Mis amigos y yo habíamos alquilado un apartamento en la playa para pasar una semana de vacaciones. El primer día ya avisó de cómo sería el resto de la semana: soleada y calurosa. Nada más llegar, dejamos las maletas tiradas en el apartamento y salimos rápidamente a disfrutar de la playa. Lo primero fue un buen chapuzón en el mar. Eso quita todos los males. Y luego a descansar. Nos tiramos en las toallas dejando que el sol se encargará de secarnos. Fue entonces cuando apareció el primer indicio de que la semana iba a ser mejor de lo esperado.
De entre las aguas emergió de repente una mujer absolutamente escultural caminando hacia la orilla. Su esbelto cuerpo mojado brillaba bajo el sol. Me quedé embobado viéndola salir del mar. Su pelo era castaño y un poco más claro en las puntas, y caía mojado por su pecho hasta pasados los senos, pegándose a su piel. Sus pechos eran pequeños pero bonitos y muy bien puestos, proporcionados con su cuerpo. Caminaba de forma sensual, con sus largas piernas avanzando por el agua. Y todo ese sensacional cuerpo decorado por un piercing que destellaba en su ombligo bajo la luz solar.
Por si no hubiera sido suficiente la magnífica primera impresión, resulta que el plato fuerte llegó cuando alcanzó la orilla. En cuanto se dio la vuelta, se me quedaron los ojos como platos ante la visión de ese increíble culo. Uno de los mejores culos que había visto en persona. Era redondito, terso, firme, bien puesto... Y se notaba entrenado. Lo pude admirar perfectamente porque aquella mujer lucía un tanga negro que apenas le cubría.
Cuando salió definitivamente del agua, se tumbó en su toalla con otras dos mujeres, justo al lado nuestro. Avisé a mis amigos y las miramos disimuladamente. Eran tres mujeres muy atractivas. Y por eso, al cabo de un rato, mis amigos se animaron a decirles algo. Ellas también estaban de vacaciones en la playa, como nosotros. Desde el principio fueron muy simpáticas y en seguida entablamos amistad. El resto de la semana hicimos muchas cosas todos juntos. Quedábamos para ir a la playa, para ir a cenar, para salir por la noche... Con la que más hablaba yo era con la que había visto salir del mar el primer día. No solo era la más atractiva de las tres, sino que además era la más divertida. Era una crack, por eso la habíamos apodado Molona. Fue una sorpresa cuando me enteré de que tenía unos diez años más que yo. No los aparentaba para nada. Era una madurita muy bien cuidada. Bromeaba con ella sobre que era una MILF y ella se reía y decía sentirse orgullosa.
De entre las aguas emergió de repente una mujer absolutamente escultural caminando hacia la orilla. Su esbelto cuerpo mojado brillaba bajo el sol. Me quedé embobado viéndola salir del mar. Su pelo era castaño y un poco más claro en las puntas, y caía mojado por su pecho hasta pasados los senos, pegándose a su piel. Sus pechos eran pequeños pero bonitos y muy bien puestos, proporcionados con su cuerpo. Caminaba de forma sensual, con sus largas piernas avanzando por el agua. Y todo ese sensacional cuerpo decorado por un piercing que destellaba en su ombligo bajo la luz solar.
Por si no hubiera sido suficiente la magnífica primera impresión, resulta que el plato fuerte llegó cuando alcanzó la orilla. En cuanto se dio la vuelta, se me quedaron los ojos como platos ante la visión de ese increíble culo. Uno de los mejores culos que había visto en persona. Era redondito, terso, firme, bien puesto... Y se notaba entrenado. Lo pude admirar perfectamente porque aquella mujer lucía un tanga negro que apenas le cubría.
Cuando salió definitivamente del agua, se tumbó en su toalla con otras dos mujeres, justo al lado nuestro. Avisé a mis amigos y las miramos disimuladamente. Eran tres mujeres muy atractivas. Y por eso, al cabo de un rato, mis amigos se animaron a decirles algo. Ellas también estaban de vacaciones en la playa, como nosotros. Desde el principio fueron muy simpáticas y en seguida entablamos amistad. El resto de la semana hicimos muchas cosas todos juntos. Quedábamos para ir a la playa, para ir a cenar, para salir por la noche... Con la que más hablaba yo era con la que había visto salir del mar el primer día. No solo era la más atractiva de las tres, sino que además era la más divertida. Era una crack, por eso la habíamos apodado Molona. Fue una sorpresa cuando me enteré de que tenía unos diez años más que yo. No los aparentaba para nada. Era una madurita muy bien cuidada. Bromeaba con ella sobre que era una MILF y ella se reía y decía sentirse orgullosa.