Todos los relatos que aparecen en este blog han sido escritos por mí. Ninguno ha sido copiado de ninguna otra web de relatos y se ruega que, del mismo modo, tampoco sean copiados (excepto consentimiento expreso). Gracias.

lunes, 27 de agosto de 2018

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La preocupación por no llegar tarde a la cita me hizo llegar con bastante antelación al bar de copas donde habíamos quedado. Me pedí una cerveza, esperando que calmara un poco los nervios que invadían mi cuerpo. Me senté en una mesa para dos y esperé a mi cita entre sorbos de cerveza. El alcohol empezó a hacer efecto, me notaba más tranquilo. Saqué el móvil del bolsillo y me metí en Twitter para entretenerme mientras esperaba. Entre tuit y tuit apareció ella. La mujer con la que había quedado. Hacía unos minutos que había escrito: "Camino a mi cita. Qué ganas de conocerle... ¿Cómo creéis que acabará? Mañana os cuento." Todo ello acompañado del emoji de una carita insinuante.

Alice y yo nos conocimos en Twitter. En realidad, hasta ese día, solo nos habíamos relacionado virtualmente. Empecé a seguirla de casualidad, me gustaban sus tuits. Más tarde empezamos a interactuar y congeniamos en seguida. Poco a poco fuimos cogiendo confianza y la simpatía se convirtió en tonteo. El flirteo se intensificó cuando nos animamos a mandarnos una foto y ambos nos gustamos físicamente. Atracción, indirectas, fotos picantes, confesiones sexuales motivadas por la protección de estar a distancia y tras una pantalla... Sin embargo, todo quedaba ahí. El mayor "contacto sexual" entre nosotros había sido masturbarme con fotos picantes de Alice, que me había enviado con esa intención, junto al texto "Para cuando estés solo y aburrido". Irremediablemente, sondeamos varias veces la idea de conocernos en persona, pero no llegábamos a estar seguros de dar el paso. Tras mucho tiempo de interacción virtual, llegó el día en que concretamos una cita y nos dimos los números de teléfono.

El viaje de mi mente por los recuerdos de nuestra relación virtual se vio interrumpido de golpe cuando Alice entró por la puerta. Me iluminó de inmediato con su presencia. Estaba radiante. Me impresionó mucho más de lo que me esperaba. Su vestido negro le llegaba por encima de las rodillas y era tan ajustado que dibujaba perfectamente sus curvas. El vestido transparentaba ligeramente en la zona del pecho, creando un elegante escote. Su pelo rubio, largo y liso caía suelto por su espalda y por encima de los hombros. Su figura quedaba aun más realzada por los tacones que llevaba, negros, a juego con el vestido.

Me levanté y estiré el brazo para saludarla. Sus brillantes ojos grises se iluminaron al verme. Al cruzarnos las miradas se me aceleró el pulso. Afortunadamente, me dedicó una sonrisa tan bonita y sincera que me tranquilizó bastante. Se acercó a la mesa caminando de forma elegante a la par que sensual, dominando perfectamente los altos tacones que vestían sus pies. En cuanto llegó junto a mí, me dio un fuerte abrazo. Me apretó contra su cuerpo durante varios segundos en los que pude notar sus pechos duros clavándose en mi torso. Bien empezábamos...

Comenzamos a hablar de temas triviales, pero pronto empezaron a surgir debates interesantes. De vez en cuanto perdía el hilo de la conversación al quedarme anonadado mirando la belleza de Alice. Era guapísima, aunque eso yo ya lo sabía. De cerca se podían apreciar sus pequitas en las mejillas. Pequeñas y casi imperceptibles, pero que le quedaban genial. Pese a lo arreglada que iba, por su elegante vestido, brazalete en un brazo, colgante alrededor del cuello y pendientes, no parecía ir maquillada, a excepción de los labios pintados de rojo pasión. Me alegré de haber decidido finalmente arreglarme un poco para la cita, en lugar del rollo casual que había pensado como primera opción.

Disfrutamos de una charla agradable, profundizando en temas que habíamos comentado brevemente en Twitter. Nuestros puntos de vista solían ser muy parecidos. Cuando no lo eran, Alice tenía la capacidad de hacerte replantear tus ideas con unos pocos argumentos, y siempre educadamente. Alice era de origen irlandés. Nacida en Irlanda y de padres irlandeses, pero había vivido en España desde que tenía uso de razón. Su aspecto encajaba perfectamente con el prototipo irlandés, pero no tenía nada de acento al hablar. Solo se notaba cuando pronunciaba exageradamente bien algún término anglosajón. Y en su gusto por la cerveza, ahí también se notaba.

Entre cervezas pasaron las horas. Cada vez estábamos más cómodos el uno con el otro. El alcohol nos empezó a subir a la cabeza, y junto con la confianza que teníamos, la conversación viró hacia el tema más recurrido en nuestras charlas por Twitter a altas horas de la noche: el sexo. A mí me encantaba soltar comentarios con doble sentido. A Alice le hacían gracia y me seguía el rollo. No teníamos ningún reparo en hablar de sexo cuando chateábamos, pero en persona... Fue necesario algo de alcohol para desinhibirnos.
 - ¿Pedimos otra? - Sugirió ella.
 - Joder, cómo tragas...
 - No lo sabes tú bien. - Dijo con una sonrisa.
 - Bueno, bueno, ya será menos.
 - Puedo con todo, jajaja.
 - Si no lo veo, no lo creo. - Primera indirecta de la noche.
 - Quizá algún día lo creas... - Como siempre, Alice siguiéndome el rollo.
Así fue cómo se desvió suavemente la conversación hacia temas picantes.

En Twitter ya habíamos hablado de cualquier rama sexual, incluso de porno, pero no era lo mismo en persona. Era excitante ver y escuchar a aquella belleza hablando de posturas sexuales, orgasmos o cosas que le gusta hacer y que le hagan en la cama... Alice era bastante extrovertida, pero aun así se sonrojaba cuando se daba cuenta de que me estaba excitando con lo que decía. A mí me daba algo de vergüenza, pero me tranquilizaba que Alice se lo tomara con naturalidad.
 - Como sigamos bebiendo a ver quién se levanta mañana... - Dije cuando se ofreció a pedir otra ronda.
 - ¿Qué más da? ¿O tienes planes?
 - No, en realidad no. Quedarme en casa supongo.
 - Bueno, si me pillas de buen humor alomejor te envío algo para que te entretengas, jajajaja.
A veces Alice era tremendamente directa. Y después solía reírse para rebajar la tensión.
 - No sería la primera vez... - Contesté. Alice no podía dejar de sonreír.
El camarero cortó la tensión sexual del momento al aparecer con dos cervezas en su bandeja.

La noche siguió entre debates inocentes, indirectas nada inocentes y dobles sentidos. Recuerdo estar hablando de algo sin importación cuando noté una caricia en mi entrepierna. Me callé de golpe y miré con sorpresa a Alice. Ella sonreía. Luego miré hacia abajo. Su pie descalzo rozaba mi paquete. Me puse nervioso, sin saber cómo reaccionar.
 - ¿Pasa algo? - Preguntó ella con sorna.
 - Que me estás calentando demasiado... - Susurré yo, acercándome a ella.
 - ¿Y eso es malo?
 - Depende de cómo avance la noche... No sea que acabe usando tus fotos otra vez...
Noté en la cara de Alice que le gustó mi respuesta. Le gustaba saber que me ponía cachondo y que me atraía su cuerpo. Movió su silla y se sentó justo a mi lado. Me miró a los ojos y puso su mano en mi pierna. No me pude reprimir, así que me lancé a besarla.

Se tocaron nuestros labios, se cerraron nuestros ojos y se aceleraron nuestros corazones. Todo al mismo tiempo. Fue un beso que ambos llevábamos esperando mucho tiempo, y por eso era una como una explosión de tensión. Mientras nos comíamos la boca, Alice metió su mano por dentro de mis pantalones. Sí, por dentro, y de los calzoncillos también, hasta agarrar mi polla. Me sorprendió su atrevimiento, pero no dejé de besarla. Fue ella quien interrumpió el beso.
 - Tanto hablarme de esto... Me apetece probarlo...
 - Ten cuidado, pareces frágil y no querría hacerte daño...
Me encantaba picar a Alice, y ella sabía perfectamente que lo decía para meterme con ella.
 - Igual eres tú quién no puede seguirme el ritmo...
 - Hay una manera de comprobarlo.
 - ¿Vamos a mi casa? - Intensificó esas palabras agarrándome de los huevos, como si no me diera alternativa.

Me acabé la cerveza de un trago y fuimos cogidos de la mano a la barra a pagar las consumiciones. Luego me llevó por el aparcamiento hasta su coche. Me subí rápidamente al coche, deseando que viviera cerca de allí. Alice puso la llave en el contacto y arrancó el coche, para luego ponerme la mano en la pierna y mirarme con deseo. Yo también acaricié su pierna. Entonces Alice se lo pensó mejor. Apagó el motor del coche y se lanzó a besarme. Nuestras lenguas volvieron a encontrarse, y fue casi tan satisfactorio como la primera vez. Tenía los ojos cerrados, pero notaba sus manos desabrochándome el pantalón. El calentón que llevábamos no nos permitía esperar más.

En cuanto hubo desabrochado mi pantalón, su lengua salió de mi boca y pasó saborear mi polla. Desde mi perspectiva, sentado en el asiento del copiloto, lo único que veía era una melena rubia moverse en mi entrepierna. Pero lo importante no era lo que veía, sino lo que sentía. Era una delicia notar su húmeda y caliente boca chupándomela. Tardé escasos segundos en tenerla completamente dura. Levanté su vestido por debajo, hasta dejárselo por la cintura, y así poder acariciar su culo mientras ella seguía a lo suyo. Por muy dura que estuviera, Alice no encontraba ningún problema en devorarla.
 - Te lo dije... - Me susurró mientras no dejaba de pajearme con la mano.
 - Sí que tragas, sí... Y qué gusto poder comprobarlo.
Me dio un beso en los labios y luego volvió a bajar la cabeza.

Tras unos húmedos preliminares, Alice no quiso prolongar más la espera. Quiso ir al grano, estaba muy caliente. Tanto era así que abrió la guantera de su coche y sacó un condón. Lo abrió en un santiamén y me lo puso con cuidado mientras sonreía de excitación. Con el sable ya enfundado, Alice se quitó las bragas y se sentó encima de mí. Acostó su cuerpo sobre el mío y, de un tirón, el asiento en el que estábamos se inclinó hasta alcanzar una posición casi horizontal. Con el asiento ya preparado, sujeté mi polla hacia arriba con la mano y Alice se sentó sobre ella. Estaba ocurriendo algo que yo llevaba deseando mucho tiempo, y por lo visto ella también.

Alice se movía encima de mí. Mi polla entraba y salía de su interior. Yo le bajé el vestido por la parte superior hasta liberar sus pechos. Ya los había visto en fotos algo "indecentes", pero verlas en directo, botando delante de mi cara, era infinitamente mejor. Eran redondas y firmes, y de un tamaño perfecto. Grandes, pero sin pasarse. Un piercing metálico decoraba cada uno de sus pezones. Esos piercings que, no sé por qué, tanto me gustaban. Acerqué mi cabeza y cogí sus tetas con las manos mientras metía la cara entre ellas. Devoré las tetas de Alice como si fuera la última vez que las fuera a tener a mi alcance.
 - Ya sabía yo que te gustaban...
Yo no contesté. Seguí disfrutando de aquel paraíso.

En un arrebato de pasión, Alice tiró de mi camisa. Los botones se rompieron y la camisa se abrió de golpe. Ella aprovechó mi pecho descubierto para lanzarse a besarlo. Me besó el cuello y el pecho. Era muy excitante. Nos movíamos al mismo ritmo, no demasiado rápido, pero tampoco lento. A una frecuencia pasional y placentera. Alice volvió a buscar mi boca y nos besamos, sin disminuir lo más mínimo la velocidad del polvo. Con sus tetas apretadas contra mi pecho, ahora mis manos tenían otro objetivo. Agarraba las nalgas de Alice y las azotaba de vez en cuando, algo que gracias a nuestras conversaciones sabía que le encantaba.

Los cristales del coche estaban totalmente empañados, lo que nos daba una sensación de intimidad. Los gemidos de Alice iban en aumento. Noté en mi oído su respiración acelerándose. Aumentó la velocidad con que movía la cintura, señal clara de que buscaba un cercano orgasmo.
 - Sigue, ya casi... No pares...
Yo también estaba a punto. Apretamos nuestros cuerpos con fuerza. Gemí como un loco cuando exploté dentro de Alice. Ella se corrió al mismo tiempo, clavándome las uñas en los brazos. Su cuerpo se desplomó sobre el mío y nos quedamos jadeando. Un primer polvo perfecto, con orgasmo simultáneo.

Después de unos besos post-orgasmo, Alice volvió al asiento del conductor. Se colocó el vestido y se arregló un poco el pelo mientras yo me quitaba el condón y me subía los pantalones. Sin siquiera volver a ponerse las bragas, arrancó el coche y se puso en marcha. A mitad de camino, inocente de mí, le dije mi dirección, pensando que me acercaría.
 - Jajajaja. - Rió Alice, mirándome a los ojos. - No, no. Vamos a mi casa. La noche no ha acabado.



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