Pasados unos pocos minutos entró en el despacho una
mujer, cerrando la puerta tras de sí. Era una mujer esbelta, de buen cuerpo.
Estaría sobre los 30 años de edad. Llevaba unos tacones altos y negros, y vestía
formalmente. Una falda gris ceñida, una americana a juego, y una blusa blanca
con algunos botones desabrochados. Tenía piernas largas que remataban con un
culo perfectamente redondo y bien puesto, marcado por esa falda ceñida. Gracias
a unos pocos botones desabrochados de su blusa se adivinaban unos turgentes
pechos, no excesivamente grandes pero de buen tamaño. Llevaba el pelo recogido.
Un pelo largo y negro. Algún mechón caía frente a su preciosa cara.
No pude evitar fijarme en todo su escultural cuerpo,
y de todo lo que me dijo al principio solo pude entender que la llamara Susana.
Se quitó la americana y la colgó en la silla. Me pidió un segundo mientras
gestionaba unas cosas en el ordenador. Mis ojos se desviaban a su escote. Se me
notaba nervioso. Ella debió darse cuenta. Sonreía cuando notaba que mis miradas
se perdían en su cuerpo.
Entonces Susana dejó de teclear y se acercó a mí. Se
arrodilló frente a mí y me dijo:
-
¿Empezamos la
entrevista?
Gotas de sudor brotaron por mi frente. Susana desabrochó
con soltura mi pantalón y me lo bajó hasta los tobillos junto con mis bóxers.
Me agarró la polla con la mano y empezó a preguntarme. Nombre, edad, domicilio,
experiencia laboral… Lo normal de no ser porque me preguntaba todo esto
mientras me pajeaba. En un momento ya la tenía dura.
-
Dime por qué
crees que deberíamos contratarte.
Y tras decirme esto agachó la cabeza y se metió mi
polla en la boca. El pulso se me aceleró de repente. Me costó pensar en la
pregunta mientras ella se lamía mi polla. Entonces Susana dejó lo que estaba
haciendo y me miró:
-
Si tú no
contestas, yo no chupo.
Tartamudeé un poco mientras pensaba que contestar.
Conseguí articular algunas palabras suficientes para que Susana volviera a la
mamada. Me preguntó un par de cosas más y luego:
-
Bueno Juan, que
aquí la entrevista la estás haciendo tú. Demuéstrame lo que vales.
Dicho esto se levantó la falda, se quitó las bragas
y se sentó sobre la mesa.
Entendí al momento lo que buscaba. Me arrodillé y llevé mi lengua hasta lo más hondo de su coño. Susana me cogió del pelo con ambas manos y gimió. Yo continué relamiendo su entrepierna. Me entregaba a fondo ya que, además de querer el puesto de trabajo, estaba disfrutando de esa pedazo de mujer. Me moría por follármela, pero en ese momento me dejaba guiar por lo que Susana quisiera. Seguí comiéndole el coño hasta que ella me soltó la cabeza.
Entendí al momento lo que buscaba. Me arrodillé y llevé mi lengua hasta lo más hondo de su coño. Susana me cogió del pelo con ambas manos y gimió. Yo continué relamiendo su entrepierna. Me entregaba a fondo ya que, además de querer el puesto de trabajo, estaba disfrutando de esa pedazo de mujer. Me moría por follármela, pero en ese momento me dejaba guiar por lo que Susana quisiera. Seguí comiéndole el coño hasta que ella me soltó la cabeza.
Me miró a los ojos y me sonrió, mientras yo me
levantaba y apoyaba mi miembro erecto en la entrada de su coño. La metí con
delicadeza hasta que hubo entrado entera varias veces y entonces aumenté la
velocidad. Al tiempo que me la follaba desabroché los botones que quedaban de
su blusa hasta que la abrí por completo. Quería ver sus tetas. Susana se llevó
las manos a la espalda para desabrocharse el sujetador y al fin quedaron sus
pechos al aire. Se movían rítmicamente al compás del polvo.
Susana se levantó y me guió hasta la cristalera. La
empotré contra ella y se la metí otra vez. Me la follaba duramente mientras sus
tetas y su cara se aplastaban contra la ventana, viendo la lluvia caer en el
exterior y las gotas resbalar por el cristal. El aliento de Susana formaba vaho
en la ventana. Yo seguía metiéndola y sacándola del dulce coñito de la
entrevistadora.
En ese momento me dejé llevar por el momento y la
llevé de nuevo a la mesa. La tumbé en ella, esta vez boca abajo, y apoyé la
punta de mi miembro en la entrada de su culo. Al ver que no protestaba procedí
a meterla. Se la metí por detrás y los gemidos de Susana aumentaron en
frecuencia y volumen. Di por el culo a Susana unos minutos hasta que sus
piernas temblaron y noté en las contracciones de sus músculos que estaba
teniendo un orgasmo. Yo no rebajé la dureza con la que me la follaba desde
atrás. Después de todo eso poco más pude durar yo. Le dije a Susana que me iba
a correr pero ella me pedía que me la siguiera follando. Hice caso y seguí hasta
que no pude aguantar más y exploté dentro de su culo. Me desplomé sobre la
espalda de Susana mientras notaba mi semen derramándose en su interior.
Quedamos ambos inmóviles hasta que la última gota hubo salido de mi interior.
Tras esto me incorporé y me senté en la silla.
Susana fue a un baño anexo al despacho. Al volver yo ya estaba vestido casi por
completo.
-
Juan, ha estado
genial. – Dijo mientras recogía su ropa. – Pero no voy a darte el puesto.
-
¿Qué? ¿Por qué?
– Me extrañé yo, que ya pensaba que lo tenía.
-
Solo me he
corrido una vez…
Me quedé en silencio, resignado. Acabé de vestirme y
me dispuse a irme.
-
Además, te has
pasado con mi culo, jajaja. – Exclamó entre risas. – Aún me quedan horas aquí y
no puedo sentarme a trabajar, jajaja.
Este relato está inspirado en SusanaVce (@SusanaVce) y está dedicado a
ella.
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