provocaba el cunnilingus que le hacía Rebeca.
Tras ese breve instante para lubricar, saqué la polla de la boca de mi vecina y
la metí en el coño de su amiga pelirroja. Empecé con cuidado pero me animé en
seguida al ver que no ponía quejas a mi penetración y entonces pasé a
follármela en condiciones.
El
placer que le daba a Rebeca que la estuviera follando mientras Eva le comía el
coño hacía que le fuese imposible concentrarse en comerle el coño. Sus gemidos
se triplicaron en cantidad y sonoridad. Eva alternaba comerle el coño a Rebeca
con lamerme los huevos a mí, ya que al follarme a la pelirroja le quedaban a la
altura de la cara. Era increíble la sensación de estar penetrando el húmedo y
prieto coño de la pelirroja mientras notaba la lengua de la morena lamiendo mis
huevos. Había veces que cambiaba y en vez de penetrar a Rebeca se la metía a
Eva por la boca, dejándole probar los flujos vaginales de su amiga.
Fue
Eva la que rompió el momento para ir en busca de un juguete. Salió de la cama y
se dirigió al armario. Me quedé unos segundos observándola intrigado por lo que
estaría buscando. Rebeca, sin embargo, no tenía tiempo que perder. Lo noté
porque me sacó de mi estado de observación tumbándome en la cama y subiéndose
encima de mí. Sin usar las manos, las cuales tenía apoyadas en mi pecho, sólo
con movimientos de cintura, Rebeca se sentó sobre mi polla y se puso a
cabalgarme. Su precioso pelo de un increíble tono rojizo volaba libre alrededor
de su cuerpo, acariciando sus grandes tetas y revolviéndose en su pecoso
rostro.
De
reojo vi movimiento así que me giré. Eva estaba ya de cara a nosotros, y
llevaba puesto un arnés con una gran polla de plástico. Su sonrisa lo decía
todo. Se puso detrás de Rebeca. Empujó su espalda de modo que todo el cuerpo de
su amiga se inclinó hasta descansar sobre el mío. Ella aprovechó para besarme
el cuello, cosa que me excitó tremendamente. Veía a Eva usar su propia saliva
para lubricar la polla de plástico que llevaba puesta. Yo ya sabía lo que venía
a continuación, aunque durante unos segundos dudé realmente de si pensaba
introducírmelo a mí, ya que Eva era muy dada a probar cosas. Menos mal que no
fue así. Mis dudas se despejaron gracias a las muecas que ponía Rebeca, que
indicaban inequívocamente que algo estaba entrando por su otro agujero. Eva se
la metió con cuidado, aunque en seguida ya estábamos follándonosla entre los
dos sin ningún miramiento. Me sorprendió la facilidad de Eva para penetrar
analmente a Rebeca. Cuando la pelirroja levantaba levemente su cuerpo
ayudándose de las manos, yo podía ver su cara de placer en primer plano y, por
detrás, la cara de vicio de Eva embistiendo a su amiga por detrás. La
intensidad de la doble penetración hacía que Rebeca estuviera casi siempre con
su cuerpo tirado sobre el mío. Me encantaba sentir sus pezones duros rascando
mi pecho. Y sus besos en el cuello ahora eran agresivos mordiscos. Eva aumentó
la velocidad y dureza de sus penetraciones. Con un gesto entendí lo que quería
e hice yo lo mismo. Un par de minutos después Rebeca tenía un increíble
orgasmo. Mientras se corría me mordió con tal dureza el cuello que tuve la
marca varios días.
Cumplida
la misión de hacer que se corriera Rebeca, ahora tocaba buscar el orgasmo de mi
vecina Eva. Fue la propia Rebeca la que le quitó el strap-on a Eva y se lo puso. Yo me desmarqué de la escena para
dejar descansar a mi miembro un poco, sino me correría antes de lo que me
hubiera gustado. Durante unos minutos observé desde fuera cómo Eva movía ágilmente la cintura
follándose la polla de plástico que llevaba Rebeca en la pelvis, la cual yacía
tumbada en la cama debajo de mi vecina.
En
cuanto me sentí preparado me uní a la fiesta. No hizo falta que empujara
ligeramente la espalda de Eva para inclinar su cuerpo, como ella había hecho
antes con Rebeca. Al ver que me acercaba ella misma se dejó caer sobre el
cuerpo de su amiga, dejándome vía libre para utilizar la entrada trasera. Me
había follado por el culo a mi vecina muchas veces, pero siempre me hacía
especial ilusión hacerlo. Apoyé la punta de mi glande en el ano de Eva, pero
entonces me di cuenta de que igual no estaba del todo lubricado para ello. Me
arrodillé en el cabezal de la cama y acerqué mi polla a las caras de las
chicas. Ellas reaccionaron de inmediato. Dejaron de besarse y lamieron con
ímpetu mi polla hasta que estuvo rebosante de babas. Volví a la posición de
antes, ahora más convencido, y se la metí por el culo a Eva con la mezcla
exacta de delicadeza y dureza que a ella le gustaba.
No
era la primera vez que Eva disfrutaba de una doble penetración, pero no es algo
a lo que una se acostumbre fácilmente. Igual que antes Rebeca había pagado la
intensidad de esta práctica con mi cuello, ahora Eva hacía lo mismo con el
suyo. En seguida se relajó y dejó los mordiscos para volver a los sensuales
besos con lengua. Era impresionante ver a esas dos tremendas mujeres besándose
y follando al mismo tiempo que daba por culo a una de ellas. Las tetas de ambas
se rozaban y acariciaban entre ellas al compás del acto sexual. Las inquietas
manos de las dos mujeres recorrían con suavidad cada centímetro del cuerpo de
la otra, prestando especial atención en estimular sus clítoris y pellizcar sus
pezones. Yo, cuando no estaba usando mis manos para azotar el culo de Eva o
tirar de su pelo, usaba mis dedos para acariciar las entrepiernas de las dos y
añadir ese extra de estimulación.
No
tardó en llegar el tercer orgasmo de la tarde. El primero había sido el mío,
eyaculando en la boca de Rebeca mientras Eva me masturbaba; y el segundo había
sido el de Rebeca. Ahora le tocó el turno a mi vecina. Su orgasmo fue más
espectacular ya que no se reprimió de ninguna manera y los gritos de gozo casi
destrozan los cimientos del edificio. Además, durante su clímax, Rebeca la
había estrangulado en la justa medida apretando su cuello con las manos. Eso
había provocado el bonus de placer
que ofrece la asfixia controlada.
En
cuanto Eva se corrió yo dejé de retrasar mi orgasmo y permití que me llevaran
hasta él. Las dos mujeres yacían de lado en la cama, dándose la cara entre
ellas, tocándose la una a la otra y besándose sin casi dejarse respirar. El
cabello pelirrojo de Rebeca se entrelazaba sensualmente con el pelo moreno de
Eva. Era una imagen digna de retratar en forma de pintura. Yo, al notar que me
iba a correr, acababa de sacar mi polla del culo de Eva y me masturbaba hacia
ellas. Ellas lo sabían, y por eso juntaban sus cuerpos y se daban placer,
esperando que les cayera el riego de esperma. Yo estaba arrodillado en la cama
a la altura de sus culos, para que la eyaculación no cayera solo en sus
piernas. En un momento chorros de semen empezaron a salir de mi polla y caer
sobre sus cuerpos. Ellas no dejaban de acariciarse y besarse en lo que parecía
la típica escena de un romántico beso bajo la lluvia de una película
hollywoodiense, solo que era un tremendo beso lésbico mientras se acariciaban
sus cuerpos desnudos y en lugar de agua era semen lo que llovía. Me corrí
principalmente en sus vientres y sus tetas, aunque algunas gotas cayeron en sus
nalgas. Algo cayó también en sus brazos, que no podían dejar quietos. La
eyaculación que más lejos llegó impactó en la pecosa mejilla de Rebeca, y Eva
se encargó de limpiárselo de un lametazo. Mi vecina cogió con la punta del dedo
índice algo de semen que tenía en su cuerpo y lo acercó a la boca de Rebeca,
quien no dudó en abrirla y chuparle el pringoso dedo. También usaban sus lenguas
para lamer la corrida que había caído en el cuerpo de la otra. Muy erótico y
guarro, me encantaba. Yo ya había dejado de correrme hace tiempo pero seguía
ahí, arrodillado en la cama y masajeando mi polla enrojecida, contemplando esa
escena digna de película porno.
Cuando
dejaron de magrearse me encontraron descansando sentado en una silla. Eva me
dijo que me fuera cuando quisiera, que ellas se iban a duchar. Intuí por cómo
lo dijo que querían un tiempo para ellas dos solas en la ducha. Me habría
gustado participar pero creo que, después de tanta acción y de eyacular dos
veces, no habría podido. Al menos sin descansar un tiempo. Me despedí dando un
beso a cada una y vi por última vez aquella tarde sus espléndidos cuerpos
desnudos cuando entraban al baño en actitud juguetona. Me vestí a medias y
crucé el pasillo hasta mi casa para ir directo a la ducha.
Estoy
seguro de que lo que ocurrió en esa ducha fue tremendamente excitante. Aunque
en aquel momento me fui a casa deseando haber podido verlo, días después mi
vecina Eva me lo contó todo detalladamente.
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