Todos los relatos que aparecen en este blog han sido escritos por mí. Ninguno ha sido copiado de ninguna otra web de relatos y se ruega que, del mismo modo, tampoco sean copiados (excepto consentimiento expreso). Gracias.

lunes, 20 de abril de 2015

El agujero de Andrea



Pablo y sus amigos se acercaron a una de las mesas grandes de la cafetería. En ella había dos chicas sentadas, Andrea y su amiga. La mesa era suficientemente grande como para sentarse dos grupos de personas sin molestarse unos a otros, sin embargo Andrea no lo veía así.
 - Eh, raritos, está ocupado. - Dijo en tono burlón.
Los chicos, tímidos como siempre, no dijeron nada y se buscaron otra mesa.

Andrea, Pablo y sus respectivos amigos iban todos a la misma clase en la universidad, y de ahí se conocían. Realmente su relación iba poco más allá de saber quienes son. Andrea era muy guapa y tenía un cuerpazo, y como ocurre en muchos casos así, eso se le subía a la cabeza y le hacía mirar a los demás por encima del hombro. Básicamente era muy creída. Era una tía buena pero una zorra. A Pablo y sus amigos nunca les ha dirigido la palabra en tono amistoso, siempre despectivamente. Solía vestir con buen escote para lucir su prominente delantera, y cuanta menos ropa mejor. Tenía un bonito pelo castaño ondulado que hacía juego con sus ojos.

Más tarde ese mismo día, en el descanso de una de las clases, a Pablo se le escapó una furtiva e involuntaria mirada al escote de Andrea, con tan mala suerte que ella se dio cuenta.
 - ¡¿Qué haces mirándome las tetas, pervertido?!
Pablo bajo la mirada al suelo, sonrojado. Oía las risitas de las amigas de Andrea.
 - Seguro que luego se la casca y todo, qué asco...
La verdad es que Andrea había sido la protagonista de sus fantasías y de las de sus amigos en alguna ocasión.

Este tipo de comportamientos se repetía muchas veces. En un día normal Andrea y sus amigas ni siquiera dirigían a la palabra al grupo de Pablo. Otros días, si les dirigían la palabra, era para meterse con ellos.

Tras las clases, de camino a casa, Pablo pasó por un sexshop al que había recurrido de vez en cuando. Como no tenía nada que hacer decidió entrar. Dio una vuelta por la tienda, siempre miraba qué cosas nuevas habían puesto. Acabó el tour en la sección de DVDs. Estaba mirando las nuevas películas cuando una chica entró a la tienda. Fue una gran sorpresa para Pablo ver que la que acababa de entrar era nada menos que Andrea, la zorra tía buena. Él se escondió entre las estanterías para evitar que le viera y se burlara de él. Vio cómo ella se movió por la tienda sin fijarse en nada en concreto, y finalmente con disimulo se colaba por unas cortinas que había al final de la tienda. Pablo no sabía qué había tras las cortinas, nunca se había planteado que se pudiera entrar ahí. Las cruzó con prisa pero con cautela para seguir a Andrea sin que ella le viera. Al otro lado de las cortinas había una fila de cabinas individuales, una tras otra. Andrea se metió en una y cerró tras de sí. Pablo entró en una de las cabinas contiguas, que daba pared con pared con la de Andrea. Cerró con pestillo y observó dónde se encontraba. Era una cabina pequeña, oscura, con una televisión que en ese momento estaba apagada. Lo más destacable era que había un agujero a la altura de la cintura en cada pared que comunicaba con las cabinas de al lado. En cuanto vio tal cosa, Pablo ya sabía de qué se trataba, lo había visto en Internet más de una vez.

Durante un momento Pablo no supo qué hacer. Estaba nervioso, indeciso, pero también excitado. Finalmente, en un arreón de valentía, se bajó los pantalones y los boxers y metió la polla por el agujero. Con el corazón a cien por hora, se quedó inmóvil unos segundos, extrañado porque nada pasaba. De repente, notó el calor y la humedad de una lengua que recorría sus huevos. Y después otro lametón. De lamerlos pasó a chuparlos. Una mano agarró el miembro y lo masturbó mientras su boca se dedicaba a los huevos. Pablo estaba en el cielo.

Poco a poco su polla fue creciendo, y cuando adquirió ya un buen tamaño, unos suaves labios la envolvieron y se adentró en la calidez de una boca. Se ayudaba con las manos para pajear al tiempo que chupaba, y de vez en cuando masajeaba los huevos con una mano o les daba unos lametones.
 - ¿Quieres que me la trague entera? - Se oyó desde la otra cabina.
Ahora sí que estaba seguro al cien por cien de que era Andrea. Era su voz, aunque era la primera vez que la oía en ese tono. Pablo se excitó aún más al confirmar que era Andrea la que le estaba chupando la polla.
 - Estás calladito, eh. Pensarás que cuanto más hable menos tendré tu polla en la boca... Tienes razón.
Entonces Andrea forzó la garganta y se metió la polla de Pablo entera en la boca, hasta hacerla desaparecer por completo. Pablo estaba alucinado y disfrutaba de esta impresionante mamada.

Andrea tenía muy buena técnica. Acompasaba perfectamente el ritmo con la boca y las manos. Su lengua nadaba en la boca mientras chupaba. Variaba la velocidad y la presión de los labios de vez en cuando.
 - ¿Te gusta? ¿Vas a correrte? Quiero que te corras en mi boca.
Pablo no decía nada, no quería arriesgarse a que reconociera su voz. La sensual voz de Andrea diciendo esas guarradas entre susurros no hacía que aumentar la excitación de Pablo, que no hacía más que imaginarse a Andrea chupándole la polla. Le habría encantado poder ver su cara mientras le hacía la mamada.

Él estaba aguantando todo lo que podía. Se moría por correrse pero al mismo tiempo no quería que la tremenda mamada acabara nunca. Pero Andrea había cogido ya mucha velocidad chupando y se notaba que estaba buscando ya la corrida. Cuando Pablo notó que no podía aguantar más, se le escapó un golpe con la mano en la pared.
 - ¿Te vas a correr? Sí, vamos, córrete en mi boquita.
Tras decir esto Andrea volvió a metérsela en la boca justo a tiempo para seguir chupando mientras Pablo se corría abundantemente. Apretó los dientes y cerró los puños con fuerza notando cómo todo su semen salía a chorros y caía en la boca de Andrea. Ella seguía chupando igual que antes, pero ahora succionando con más fuerza, y su lengua nadaba en el semen.

Cuando acabó de correrse, Andrea finalmente sacó la polla de Pablo de su boca. Segundos después volvió a hablar.
 - Para que lo sepas, me lo he tragado todo. Me encanta tragármelo, siempre lo hago.
Al otro lado de la pared Pablo sonreía. Sacó sus partes del agujero y se subió los pantalones guardándose la polla rezumante de saliva de Andrea.

Al día siguiente contó todo lo ocurrido a los otros tres amigos del grupo habitual. Alucinaban con la historia. Eso había pasado un jueves, así que al jueves siguiente decidieron ir los cuatro. Estuvieron un buen rato en la tienda pero Andrea no apareció. Volvieron a intentarlo el jueves siguiente, y esa vez sí que tuvieron suerte. Una sonrisa apareció en la cara de cada uno de ellos cuando vieron entrar a Andrea. Después de que atravesara la cortina, los cuatro chicos fueron pasando de uno en uno a la cabina de al lado de la de Andrea.

Cuando salió el último decidieron quedarse a esperar a Andrea. Ella salió un rato después, y los cuatro amigos se acercaron a ella. Andrea se sorprendió inmensamente al verlos.
 - ¿Qué hacéis aquí, pervertidos?
Pablo se animo a contestarle.
 - Pues que acabamos de pasar por ahí atrás. Había una chica en la quinta cabina que la chupa de categoría.
A Andrea le cambió la cara de golpe.
 - ¿Cómo...? ¿Vosotros...? ¿Los cuatro...?
 - Uno detrás de otro.
Uno de los amigos de Pablo se animó también a decir algo.
 - ¿Qué corrida te ha gustado más de las cuatro?
Los cuatro chicos rieron. Andrea estaba petrificada.
 - En serio Andrea, qué forma de comer los huevos. Eres increíble.
No paraban de reír. Lo estaban convirtiendo en su revancha personal.
 - ¿Qué pensarán nuestros compañeros de clase cuando sepan lo que vienes a hacer aquí?
 - No, no... Por favor no se lo digáis a nadie. Por favor.
 - Bueno, bueno. Con lo bien que usas la boca, creo que podemos llegar a un acuerdo...



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