Mientras conducía, Juan vislumbró fugazmente las elegantes medías de Luna, vistiendo sus bonitas y largas piernas, a través del retrovisor. Ella se dio cuenta, y a Luna le gusta mucho jugar… Como quien no quiere la cosa, levantó un poquito más su vestido. Segundos después, la mirada de Juan volvió a reflejarse en el retrovisor disimuladamente. Luna sonrió al sentir que estaba consiguiendo lo que buscaba. Se remangó el vestido un poco más. Sus piernas al completo estaban a la vista ahora. Juan se dio cuenta de lo que hacía.
- Luna… - Protestó, aunque eso no evitó que echara otra miradita.
Ignorándole, Luna subió su vestido una vez más. Ahora se podían llegar a ver sus braguitas negras con transparencias. Por la expresión de Juan, notó que empezaba a ponerse nervioso.
- Luna… Estate quieta…
Pero ella no tenía intención de obedecer. De hecho, lo siguiente que hizo fue posar su mano en la pierna de Juan. Primero inocentemente, pero luego fue subiendo la mano por el muslo del conductor.
- Luna, por favor, que estoy conduciendo…
Haciendo oídos sordos, Luna llegó con su mano hasta la entrepierna de Juan. La acarició suavemente por encima del pantalón, dibujando su forma con los dedos. Le encantó sentir que se estaba endureciendo. Juan se aferraba al volante con fuerza.
- Luna, va…
Al fin, Luna apartó la mano, pero solo fue para recogerse el pelo en una coleta y después preguntar con una sonrisa juguetona y voz tontorrona:
- Entonces, ¿quieres que pare?
Juan fue incapaz de seguir resistiéndose.
Sin apartar la vista de la carretera, Juan escuchó el sonido de su bragueta abriéndose. Tragó saliva cuando Luna le sacó el miembro del pantalón y suspiró cuando sintió la lengua lamiendo de arriba abajo. Tras unos lametones iniciales, la boca de Luna envolvió su polla, acogiéndola con su húmeda calidez. A Luna le encantó sentir la polla de Juan creciendo en su boca, hasta alcanzar una dureza que hacía imposible abarcarla entera en ella. Juan acarició el pelo de Luna, casi como un agradecimiento, mientras su cabeza subía y bajaba entre él y el volante. Presa del placer que le generaban los labios de Luna, aceleró sin darse cuenta y la velocidad era más alta de lo habitual en él. Cada gemido de Juan ponía a Luna más y más cachonda. Con una mano era suficiente para sujetar la polla mientras se la comía, así que deslizó la otra por debajo de su vestido para acariciar su chorreante coño. Juan conducía por el carril central por miedo a desviarse accidentalmente, así que los coches pasaban tanto por el carril derecho como por el izquierdo, y alguno de ellos se giró para mirarlos sin disimulo. Luna estaba tan cachonda que ya hasta se metía los dedos, y engullía la polla del conductor tan profundamente como podía. Apunto estaba de saltar encima de él y cabalgarlo, si no fuera por el peligro que eso suponía en plena conducción. Tuvo que reprimirse y seguir chupando, solo unos minutos más, hasta que provocó el orgasmo de Juan.
- Me voy a correr… Tengo que parar… - Sollozó él, al tiempo que ponía el intermitente para salir por una vía de servicio.
Pero Lara no había terminado su juego.
- Si paras, yo también paro… - Amenazó.
- Joder… - Protestó Juan, tragando saliva, pero obviamente accedió.
Un minuto después, en plena carretera, conduciendo a unos 100 km/h, Juan explotó en la boca de Luna. Se agarró al volante, gruñó y se corrió. Luna fue capaz de tragarlo todo sin siquiera cesar sus movimientos de cabeza. Succionó las últimas gotas del glande antes de incorporarse de nuevo en el asiento con sonrisa de satisfacción. La cara de Juan era un poema. Luna abrió la guantera en busca de toallitas.
- Tranquilo, yo te limpio.