Todos los relatos que aparecen en este blog han sido escritos por mí. Ninguno ha sido copiado de ninguna otra web de relatos y se ruega que, del mismo modo, tampoco sean copiados (excepto consentimiento expreso). Gracias.

martes, 14 de octubre de 2014

La fiesta de las máscaras



Aunque nació en España, Lucía tiene ascendencia italiana. Es alta, pero no demasiado. Su cabello es largo y liso, a la altura de los pechos, y de un color muy rubio. Sus ojos verde azulados son imposibles de ignorar una vez se clavan en tu mirada. Su rostro, precioso sin lugar a dudas, incluye una nariz coqueta y unos bonitos labios bien cuidados y muy apetecibles. Unos labios de los que salen tanto las palabras más dulces y los besos más tiernos, como las guarradas más morbosas y las mamadas más sucias. El cuerpo no se queda atrás. Esbelta figura. Piernas largas y siempre suaves y brillantes. Culo prieto, redondo y bien puesto. También muy bien puestos los pechos, turgentes y de buen tamaño pero no del todo grandes. Manos delicadas y suaves. Todo natural. Para acabar de decorar esta obra de arte que es su cuerpo, luce un piercing en cada pezón y uno en forma de aro en la nariz, además de un tatuaje en la espalda, debajo de la nuca, entre los omoplatos. Este tatuaje muestra una bonita orquídea en diferentes tonalidades de azul claro, no muy llamativo ni intenso, y con espinas por el tallo, el cual se entrelaza con la propia flor. La orquídea, una flor extremadamente delicada, con espinas. El significado define bastante bien a Lucía. Es tan delicada y tierna como dura y peligrosa.

Lucía Valenti no es una mujer como otra cualquiera. La lascivia la acompaña allá donde va, y en su interior arde intensamente la llama de la lujuria. Sin embargo, Lucía no siempre ha sido tan explosiva sexualmente. Hubo un punto de inflexión a partir del cual cambió drásticamente. Este momento fue sin duda la primera vez que acudió a una fiesta de máscaras.


Por aquel entonces Lucía era bastante introvertida. Pese a su belleza, había tenido pocas relaciones sexuales en su vida. La razón de ello era su timidez y no haber sabido lucir su belleza. En esa época de su vida, ella era bastante novata sexualmente.

Todo empezó cuando su amiga Clara le pidió que la acompañara a una fiesta a la que había sido invitada un sábado por la noche. Aunque a Lucía no le apetecía mucho salir, Clara no tenía nadie con quien ir, así que accedió por hacerle el favor.

Aquella noche de sábado Clara pasó en coche a recoger a Lucía, y juntas se dirigieron a un local del que Lucía jamás había oído hablar. Llegaron a una calle prácticamente desierta. Todos los locales estaban cerrados a excepción de uno, bastante discreto, con una puerta metálica y un letrero encima en el que se podía leer “Club Venezia”.
- ¿Seguro que es aquí? – Preguntó Lucía extrañada.
- Seguro. Toma, ponte esto. – Y Clara sacó un par de máscaras venecianas de una bolsa.
- ¿Qué me ponga eso? ¿Por qué?
- Así es la fiesta.
Aunque insegura, Lucía aceptó resignada. “Será una especie de fiesta temática” pensó. Salieron del coche y caminaron hacia la puerta. Los tacones que ambas llevaban resonaban por la calle vacía. Las dos llevaban vestidos ceñidos, el de Clara rojo y el de Lucía negro, y las máscaras puestas. Al llegar a la puerta Clara tocó 4 veces. A los pocos segundos una pequeña rendija se abrió y se vieron un par de ojos al otro lado. Los ojos recorrieron los cuerpos de ambas mujeres de arriba a abajo, y después la rendija se cerró de nuevo. Tras un par de sonidos metálicos la puerta se abrió y ambas entraron en el local.

Nada más entrar se encontraron en una pequeña salita con una ventanilla a la derecha y una puerta con una cortina que ocultaba lo que había al otro lado. Clara dejó su bolso en la ventanilla. Una mujer al otro lado lo cogió y le dio papel con un número a cambio. Lucía siguió a su amiga y también dejó su bolso en guardarropía. Tras esto, atravesaron la cortina para adentrarse en un mundo totalmente diferente.

Aparecieron en un lujoso salón con un montón de gente elegante portando diferentes tipos de máscaras en la cara. Clara dio una vuelta por el lugar, avanzando por las diferentes salas del complejo. Por fuera no parecía un local tan grande. Lucía la seguía a todos lados, observando cada rincón del lugar. Cuando llegaron a un saloncito un poco aislado Lucía se atrevió al fin a hablar.
- ¿Qué es este sitio?
- Es una fiesta. – Contestó tranquilamente Clara como si aquella situación fuera de lo más normal.
Lucía puso cara de no entender lo que ocurría, y a eso le siguió una cara de sorpresa por algo que vio en un sofá en la esquina. En él estaban sentados dos hombres de traje. A los pies de cada uno, arrodilladas entre las piernas, dos mujeres le hacían una mamada a cada uno mientras ellos bebían de sus copas y conversaban.

Cuando salió de su asombro y se dispuso a comentarle algo a su amiga, la visión de un hombre enmascarado acercándose a ellas la hizo callarse. El hombre llegó hasta ellas y se puso frente a Clara. Sin mediar una sola palabra, aquel hombre extendió los brazos y agarró las tetas de su amiga, que eran más grandes que las de Lucía. Clara sonrió. Lucía puso cara de asombro. Tras masajear las tetas unos segundos, el hombre cogió a Clara de la mano y se la llevó.
- Nos vemos en el coche. – Susurró Clara a Lucía con una amplia sonrisa.
“¿Cómo qué en el coche? ¿No piensa volver? ¿Va a dejarme sola toda la noche?” pensó Lucía. Mientras reflexionaba sobre qué hacer notó que una mano le tocaba el culo. Instintivamente dio un respingo y se giró, encontrándose de bruces con un hombre con una máscara de un gorila.
- Tranquila. – Le susurró aquel hombre.
Luego se acercó a ella y pasó su dedo por sus labios. Lucía estaba paralizada, sin saber cómo comportarse. Entonces el hombre la cogió de la mano y caminó con ella hasta un sofá.

Una vez allí posó las manos sobre los hombros de Lucía e hizo fuerza hacia abajo. Ella se dejó llevar por el hombre, quedando de rodillas frente a él. El hombre gorila se sentó en el sofá y se llevó las manos a la bragueta. Lucía tragó saliva con nerviosismo. El hombre se bajó la cremallera y se sacó la polla, dejándola frente a la cara de Lucía. Se le abrieron los ojos como platos. Aunque no dejaba de pensar que eso estaba mal, en su interior notaba que le apetecía metérsela en la boca. Antes de que pudiera tomar una decisión la mano de aquel impaciente hombre empujó su cabeza hacia su entrepierna. Ella separó los labios instintivamente y cuando se dio cuenta tenía la polla de un desconocido en la boca.

Una vez en tal situación, Lucía se puso cachonda de golpe. Dejó de pensar y empezó a chupar. Cogió la polla con las manos para pajear mientras chupaba. Su miembro no era muy grande y  cabía entero en la boca de Lucía sin el mínimo esfuerzo. Se sentía observada mientras realizaba su tarea pero le daba demasiada vergüenza mirar hacia los lados y ver a la gente. De vez en cuando sí que alzaba la mirada hacía la persona a la que estaba complaciendo oralmente y se encontraba con una máscara de gorila clavando sus ojos en ella. Aquel hombre se cogió los huevos de tal modo que Lucía entendió perfectamente lo que quería y llevó su lengua hasta ellos. Los lamió con dulzura mientras con las manos seguía masturbándole.

Durante la felación, otro hombre apareció en escena sentándose en el sofá al lado del hombre gorila. Éste llevaba una máscara veneciana parecida a la que llevaban Lucía y Clara. Este hombre también se sacó la polla. Lucía la agarró con la mano derecha y le pajeó mientras seguía atendiendo con la boca al primer hombre.

Poco tiempo después decidió probar la carne nueva. Se movió de rodillas hasta quedar frente al segundo hombre y se metió su polla en la boca mientras con la mano izquierda seguía pajeando al primero. Esta polla era más grande que la anterior y no entraba entera en su boca. Al levantar la mirada se encontraba con dos extraños hombres enmascarados mirándola y se sentía curiosidad por ver sus caras de placer tras la careta. Por un momento pasó por su cabeza la duda sobre qué estaría haciendo su amiga Clara, pero tal pensamiento se borró de un plumazo al notar la mano del hombre veneciano agarrando su cabeza y clavando la polla en su garganta. Una arcada sacudió a Lucía, pero se supo controlar. Así como el primer hombre se había relajado y se dejaba hacer por ella, este segundo era totalmente al revés. Cogía la cabeza de Lucía con ambas manos y prefería llevar él el control de la mamada. Aquella polla entraba y salía de la garganta de Lucía muy rápidamente.

Mientras usaba su boca con el segundo hombre, Lucía notó algo caliente en su mano izquierda. Miró como pudo y vio al hombre con la máscara del gorila espatarrado en el sofá, con la cabeza echada hacia atrás, y corriéndose gustosamente. El semen salía a borbotones de su polla y resbalaba por la mano de Lucía, quien no cesaba en sus movimientos masturbatorios. Cuando estuvo satisfecho, aquel hombre se levantó y se fue. Lucía quedó con la mano impregnada de corrida. El veneciano soltó por un momento la cabeza de la chica y le procuró un pañuelo. Ella se limpió la mano tras agradecer al hombre con un gesto. Una vez limpia, volvió a meterse la polla del hombre en la boca sin esperar siquiera su aprobación.

La rubia ítalo-española lamía los huevos del hombre enmascarado cuando vio algo de reojo. Un hombre, sentado en una silla cercana, apartado de la acción, se masturbaba frenéticamente sin apartar la mirada de Lucía. La primera impresión de la chica fue que aquel tipo era un pervertido, pero segundos después empezó a gustarle y se puso aún más cachonda. Entonces notó algo detrás suya. Alguien le había levantado el vestido por detrás y apartaba su tanga hacia un lado. Lucía se giró a tiempo para ver cómo un hombre con una máscara de Guy Fawkes se ponía un preservativo, y antes de que pudiera darse cuenta ya le había metido la polla. El coño totalmente empapado de Lucía permitió que la polla de aquel tercer hombre entrara entera sin problemas. Ella sintió un tremendo placer.

El hombre de la máscara de Guy Fawkes (la misma máscara conocida por la película V de Vendetta y por el movimiento Anonymous) agarraba a Lucía de la cintura mientras la follaba desde atrás y el hombre con la máscara veneciana le agarraba de la cabeza al tiempo que su polla entraba y salía de la boca de la chica.

Minutos más tarde a los dos hombres les bastaron unos simples gestos para estar de acuerdo en cambiar posiciones. Mientras ambos se levantaban y cambiaban su papel, Lucía aprovechó para quitarse rápidamente el vestido y dejarlo en una mesa cercana. No quería correr el riesgo de que se manchara. Vio al hombre con la máscara blanca de Anonymous sentarse en el sofá, quedando su polla a escasos centímetros de la cara de la chica. Agarró del pelo a Lucía y, después de quitarse el condón, abofeteo ligeramente su cara antes de meter la polla en su boca. Después la soltó para dejar que ella desplegara su magia.

Detrás de ella, el otro hombre se ponía su preservativo. Un fuerte azote en una nalga la avisó de que se disponía a penetrarla, y así lo hizo. Aquel hombre tenía la polla más grande de las tres que había catado esa noche, y eso lo notó en su interior. Un ligero gemido salió de la boca de la chica, todavía con la otra polla dentro, al notar que la penetración la llenaba por dentro. Los dos hombres enmascarados se follaban a Lucía por distintos agujeros. Ella miró de nuevo de reojo y se volvió a encontrar con el hombre en la silla masturbándose, mirando como los dos hombres abusaban de ella.

Ya no quedaba nada del pintalabios rojo que Lucía llevaba al entrar en el local, y debajo de sus ojos se veía algo de rímel corrido. Ella intentaba complacer al máximo de forma oral a aquel hombre, cuando notó sus manos presionando su cabeza. Acto seguido, una abundante corrida inundaba su boca. Instintivamente Lucía fue tragando todo lo que pudo mientras el hombre descargaba una corrida que parecía infinita, sin dejar de notar la inmensa polla que penetraba su coñito con fuerza. Tanta era la cantidad de semen que fue inevitable que un par de gotas se escaparan por las comisuras de sus labios. Después de que Lucía hubiera succionado las últimas gotas, el tercer hombre se levantó y se fue. Ella se relamió los restos que quedaban por sus labios.

El segundo hombre aún seguía aguantando. Decidió recolocar a Lucía en una posición más cómoda para ambos. Movió a la chica a un lado y la colocó a cuatro patas con el culo levantado y la cabeza pegada al suelo. Luego volvió a meterle la polla y siguió con la actividad sexual. Lucía levantó la mirada y se encontró con que justo en frente tenía al hombre de la silla pajeándose. Lo miró lascivamente. Se mordió los labios. En ese momento un inesperado orgasmo sacudió su cuerpo. Lucía se retorció de gusto en el suelo, pero no separó su mirada del hombre que se masturbaba mientras el otro la penetraba por detrás, hasta que finalmente lo vio correrse con fuerza. En la cara de Lucía se dibujó una gran sonrisa de satisfacción. El hombre de la silla le devolvió la sonrisa mientras se limpiaba la polla y las manos, para luego levantarse y marcharse como el resto.

Las embestidas desde atrás aumentaron de intensidad y frecuencia. Lucía apoyó la cabeza en el suelo y cerró los ojos concentrándose en el placer. Después abrió los ojos y vio como un condón usado caía a su lado, para después notar chorros de semen cayendo sobre su espalda y culo. Tirada en el suelo y sin moverse, Lucía seguía con la mirada fija en aquel preservativo usado, y oía cómo el hombre de la máscara veneciana se ponía el pantalón y se alejaba de ella.

Cuando se hubo recuperado, Lucía se levantó del suelo. Se colocó bien la ropa interior y se limpió un poco antes de ponerse de nuevo el vestido. Se percató de que hombres y mujeres la observaban desde alguna esquina y salones contiguos.

Ya arreglada buscó a su amiga por los distintos salones. En uno de los salones dos mujeres hacían un 69 en medio de un corro de hombres con el miembro en la mano. En otro salón un hombre se follaba a una mujer atada a la cama y otros estaban sentados en el sofá como esperando su turno. En otro, una mujer hacía un striptease frente a un hombre con dos mujeres arrodilladas practicándole una felación doble. Finalmente, se asomó por una puerta semiabierta y encontró a Clara. Estaba arrodillada frente a un hombre mientras este se corría sobre ella. Lucía vio claramente cómo el semen caía sobre las tetas descubiertas de su amiga y su cara enmascarada. En un sillón, otro hombre desnudo se fumaba el cigarrillo de después. Éste vio a Lucía asomada y le sonrió siniestramente. Ella decidió irse y esperar a su amiga en el coche.

Se puede decir que ese día Lucía explotó sexualmente. Olvidó su timidez y comenzó una vida de interesantes experiencias sexuales. La fiesta de máscaras despertó al monstruo sexual que vivía dentro de Lucía Valenti.




No hay comentarios:

Publicar un comentario