Alice y yo nos conocimos en Twitter. En realidad, hasta ese día, solo nos habíamos relacionado virtualmente. Empecé a seguirla de casualidad, me gustaban sus tuits. Más tarde empezamos a interactuar y congeniamos en seguida. Poco a poco fuimos cogiendo confianza y la simpatía se convirtió en tonteo. El flirteo se intensificó cuando nos animamos a mandarnos una foto y ambos nos gustamos físicamente. Atracción, indirectas, fotos picantes, confesiones sexuales motivadas por la protección de estar a distancia y tras una pantalla... Sin embargo, todo quedaba ahí. El mayor "contacto sexual" entre nosotros había sido masturbarme con fotos picantes de Alice, que me había enviado con esa intención, junto al texto "Para cuando estés solo y aburrido". Irremediablemente, sondeamos varias veces la idea de conocernos en persona, pero no llegábamos a estar seguros de dar el paso. Tras mucho tiempo de interacción virtual, llegó el día en que concretamos una cita y nos dimos los números de teléfono.
El viaje de mi mente por los recuerdos de nuestra relación virtual se vio interrumpido de golpe cuando Alice entró por la puerta. Me iluminó de inmediato con su presencia. Estaba radiante. Me impresionó mucho más de lo que me esperaba. Su vestido negro le llegaba por encima de las rodillas y era tan ajustado que dibujaba perfectamente sus curvas. El vestido transparentaba ligeramente en la zona del pecho, creando un elegante escote. Su pelo rubio, largo y liso caía suelto por su espalda y por encima de los hombros. Su figura quedaba aun más realzada por los tacones que llevaba, negros, a juego con el vestido.