Ángela y Carlos salieron del local a toda prisa y sin
quitarse las manos de encima el uno del otro. Avanzaban calle abajo sin
soltarse ni por un momento. Carlos acariciaba el firme culo de Ángela, deseando
llegar a casa para hacerlo suyo. Solo se detenían para besuquearse
lascivamente.
- ¿Falta mucho para llegar a tu casa? - Preguntó
Ángela tras unos cinco minutos de caminata.
- Está cerca.
Pero la excitación se había apoderado de ella. Después de
un buen rato bailando juntos al ritmo de una música sensual, con sus roces,
caricias y miradas, Ángela estaba demasiado caliente. No podía esperar más. Se
detuvo para besar a Carlos de nuevo. Esta vez, casi inconscientemente, deslizó
la mano por dentro de su pantalón y acarició su miembro, el cual ya estaba un
poco duro. En cuanto hizo contacto con la suave piel de sus dedos, la dureza
aumentó hasta la completa erección. Notar la endurecida polla de Carlos fue la
gota que colmó el vaso de la excitación de Ángela.
- Yo no aguanto más. - Dijo entre jadeos.
Acto seguido empujó a Carlos hacia un callejón. Se
adentraron en él entre risas, en las que se percibía claramente la tensión
sexual.
En cuanto llegaron al final del callejón sin salida, Ángela
se lanzó rápidamente al suelo, sin tiempo que perder. Bajó la bragueta del
pantalón de Carlos, metió la mano y sacó su polla. Un segundo después la tenía
en su boca. "Mmmm..." se le oyó a Ángela. Un sonido de claro deleite
que denotaba las ganas que tenía de comérsela. Carlos emitió el mismo sonido al
notar la calidez de su boca alrededor de la polla y su húmeda lengua
acariciándola. Apoyó la espalda en la pared que tenía detrás y disfrutó de la
maravillosa mamada de Ángela, la cual solo duró un par de minutos, ya que
estaban deseosos por pasar a mayores.
- Qué bien lo haces... - Le dijo Carlos.
- Fóllame ya... - Fue su contestación.
Ángela se levantó y se apoyó en la pared. Carlos se puso
detrás de ella. Levantó su vestido, apartó su tanga a un lado y se la metió.
Ángela gimió de placer. Empezaron los vaivenes. La polla de Carlos invadiendo a
Ángela una y otra vez. Follando ocultos en la oscuridad nocturna de aquel
callejón. De repente, se oyó el rugir de un motor y apareció un coche en la
entrada al callejón.
Para su horror, vieron que el coche giraba y se metía en el
callejón. Y eso no era todo, además era un coche de policía. En cuanto el coche
entró en el callejón, las luces de los faros iluminaron los cuerpos de Ángela y
Carlos, que se habían quedado inmóviles, sin saber cómo reaccionar, ya que no
había dónde esconderse. Se separaron de golpe y se colocaron la ropa. El coche
se detuvo frente a ellos. Se apagaron los focos y salió un agente de policía
del coche con una linterna en la mano.
-
Señores, ¿acaso no
tienen ustedes casa para hacer estas cosas?
La luz de la linterna recorrió el cuerpo de Ángela desde
sus tobillos hasta su cara, parando más de la cuenta en su pronunciado escote.
Ese repaso que le dio el policía encendió aún más a Ángela, que aún seguía
cachonda. No supo por qué lo hizo, quizá a causa del alcohol en sangre, pero
Ángela puso su mano en la entrepierna del policía. Sorprendido, el agente la
miró fijamente unos segundos, durante los cuales la mano de Ángela no se apartó
de su paquete. Luego miró a Carlos.
-
Largo.
-
Pero… - Titubeó
Carlos.
-
Largo o duermes en el
calabozo.
Carlos miró a Ángela, que le sonrió. Se abrochó bien el
pantalón y caminó cabizbajo hasta desaparecer.
-
¿Y usted? ¿Quiere
dormir en el calabozo?
Ángela negó con la cabeza mientras sonreía nerviosamente.
Estaba nerviosa, pero al mismo tiempo excitadísima. Se fue agachando lentamente
hasta que sus rodillas tocaron el suelo, volviendo a la postura en la que había
estado un rato antes con Carlos. El agente apagó la linterna. Ángela bajó la
bragueta del pantalón del uniforme, metió la mano y sacó la polla del policía.
Miró hacia arriba. El agente la miraba atentamente, con expresión seria. Le dio
unos besos en la polla y la lamió suavemente. El semblante serio del policía ni
se inmutó. Sin embargo, Ángela notó una mano empujándole la cabeza y cuando se
quiso dar cuenta tenía la polla metida hasta la garganta. Quedó claro que el
agente no estaba para tonterías. Ella captó el mensaje y empezó a chupársela
con ganas.
Mientras estaba arrodillada dándole sexo oral al policía,
Ángela oyó abrirse la puerta del coche y unos pasos hacia ella. Cuando se giró,
un segundo agente de policía estaba de pie frente a ella y ya tenía la polla
fuera. Sin pensárselo dos veces, Ángela se lanzó a probar ese segundo miembro
que tenía a su disposición. Era menos gruesa que la otra, pero más larga. La
chupaba con más facilidad, pero no llegaba a tragársela entera, como sí podía
hacer con la del otro agente. Arrodillada en aquel sucio callejón, oculta en la
oscuridad de la noche, Ángela utilizaba su experimentada boca para dar placer a
un par de agentes de la ley. Cada vez que lo pensaba y era consciente de lo que
estaba haciendo, se ponía aún más cachonda. Ya no estaba nerviosa como al principio,
ahora solo disfrutaba. Daba lo mejor de sí buscando agradecer el sacrificado
trabajo de los policías con una buena corrida en su boca.
Ángela iba de una polla a la otra, saboreándolas, y usando
la mano para procurar no dejar desatendida la otra. Cuando uno de los dos se
impacientaba, le daba con el miembro en la mejilla exigiendo cambio de turno y
ella obedecía fielmente. Ángela estaba absorta en su tarea oral cuando le
interrumpieron unas manos tirando de ella. El primer policía tiró de ella para levantarla
y, una vez de pie, la empujó bruscamente contra el capó del coche. A Ángela se
le aceleró el corazón y su excitación se disparó consciente de lo que iba a
pasar a continuación. Notó cómo se levantaba su vestido, dejando su culo
totalmente expuesto, y luego notó un fuerte tirón. Le había arrancado el tanga.
Vio su tanga roto caer al suelo a un lado e, inmediatamente después, una gruesa
polla se abrió paso por su coño. El delicioso roce interno de la penetración
hizo gemir de placer a Ángela. El capó aún caliente del coche de policía
calentaba sus pechos mientras era penetrada por el agente. La agarraba de la
cintura y se la metía una y otra vez. Entre las sombras del callejón, Ángela
veía la silueta del otro policía, masturbándose mientras observaba la escena y
esperaba su turno. El primer policía no cesó en sus penetraciones hasta
correrse. Gruñó unas cuantas veces y luego la metió hasta el fondo justo en el
momento del orgasmo. Ángela notó una abundante corrida en su interior. Cuando
acabó de eyacular, sacó su miembro y el coño de Ángela quedó enrojecido,
caliente y goteando semen. Ella jadeaba de gusto. Incluso sonreía.
Ni siquiera se le pasó por la cabeza moverse. Sabía que le
tocaba el turno al otro y estaba más que dispuesta a complacerle a él también. O,
más bien, dejar que él se complaciese con ella. Efectivamente, en cuanto el
primer agente se apartó, vio de reojo la silueta del segundo policía acercarse
a ella por detrás. Notó unas fuertes manos agarrar sus nalgas con firmeza y
separarlas para facilitar el acceso. El coñito de Ángela chorreaba de
excitación. Sin embargo, para su sorpresa, fue por el otro agujero por el que
decidió entrar el policía. Notó de repente su culo abriéndose y el miembro de
aquel hombre invadiendo su interior. Ángela se estremeció. Por suerte, este
segundo miembro no era tan grueso como el anterior. Pero era más largo. Tanto
que a Ángela se le hizo eterno hasta que por fin notó los huevos tocar su coño,
signo de que ya la tenía toda dentro. Supuso que, dada la eyaculación interna
de su compañero en su coño, él había preferido usar la puerta trasera.
No era la primera vez que Ángela practicaba sexo anal, y
eso se notó en que su cuerpo se acostumbró enseguida a ese invasor por el
agujero secundario. Tras un par de avisos en forma de penetración lenta, el
agente pasó a follársela por el culo con la misma intensidad con que su
compañero lo había hecho por el coño. Ángela se moría de gusto. Estaba cachonda
perdida. Todo en aquella situación le excitaba. Veía la silueta del otro agente
en la oscuridad observándoles. La placa de policía que llevaba el segundo
policía en el cinturón se le clavaba en el culo con cada embestida. Hasta eso
le gustaba. Sentir el golpeo de los huevos en su chorreante coño cada vez que
se la metía hasta el fondo. Ahí, tirada sobre el capó del coche, se sentía
usada, y eso le ponía muchísimo. Usada egoístamente por un par de hombres de
uniforme. Primero habían usado los dos su boca, y luego cada uno había usado
uno de sus otros dos agujeros. Habría deseado tener otro agujero más y un
tercer policía que se la follara por él. O incluso que volviera Carlos para
terminar lo que había empezado antes de que llegaran los agentes. Que volviera
y le follara la boca, el coño, el culo… Le daba igual. No quería parar. Jamás
se había sentido así.
Desafortunadamente para ella, su gozo tuvo un fin. Pero un
fin muy delicioso. Sin dejar de penetrarle el culo, el agente de la ley gruñó
con cada chorro de esperma que expulsaba en el interior de Ángela. Ella sintió
su culo llenándose de semen caliente. Gimió de gusto. El policía ya había
acabado de eyacular, pero seguía penetrándola unas cuantas veces más. Cuando la
sacó, Ángela notó la corrida brotar de su interior y resbalar por su pierna. Se
quedó tumbada contra el coche, jadeando, esperando y deseando que quisieran
repetir. Pero los agentes se subieron al coche y arrancaron el motor. Visto lo
visto, Ángela se levantó. El coche se alejó marcha atrás por el callejón. Las
luces de los faros iluminaron su cuerpo desnudo de cintura para abajo. Miró su
tanga roto en el suelo y sonrió.
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