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miércoles, 10 de mayo de 2017

El fetiche del jefe



Había nuevo jefe en la oficina, y aquel era su primer día. Dio un breve discurso ante los trabajadores y luego se refugió en su despacho a arreglar un papeleo pendiente. Todos siguieron con sus labores como cualquier otro día, pero Inma tenía una idea mejor. Quería tener el favor del jefe desde el principio, y para ello estaba dispuesta a recurrir a su cuerpo. El nuevo jefe era algo mayor, pero eso no suponía un problema para ella.

Inma se levantó de su puesto y fue al baño. Una vez allí, se arregló para ofrecer una imagen aún más sexy y atrevida. Se aplicó brillo en los labios y unas gotas de perfume. Se miró al espejo. Se soltó la coleta que se hacía normalmente para trabajar y se acomodó el largo pelo sin dejar de mirar su reflejo en el cristal. Estaba estupenda, y ella lo sabía. Sin embargo, también sabía cómo son los hombres, así que se hizo un par de retoques más. Se desabrochó un botón más de la camisa, dejando un pronunciado escote en el cual se podía ver ligeramente el sujetador. Finalmente, se levantó unos centímetros la falda ajustada que llevaba. Una última mirada al espejo y decidió que estaba lista.

Salió del baño, cogió unos papeles para disimular y fue directa al despacho del jefe, intentando pasar desapercibida entre la gente. Se fijó en que las persianas del despacho estaban ya cerradas, lo cual venía muy bien. Tocó a la puerta y enseguida oyó la voz del jefe diciéndole que pasara. Eso hizo. Se aseguró de cerrar bien la puerta detrás de ella. Al entrar, Inma notó la mirada del nuevo jefe clavada en su cuerpo. Mirada que enseguida trató de disimular.
 - Hola, soy Inma.
 - Hola Inma, ¿en qué puedo ayudarte?
Inma cogió la silla que había delante del escritorio del despacho, destinada a la gente que venía a hablar con el jefe, y la movió para sentarse junto a él, sin mesa de por medio. Al jefe no pareció importarle.
 - Solo quería darle la bienvenida.
 - Ah, gracias, muy amable. Estoy encantado de estar aquí y espero llevarme bien con todos vosotros.
Mientras hablaba, Inma aprovechó para descalzarse disimuladamente, quedando sus pies cubiertos únicamente por las medias que llevaba y que subían hasta sus muslos.
 - También quiero decirle que estoy aquí para lo que necesite.
 - Gracias, otra vez. - Dijo el jefe con una sonrisa.
Inma rozó suavemente el tobillo de su jefe con su pie descalzo. Esto sorprendió al jefe, cuya única respuesta fue mirar para abajo y luego a Inma. Ella subió lentamente el pie, acariciando cada centímetro de la pierna del hombre, y mirándole fijamente a los ojos al tiempo que se mordía el labio inferior. Llegó a la altura de la entrepierna y, sin ninguna vergüenza, le acarició el paquete con el pie.
 - Para lo que necesite... - Repitió en ese momento Inma, ahora con un tono mucho más sensual.
Ahora, la sonrisa de agradecimiento del jefe había cambiado por una tensa expresión de nervios.

Inma seguía restregando su pie en la entrepierna de su jefe. Él, tras unos segundos de incomodidad, finalmente se entregó a sus deseos. Inma observó con una sonrisa cómo su jefe se desabrochaba el pantalón y luego se sacaba el miembro ante ella. Ya lo tenía en la palma de su mano. O más bien, en su pie.

Empezó acariciando la polla con el pie suavemente. Su jefe alargó las manos y acarició con ellas las bonitas piernas de Inma. Se recreó manoseando esas piernas largas con medias. No hizo falta más para conseguir que se le pusiera dura. Una vez erecta, ya podía haber más juego. Inma se acomodó en la silla y llevó también el otro pie hasta su entrepierna. Con un pie a cada lado de la polla, comenzó a moverlos hacia arriba y hacia abajo al mismo tiempo, masturbando así a su jefe. Al principio lo hacía lentamente pero luego fue cogiendo ritmo y aumentando la velocidad. Se notaba en la cara del jefe que estaba disfrutando. Ella no se sorprendió por ello, no era la primera paja que hacía con los pies. Aunque prefería el método tradicional, cualquier forma de dar placer a un hombre le excitaba.

Inma estaba preparada para arrodillarse entre las piernas de su jefe y usar su mejor arma. Sin embargo, en cuanto hizo el amago de apartar los pies, él los cogió con las manos y los volvió a poner contra su polla. Entonces empezó a moverse él. Cogía los pies de Inma por los tobillos y se follaba sus plantas, disfrutando de la fricción de su miembro con las medias de su subordinada. En ese momento, Inma solo se dejaba hacer. Dejaba que usara sus pies y se limitaba a poner cara de vicio y acariciar sus propias piernas, que tanto gustaban a su superior.

En cuestión de minutos, el jefe había empezado a jadear y gemir. Se contenía como podía para evitar que alguien lo escuchara. A Inma le brillaban los ojos viendo cómo su jefe estaba a punto de correrse. Entonces él se acercó a ella y apoyó la polla en su muslo, en la zona entre la rodilla y la cintura. Con la ayuda de la mano, apretaba su miembro contra la pierna de Inma y se movía provocando la fricción con sus medias. Así estuvo unos segundos hasta que empezó a correrse. El semen brotaba de la polla del jefe y resbalaba por la media de Inma. Eso era algo nuevo para ella, acostumbrada a tener que lavarse la cara o la boca después de una corrida, pero le gustaba notar el esperma caliente cayendo por su pierna. Era excitante. Cuando acabó de correrse, el jefe restregó la punta de su miembro contra el muslo de Inma, dejando en su media las últimas gotas que brotaban de él.

Mientras él se limpiaba y ponía los pantalones, ella se miraba la media izquierda, llena de corrida. Decidió que lo mejor era quitárselas. Se quitó las medias y se volvió a calzar los pies.
 - Te las puedes quedar. - Dijo Inma dejando las medias sucias en la mesa del jefe.



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