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viernes, 23 de mayo de 2014

Mi compañera de piso es webcamer


Hace un tiempo, por motivos económicos, me vi obligado a buscarme un compañero de piso. Tras algunas llamadas recibidas y ver a algunas personas, la elegida fue una estudiante de ADE de 19 años llamada Emma.

Emma parecía una chica responsable, centrada en sus estudios, sociable, simpática, nada problemática… Una perfecta compañera de piso. Aunque el dato que me hizo finalmente decidirme por Emma antes que por otros candidatos perfectamente cualificados fue que estaba increíblemente buena. Una increíble figura. Andares sensuales. Voz muy erótica. Pelo largo moreno y liso, recogido en dos coletas que caían sobre sus pechos. Ojos oscuros y penetrantes. Un culo bien firme y prieto. Largas piernas brillantes. Y unas tetas… ¡qué tetas! Un buen par de tetas que no se esforzaba por disimular. Grandes y bien puestas. En resumen, una jovencita de 19 años que estaba cañón.

En las primeras semanas todo fue genial. Emma era una excelente compañera de piso. Comprometida en las tareas del hogar, muy sociable y divertida. Cuando sacaba su ropa de la lavadora para meter la mía me ponía malo. Unos tangas… Lencería sexy… Unas prendas que de solo imaginarme a Emma con ellas no podía evitar ponerme cachondo. Por no hablar del recorrido desde la ducha hasta su cuarto, tapada solo con una corta toalla. O lo ligerita de ropa que iba por casa. Desnuda no, pero esos shorts y esas cortitas camisetas sin sujetador no eran suficiente tela para tapar ese cuerpazo. Estaba claro que Emma no tenía ninguna vergüenza de su cuerpo. Durante esas primeras semanas Emma fue la protagonista de varias de mis pajas.

La sorpresa me la llevé cuando cierta noche, navegando por páginas web de webcams eróticas, vi una chica que me sonaba mucho. Miré sus fotos y… ¡era Emma! ¡Mi compañera de piso cachonda era webcamer! No podía creérmelo. Tuve una erección instantánea. Disfruté cada una de sus fotos, que me daban la posibilidad de ver por fin a Emma desnuda, algo que hasta entonces solo había pasado en mi imaginación. Decidí ir más allá. Me metí en su webcam, anónimamente por supuesto, y disfruté de un show increíble, con el morbo añadido de que la conocía y de que estaba emitiendo desde la habitación contigua. Los días posteriores visité varias veces la webcam de Emma, con su consiguiente paja increíble. Desde entonces miraba a Emma con otros ojos, pero intentaba disimularlo.

Un día volví a casa más temprano por temas que no vienen al caso. Pasando por el pasillo oí unos ruidos en la habitación de Emma. Al instante me vino a la cabeza la imagen de mi compañera desnudándose para mí a través de la webcam. Aún a riesgo de ser cazado, las ganas de asomarme por esa puerta eran superiores a mí. La puerta estaba entreabierta. Me acerqué y la abrí un poco más. Lo suficiente para asomar un ojo por ella. Y ahí estaba Emma. Totalmente desnuda, en su cama. Con el portátil abierto hacia ella, y masturbándose. Llevaba esas coletas que se hacía a veces, que le daban un aspecto juvenil e inocente, y que a mí tanto me ponían. Instintivamente, mi mano se dirigió a mi entrepierna. Me metí la mano por dentro de los pantalones y empecé a pajearme lentamente.
Estuve así un par de minutos, disfrutando de cuerpo de Emma en directo, y oyendo las guarradas que decía a través de su webcam. Pero de repente, un gesto de Emma girando la cabeza hace posible que me vea de reojo. Entonces me miró, petrificada. Ambos nos quedamos totalmente quitos sin saber qué hacer. Debí haberme apartado de la puerta, pero mi cuerpo no respondió. Nos miramos fijamente a los ojos, sorprendidos, durante un par de segundos que se hicieron eternos. Entonces, afortunadamente, en la cara de Emma se dibujó una sonrisa traviesa. Mi corazón se aceleró. Ella siguió tocándose, ahora mirando hacia mí. Mi polla ya estaba muy dura.

Me animé y entré en la habitación. Fui lentamente hacia ella, cerré su portátil y me senté a su lado. Mis ojos no podían separarse de su cuerpo desnudo.
 - ¿Algún problema, Juan? ¿En el contrato del piso pone algo sobre esto? - Emma no podía quitar de su cara esa sonrisa picarona.
 - Creo que algo pone. - Mentí - Esto va contra las normas.
 - ¿Y qué vas a hacer al respecto? - Dijo sensualmente mientras se recostaba boca abajo sobre mi regazo.
Respondí a esa pregunta con un firme azote. Un ligero gemido salió de la boca de Emma. Antes si quiera de que pudiera hablar volví a azotar su culo. Acariciaba su increíble culo entre azote y azote. Con cada nalgada mi compañera de piso agarraba fuertemente las sábanas con las manos y se mordía el labio. Le gustaba, y yo lo sabía. La azoté con ganas hasta que su culo cogió un color rojizo. Aparté a Emma a un lado de la cama para quitarme los pantalones y los bóxers. Ella me miraba y se acariciaba su propio culo caliente que acababa de ser azotado.

Me quedé sentado con la polla al aire esperando una respuesta. Emma lo entendió y sonrió. Se bajó de la cama y se arrodilló frente a mí. Me cogió la polla con la mano y acercó su boca. Respiraba sobre mi polla mientras me pajeaba. Notaba su aliento caliente cuando abría la boca. Finalmente se decidió y la empezó a lamer. Dios… acababa de empezar y ya estaba en el cielo. Esa lengua… Cuanta práctica tendría esa lengua… Lamía con ganas cada centímetro de mi polla y me sonreía mientras lo hacía. Por dios que guarrilla…

No solo mi polla disfrutó de esa increíble lengua. También la pasó por mis huevos. Los limpió a fondo. Y mientras no dejaba de pajearme. En seguida volvió a la polla. Se nota que es lo que le gustaba. Emma la chupaba de maravilla. Me vine arriba y la cogí de las coletitas. Empecé a estirar de ellas hacia abajo suavemente, pero mi ritmo iba aumentando cada vez más. Instintivamente, mi pelvis empezó a moverse hacia arriba y abajo. Cuando Emma se quiso dar cuenta ya estaba en mi poder. La agarraba de las coletas y me follaba su boca a un ritmo endiablado. No dejaba de caer saliva de su boca, resbalando por mis huevos. Solté una coleta para empujar con la mano su cabeza hacia mi polla. Poco a poco mi polla fue entrando en su boca hasta que entró entera. Su labio inferior tocaba con mis huevos. La mantuve ahí unos segundos. Vi una un par de lágrimas brotar de sus ojos por el esfuerzo. Emma aguantaba como una campeona. Empezó a toser y decidí soltarla. La polla salió de su garganta bruscamente y Emma cogió aire a bocanadas. La agarré otra vez del pelo  y abofeteé su cara con mi polla cubierta de sus babas. Ella sonreía.

Mi polla ya estaba durísima y preparada para el ataque. Me quité la camiseta, que es lo único que me quedaba, y me tumbé en la cama. Emma se sentó encima de mí, quería cabalgarme. Se sentó encima de mi polla, la cual fue entrando en su delicioso coñito lentamente. Emma se movía cual jinete. Me follaba rápidamente con su habilidoso movimiento de cintura. También saltaba sobre mi polla. Sus grandes tetas botaban y botaban frente a mí. De vez en cuando no podía evitar tocárselas e incluso chupárselas. Emma se dejó caer sobre mi cuerpo, sin dejar de follarme, y me metió la lengua en la boca. Me besó apasionadamente. Volvió a incorporarse sobre mí. Aumentó el ritmo de la cabalgada, yo comencé a moverme también rápidamente. Los gemidos de Emma se convirtieron en gritos. Se podía ver la lujuria en su cara. Así estuvimos hasta que el cuerpo de mi compañera de piso cayó sobre mí exhausta.

Me escurrí entre sus curvas, besando su cuerpo con dulzura, hasta llegar a su entrepierna. Lamí sus ingles y los alrededores de su zona púbica. Por fin mi lengua fue a parar a su coño. Lo lamí con entusiasmo. Emma jadeaba. Yo agarraba cada una de sus nalgas con mis manos y enterraba mi cara entre sus piernas. Estaba delicioso. Disfrutaba inmensamente comiéndole el coño a Emma.
 - Ya basta de esto, yo tenía que castigarte. - Dije yo, aún con fluidos vaginales en mi boca. - Ponte a cuatro patas, Emma.
Ella obedeció con una sonrisa. Yo me arrodilló detrás suya. La cogí de la cintura. Su bonito culo aún seguía ligeramente enrojecido. Apoyé la punta de mi miembro en la entrada de su coñito y la metí de golpe.
 - ¡Sí! – Gritó Emma.
Empezaron mis fuertes embestidas castigando su cuerpo. Si antes había sido suave con ella, incluyo comiéndole el coño, ahora llegaba su castigo de verdad. Las embestidas eran fuertes. Me la estaba follando duramente. Los golpes de mi pelvis contra sus nalgas se oían fuertemente.
 - ¡Castígame Juan! ¡Por ser una guarra que se desnuda!
 - ¿Qué eres?
 - ¡Una guarra! ¡Soy una zorra! ¡Una putilla!
Esas palabras me pusieron aún más cachondo. Me dejé llevar y agarré a Emma de las coletas. Tiré de ellas fuertemente pero con cuidado de no hacerle daño mientras me la follada al estilo perrito. Ella gemía más fuerte y pedía más. Se notaba que le gustaba que la follaran bien duro y fuerte.

Llevé un dedo a su ano y lo intenté meter. Ella lo notó y apretó el culo.
 - ¡No, no, no! Por ahí nada...
 - ¡Calla! - Grité, y le solté un buen azote en el culo.
Ese azote sonó tanto que podían haberlo oído los vecinos. Desoyendo la petición de Emma, forcé el dedo hasta que entró en su culo. Me entraron unas ganas tremendas de forzar también mi polla y castigar a Emma dándole por el culo, pero preferí no pasarme.

Total, que seguí follándomela brutalmente desde atrás con un dedo jugando dentro de su culo. Emma simplemente se dejaba hacer. Empujé su cabeza contra la cama y seguí follándola como se merecía. La cabeza abajo y el culo en pompa hacia arriba en una postura perfecta. Mi polla entraba y salía de dentro de Emma a una velocidad endiablada. Los gemidos de Emma se volvieron cada vez más fuertes hasta que cesaron de golpe y sus piernas temblaron. Emma se estaba corriendo. Pero yo no paraba de follármela.

Decidí cambiar. Tumbé a Emma boca arriba con sus manos entre su cuerpo y la cama. Me senté sobre su vientre, justo bajo sus tetas. Primero metí la polla en la boca de Emma, dejando que chupara a su gusto. Entonces empujé suavemente metiéndola toda. Entro entera en su garganta. Al sacarla estaba toda babeada, eso es lo que buscaba. Puse la polla entre sus tetas y usé las manos para aprisionarla entre ellas. Me follé las tetas de Emma con rapidez pero no con la brusquedad con que la había estado penetrando antes. Mi momento iba a llegar. Emma lo notó, y ponía cara de viciosa sabiendo lo que le esperaba. Seguí follándome sus tetas y no pude más. Emma lo averiguó:
 - Échamelo todo… - Y abrió la boca.
Con mi polla entre sus tetas, empezaron a salir chorros de semen. Los primeros cruzaron su precioso rostro, dejando su carita medio pintada con mi leche. Los últimos chorros fueron más flojos y cayeron un par dentro de su boquita abierta y otro par en su cuello. Emma sonrió mientras tragaba lo que le había caído en la boca, y luego me sonrió con aún restos de semen en los labios.

Algo que me faltó fue correrme en esas increíbles tetas. Lo cumplí más adelante, pero eso ya es otra historia…



Este relato está inspirado en la webcamer Emma Rou y está dedicado a ella.



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