Lucía y sus amigas disfrutaban de los espectáculos de striptease a cargo de fornidos y musculosos hombres. Ellas les gritaban guarrerías. Ellos recorrían el local bailando y desnudándose, y se acercaban de vez en cuando a ellas, delatadas por sus diademas típicas de despedida de soltera. Cuando los strippers pasaban por su mesa, ellas tocaban sus tornos y acariciaban sus cuerpos. Al igual que sus amigas, Lucía se estaba poniendo tremendamente cachonda. Ya se había sorprendido a sí misma acariciándose la entrepierna un par de veces. Pollas y más pollas pasaban por su lado. Y con cada una de ellas Lucía se ponía más cachonda.
Uno de los strippers sorprendió al grupo cuando, bailando junto a la mesa de aquellas mujeres, cogió a Lucía de la mano y la llevó al centro del local, donde la sentó en una silla. Sus amigas chillaron histéricas de emoción. Así se encontró Lucía, en medio de un local de striptease con un hombre desnudo bailando a su alrededor. En cierto momento el stripper comenzó a hacer movimientos pélvicos circulares, de forma que su miembro se movía en círculos a escasos centímetros de la cara de Lucía, hasta que sin querer golpeó su rostro con ella. Lucía rio tímidamente. Sus amigas estallaban en carcajadas en su mesa. El stripper siguió a lo suyo, y Lucía seguía poniéndose más y más caliente.